domingo, 4 de noviembre de 2007

Juan Calzadilla: No me gusta nada obra de La Cabrera


¿Observó la obra colocada encima del Túnel de La Cabrera? ¿Qué le parece?
Esa obra no me gusta nada. Creo que obedece a una decisión personal de alguien. Eso no está dentro de una política artística clara, coherente. Eso motivó en mi la misma reacción de cuando vi el mural de Zapata en la UCV porque era una obra que no tenía nada que ver con ese espacio. Allí tenía que colocarse una obra abstracta para no distraer la atención de la gente y tuviera conceptualmente materia de espacio.


Con respecto a la obra del túnel, con un movimiento liderado por artistas podrían lograr quitarla. Creo que en esa materia no debería haber prejuicio, sólo ser sinceros. Aceptar las críticas como yo se las hago. Tantas cosas horrendas que se han hecho en Caracas. El mural de Soto en la Torre Capriles. El mural de Cruz Diez en la plaza Venezuela, esa es una obra que yo la quitaría porque no tiene un asidero espacial como para verla en condiciones estables, que uno pueda disfrutar.


Se han cometido barbaridades por todos lados y es bueno que haya una crítica porque el urbanismo no puede tratarse con obras chabacanas como la que está en el Túnel de La Cabrera. En eso hay que ser muy crítico y yo respaldo toda la crítica que se haga y que esté bien fundamentada. No porque suceda una cosa heroica tiene valor, tendría valor si fuera una cosa resuelta, cuyos valores están intrínsecamente insertados en la obra misma.


Juan Calzadilla vino al Ateneo de Valencia a dictar una charla sobre apreciación de obras de arte la semana pasada cuando habló también de la sensibilidad que se requiere para comprender las obras de arte, el llamado sexto sentido que hace apreciarlo, pero también rechazarlo, y entenderlo.


Años atrás fue colaborador de Letra Inversa, suplemento cultural semanal de Notitarde, con una columna de arte y literatura llamada "Fragmentos para un diario descosido" de la cual tuvo que desligarse porque se mudó a otra ciudad.


En Europa hay un movimiento que en estos momentos está analizando el papel de los críticos, sobre todo los de arte... ¿Cuál es el papel del crítico, hoy en día, ante una sociedad tan complicada?
Soy uno de los que le hace critica a la crítica porque pienso que ella ha llegado a un plano excesivamente literario, intelectual. Lo que implica un alto grado de subjetividad. El crítico se ha convertido, y eso viene ya desde hace tiempo, en otro artista, y utiliza la obra de arte para hacer un discurso en el cual se ve a sí mismo y protagoniza. Se hace una crítica completamente alambicada, compleja, llena de ideas y conceptos y generalmente el público queda sin entender.


¿Ha desaparecido aquella definición de los años 20' sobre el arte, que existe uno del público y otro de los artistas?
Esa situación sigue planteada. El público rechazaba el arte de los artistas y estos al público porque hacía algo que la masa se negaba a entender. El público se identificaba con lo que podía reconocer y entender, en la obra. Cuando le daban la abstracción se preguntaba por qué no hay tema, no hay objeto. Abandonaban así las salas de los museos. Eso pasó desde el cubismo hasta los años 30', cuando se impusieron todas las vanguardias. Las vanguardias hegemónicamente se orientaban hacia la abstracción porque se decía que iba a ser el lenguaje del siglo, pero siguió siendo el idioma de una elite, en el sentido de que el público sigue sin entender a los artistas.


¿Se han complicado todavía más las cosas en esa relación?
Sí, porque ya no es el arte donde no es reconocible la representación. El arte no naturalista sino la diversidad del lenguaje aún siendo figurativo, por ejemplo la instalación, el performance, el arte conceptual; el arte de sistemas. Cosas menos entendidas que el arte abstracto. La reacción contra la crítica es una reacción contra lo que escribe. Coherente de lo que se está ocupando pero incoherente con lo que el público quiere que se haga.


Hay una corriente que aboga por la autenticidad, por darle valor a aquellas cosas donde el artista demuestra vocación, trayectoria, convencimiento y que sus obras sean capaces de resistir un análisis. Puede ser una última etapa de lo que se llamo posmodernismo.


¿Qué tipo de critica respalda?
Una critica mas testimonial, más contextual, porque hubo una época en que la crítica se orientó a darle mas importancia al creador que a la obra, lo que en esta época hace falta es que las dos cosas alcancen el mismo nivel. Pero que el crítico se ocupe también de lo que hay alrededor de una obra de arte. El hecho social, la arquitectura, la existencia misma del artista. Se le había dado demasiado poder a la obra en sí.


¿Cómo marcha el arte venezolano en la actualidad?
En estos momentos estamos atravesando como una crisis de los museos, como una especie de necesidad de reacomodo de las políticas que vienen implementándose de los gobiernos pasados. Hasta ahora han tenido una continuidad y ello había llevado al público a ausentarse de los museos, que se quedaron aislados, encerrados en cuatro paredes. De cierto modo no se ha hecho mucho por quebrar eso que corresponda a la democratización de la cultura que se quiere. Cosa que no pasa en la literatura donde se tiene un apoyo muy grande, indiscriminado a la lectura y a la publicación de libros.


¿Se repiten los esquemas en los museos de gobiernos pasados?
Tengo la impresión de que se está repitiendo el sistema que heredamos de los gobiernos anteriores, no se ha marchado mucho hacia una ruptura que le de una solución a la crisis. Pero creo que también es una crisis inherente a la crisis de los lenguajes y a la crisis del arte. Como una solución a corto plazo diría que hay que buscar un nuevo modelo de exposiciones.


¿Para qué sirven las exposiciones hoy en día?
Ellas sirven para confrontar la obra entre los mismos artistas , confrontarla con el público que viene siendo el lector de esas obras y con el arte mismo, su continuidad y evolución.


Necesitamos un tipo de exposición que no sea el heredado concurso, de mostrar las obras y entregar un premio, porque la premiación siempre será una forma discriminatoria y arbitraria, porque está sometida a un jurado que se cree capaz de dar los premios, sin razones profundas para entregárselos a unos u a otros. Hay que crear otro tipo de salón, de exposición, para estimular a los artistas y que no hayan esos fenómenos de la discriminación. Eso podría darse con una redistribución de la obra de los artistas para darles apoyo material. El estado tiene que rescatar el coleccionismo que antes era muy dinámico.


Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco, 1931) prolífico poeta, pintor y crítico de arte venezolano. Estudió en la Universidad Central de Venezuela y en el Instituto Pedagógico Nacional. Cofundador del movimiento El techo de la ballena (1961) y de la revista Imagen (l984). Obras publicadas: Dictado por la jauría (1962), Malos modales (1968), Oh smog (1978), Antología paralela (1988), Minimales (1993), Principios de Urbanidad (1997), Corpolario (1998), Diario sin sujeto (1999), Aforemas (2004). Obtuvo en 1997 el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Su obra poética, la cual puede ser seguida a través del volumen Antología paralela (1988), tiene una importancia decisiva en la poesía venezolana fue él quien desde sus poemas de finales de la década de 1950, y en especial los publicados a partir de la de 1960, desde Dictado por la Jauría (1962), mostró el rostro terrible de la ciudad. Ese espectro no se halla en sus primeros libros, ya que un texto como Las montañas de uno de sus poemarios iniciales, La torre de los pájaros, todavía dibuja una visión idílica del paisaje. La perspectiva cambió rápidamente al aparecer Dictado por la Jauría. Allí estará siempre el paisaje de la selva urbana, como se lee en el poema Gracias al barniz. Y allí se encuentra a quien escribió estos versos, solitario, enmascarado ser para quien la urbe es laberinto, suciedad; se lee en la Web El poder de la Palabra (http://www.epdlp.com/) (Notitarde, 03/11/2007, Confabulario).-

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