lunes, 3 de diciembre de 2007

María Elena Franceschi: La motivación del artista es sagrada


"Asim Bonanga" se tituló la exposición de María Elena Franceschi en el Museo Quinta La Isabela que estuvo abierto al público hasta mediados del mes pasado organizado por Fundapatria.


El nombre también es el de una canción de raíces africanas impregnada de la lucha apartheid y significa "No lo hemos visto más". Fue entonado como un himno en innumerables rincones del mundo después que Johnny Clegg se atrevió a mencionar a Nelson Mandela quien ya llevaba mucho tiempo encarcelado y a los líderes sudafricanos Steve Biko, Victoria Msengen y Neil Taggett, asesinados por defender la libertad y la vida, dos derechos irrenunciables de los seres humanos.


¿Qué tiene que ver todo lo anterior como introducción a esta artista nacida en la población de Miranda, al occidente de Carabobo? Que ella, desde siempre, desde que se reconoce y muy a pesar de tener una piel rosada y ojos claros, ha realizado esculturas de mujeres negras y pintado rostros de hombres y mujeres afrodescendientes. Es lo que le gusta, lo que ha querido hacer con toda la naturalidad que la guía en la creatividad.


La muestra "Asim Bonanga" tuvo tanto sus esculturas de mujeres negras, sentadas, de anchas proporciones en las caderas y caras risueñas, como sus pinturas de gran formato donde aparecían los colores de vestidos, turbantes; reyes y músicos de Africa, de mujeres con expresiones distintas, en las que dio rienda suelta a la vistosidad y la generosidad de los trazos.


¿Existe alguna explicación de por qué nacen estas expresiones?
Ellos son seres de luz, seres maltratados. Cuando yo presenté mi trabajo hubo una sorpresa aunque ya llevaba tiempo haciéndolo. Hubo un amigo pintor que me visitó en mi taller, Miguel Cabrera, y fue acompañado de su hija, cuando en ese entonces era una niña. Al ver mi obra marcada por esas imágenes me preguntó el por qué de mi insistencia. Fue su hija la que sin esperar mi respuesta empezó a hablar de la esclavitud, del sufrimiento, de la tristeza de esos seres que fueron arrancados de Africa. Esa explicación de su hija, no me la había yo planteado. Me empecé a interesar en este tema hace tantos años que para mi solo los periódicos, las revistas y los programas de televisión existían solo si se referían a las mujeres u hombres negros. Fui guardando imágenes de ellos hasta que un día, sabía, iban a serme útiles.


¿Cómo fue el comienzo de sus negras, en cerámica?
Una vez, con mucha audacia, fui a una tienda de Sofía Imber, del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, metí mis negras en una caja. Cuando regresé para saber la respuesta y la encargada de la tienda me comentó que a Sofía le gustó pero que mi trabajo le había producido mucha angustia, que por qué no sacaba las negras de la caja. Esa fue como una lucesita. Me vi haciéndolas, entonces, escultóricamente.


¿Tuvo al comienzo inconvenientes para mostrar su trabajo?
Al principio, quizás por atrevida, y porque no me había terminado de graduar en la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena y me había lanzado al ruedo presentando mi trabajo hubo un personaje que se me acercó para decirme que tuviera cuidado con la forma cómo estaba desarrollando mi trabajo pero otro profesor de allí mismo me dijo que no le hiciera caso a todos esos comentarios porque esta persona que me ponía limitaciones se había atrevido también a romper con lo establecido en un momento de su vida.


¿La intuición es vital?
El trabajo de los artistas también es mucho de la sensación. Por eso es que uno, muchas veces, siente dentro de uno, que lo sabio es que uno guarde para sí los motivos del trabajo mismo. Es como guardar algo sagrado.


¿Se siente cómoda pintando retratos?
Pienso que hacer retratos es muy difícil, yo no hago retratos, agarro imágenes que me impactan, a veces las profundizo, otras veces no, pero yo siento que lo que hago no es voluntario. Para complacer esa inquietud de la gente que todos los días me pregunta por qué dibujo estas imágenes de negros, respondo que todos los venezolanos tenemos esas raíces.


Nunca me descubrí como pintora y creo todavía que no lo soy porque se me daba como más fácil la escultura. Pero un día me dije que quería pintar. Necesito pintar. Es como esa angustia, que está ahí dentro, que necesita salir, y pienso también que es hasta como una reivindicación porque a través de ella yo me puedo expresar.


¿Cuánto tiempo le tomó preparar esta exposición?
Para hacer este trabajo que parece gestual y parece rápido es porque hay ese otro trabajo esclavizante y académico de muchos años. Trabajé en conjunto, haciendo cerámica y pintura.


Mi trabajo escultórico, que poseen dimensiones y proporciones, me satisface enormemente aún cuando me divierte mucho pintar.


¿Les quita el dolor a sus personajes negros?
Yo no he querido pintar la cuestión dolorosa del color sino más bien lo alegre. Relacionar a la persona de color con dolor es como obvio, para mi es mas bien una fiesta, sus sonrisas. Dibujo gestos de ironía que simbolizan su sabiduría.


Mi hija, María Cristina Arcila, quien vio la evolución de mi trabajo desde que comencé a hacer las negras dice que las eternizo en los hornos y que todas ellas, las que sobrevivieron, me cuentan sus historias: " Yo escapé de la plantación, a mí no me tocaron, yo soy feliz, yo no tengo miedo.... son negras que escucharon el pasado y decidieron cambiar la historia... ser felices, cantar bonito. Tienen su espacio ahora. Son madres, hermanas, maestras. Se asoman a la ventana, hay esperanza, caminan descalzas porque el suelo ya no quema, nada es vano".


¿Cómo ha sido su relación con la crítica?
He conocido críticos muy engreídos que sólo valorizan lo que sienten o dicen ellos. Creen que son los únicos capaces de llevar batuta y los que saben. Hay otros que cuando te lanzan poco te dicen que te copias o buscan parecidos en tu obra con otros maestros. Por eso para mi fue una sorpresa grata que me llamaran del Museo Quinta La Isabela para exponer después que traje apenas un CD con el material de mi obra y mi curriculum. Fue además rápida esta convocatoria que me permitió exponer este mismo año, sin tener ningún contacto de tipo oficial. Estoy además satisfecha porque vinieron muchas personas, muchos jóvenes de colegios y liceos que pudieron conocer lo que hago.


¿Usted ha tenido contacto con el mundo espiritual venezolano, alguna de sus figuras es la Negra Francisca?
Yo tengo mucho respeto por eso. En la exposición pasada que se llamó "Candombé" fue milagrosa. Si me preguntas si estaba la Negra Francisca te puedo decir que sí. Yo he visto cine experimental de Africa, documentales y películas que tienen que ver con este Continente y sucedió que una noche me desperté y cuando encendí el televisor vi al Rey que yo había dibujado y que tenía en uno de los lienzos del taller. Lo vi como quien ve una revelación. Era justo el momento de su coronación, caminando con su séquito, con sus dioses y la fuerza de su anaranjado.


María Elena Franceschi es nativa de Miranda, estado Carabobo; se licenció en educación en la Universidad de Carabobo, egresada en Arte Puro de la Escuela "Arturo Michelena" de Valencia, realizó talleres de cerámica utilitaria y escultórica de manos de Gloria Fernández y Mérida Ochoa. Ha realizado muchas exposiciones desde 1986 tanto colectivas como individuales y entre las últimas están Candombe (2005), en el Teatro "Dr. Alfredo Celis Pérez"; Arte venezolano del siglo XX, Megaexposición organizada por el Conac, Museo Nueva Cádiz, La Asunción, Nueva Esparta (2003-2004); y 4 Artistas, 4 Visiones, de la Fundación Pedro Grases, Caracas (2003). Fue vicepresidenta (1994-1996) de la Asociación venezolana de Artistas Plásticos y jurado de en el Festival de Pintura Rápida del Río Cabriales y el V Salón de Artistas Plásticos, del Ateneo de Miranda, ambos en 1995 (Notitarde, 01/12/2007, Confabulario).-

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