sábado, 24 de enero de 2009

Arte popular: expresión noble y pura


Los artesanos Félix Vera Monsalve y Jorge Vierma Río tienen el taller artesanal "Verde y azul" en Tinaquillo en donde desarrollan todo un intenso trabajo en tallas de madera policromadas de la llamada imaginería religiosa católica venezolana.


Allí tienen a un grupo de jóvenes (Carlos Carrillo, Cindy García, Miguel Angel Arias, Dayana Garay y Maykol Algarín) a los que enseñan las diferentes técnicas para que este arte vaya creciendo y se convierta en expresión de los sentimientos, la ternura y el alma misma de la fe de todos los venezolanos.


Los ángeles son las piezas favoritos. Quizás al crearlos se van haciendo conexiones mágicas que logran cautivar posteriormente a quien lo adquiere para por siempre proteger e iluminar su casa, con la fuerza de la luz, inextinguible y hermosa.


En su blog www.tallasverdeyazul.blogspot.com muestran piezas de la intensa labor que los hace todos los días más creativos porque son muchos los diseños de las alas y combinaciones de colores de seres de luz que tanto cautivan.


Santos, vírgenes, retablos, retablillos y medallones, trípticos de nacimientos, diversos personajes, repisas, nichos, arcángeles y obras que apuntan a una diversidad llena de alegría que hasta reúne a un grupo de arcángeles tocando instrumentos musicales son parte de su muy intensa gama de piezas.


La Fundación Bigott en su inalterable trabajo de difundir y dar a conocer lo más nuestro presentó un grupo de reflexiones sobre el arte popular en Venezuela, oportunas para dar a conocer el talento criollo, desparramado por doquier, desde la época colonial:


"Resulta tan difícil definir el arte popular como demarcar sus límites. ¿Cómo establecer, en efecto, si una obra presentada para formar parte de una exposición de arte popular pertenece o no a esta categoría ?


Asimismo, es preciso recordar que el término "arte popular" suscita viejos prejuicios, en un sentido u otro. Algunos se deleitan descubriendo en este arte una pureza e inocencia que ni siquiera se encuentran en el arte infantil de las provincias más remotas. Otros, por el contrario, organizadores de exposiciones o conservadores de museos, piensan que se trata de un arte de menor categoría que no merece la pena incluir en una exposición seria. Y los hay, por último, que lo consideran la expresión más auténtica de la identidad cultural de Venezuela, mientras que las vanguardias del arte "oficial" representarían una forma de dependencia neo-colonial.


Para aumentar más aún la confusión en torno a este tema, hay que recordar que todo el mundo pretende en la actualidad hablar en nombre del pueblo e intentar sacralizarlo.


No son pocas las ocasiones en que, invocando al pueblo, se intenta de hecho excluirlo de la cultura burguesa dominante. Cualquier reivindicación a favor del valor de la cultura popular se considera "romántica" y, por tanto, devaluada: la concepción romántica del arte se traduce en efecto en la afirmación de una cultura popular paralela a la cultura oficial dominante. La crisis actual de la cultura muestra cuán apremiante resulta redefinir las concepciones románticas para despojarlas de sus vínculos míticos con las nociones de pueblo y nación, que trascienden, según se considera, las categorías de lo social y lo histórico. Esta evolución, marcada por cierta devaluación de los conceptos de nación y de patria, de identidad y de popular, ha sido más lenta en Venezuela debido al peso del pasado.


El principio de separación entre arte popular y arte oficial dominante sigue siendo un tema controvertible e incluso peligroso. Nace del prejuicio según el cual no habría más que un arte verdadero, el "gran" arte, universal y académico, y un arte de menor rango, el popular, al cual se llega incluso a negar su carácter de arte verdadero. Tal es la actitud de la mayoría de los críticos, a pesar de que algunos han escrito de forma elogiosa acerca de los artistas populares sin defender el arte popular en sí. En las controversias en torno a la presencia o no del arte popular en las exposiciones o bienales artísticas, los defensores de la validez del arte popular son minoría. Si bien algunas obras de arte popular han logrado, a pesar de todo, hacerse un hueco en dichas manifestaciones, no ha sido más que para hacer creer en la existencia de cierto espíritu de apertura y tolerancia, pero dentro de los límites estrictos impuestos por una supuesta exigencia de calidad. En un pasado reciente, se reservaba un pequeño espacio aparte, con un precio muy modesto, al arte popular, aunque esta práctica ingrata tiende a desaparecer en la actualidad.
Así, la producción de obras de arte popular aumenta del mismo modo que el número de los propios artistas, el mercado está en expansión y la opinión sigue siendo favorable.


Y, sin embargo, el arte popular sigue confinado en un subsistema, al margen de los circuitos de difusión, mercado y crítica del arte dominante.


No podemos deducir por ello que el arte popular correspondería al pueblo y el otro a la burguesía. Los consumidores del arte popular no pertenecen forzosamente al pueblo. El arte popular no se encuentra en los hogares de los barrios populares ni en los pueblos. El pueblo prefiere las imágenes del realismo burgués tradicional, las estampas y los calendarios europeos. El arte popular se dirige a las personas cultas de las clases media y alta.


En todo caso, más vale que el arte popular permanezca separado del arte dominante, que se cree su propio espacio y consolide de esta forma su legitimidad, en lugar de reforzar su inferioridad frente al llamado arte "culto", a la espera de que se materialice un proyecto nacional de integración cultural realmente pluralista. Este proyecto, que deberá respetar autonomías y disidencias, doctrinas, etnias y minorías, transgresiones y violencias imaginarias y simbólicas, sólo podrá alcanzarse tras un largo proceso que implicará el diálogo entre las instancias de comunicación y educación y demás instituciones preocupadas por la cultura.


El principal problema radica en asegurar la autonomía del arte popular, incluso a costa de cierta marginalización, para preservar su originalidad. Como si el arte popular no pudiese ser reconocido más que como un arte subalterno.


Se trata de una cuestión de poder, pero no de poder político, sino de poder propiamente artístico.
El arte hegemónico no provoca una contaminación nociva por sí solo. El peligro reside en los mecanismos que determinan su poder de exclusión.


No podemos analizar las obras de arte popular con arreglo a criterios rigurosamente artísticos que dependan de una mera visualidad (colores, líneas, ritmos, composición, etc.). Tampoco podemos limitarnos a tomar nota de su temática y significados (obras religiosas, patrióticas, documentales, míticas.).


Los problemas que se plantean los artistas y su público no se limitan a una mera visualidad, sino que se refieren también a otros ámbitos, más allá de la estética, incluido el de lo inmaterial, en una sociedad cuyo imaginario colectivo se ve cada vez más condicionado por la publicidad y la televisión de entretenimiento.


Antes de abordar el estudio de las obras y su contexto social, su horizonte simbólico y metafórico, antes de convertir en imaginable aquello que no se observa a simple vista, es preciso asegurar la publicidad y comunicación de estas obras. El arte popular sólo existe si puede verse.


Los artistas "populares" han caído por su parte bajo el influjo de la moda.


Nos encontramos ante una situación en la que nada es irreversible. No sabemos si el arte popular sobrevivirá, aunque constituya una expresión pura y noble del alma nacional. Hay que velar por él y protegerlo".


Hay debate para rato pero lo que no se puede esconder es el talento y el encuentro con artesanos como Félix Vera Monsalve y Jorge Vielma Río, que se encuentran en Tinaquillo, teléfonos (0258) 7664113 (Notitarde, 14/01/2009, Confabulario).-

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