domingo, 28 de junio de 2009

José Manuel Hermoso: "El fanatismo es nuestro peor enemigo"


José Manuel Hermoso González desde muy joven ha estado vinculado a las luchas sociales. En estos momentos está residenciado en España, pero regresa a Venezuela para continuar con su labor inacabada de solidaridad con todas las actividades que tienen que ver con el ser humano nacido en estas tierras, eterno guerrero.


Docente-investigador de la Cátedra de Historia por más de tres décadas ya jubilado de la Universidad de Carabobo, especialista en historia de la Universidad Central de Venezuela y profesor de la maestría de historia, además de ser fundador-director del semanario Tiempo Universitario de la UC.


Es autor de los libros 1936, Programas contra poder (historia de la movilización popular de 1936), Autoliquidación del medinismo (1941-1954), Historia del pueblo protagónico (1498-1998) y Mujer y nueva humanidad, en proceso de impresión.


-¿Cómo fue la idea de fascículos para contar las luchas históricas?
-Pueblo protagónico no fue pensado como libro. Constituimos un equipo para consolidar la idea de una historia de las luchas sociales y políticas del pueblo venezolano, una historia de quinientos años, orientada para ser difundida en forma de fascículos ilustrados y para una difusión masiva a través de un órgano periodístico de circulación nacional. Esa era la idea básica y comenzamos a trabajar, con la particularidad de que esta versión o visión de la historia de Venezuela es mi trabajo de cátedra a lo largo de veinticinco años. Tiene un lenguaje y una forma de presentación destinados a enganchar a un grupo mayoritario de personas. Pero como es un proyecto muy costoso, que requiere una alta inversión, despertó interés en medios masivos de comunicación.
Tenía redactado veinte fascículos que comprenden tres siglos de historia, y como fue difícil encontrar los patrocinantes de los fascículos decidimos publicar el libro que sirve también para difundir nuestras ideas.


Por ello, un grupo de profesores nos unimos y creamos una editorial (Luis García, Orlando Zabaleta, Douglas Morales, Sabino Linares, Guillermo Cerceau, entre otros), no sólo con la finalidad de editar sólo este texto, sino de editar libros que consideremos que deben difundirse e inclusive hacer revisiones de libros para futuras reimpresiones.


Por esta razón estoy en Carabobo. Digo que vivo en España, pero tengo mi residencia en Venezuela porque estoy viniendo mucho acá por todos estos proyectos. Tengo tres años trabajando en todo este esfuerzo editorial.


-¿De qué trata el último libro que acaba de escribir, Mujer y nueva humanidad?


Para mí, esto es algo histórico porque no es algo que pensé desde hace cuatro meses hacia acá, sino que es algo que he venido dándole vueltas desde hace cuarenta años, cuando en Venezuela se empezó a escuchar de Simone de Beauvoir cuando en 1968 se comenzó a escuchar sobre feminismo, liberación de la mujer. Yo fui una de las personas impactadas por ese proceso y he venido investigando, escribiendo y leyendo sobre la mujer. Me he ido formando una idea que la integro a una visión de la sociedad y de la economía y el cambio social.


Parto del papel asumido por la mujer en el surgimiento de la humanidad, así como el rol fundamental cumplido en la muy larga primera etapa, la del matriarcado, cuando no existía desigualdad entre los sexos ni opresión hacia la mujer.


-Hasta casi desaparecer en la edad media...
-En la segunda parte del libro se sintetizan las vicisitudes que condujeron a la caída en desgracia del sexo femenino. Cómo y por qué la mujer se convirtió en el segundo sexo. Cómo fue oprimida, discriminada y abusada en la antigöedad, tratada como esclava; y unos cuantos siglos después, martirizada, violada física y espiritualmente, quemada viva y crucificada; por hereje, bruja, prostituta, rebelde, adúltera en la edad media.


-Pero hay asuntos un poco más sutiles en la edad moderna...


-Oprimida y discriminada de una nueva manera, más sutil, pero no por ello menos cruel e infame, en la edad moderna.


-¿Se ha liberado la mujer?


-Los pensadores más avanzados del siglo XIX supusieron que la mujer entraría en una nueva fase de libertad e igualdad por el solo hecho de incorporarse masivamente al mercado de trabajo del siglo XX.

Pensaron con sana lógica que la mujer se liberaría de las duras tareas del hogar, mantenimiento, alimentación, orden, limpieza, cuidado y educación de los hijos. No imaginaron que llegaríamos a la injusticia de la doble jornada de trabajo femenino.


-¿Un trabajo mal pagado y otro que no se reconoce?


-Exactamente. No concibieron que se pudiera llegar a la extrema racionalidad de que la mujer, luego de ser explotada como asalariada, tuviera que llegar a cumplir la otra jornada, la invisible y gratuita, sin el apoyo de la sociedad ni del marido. Una sociedad doblemente beneficiada por su aporte a la creación del valor económico como productora, en la calle, y como reproductora y mantenedora de la vida, en el hogar.

-¿Qué depara el siglo XXI a la mujer y a la sociedad?


-Eso lo toco en la ultima parte del libro, en el que apunto hacia el futuro. Se anuncia el fin de la sociedad de la explotación, de las carencias, de la escasez. Se demuestra que ya están dadas las condiciones materiales para que la humanidad pueda dar el gran salto liberador del reino de la necesidad al reino de la libertad. Se ponen de manifiesto las cualidades del sexo femenino y se hace énfasis en las circunstancias históricas particulares que le permitirán cumplir un papel de excepcional importancia en la nueva fase de la historia humana. La mujer al igual que en el surgimiento de la humanidad será la fuerza motriz en el surgimiento de la nueva humanidad basada en la libertad y la abundancia.

-¿Cómo nace el pueblo venezolano hasta llegar al de hoy en día?
-El pueblo venezolano nace luchando en la medida en que nace el mestizaje a finales del siglo XVI y en los XVII y XVIII. Y si en algún momento se compactan indios, negros y blancos fue en momento de defenderse de los piratas. Unidos en la lucha contra la piratería, contra los atropellos de los vascos.


-¿En qué se parece el gobierno de Rómulo Gallegos a la situación actual?
-El no era un presidente provocador ni agresivo. Por el contrario, era una "dama", un caballero; un hombre con una gran cultura, con un lenguaje de concordia. Pero ocurrió en 1948 lo mismo que aquí en 2002, y tumbaron a Gallegos. Con los mismos argumentos. La Iglesia Católica, las federaciones de cámaras y los terratenientes que se veían afectados porque el entonces presidente estaba ofreciendo una reforma agraria, cosa que beneficiaba a la mayoría de la gente y no a ellos. Derrocaron a un presidente que fue electo con el 85 por ciento de los votos en la primera vez que Venezuela elegía un mandatario por votación popular. Mujeres, campesinos y jóvenes por primera vez al voto. Lo derrocaron las mismas fuerzas con los mismos argumentos: que era comunista, que se iba a "comer" a los niños... y Fidel Castro no existía.


-¿Por qué en estos momentos hay que saber más que en ningún otro de nuestra historia?
-La historia nos puede hacer comprender lo que está pasando: para tirios y troyanos. Si vamos a aprender de la historia, vamos a ver los que están con el Gobierno y los que están con la oposición.


-¿Los venezolanos alguna vez aprenderán a vivir con miedo?
-El miedo es nefasto. Es el enemigo para todos. No puedes amar lo que temes. Genera rechazo, controversia, indignación. Pero el mayor peligro en Venezuela en estos momentos no es el miedo, es el fanatismo; el enfrentamiento fanatizado e irracional convertido en política, tanto del Gobierno como de la oposición, niega la sociedad. La mayoría del pueblo sufre las consecuencias.
Lo otro que es gravísimo es el miedo por la inseguridad (Notitarde, 27/06/2009, Confabulario).-

sábado, 20 de junio de 2009

Elizabeth Conde: "Pintar me pacifica y da tranquilidad


Elizabeth Conde llegó a la cita con ganas de hablar y, en forma muy detallada, fue contando los pasajes de su vida "que fue difícil" en cuanto a los muchos traslados que hizo desde los llanos colombianos hasta llegar a Morón, lugar que ya había amado, mucho antes de conocerlo, por su cercanía con el mar, poderosa fuente de vida.


Comenzó a pintar a los 41 años, es decir, tarde, aunque ya en su mente siempre tuvo los dibujos, los paisajes observados en una época de soledad interior, cuando no encontraba nada que hacer, todavía muy joven, metida en lugar donde no había siquiera televisor, observando nada más que la vasta naturaleza, ofreciendo sorpresas que no pasaban desapercibidas a sus ojos, los verdes, los ríos y los seres que van trazando su destino con la infalible intuición.


Ella pinta desde adentro como todos los cultores populares también llamados artistas ingenuos o naif. Ella vitaliza la calle Los Lanceros de Puerto Cabello porque la conoce como nadie. Estuvo allí por años, dibujando y vendiendo sus obras, "cuando ese lugar conservaba la magia que ahora perdió". Una vez la rodearon un grupo de marineros que acababan de desembarcar de un barco norteamericano. Se entusiasmaron tanto con sus pinturas que las vendió todas y por varios meses envió a Estados Unidos cuadros encargados por estos muchachos que querían conservar la luz de Puerto Cabello.


"Es que queremos llevarnos algo del calor de aquí porque allá hace mucho frío" le decían turistas noruegos, quienes también bastantes obras le compraron cuando ella estaba allí, en la calle, y no era tan famosa como ahora, cuando ha ganado casi todos los premios que dan en esta zona costera. "Los demás pintores me tienen hasta rabia y me piden que no participe en concursos porque creen que siempre voy a ganar", dijo con una mueca, más que de satisfacción, de tristeza aceptada.


¿Cómo fue ese comienzo?
Al principio me daba miedo agarrar los pinceles y me ponía a temblar cuando me miraba la gente mientras yo pintaba. Con el transcurrir de los días fui agarrando más confianza.


Siempre me había gustado la pintura pero mi vida ha sido muy difícil. Cuando era niña me encantaba hacer dibujos, de lo que me venía a la cabeza, porque he sido una persona como solitaria, me iba por los rincones de la naturaleza a observarla porque me gustaba mucho; cuanto más naturaleza más me gustaba estar sola porque así me ponía a dibujar.


Me encantaba hacer escenas como de teatro. Pintando hablaba como con los personajes que había construido en mi mente, de las cosas que había vivido y de lo quería hacer y no podía. Pintar me pacificaba, me daba tranquilidad. Me "transportaba" a otros sitios.


¿Pero era porque usted era inquieta?
Muy inquieta. Cuando joven, ya que yo no nací aquí, nací en Colombia, en el centro del país, en una ciudad muy bonita, en Girardot, pero mis padres buscando mejor vida, no los juzgué por eso, se mudaron para San Juan de Arama y allí me "enterraron". Yo tenía diez años, acababa de terminar mi primaria. Me encantaba estudiar y mi sueño era llegar a ser arquitecta. Recuerdo que lloraba día y noche. No hallaba cómo salir, pero mi sueño era irme de allí. El pueblo fue creciendo y me fui acostumbrando a él. Como no tenía nada qué hacer lo que hacía era pasear, con mis cuadernos, por los ríos y esos lugares tan bonitos, con mucha naturaleza.


Cuando ya crecí y me fui poniendo señorita, obediente a mis padres, fui haciéndome en la juventud y en otros pensamientos, y mi deseo era irme de allí, bien lejos. Me revelé a mis padres. Empecé a crecer al igual que el pueblito al que le llegó, digamos, la civilización, y empezaron a hacer carreteras. Me hice amiga de una muchacha que trabajaba en unas oficinas y ella me enseñó a escribir a máquina, a llevar cuentas en un libro y llevar el catastro de las tierras, las fincas y el ganado, que por allí había bastante. Así me empecé a defender y a llevar dinero a mi mamá y a mi familia. Pero mi deseo era irme. Comenzaron a llegar los muchachos, me enamoré de un estudiante de economía. A mi mamá no le gustaba que yo tuviera novio, me tomaban la hora de salida de mi trabajo. Un día llegué tarde porque nos quedamos un viernes a hablar con las amigas del trabajo y mi papá me estaba esperando detrás de la puerta con un "rejo" y me dio una paliza. Tenía 17 años. Fue la ultima paliza que me dieron. Yo dije dentro de mí: "hasta aquí".
Conocí a un muchacho y como mi deseo era irme, porque me tenían de paliza en paliza, él y yo nos fuimos de allí. Rodando. Fuimos a Bogotá, después nos devolvimos al llano y de allí a Arauca; después a Guasdualito y de allí me pasé para Barinas. Me vine caminando. No tenía papeles ni nada. Fue en Guasdualito donde empecé a tener mis hijos y por medio de ellos me tenían que dar papeles.


Tengo cinco hijos y trece nietos. He sido como una piedra rodante.


¿Cuándo se viene a Morón?
Pensando en mi mamá decidí casarme con el hombre con quien convivía desde hacía un tiempo. Ese fue el error más grande que cometí, porque me resultó un fraude. Después que me separé de mi esposo, que duramos viviendo juntos como once años, con el caminar del tiempo me conseguí con un hombre, Darin Cera, también pintor. Como no encontraba trabajo vinimos hacia Morón y como era costurera pusimos en plena avenida un lugar donde se ofrecía el servicio. Pusimos el aviso de noche porque nos daba pena. Me llegó tanto trabajo que yo no sabía qué hacer. Me acostaba a la una de la madrugada y me paraba a las cinco. El dibujaba muy bonito y pusimos sus cuadros en las paredes. Se animó y se comenzaron a vender los cuadros. El decidió irse a la calle Los Lanceros para aprender a pintar más. Ibamos allí los fines de semana, esa era nuestra distracción. En los años 90' él empezó a portarse mal conmigo. Lo empecé a ver diferente. Eso fue difícil y duro para mí, porque no quería aceptar esa ruptura. Ya tenía a mis hijas estudiando en el liceo.


Hubo un día que me subí por una colina de un terreno donde habíamos hecho una casita y en medio de los árboles empecé a hablar con Dios. Le pedí que me ayudara. Le pedí un trabajo donde yo ganara más para poder mantener bien a mis hijos. Lloré bastante y me desahogué. Siempre he tenido problemas pero guardo esperanza.


Todos los días de mi vida le doy gracias a Dios porque la pintura me sacó del hueco donde yo estaba. Fue un milagro de Dios. Estaba en un laberinto y ha sido el arte el que me dio otra visión de todo, me sacó todo lo que tenía dentro. Desde que empecé a pintar soy una mujer feliz (Confabulario/Notitarde, 20/06/2009).-

sábado, 13 de junio de 2009

Dragón cabizbajo

El Tigrillo quedaba demasiado adentro. Pero todos los que vivían allí no podían protestar. Se bajaban en la carretera e iban caminando hacia el sajón en donde quedaban las casas, las calles, la iglesia, la bodega, la plaza y unos terrenos que tenían puertas y cercas de alambre de púas.

Lucrecia, Daniel y Lucía iban y venían todos los días a la escuela. Tenían que llegar a la carretera, esperar el autobús, muy temprano, y a la más pequeña de los tres hermanos, el frío le ponía los cachetes hasta con una tonalidad morada, en la que no podía deslucir sus ojos negros, achinados y el cabello negro lacio que cubría la frente y el cuello.

Los tres iban bien unidos, porque así no se perdían y también se daban algo de calor. Parecían, desde lejos, un animal extraño, un dragón cabizbajo en medio del páramo. A medida que se acercaba el bojote, se podían diversar los tres cuerpos, apenas uno más alto que los otros, que lo seguían, mostrando gruesos trapos con que cubrirse.

La soledad de la carretera les hacía perder la paciencia. Daniel echaba piedras al vacío, mientras las dos hermanas entonaban canciones con las que animarse.

Adaptados y desconociendo todo, ellos iban animosos a las aulas, que también tenía pocos alumnos y quedaba a hora y media de distancia. El frío del asiento les hacía brincar y enseguida limpiaban los cristales para poder ver el mismo paisaje.

En la parada 89 veían al viejo que sombrero en la cabeza y espesa barba blanca, les hacía una mueca que ellos no entendían y de la que se burlaban. Se montaba allí una señora gorda que llevaba una niña de dos niños y un bebé amarrado entre la cintura y la espalda. No miraba a nadie.

Ya en la escuela se dispersaban. Se volvían a embojotar en el recreo. Cuando no llovía los dejaban ir a un potrero cercano, pero como la tierra siempre era barro espeso, estaban encerrados en un salón de usos múltiples, mas bien pequeño, lleno de cajas, pupitres viejos y rotos, maderas y un pequeño escenario para jugar con los títeres.

Daniel y Lucrecia escenificaban historias para Lucía. A ella le gustaba cualquier cuento siempre y cuando la hicieran reír, cosa que no era difícil.

A ellos les había enseñado el significado del teatro un tío llamado Luis, que de vez en cuando pasaba a visitarlos, ataviado con un morral enorme, del que sacaba pinturas para decorarse el rostro y colocarse a ellos en las mejillas unos colores que tenían un olor que los embriagaba de felicidad.

La maestra Ámbar no les quitaba la mirada de encima. Con los tres hermanos ella sentía que había una responsabilidad más allá. Sabía del esfuerzo. De la rutina. Por eso los miraba con ojos de amor y hasta los consentía con algunas cosas que traía cuando iba al pueblo. Era fácil conquistarlos, sacarles una ilusión.

Por eso fue que los extrañó durante la semana que no fueron. Había llovido mucho. Casi no habían tenido alumnos. Hablaban de la ruptura del puente angosto y hasta de una inundación en El Tigrillo.

Al regresar los tres hermanos, se alegró. Pero algo distinto había en ellos. Estaban más taciturnos. Al parecer hubo algunas cosas que sucedieron a raíz de la última lluvia. Ella no les preguntó. Podía saber de qué se trataba al verles a los ojos, ahora más esquivos.

Los llevo a una gruta que hacía de encuentro con la Virgen. Les pidió, junto a la resto de los niños, que se arrodillaran. Encendió una vela blanca y les hizo a todos una pequeña cruz en la frente, con un pedazo de tiza que había convertido en polvo.

Les hizo orar. Pedir desde el fondo de su corazón lo que deseaban. Les habló del poder de las peticiones y la necesidad de aprender a saber pedir. Después le dio a cada uno un pan dulce con chocolate caliente.

Celebró las miradas de los tres hermanos que se sentían diferentes, contentos, a raíz de la ceremonia. Era tan simple, tan importante, verlos comer con alegría, que desde entonces, todos los jueves preparaba enormes banquetes reducidos a contemplar y comprender, sin otra atravesada razón, ni diálogo alguno.

Fredis Armas: La estética de otros pintores nutre


Fredis Armas es un artista plástico que en sus comienzos empezó a realizar arte geométrico aunque posteriormente su obra se consolidó en transfiguración geométrica, tal como lo define el escritor y poeta, Héctor Gustavo Alvarado.


Egresado de dos escuelas de Artes Plásticas, la "Carlo Fernández" de San Felipe, estado Yaracuy, y la "Arturo Michelena", de Valencia, además de pintar también ha ejercido la docencia y diversas posiciones en organizaciones artísticas.


"Vengo de San Felipe, Yaracuy. Allí hice toda mi formación artística, con unos profesores increíbles e indiscutibles de recordar toda la vida, que marcaron por sus enseñanzas, por su devoción, conocimientos. Gente que venía con ganas de ofrecer sus conocimientos, como Carlos Prada, Premio Nacional de Esculturas; Wladimir Zabaleta estaba joven y llegó con deseos de enseñar. Freddy Benavides, un escultor que me ayudó mucho en mi formación, todos los lunes me llevó un libro de una colección que sacaba El Nacional de la literatura universal. Eran esos maestros de los de antes que se convertían en tutores de sus alumnos. Fue una formación muy completa, muy ejemplarizante. Uno toma todo lo bueno de los maestros, toda la enseñanza, y cuando uno llega por primera vez a una escuela de artes plásticas a enseñar uno quiere dar todos los conocimientos que ha adquirido a través de los años.


En Valencia, empiezo a desarrollar esa técnica que ya traía de San Felipe. Fui un tiempo pintor geométrico, cuando empiezo a transformar mi obra en algo figurativo y geométrico, la obra se tornó más decorativa, y los geométricos me pusieron de un lado.


Vengo de una hacienda de caña que era de mi padre, y mientras la gente trabajaba yo apreciaba la mata, el verde, el color, hasta cuando se quemaba la caña, eran puntos de vista muy diferentes. Cuando tuve contacto directo con el jardín de flores exóticas de San Felipe, me pareció que ese era un sitio maravilloso, además, alrededor de mi casa había un río, manglares, hojas de malanga, flores, rosas de montaña, toda esa vegetación que forma parte de un. Eso es lo que vengo a plasmar en mis obras, bajo ese término que llamo figuración geométrica, con un toque más moderno a la pintura, presentando el tema ecológico, de la naturaleza, y esto viene a que uno la vida le da oportunidad a la recepción.


Siempre me gustó el neoplasticismo, y estudié a Malevi, Kandinski, a Piet Mondrian. Mi gran transformación viene de él, de poder ver cómo mutaba un manzano a algo abstracto. Estudié todos los pasos que hacía y eso me gustó bastante, me enseñó mucho. Uno aprende de ver una revista, ver otro artista, ir a una exposición, uno se nutre de la estética de los demás pintores, eso ayuda a formarse; hizo que cambiara a este tipo de obra que hago, que tiene mayor comercio pero no es tan aceptada por la crítica. Pero la tengo en muchas partes, hasta en los museos está. Esto me ha llevado a hacer exposiciones en Cuba, República Dominicana, donde me gustaría volver otra vez.


Soy de los pocos pintores dichosos que puede vivir del arte, y parte de mi economía actualmente y en el pasado ha estado ligada con mi obra. Actualmente mis cuadros se venden, le gusta a la gente. Este año tengo dos propuestas, una de ellas en los espacios del Metro de Valencia, a la altura de la estación Cedeño. Me parece una oportunidad única porque por allí pasa mucha gente y uno se quiere dar a conocer. Ojalá salgan muchos salones Michelena, los dos que hubo fueron oportunidades para valorar a más artistas.


Fue una buena propuesta la de hacer los dos salones, que todos trabajen, ambos lados, el tiempo soluciona todo, ese problema no es tan importante, la historia desecha. øCuántos problemas entre los pintores del Renacimiento, Bellas Artes, los pintores de Caracas disidentes? La historia va a recoger, quienes son los artistas que van a quedar. Se encargará de dar el veredicto sobre el Salón Michelena. Ojalá se produzcan más salones.


En cinco oportunidades participé en el Salón Michelena, después de todo esto casi todo el mundo se retiró, yo también me retiré, porque fui también uno de los disidentes del Salón Michelena.


He trabajado toda mi vida como artista, he obtenido algunos premios aquí y en San Felipe. El primer premio de toda mi carrera como pintor fue el de pintura joven de San Felipe, tenía 18 años. La recompensa era de 500 bolívares, enorme cantidad de dinero para la época. Pero más importante que eso fue la confianza que produjo en mi familia. Me dio mucha seguridad. Con ese premio prácticamente me gradué ante mi familia, como artista, como pintor. Hay unas palabras de mi abuela que recuerdo: "Mira, øqué de malo has hecho tú, que te están mentando mucho por la radio?, me dijo cuando me gané el premio y en la radio se nombraban. Cuando le respondí que era porque me había ganado un premio por un cuadro que había pintado ella se calmó pero es que antes en la radio lo nombraban a uno cuando hacía cosas malas. Eso fue chistoso y agradable. Cuando gané cambió el panorama, porque para ellos artista era sinónimo de una persona que se moría de hambre.


Hice una colección de cuadros de la procesión de Naguanagua. Uno lo ve y luego lo plasma, se hace apuntes o de memoria. A veces voy a un vivero a ver matas, observando una hoja seca desechada y a mi me parece tan hermosa, las tonalidades, que partía de un marrón y pasaba por un rojo, un anaranjado, un amarillo y había una limpieza, agradable. Uno se va nutriendo de todo, el toque mágico está en lo no perfecto.


Uno todos los días sale a caminar y patea la inspiración. Todos nos tropezamos, todos los días, con la inspiración. Día a día estoy pensando en como realizar una obra.


Fui director de la Escuela de Artes Plásticas "Carmelo Fernández" de San Felipe, y vivía aquí en Valencia. En ese trayecto yo trabajaba, dos horas que no perdía porque no manejaba, desde el autobús observaba, producía ideas. Igual hoy en día, en la ruta hacia mi trabajo estoy creando ideas, y luego las plasmo.


En mi formación como artista, me enseñó mucho el teatro. Para la concentración. En San Felipe, formamos el grupo Locuiz y montamos unas obras de participación popular. La intención de nosotros era trabajar con gente que estaba metida dentro del arte, que no eran actores pero les gustaba el teatro, con participación colectiva. Trabajamos en teatro clásico. Siempre los artistas estamos ávidos de conocimiento, buscando qué nos sirve para la obra.


La gente anda pendiente de sus problemas, a veces pareciera que somos seres extraños para los demás. Veo cosas que ellos no ven, es simple. Me fijo en cómo están construyendo el metro, cosas que se le meten a uno por los ojos. A veces he caminado solo un domingo por la avenida Cedeño para ver los trabajos que realizan, a nadie se le ocurre observar cómo construyen el metro; eso se nos ocurre nada mas a nosotros, para nutrir nuestra obras".

sábado, 6 de junio de 2009

Yuraima Martini: Hay que ser artífices de nuestra mente


Yuraima Martini es odontólogo, profesión que ejerce desde hace 26 años, a la par de ofrecer cursos a través de un grupo de apoyo y mutua ayuda para padres y madres que han sufrido la muerte de un hijo o hija.


Ella misma, años atrás, vivió el doloroso momento de hallarse frente a su hijo y su nieto, muertos, en un accidente de tránsito.


- La muerte de un hijo o hija puede llegar a calificarse como el dolor más terrible y devastador del ser humano. Se experimentan sentimientos y emociones mezcladas; muchas veces, contradictorias. Muchos padres quedan paralizados, como anestesiados. Otros, expresan su dolor con arrebatos emocionales de gran intensidad.


¿Cómo nace esa necesidad de compartir experiencias para ayudar a las demás personas?
Hago todo esto porque viví la experiencia, y mi deseo es compartir con todos los hombres y mujeres que han sufrido la pérdida de un descendiente que sí se puede. Es difícil, pero sí se puede salir de ese oscuro túnel.


Mi hijo Jesús Gabriel representaba una parte importante en mi vida, porque quizás estuve mucho tiempo sola, después de divorciarme, me dio muchas satisfacciones más allá de las dificultades. La llegada de mi nieto también representó mucho para mí y su decisión de irse a vivir definitivamente a Guanarito, estado Portuguesa, para progresar como pareja y como padre tuvo el fatal desenlace.


¿Cómo hizo en esa primera etapa de duelo?
Los duelos hay que elaborarlos. Es fácil decir que hay que vivirlos y finiquitarlos. El duelo es una despedida. Le tienes que decir "adiós" a algo, a una pérdida. No necesariamente a una muerte. Pérdida es todo, un esposo que se te va de tu lado; si pierdes un trabajo y tienes 60 años, ello puede ser una pérdida tan dolorosa como la muerte de un hijo.


Lo que pasa es que la ausencia física de una persona causa mucha extrañeza. Y el ver todos los días a alguien te hace pensar que siempre los vas a ver. Cuando hay la ausencia física es cuando viene aquel derrumbe de tu mente; de todo tu esquema, de toda tu parte humana. Eso es lo que hay que trabajar.


La Organización Mundial de Salud explica, y no hay que ser muy experto para saber, que la muerte de un hijo es la situación más devastadora que puede vivir un ser humano.


¿Cómo salió usted de ese estado depresivo que vivió?
Primeramente confiando en Dios. Dentro de mí me planteé recuperarme y se me metió en la mente que mi recuperación iba a ser de beneficio para otros. Esa fue la manera de recuperarme. Fue algo que tomé de lo externo para traerlo a lo interno. Una vez que internalizo todo, supe que no podía ser útil así como estaba. Allí comencé a hacer estudios sobre el duelo; para atender situaciones de crisis. Fui a Panamá, me preparé en la Fundación Piero Martínez de la Hoz.


Escuchando en los seminarios todo lo que informaban supe que debía buscar ayuda más profunda. Estuve en tratamiento psiquiátrico durante ocho meses. Poco a poco fui saliendo y le pedí al doctor que me eliminara las pastillas porque iba a formar un grupo de apoyo. Hubiese sido poco honesto de mi parte hacerlo bajo la influencia del tratamiento. Abrí entonces el Grupo Volver a Vivir 2007 y he tenido muy buen receptividad de los medios, sobre todo de Notitarde, porque una de sus trabajadoras , Elia Torrealba, mujer de muy buen corazón, digna de ser entrevistada, ha podido sobrellevar la pérdida de un hijo, asistiendo a nuestras reuniones semanales.


¿Cuánto tiempo lleva con este grupo y dónde se reúnen?
Tres años. Antes, cuando comencé, hice una especie de noviciado, me trasladaba a diferentes partes. Ello me causó mucho agotamiento físico, pero a través de una publicación, una señora me ofreció los espacios de la Asociación de vecinos de la urbanización Los Sauces. Estamos allí y hasta hace unos meses no tuvimos que pagar nada. Ahora damos una colaboración para poder contribuir con gastos de mantenimiento. Es un lugar muy accesible que permite una fácil ubicación a través de la avenida Bolívar, asisten muchas personas, en su mayoría, de escasos recursos económicos, que necesitan un espacio donde no los critiquen ni los juzguen. Otras personas que van, muy estudiadas, también son bien recibidas porque aportan con sus conocimientos.


¿Una persona puede reconocer que tiene estado depresivo?
Es muy difícil. Generalmente lo hace otro. Aunque no soy psiquiatra, puedo decir que si una persona lleva dos semanas pensando en una misma cosa, sin apetito; hay que pensar que está comenzando un estado depresivo, si ha pasado por un momento de crisis. Ahora, hay depresiones que no tienen causa. Son las más tremendas. Son personas que tienen condición física para que ello suceda.


¿Cómo se siente usted en estos momentos, una vez superada la crisis?
Voy a aclarar algo: para mí la muerte de un hijo no se supera. Uno, constantemente, tiene que ir ayudándose; haciendo un propósito de vida; tomando nuevas ayudas y buscando la manera de apoyar a otras personas, para que no invadan esos recuerdos tristes que van a llegar. Uno tiene que aprender a ser artífice de su mente, un arquitecto de su mente o un artista para ir transformando todos esos pensamientos negativos en cosas positivas. Si me llega un pensamiento con la imagen del hijo, de la forma cómo murió, mucho más si fue en forma violenta, cosa que sucede muchísimo, tenemos que aprender a transformarlo.


A una madre que vio a su hijo muerto en una acera, producto de la delincuencia, le es recurrente el recuerdo de ese momento de cómo vio a su hijo, por última vez. En esos casos hay que trabajar con unas técnicas que permiten ir sanando ese momento. A través de los pensamientos es que manifestamos lo que somos.


Su rostro refleja liviandad... imagino que otro muy distinto tenía usted cuando estaba sumergida en el dolor de la pérdida...


Hace cinco años atrás estaba enloquecida. No sabía si estaba viva o muerta. Es muy difícil...
Inclusive su físico hablaba de eso...


Sí, por supuesto. No me pintaba el cabello; me envejecí. No quería trabajar. No le encontraba sentido a mi vida.


Teniendo otra hija...
Pero en esos momentos... puedes tener diez... que ninguno va a llenar tus satisfacciones. Ninguno va a sustituir la pérdida del otro. Sólo con el hecho de estar vivo te da tranquilidad.
Contacto: 0416-511.11.36/ 0414-439.26.88; correo electrónico: volveravivir2007@gmail.com; http://www.volveravivir2007.blogspot.com/ (Notitarde/Confabulario, 06/06/2009).-