viernes, 14 de noviembre de 2008

Domingo González Melet: "Somos una sociedad que lee poco"


"Doy gracias a quienes me leen y a los que han influido en mí; a la literatura venezolana, a poetas como Ramón Palomares y Rafael Cadenas, a María Antonieta Flores, a escritores como el mexicano Carlos Fuentes, a Edgar Allan Poe con su cuervo, a Borges con su Sur, a Rainer María Rilke cuyas cartas y consejos los sentí como dirigidos hacia mí, y si me preguntaras qué me llevaría de compañía a una isla desierta te diría: No una Biblia, porque lo que ella dice ya está en mi corazón; no una foto, porque los rostros de mis seres queridos están grabados en mi recuerdo, ni un libro clásico universal, ni una novela de estilo y renombre, sólo me llevaría aquel viejo repertorio poético de Luis Edgardo Ramírez. Con él pude pensar que la poesía servía para enamorar muchachas, una planta eléctrica con una adaptación de dos enchufes; uno para conectar un reproductor de Cd's y así escuchar a los "Nocheros" y el otro para un aclimatador de vinos donde poder guardar un buen suministro de "La Leche de la Mujer Amada".


Mi máquina de escribir "Rémington", muchas resmas de papel, una papelera y así seguir escribiendo, tomarme el vino, colocar mis textos en las botellas vacías, tirarlos al mar y que en algún lugar alguien me pueda seguir leyendo".


Así se cuenta a sí mismo el médico y escritor Domingo González Melet, quien acaba de obtener el premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras.


"Concursé en 2006 y me lo entregan en 2008 porque es todo un proceso ya que mandan sus trabajos todos los escritores del país por lo que el proceso es muy largo para la selección de la obra ganadora. Los criterios que se toman son muy importantes y a la vez delicados".


Ya antes había sido distinguido con el Premio Nacional de Poesía "Pedro Rafael Buznegro" en 1998, su primer poemario, Contratierra, con prólogo escrito por José Napoleón Oropeza quien expresó: "Las cosas en poesía constituyen el aliento; infunden fuego tenue en las palabras que, con magia, construyen un universo de ensoñación y vuelo. Así se crea la vida en Contratierra del joven poeta Domingo González Melet, quien, a través de 25 textos, nos propone atravesar los espacios donde coexisten muerte y vida para celebrar su fusión en una sola estría".


¿Esperaba este premio nacional?
La verdad es que me tomó por sorpresa. Fue un trabajo de una colección de cuentos que se llama "El último chance", un total de doce. Un buen día me llamaron de Caracas y me dijeron que había ganado el premio mayor. Eso me emocionó porque para un escritor estos reconocimientos son importantes.


¿Cuál es la temática de El último chance?
La temática de los cuentos es la realidad que supera a la ficción. Son relatos que aunque parecen de ficción son reales y muchos de ellos los escribí pensando que eran ficción y, después, cuando fueron leídos, en los diarios, en los suplementos, la gente me dijo que supieron a historias iguales a las que conté. Por ejemplo, con el cuento "La muela del juicio final", que ganó el premio Jacinto Corday, por la mejor narrativa que hace del dolor. Es la historia de un dolor de muela que conlleva a un protagonista al suicidio. Cuando un profesor de la Facultad de Odontología lo leyó me dijo que él se había enterado de un caso similar al de la historia. Escribí ficción pero sucedieron en realidad. Era lo que se llamó en un tiempo el realismo mágico que fue un boom dentro de la literatura latinoamericana, porque los europeos se sorprendieron de la imaginación, pero lo que en realidad sucede es que en nuestros países la ficción europea es realidad aquí. Sucede que ahora todo ello se está transformando en realismo trágico.


¿De dónde nació el título de ese compendio de doce cuentos?
Mucha gente me lo pregunta. Es porque quizás los personajes protagonistas tienen un último chance y esa configuración me gustó porque trabajo como médico en el estado Cojedes y tengo mucha relación con escritores, dramaturgos y todos los que hacen vida cultural allí, muy rica por demás. Una vez me invitaron a la presentación de un libro que fue muy particular. Se realizó en un bar, con todas las características, como tal. Con ficheras, ambiente oscuro, olor a cigarrillo y licor. De realismo mágico. De esa realidad que supera la ficción. Cuando salí del bar vi que se llama "El último chance" y ese nombre me gustó.


¿Cómo combina esos dos oficios, escribir y sanar?
Las dos cosas van de la mano porque ambas requieren sensibilidad hacia el ser humano. Dentro del idioma de la medicina, que es el griego, hay una palabra que es poyesis. Nosotros hablamos de litropoyesis, matopoyesis, que es la formación de la sangre y los globos rojos. La poyesis deriva de la palabra poesía que significa creación. Desde ese entonces siempre sentí que iba, con ambas, de la mano. Las letras van unidas a la espiritualidad que debe tener todo médico.


Soy venezolano y por esa misma creatividad nuestra de la que hablaba Aquiles Nazoa es por la que realmente todos vibramos y vamos haciendo. Vivimos en unos hogares diferentes a los del resto del mundo porque allí además olemos, escuchamos y nos llenamos de muchas cosas que son imposibles sentir en otras geografía.


¿A qué edad comenzó a escribir?
A los siete años. Como todo niño hice versos sobre las cosas cotidianos. Me regalaron a esa edad un juego de médicos y supongo que se habrán unido las dos cosas, para siempre, en mí.


¿Y qué tuvo que ver el personaje de la radionovela Martín Valiente, como usted ha dicho, en todo eso?
Yo escuchaba por la radio a Martín Valiente, un superhéroe autóctono, y él era médico. Lo menos que ejercía era la medicina porque se enfrentaba a los villanos y todo eso, pero ésa era su profesión. Ya estando en la universidad estudiando mi carrera comencé a la par a hacer talleres, formándome y haciendo análisis de apreciación literaria también en el Ateneo de Valencia, leí bastante y luego comencé a concursar.


¿Es difícil o fácil escribir en Venezuela?
Yo le voy a poner un ejemplo: Muchas veces, lamentablemente, nuestra escritura se ha perdido en la bohemia de escritores y en los bares, y también en el desconocimiento del público. Escribir en nuestra sociedad es como si estuvieses en La India y la religión impide comer carne de res, ni siquiera arrear una vaca o darle un golpe. Se mueren al lado de una vaca. De hambre, pero no se la comen. Imagine que vaya a Calcuta, como venezolano que soy y monte una carnicería. Lo mínimo es que me atacaran el negocio con dinamita. Escribir en Venezuela es como tener una carnicería en Calcuta. ¿Cuántas personas leen en Venezuela? Estamos considerados junto a países africanos como una de las sociedades que menos lee. Se venden muchos libros de auto ayuda, pero allí está el síndrome de la página doce. No se lee más y la gente tiene un bosquejo de lo que leyó y puede inclusive comentarlo como si lo hubiese acompañado hasta el final.


Los jóvenes que van al liceo, en la actualidad, no tienen esa relación con el libro, porque todo es Internet. Resuelven tareas sin leer.
También cuesta publicar. ¿Qué espacios nos quedan a los escritores para publicar?, uno de los pocos es Letra Inversa, de Notitarde. Cuando por fin alcanzamos dar a conocer a un público más grande nuestro trabajo entonces el asunto es interesar, con nuestro escrito, a quienes no tienen el hábito de hacerlo.


Aunque trabaja en Cojedes, vive en Guacara. Nació en la parroquia La Candelaria, municipio Valencia, en la clínica Bellera, ya desaparecida, y su influencia dentro su narrativa tiene que ver con ese alimento que ofrece el paisaje, el conocimiento de la naturaleza, los contrastes y la observación que ofrece en estos momentos la cambiante realidad (Notitarde, 15/11/2008, Confabulario).-

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