sábado, 5 de abril de 2008

Rachel Ortecho Suárez: "Poco a poco la evolución se dará"


"El jardín que debían cruzar para llegar a las puertas de la fortaleza estaba todavía lejos. Ruth levantó la vista para observarlo mientras se acercaban. En él había algunas cabañas, y aquí y allá había separaciones hechas con tapias o cercos de arbustos; los espacios divididos eran de distinto tamaño y los modelos eran también diferentes. A Ruth le parecía que algo del bosque estaba allí, bajo los árboles, en el trasluz, sonriendo, prevaleciendo por encima de las divisiones, imponiendo su voluntad en los caprichos de su ordenamiento, cumpliendo una misión: fiel, pero no servil ni sumiso; inofensivo, y a la vez determinante.


Al llegar, Norvania se detuvo en la entrada. El jardín, que a lo lejos le había parecido animado por los reflejos del sol en sus móviles ramas y los efectos del contraluz, permanecía ahora estático y mudo, como alguien, que habiendo salido a recibirla, se quedara de pronto, al verla, quieto en el umbral de la puerta, sin asomar ninguna reacción. En esas tierras mágicas el tiempo no había transcurrido. Nada había cambiado. La persona que fue entonces también estaba allí, observándola como a una desconocida, con su ingenua ilusión de aquella época cuando todavía pertenecía a La Institución, y ese recuerdo le hería en ese instante más que todos los malos recuerdos que antes le habían ayudado a proscribirlo de su memoria".


Los párrafos anteriores forman parte de la novela El Tiempo de la Araña escrito por Rachel Ortecho Suárez, quien obtuvo el premio en Novela de Aventuras del concurso nacional de la Casa de las Letras.


El 19 de junio le será entregado el premio y el libro será editado para finales de este mismo año.


¿De qué trata la novela El Tiempo de la Araña?
Empieza con la historia de Ruth, de una joven liceísta, que está en un momento de crisis con su familia, con sus compañeros, mientras eso ocurre, ella trata de aliviar un poco, fijándose en otras cosas. Visita un parque que queda muy cerca del liceo, le agrada observar la naturaleza; sueña con un héroe, Robin Hood, que ella admira, e imagina muchos acontecimientos que van a resultar en su inclusión, en otro mundo, el de fantasías. Allí se encuentra con aventuras, con vínculos de amistad; encuentra seres mitológicos, guerreros, batallas; hay ambiente simbólico, bosque mágico, que hacen que el ambiente esté abierto a la leyenda.


Que es como un acontecimiento literario a nivel mundial...
Sí... Porque la novela está dentro del género fantástico maravilloso, según el estudio de Tzvetan Todorov, porque empieza en este mundo en algo cotidiano y sucede esa ruptura hacia otra realidad que tiene sus propias leyes, su propia organización, que tiene sus propias características, de alguna manera distintas, al mundo cotidiano que vivimos. Allí ese mundo, donde suceden las aventuras, está enfocado hacia la fantasía épica. Se vive en un tiempo indefinido.


¿Por qué buscar la leyenda?
Es como buscar otra mirada del mundo que vivimos. Como toda novela de ficción también refleja la realidad. Las reflexiones del escritor sobre ella. En El Tiempo de la Araña trato de dar como un anhelo de justicia, porque en la vida cotidiana luchamos siempre por ella. Y la idea de que toda persona es importante y que tiene derecho a decidir en libertad. Tiene derecho a una oportunidad. Ese es más o menos el espíritu que se respira en la historia, pleno de naturaleza, con la necesidad de conectarse con el entorno primario.


¿La fantasía épica es una forma de evadir la realidad?
No es así. Explora un sentimiento humano. Exploro un mundo al que no le prestas atención.


¿Cómo hace una ingeniero químico para escribir?
La labor literaria es muy seria, le llena a uno muchísimo. Uno trabaja, de noche, de madrugada, de día, y la labor profesional llena su espacio. La labor literaria es como de uno mismo. Poder manifestar con mayor riqueza todo lo que uno tiene en su interior.


¿Cómo te sientes escribiendo novelas, tú como mujer, en este país tan desfragmentado?
Ya lo dije, todas las personas tienen una misión en el mundo bien sea con palabras o con hechos, porque cada uno representa a la humanidad; todos nos relacionamos. El escritor, por medio de su talento, también se enfoca y quiere llegar hacia esa meta. Tiene algo que decir, algo que contar y ello va en pro de lo positivo; de lo bueno. Cuando uno lee un libro de esta época lo entiende porque está impregnado de todo lo que nos rodea. Creo que la mujer ante todo es un ser humano. En mi novela hay tres mujeres, Ruth, Norvania y Mixi, pero entre ellas no se siente el feminismo. Una de ellas es una guerrera, con una mirada sobre el mundo, con muchas cosas por decir; sin polémica. Sin estar necesariamente en contra de los hombres.


¿Pesimista u optimista?
Muy optimista, aunque eso no significa que algunas veces me sienta triste.


Llevamos varios años sintiendo a través de la narrativa y poesía una nación dividida... ¿ello es todavía más palpable ahora?
En los acontecimientos políticos y sociales, en la manera como madura el ser humano, tanto en solitario, como en su comunidad, nosotros vamos a salir hacia adelante. Esto va a seguir como está hasta que la gente no haya aprendido. Me refiero a toda la sociedad, al gobierno, al pueblo; al todo. En la medida que haya una maduración saldremos adelante. Si todavía no hemos llegado a ese punto de cambio, continuaremos, sufriendo o luchando, como dicen algunos. Poco a poco la evolución se tiene que dar. Todos queremos cambiar para mejor.


¿Qué está escribiendo?
Una historia en el ámbito de lo maravilloso y la fantasía épica porque siento que tengo más que contar, se me ocurren otras aventuras. Sin embargo no me pongo barreras, puedo escribir ficción basada en la realidad cotidiana.


¿Por qué son necesarios los talleres literarios?
A mí me sirvieron muchísimo. Sirven como orientación. Tenía la idea de la novela de muchos años atrás y no tenía esa fluidez que aprendí con los ejercicios del taller, aprendí a sistematizar ese oficio de escritor tan necesario; a hacer aflorar el talento mediante el ejercicio.


Nacida en Lima, Perú, en 1974, vive en Venezuela desde niña. Es ingeniero químico egresada de la Universidad de Carabobo. Participó en los talleres de narrativa de la Fundación La Letra Voladora con la escritora Laura Antillano. De estos, en 2004 concurrió a uno enfocado hacia el género cuento, bajo el patrocinio de Monte Avila Editores: Su resultado fue la publicación "Once cuentan en sábado", una selección de cuentos editado por la UC en 2005, cuyos autores son los integrantes de ese taller. Allí se pueden leer sus primeros relatos. Ha publicado también en el suplemento Letra Inversa de Notitarde.


En 2007 participó en otro taller de la fundación, esta vez orientado al género novela y auspiciado por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello (Notitarde, 05/04/2008, Confabulario).-

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