lunes, 30 de mayo de 2011

Oswaldo Vigas: “Uno de mis orgullos es no estar de moda”

El maestro Oswaldo Vigas (Valencia, estado Carabobo, Venezuela, 1926) esperaba sentado como un niño al aguardo de algo que va a suceder. Es decir, a duras penas, porque su espíritu siempre ha sido inquieto, entusiasta; demasiado energético y febril. Con la mirada todavía mas agudizada por los años quería responder con generosidad a las preguntas que sabía le formularían.

Estaba en su hogar que es un museo viviente. Rodeado de los mejores cuadros de sus amigos, producto del intercambio que siempre hacen entre si los artistas. Posee una colección personal y única, como solo puede tenerla un creador. A la par de ello ostenta una valiosa colección precolombina, otra de arte africano y una serie de estampas de arte japonés que sin duda brindan un sincretismo capaz de ir hacia los orillas de los ríos de la creatividad más asombrosa porque el valor de esas piezas posee también autonomía silente. Han sido parte de su motivación y hallazgo.

El pasado mes de abril inauguraron en Francia una gran retrospectiva de su obra, Oswaldo Vigas (1952 a 1993),  a la que asistió su compañera de vida, Jeanine, quien trajo el catalogo que es mas bien un libro, con las fotografías de las 170 pinturas, dibujos y grabados expuestos en el Centro de Arte Villa Tamaris, en Seyne-Sur-Mer, ubicado en la Costa Azul francesa, entre Toulon y Cannes.

Oswaldo Vigas. Mérida-París-Caracas. Pinturas, es una exposición retrospectiva que abarca su trabajo temprano en un período que va de 1941 a 1952, pasando por la creación de Vigas durante su estadía en París desde 1953 hasta 1964 -el punto central de la exposición-, hasta incluir las obras más recientes de 1970 a 2010.

Repasando el libro fue mostrando las obras. Sobre todas las de los primeros años, las mas desconocidas en Venezuela, que revelan un pintor de colores polvorosos, haciendo rugir los lienzos desde perspectivas aún novedosas.

MPS: Observando el catalogo de esta retrospectiva uno ve los distintos estilos que usted ha trabajado… pareciese que usted los dejó a un lado y siguió su propio camino: ¿qué movimiento se arraigó más en usted?

OV: Tuve la suerte de que en ninguna de las ciudades en las que viví había escuelas de arte. Eso fue una suerte porque no tenia a nadie que me dijera tienes que ir por aquí o tienes que ir por allá. Yo fui por donde quise. No seguí a los que estaban haciendo “paisajitos”. Yo pasé directamente por una pintura imaginada y mas nada. Fantástica en cierto modo, sin escuela. Obtuve mi propia evolución y no se puede decir que haya sido así porque no se puede decir que es mejor lo que hago ahora que lo que hice antes. Son cosas diferentes. Inclusive tengo obras anteriores que son mejores que las actuales y tengo nuevas que son muy buenas también. Cada obra tiene su propia razón de ser y cada época también.

MPS: Pero eso responde a un análisis en el tiempo

OV: Cuando uno es honesto. Eso es muy importante. Honestidad y autenticidad. Si uno se sigue a uno mismo lo que hizo antes influirá en lo que haces ahora. Lo de ahora se apoya en lo de antes. Cada época va marcando su paso.

Hay artistas que de un día para otro dan un gran salto buscando estar de moda. Yo nunca estuve de moda.

MPS: ¿La ruta traza al artista o viceversa?

OV: Uno no tiene razones porque no hay explicaciones, el arte va por su cuenta. Lo que si existe y corresponde es la maduración de uno como artista, a la madurez; que se va haciendo muy lentamente, sin miedo.  Porque si uno tiene miedo no hace tampoco, te quedas y de ahí no pasas.

MPS: Mucho se le pregunta sobre su amistad con Picasso…

OV: Nunca estuve pegado de Picasso. Estuve muy poco tiempo con él. Me pareció alguien sumamente cariñoso conmigo. Yo era un muchacho de “veinti” tantos años y el un hombre de setenta. Me vio como un hijo, seguramente. Tuvo una gran humildad conmigo que no la tenía con todo el mundo. Eso me conmovió a mí y seguramente me vio con cariño porque yo era como un hijo que se le presentaba. No tuve un seguimiento de su obra, la conozco como todo el mundo. Me interesé por su trabajo y me pareció genial. Pero hasta allí.
Picasso tenía una personalidad avasallante y había que apartarse porque sino uno se hubiese quedado en su órbita girando. Había que separarse. Lo mismo me pasó con Oswaldo Guayasamín.

MPS: ¿Cómo vincula su trabajo con los distintos materiales?

OV: Cada material requiere un tratamiento conveniente y apto para el. No puedo hacer en grabado lo que hago en pintura porque en grabado debo desarrollar una técnica y unas posibilidades distintas.

Mis últimos grabados son colografias, hay líneas hechas a base de polvo de herradura. Líneas cubiertas con material de cola y polvo de metal.  Para todo eso tengo ayudantes. Para eso no hay que ser pichirres, hay que quererlos, pagarles bien y regalarles cosas.

Yo no soy pichirre con el trabajo, creo que uno tiene que entregar todo lo que pueda. También hay que pagar a otros que lo ayudan a uno porque uno apenas tiene dos manos y a veces se necesitan diez. Esos brazos suplementarios me los suministran los ayudantes que tengo. Siempre he tenido entre dos y cuatro ayudantes para darme abasto. Actualmente tengo solo tres nada más.

MPS: Ese sentido de estar rodeado de un gran museo, ¿cómo lo ha hecho sentir a lo largo de los años?

OV: Considero incomprensible que los artistas no se interesen por la obra de los demás. Los hay así y son buenos. A mi me interesan todas las obras de todos los artistas, los de ahora y los de antes también. Colecciono todo lo que puedo, por curiosidad y por avaricia. Todo lo que puedo agarrar lo tomo y lo guardo, en la mente o en una gaveta. Libros, manuscritos, grabados, pinturas; de todo. Todo me interesa.

A veces me digo, todo esto tiene que estar en un Museo. Las cosas que tengo no solo me pertenecen a mí, pertenecen a la cultura en general.

MPS: ¿Cuál es la diferencia entre el creador de 1942 y el actual?

OV: Soy el mismo. Lo que tengo es más información. Soy el mismo de cuando tenía 16 años. La diferencia es que ahora tengo mucha más información. Eso es todo. En lo fundamental es lo mismo. Mi obra comenzó en 1942 haciendo cosas que nadie hacía en Venezuela.

El arquitecto Alejandro Otero, contaba como anécdota que fue una vez a Guacara porque le dijeron que había “un muchacho que pintaba”. Cuando llegó al lugar salió el muchacho y le dijo: “No me venga a decir lo que tengo que hacer, porque yo hago lo que yo quiera”. Alejandro se reía y me decía “ese eras tú”.

Veo, por ejemplo, la obra de Alejandro Otero, y digo que es el pintor que ha tenido la personalidad más avasallante y más condiciones de pintor. Estaba bien dotado. ¿Y qué pasó con él?: Se puso a hacer “pendejaditas”. Cosas que se mueven con motores. Se fascinó por la tecnología y esa mentira de la cosa tecnológica que no tiene ningún interés, que es puramente ornamental; es arte menor.

Otero que era un pintor mayor y hacia arte mayor de pronto se puso a hacer arte menor; porque creyó que si se movía era mejor. No tiene nada que ver. La tecnología es una mentira en los artistas. Todo lo que pasa por la tecnología se convierte en arte decorativo y el arte decorativo es menor. No es arte mayor. La obra de Alejandro Otero, de artista mayor pasó a arte menor. Lo mismo ha ocurrido con otros por la fantasía venezolana de querer ser modernos. Aquí todo el mundo quiere ser moderno. Comenzando por los gobernantes. Los presidentes quieren ser modernos y desprecian lo que es antiguo, lo que es autentico, porque creen que vale más y no es así.

MPS: ¿Cómo afecta eso a los nuevos artistas?

OV: He estado leyendo la revista Artefacto y veo que hay una nueva generación de artistas que hacen cosas buenas y bellas, que son tan buenas como las del pasado; y no buscan tonterías, que es lo importante. No se dejan fascinar por novedades pasajeras, por modas. Lo que se pone de moda siempre se  “demoda”. Uno de mis orgullos es no estar de moda. Nunca lo estuve y ahora tampoco. Le huyo a la moda. No me gusta.

MPS: ¿Cómo entonces vivió del arte en nuestra nación?

OV: Con cojones. A veces vendía un cuadro al año y seguía. A veces un cuadrito al mes. A veces dos o tres. Jamás he vendido un cuadro diario. Ni antes ni ahorita. Claro que hago muchas cosas. Si no vendo un cuadro vendo un grabado. Entre una cosa y otra uno va sobreviviendo.

MPS: ¿Cómo se siente cuando descubre las falsificaciones de obras suyas? Tiene como mas de cuarenta decomisadas y deben haber muchas mas…

OV: Eso es natural y normal. Me siento orgulloso de que me falsifiquen. Quiere decir que hay gente que quiere comprar cosas mías aunque sean falsas. Esa es la codicia. Se dice que la codicia rompe el saco. Gente que no puede comprar una obra mía y la consigue diez veces mas barata. Yo también he sido victima de comprar falsificaciones. Uno mismo se convence de que eso es autentico aunque sea falso. Entonces uno duda y termina cogiendo unos falsos, aun sabiendo.

Si a mí me falsifican tanto… ¿qué será de un Picasso?

MPS: ¿O un Dalí?

OV: Dalí no tanto. Porque está muy desprestigiado. Se falsifica lo que tiene valor. Dalí ha perdido valor precisamente por codicia, porque hacía grabados en millares de ejemplares, en planchas que reproducían industrialmente, para poderlas vender en el mundo entero.

MPS: ¿Se ha quedado con las ganas de ver culturalmente cosas en Venezuela?

OV: Venezuela ha dado un paso hacia atrás, en vez de hacia adelante. Más bien diría que ha dado varios pasos hacia atrás. Ya no hay museos. Se acabaron. Todo eso tiene que ver con la política del Estado. Una política educativa, una política cultural, una política económica. Son cosas separadas. Venezuela tiene ahora una muy mala política cultural porque las cosas se están viendo sólo con el interés político. Y político en el peor sentido de la palabra. Por eso no hay nada. Caracas que es lo más importante es un desierto. Hay dos otras galerías que se mantienen porque sus dueños las mantienen con sus trabajos.

MPS: ¿Brujas o curanderas?

OV: Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. La temática no es nada, la obra no tiene tema. Es la huella de mi mano. Puede ser una figura que sale, puede no ser nada; y sigue siendo mi obra. No es el tema lo que hace la obra, ni el tema abstracto o figurativo. La obra la hace la personalidad del artista. Su psique; su inconsciente colectivo, que sería todo el mundo. Si mi obra interesa más e porque hay más gene que la toca, y lo tocan por lo colectivo y eso es inconsciente. La gente dice “me gusta” pero no sabe por qué. 

Ochenta y cuatro años tiene el maestro  Vigas. Se sabe herido desde que sufrió un ACV hace seis años pero eso no lo ha conminado. Sigue dibujando. Sigue haciendo. Sigue disfrutando, riendo y llorando, porque los zarpazos hay que resistirlos con dignidad. Con la que le caracteriza, aunque por ser sincero en más de una oportunidad se ha buscado problemas o quizás ello le sacrificó oportunidades.

Pero ello no le borra la satisfacción porque ha hecho lo que ha querido y esa libertad lo ha convertido en un portento, el mismo que con mucha paciencia posa al fotógrafo y gusta de hacerlo; el mismo que mira con bastante ironía y complicidad; el mismo que muestra cada dibujo suyo con orgullo, aunque le falte color; porque este se lo dictará en su momento.

Y sus temas lo requieren siempre aunque sean distintos;  brujas,  desafiantes, temerarios. Siempre lo han necesitado para expresarse. Persistentemente Dios. Tercamente mortal (30/05/2011, Revista Artefacto).-


www.revista-artefacto.com.ve 

viernes, 27 de mayo de 2011

Luz Marina Rojas: sortilegio natural

Si algo caracteriza a Luz Marina Rojas es su temple al momento de asumir los retos que se le presentan por delante. Como artista siempre estuvo indagando como todos los que tienen dentro de si esa semilla innata de la creación. Esa simiente, quienes la sienten, saben que es intransigente y tirana, pero a la par, tolerante y plena de libertad. Esa bifurcación es la que invita a seguir buscando, ampliando horizontes, sin dejarse vencer por las dificultades.

La versatilidad de Rojas es enorme. Pintura, esculturas, fotografías y joyas son parte de su inquietud innovadora. Tiene un cerebro disciplinado en el arte desde el mismo momento que fue a las escuelas de arte Arturo Michelena y Rafael Monasterios (estudió en ambas y a la par, entre Valencia y Maracay) a buscar información, conocimiento y destrezas para poder desarrollar su potencial, y a ello hay que agregarle la perseverancia con la que ha trabajado a lo largo de los años.

En sus pinturas se observa una investigación personal sobre el mundo simbólico y onírico al que ella regresa también en sus esculturas, pero justo fue su indagación en el esmalte sobre metal lo que la llevo al trabajo de orfebrería.

Una simple mirada al conjunto de piezas revela el vigor, sensualidad y calidez con que desarrolla cada uno de los objetos, como si se tratara de un sortilegio emanado para transmitir fuertes y positivas energías.

De ese hallazgo, de cuando se ocupaba de indagar sobre la técnica de esmalte sobre metal, nació el trabajo más personal de Luz Marina Rojas. Sus piezas únicas reflejan el delicado encuentro de la piedra a la que raras veces interviene porque busca respetar las formas halladas para la estructuración bien sea de un collar, un anillo, unas pulseras u otras piezas que moldea con intuición y estética íntima.

Como permanente observadora de un equilibrio esencial y vital respeta las vetas de las piedras, apenas las roza cuando tiene que limarlas para que consigan engranarse en el metal y así va consiguiendo representaciones únicas y elegantes que escaparon de muchos rincones de la tierra para convertirse en obras de arte.

Es una labor minuciosa, concreta. Es la comunicación del artista con los materiales para gestar nuevas formas,  colores y la utilización cónsona de los materiales para que brillen, se luzcan y penetren la piel de quien los lleve, en la búsqueda de esa armonía universal presentida.

Algunas de sus joyas son reversibles, de colores y simbología distintos por cada lado, dándoles una función completamente novedosa, aprovechando al máximo todo el trabajo detallista que ejecuta.

Rojas desde sus comienzos se supo valiente. No le tuvo miedo al trabajo. Trabajó ella misma la piedra que recolectaba en las canteras; recogió troncos de arboles donde los encontrara.

Su taller, ordenado y pulcro, ha estado revestido por el esfuerzo que muchos otros artistas se ahorran mandando a cortar maderas o partir enormes piedras, razón válida cuando se pueden tener ayudantes. Pero ella no ha querido necesitar este tipo de ayuda, ella ha sido razón del esfuerzo propio, conseguido con la pasión, porque sabe que en esa voluntad, se perfilan nuevas inspiraciones; hallazgos que la han ido llevando por el exitoso camino trazado. 
De esta forma nacieron ensamblajes (resinas, piedras, madera) en el descubrimiento de esas formas tan suyas que la caracterizan al momento de hacer esculturas. De gran influencia surrealista que ha ido arraigándose hacia una tridimensionalidad más sencilla, un origen que se reencuentra, con un toque espiritual muy personal: el gran ojo esencia del todo cósmico, que muta su alrededor.

Rojas tiene una fuerza mística que se le escapa de su corazón.

A veces pule la piedra. Otras tantas las deja en estado original, como el anillo lapislázuli que posee encanto, sin la pulitura final que le hubiesen dado otros artistas. No quiere perder la fuerza de lo natural. Apenas la interviene con hilos de oro, plata o cobre.

Su emoción, palpable al momento de crear, también tiene el sello personal de construir hasta las mismas cadenas con que cuelga sus piezas. Como ya hemos dicho, ella no le teme al trabajo porque es su disfrute, fuego y pasión. Recompensa de hallazgo y transmutación (27/05/2011).-  

jueves, 26 de mayo de 2011

Cuando está contenta

Conozco a Donatella desde hace varios años y como ella misma se define “soy loca, loca, loca”. Siempre creí que eran exageraciones suyas pero lo cierto es que la otra tarde tuve que admitir su delirio. No es involuntario. Lo disfruta demasiado, por eso es que así como se habla de la “memoria selectiva” de los borrachos creo que en ella hay una especie de “locura electiva” de la que saca el mayor provecho.

Íbamos en su camioneta con una música estridente. Iba hablando emocionada del nuevo champú que acababa de comprarse. Mientras  estaba pensando en preparar el almuerzo, tratando de acordarme qué había en el congelador ella tenía una aventura dispuesta. Me estaba llevando comer carne en vara. Por la ruta enrevesada que tomó para evitar las colas se remontó por una carretera nacional mientras me contaba que acababa de hacerse un nuevo tatuaje con las iniciales de su novio, en realidad ya es el tercero que se pinta “por amor”.
No pregunté dónde los tenía repartidos. No se le veían a pesar de tener la cintura, brazos y espalda al aire. No averigüé. Pero ella me lo dijo. Atendió varias llamadas por el camino y me puso a escribir mensajes desde su celular, ultima tecnología del que salieron unos cuantos disparates por no dominar el nuevo teclado, demasiado sensible al tacto.

Comenzó a hablarme de un nuevo tratamiento para las varices. Una mujer de treinta años con esas inquietudes, me decía yo para mis adentros, pero su cuerpo tiene las curvas recientes que le proporcionaron varias cirugías estéticas.

Me dijo que tenía ganas de irse a España a respaldar a los “Indignados”. Ya a esa altura del paisaje mojado y verde,  mi cabeza decía “loca, loca, loca” pero la verdad es que me estaba distrayendo. Ella lo sabe y sigue con toda la gama de artificios para continuar riendo y divirtiéndose. Porque ella es la primera que se ríe de si misma.

Cuando llegamos al pueblo donde sirven la mejor carne en vara que conozco ya habíamos paseado por películas de moda, artistas, libros, su perra “Fifí” que tiene un pretendiente “horroroso”, según ella, y los traumas de los sobrevivientes de Vietnam. También el periodo de ciclones de EE. UU.

Al bajarme del vehículo casi iba a hacer como el Papa, pero la tierra estaba demasiado polvorosa. Todas las miradas se dirigieron hacia ella al entrar y al sentarnos en una mesa un poco alejada del resto sentí que estaba como distinta. Era la otra mujer que palpita en ella.

Me había agarrado por el brazo y se había puesto, de la nada, algo melancólica. Bajó el tono de voz y se puso a contar varios secretos. Me dijo que el lugar le recordaba a Patricio, su primer amor del que siempre me habla, porque lo conocí, y porque supe de la turbulencia que los acompañó mientras se resistieron al destino que era separarse.

Pedimos de todo. Me sorprendió porque siempre anda a dieta. Comió con un gusto que apenas daba crédito. Ella es de sushi pero poquito, de ensaladas y de vez en cuando escapes a un lugar que ella conoce y que le preparan una “chicharronada” de espanto y brinco. Nunca la he acompañado.

Estábamos un poco alejadas de nuestras casas y Donatella empezó a beber cervezas. Al tomar la primera no alcanza ver la última. Eso me puso en alerta.
Patricio. Los Indignados. Su odio a los gatos. El huevo de serpiente de Ingmar Bergman contra Fanny y Alexander también de este mismo autor sueco. Fifí enamorada de un “craqui” y la canción de Amanda Miguel “Él me mintió”.

Para el resto de las mesas que de vez en cuando nos observaban porque en realidad nos miraban las cuatro patas y no la gente, éramos un dúo de lo más especial: había un mimo y una muda. Donatella hacía el primer papel, yo el segundo, claro está.

Más bien estaba atragantada esperando tomar una pastilla para la indigestión porque mientras ella se sentía tan alborotada había comido de más y de paso debía manejar su camioneta, de regreso.

“Se me ensanchan los tatuajes si como mucho” me dijo en un ataque de risa.
Era imposible imaginarlo. Los tiene uno al lado del otro. En hilera. Los castiga cuando esta brava, no me pregunten con qué; y les echa crema cuando está contenta.

La verdad es que después de pasar varios días con la resaca de estar con Donatella me estuve preguntando el por qué ella era tan “loca, loca, loca” y no hallé explicación alguna.

La llamé para saber cómo estaba y me maulló como una gata. Estaba comprando pastillas para el dolor de las piernas tras haberse aplicado un tratamiento. Me dijo que me iba a dejar a “Fifí” para alejarla de las malas influencias. Le recordé que tengo dos gatas que la pueden dejar sin pelos pero ella maullaba e insistió porque se marcha a Madrid.

Vendrá con un nuevo tatuaje… eso es casi seguro… Y Algún que otro retoque en alguna parte de su piel… (26/05/2011).-  

jueves, 19 de mayo de 2011

El tono Xingjian

“¿Cómo encontrar, por último, un lenguaje puro y cristalino, musical, inmarcesible, más elevado que la melodía, más allá de los límites establecidos por la morfología y la sintaxis, sin distinción entre el objeto y el sujeto, que trascienda a las personas, se desembarace de la lógica, en constante desarrollo, que no recurra ni a las imágenes, ni a las metáforas, ni a las asociaciones de ideas ni a los símbolos? Un lenguaje que pudiera expresar enteramente los sufrimientos de la vida y el temor a la muerte, las penas y las alegrías, la soledad y el consuelo, la perplejidad y la espera, la vacilación y la determinación, la debilidad y el valor, los celos y el remordimiento, la calma, la impaciencia y la confianza en uno mismo, la generosidad y el tormento, la bondad y el odio, la piedad y el desánimo, la indiferencia y la paz, la villanía y la maldad, la nobleza y la crueldad, la ferocidad y la bondad, el entusiasmo y la frialdad, la impasibilidad, la sinceridad y la indecencia, la vanidad y la codicia, el desdén y el respeto, la jactancia y la duda, la modestia y el orgullo, la obstinación y la indignación, la aflicción y la vergüenza, la duda y el asombro, y la lasitud y la decrepitud y el intento perpetuo de comprender y no menos perpetuo de no comprender y la impotencia de no lograrlo”.

El anterior escrito es un fragmento de La Montaña del alma de Gao Xingjian, premio Nobel de Literatura del año 2000, publicado en Babelia (revista cultural del diario El País) en 2001.

Apenas la introducción a este articulo es una fuente que abre el universo de este hombre más cercano a su corazón después de la intensa vida que le ha tocado vivir.

Xingjian es un hombre que ha tenido tres vidas: primero como ciudadano chino en su país hasta que fue llevado a las instituciones reeducativas de las que pudo huir; como ciudadano exilado en Francia en la que era un oriental más y un tercer ciclo después de alcanzar la estatura del galardón concedido por la Academia sueca.

En una reciente entrevista concedida a la periodista Ima Sanchis, del diario catalán La Vanguardia habló con notable erudición sobre el ser humano. No es una mirada esperanzada porque no puede serlo. Se advierte desde el titulo que es "En la naturaleza humana habita el mal". Reproducimos algunas preguntas y sus muy precisas respuestas:

   ¿No cree usted en el ser humano?
   En la naturaleza humana habita el mal, el infierno no es sólo los otros, también está en uno mismo, y uno debe de ser consciente. La literatura juega este papel, despertar la conciencia. Hay que salir de los ismos.

   ¿Hacia dónde?
    Es esencial conocer la condición humana, saber que un verdugo no es el diablo, es un ser humano.

   ¿Cómo podemos cambiar?
   No podemos cambiar este mundo, sólo despertar a nivel individual la compasión y la conciencia, y ese es el papel de los artistas.

   ¿Qué palabras tienen más sentido para usted?
   La verdad es inmensa, pero la ley universal no se puede conocer. Esta sociedad humana no puede prever la guerra ni detenerla. La guerra es muy estúpida, pero hacemos la guerra. El mundo es estúpido, el hombre es estúpido, y hay que ser consciente de eso.

   ¿Sin remedio?
   Sólo nos queda controlarnos a nosotros mismos siendo lúcidos.

   ¿Usted es feliz?
   Sí.

   ¿Cómo puede ser feliz pensando que estamos abocados al desastre?
   Si uno no es consciente, es siempre desgraciado, si eres consciente tienes la posibilidad de cambiar y de ser feliz.

   ¿Cree en el amor?
   El amor no es una creencia, es un diálogo.

Estamos ante unas respuestas que no dejan dudas. Son cortadas por el bisturí de un escepticismo lúcido.

Sobre su novela en el blog Letras Libres, Christopher Domínguez Michael escribe:

“Bella, consciente de su naturaleza excesiva, La montaña del alma es una novela cuya retórica se apoya en la alternancia de los pronombres personales —yo, tú, ella— pues el autor rechaza violentamente el "nosotros", abuso del lenguaje que desvía al hombre de su camino. No hay salvación colectiva en Gao Xingjian y ni siquiera la universalidad del budismo le es simpática. Al narrador le tiene sin cuidado decepcionar al lector ansioso de esoterismo. Acercándose al Tíbet, el peregrino se detiene y, en una estampa taoísta, un viejo campesino, malhumorado junto al arroyo, le responde con una paradoja: la montaña del alma es un no-lugar, de localización imprecisa en el mapa. Esa cima se alcanza cada día. En el mejor de los casos, al recorrer China, el viajero cumple con la misión de buscarla.



     Como en el poema de Cavafis, en La montaña del alma poco importa Ítaca, sino la voluntad de llegar a ella. El letrado regresa y al lector le es indiferente saber si la culminación de su viaje fue sueño o realidad: "Debo retornar entre los hombres, reencontrar el sol y el calor, la alegría, la multitud, el tumulto; cuales sean los tormentos que me hagan sufrir, son el soplo vital de la humanidad".



     Borges dijo que el Premio Nobel servía para publicitar a escritores poco conocidos. En este caso, al escoger al novelista, dramaturgo y pintor chino, la Academia Sueca nos ha hecho un favor, premiando al autor de un libro formidable por su belleza y su simplicidad” (19/05/2011).-  

miércoles, 11 de mayo de 2011

Un arte sencillo y trascendental

Un arte sencillo y trascendental



Cuatro carabobeños, José Antonio Rosales, Geczain Tovar, Isabel Falcón y José Rafael Rugeles obtuvieron premios y menciones de honor en la 8ª Bienal Nacional de Fotografía y Video-Arte organizada por la Alcaldía Girardot, del estado Aragua.

Participaron en esta oportunidad un total de 113 fotógrafos y especialistas en imagen de todo el país aunque fueron seleccionados treinta y cinco.

La responsabilidad de la selección estuvo a cargo del jurado conformado por los expertos Pedro Cruz, Mirla Soto y Frank Araujo; quienes después de una revisión exhaustiva de todas las imágenes y trabajos audiovisuales recibidos, seleccionaron el conjunto de obras que están siendo exhibidas en la Galería Municipal de Girardot. Son un total de treinta y cinco fotos enmarcadas de acuerdo a las bases establecidas y dos audiovisuales.

Los ganadores fueron: Premio Municipal de Fotografía Henrique Avril a la fotógrafa Irama Gómez, por su obra: Después del crepúsculo; Premio Municipal de Arte Antonio Pelusso también para Yajaira Paiva, por su obra: Virgen; Premio Municipio Girardot a José Antonio Rosales, por su obra: Se nos fue Alejandro; Premio Dirección de Relaciones Interinstitucionales y Prensa a Omaira Ochoa, por su obra: Familia parameña.

Por su parte la joven María Carolina Ferreira, mereció el Premio Fotógrafo Novel por su obra: Envueltos y en la modalidad de video – arte, el Premio Municipal fue adjudicado a Beatriz Rojas, por su obra: Sodoku.

De igual forma el Jurado consideró menciones de honor para Geczain Tovar, Gabriela Carrera, Isabel Falcón y José Rafael Rugeles.

José Antonio Rosales con la foto Se nos fue Alejandro quiso hacerle un homenaje al fotógrafo y profesor de la Universidad de Carabobo, Alejandro Robles, quien gozó de alta estima entre sus compañeros de labores y estudiantes por la generosidad brindada al momento de dejar conocimientos y experiencia. Su muerte acaecida a principios de este año causó tristeza, principalmente, en la Facultad de Educación y en los círculos culturales carabobeños donde era ampliamente conocido por su sensibilidad y calidad humana.

Geczain Tovar presentó un nuevo trabajo producto de su larga investigación sobre el infrarrojo; Isabel Falcón y José Rafael Rugeles dejaron la grata impresión del paisaje venezolano, lleno de luz, oscuridad y misterios.

Los premios otorgados consistieron en certificados de honor y aportes de 10 mil y 4 mil bolívares que se entregarán a los artistas, a excepción del Premio de la Dirección de Relaciones Interinstitucionales y Prensa que consiste en la impresión de 500 postales de las cuales 300 se entregan al artista ganador

Todos los premios son de carácter adquisitivo para la Alcaldía por lo que las obras pasaron a formar parte del Patrimonio Municipal.

La Comisión Organizadora de La 8ª Bienal Nacional de Fotografía, estuvo integrada por Pedro Bastidas Pedrá, alcalde del Municipio Girardot; la cantautora Yolanda Carmona – Hanoi, Directora de Cultura; Maricanchi Jaimes y el grupo de trabajadores del área cultural.

Hanoi resaltó que las obras fueron examinadas por el jurado cuyos miembros coincidieron en afirmar que se trataba de una muestra “analítica en la valoración de su calidad, que incluyó composición, colores, técnicas y selección de motivos”.

En relación a las dos propuestas del video - arte, se seleccionó aquella que se ajustó a las exigencias requeridas, en la que se prevaleció la presentación de imágenes con movimiento que narra, en cinco minutos, una coherente historia.

Señaló además que debido a la gran receptividad de la muestra, esta se mantendrá abierta al público más tiempo del que se había previsto inicialmente.

La 8ª Bienal Nacional de Fotografía del Municipio Girardot, en su labor por destacar la constancia y el trabajo creador de los fotógrafos a nivel nacional, rinde homenaje al fotógrafo Giuseppe Girlando y se unió a la celebración de la Gesta Independentista.

La fotografía es un arte que goza de gran aceptación por estar lleno de trascendencia, a la par de sencillez, en nuestros días. Imposible concebir un mundo sin imágenes.

Cargado de enorme competencia, la búsqueda de cada hombre y mujer detrás de la cámara es un asunto de principios y lealtad consigo mismo y el mundo que lo rodea. La imagen sigue diciendo lo que las palabras no pueden y logran revelar, con mayor o menor sutileza, lo que encuentran los ojos que saben observar a través del lente (Notitarde, 01/05/2011, Lectura Tangente).-



Leyenda de foto:

La imagen de José Antonio Rosales Se nos fue Alejandro







viernes, 6 de mayo de 2011

Masa y relleno

Cayó toda redonda ella y al levantarse sabía que su redondez nada tenía que ver con la expresión ni tampoco con la forma del planeta. Más bien se sintió como alguno de los anillos de Saturno, con tirabuzones en la cintura que le impedían concretar tanto echarse como levantarse porque estuvo por un breve rato –tragicómico- intentándolo, en una especie de jugueteo con el suelo, nada elegante; mas bien penoso y sarcástico.

Por primera vez se mareó y nada tuvo que ver con sus pensamientos. Pero supo lo que era esa sensación por otros descrita hasta ese momento desconocida.

Quiso proyectarle la culpa a cualquier cosa menos a lo que era: se había caído, estaba sola; no se lo diría a sus hijos, para que no se preocuparan. Para eso tenía a la vecina aunque a esas horas de la mañana no estaba, porque siempre salía a buscar un par de empanadas en la esquina y la perra, hasta que llegara, no dejaba de ladrar.

Justo esos aullidos fueron los que la llevaron a la realidad. Eran las siete de la mañana. Tenía el típico frio acumulado en las rodillas que se le fue subiendo a las caderas tras caerse, porque si algo hay que estar seguro en esta vida es que el piso llega hasta los huesos, sobre todo en los más viejos.
Estuvo atenta a la puerta para sentir que llegaba Tomasa, su vecina de enfrente, que desde hacía rato venía regañando a Pirina, la perra que no aguantaba su ausencia.

“Muchos animales extrañan más que los hijos” se dijo para dentro pero sabía que era un pensamiento tan amargo como el café que se acababa de tomar, cerrero y sin azúcar.

Llamó a Tomasa, quien tenía cara de contenta, aburrida y regañona; las tres cosas a la vez. Cuando se vieron no  pudieron ocultar esa cosa natural que las envolvía, la complicidad de saberse buenas y malas amigas también, cuando por alguna razón no se entendían y,  entonces, se dejaban de ver por algunos días; para luego encontrarse como si nada hubiera ocurrido.

-      ¿Qué te pasó mijita?, le preguntó Tomasa al verla

-      Pues la verdad, pasa, pasa, que me tengo que sentar… es que me caí cuan redonda estoy al piso, apenas al despertarme e intentar ir al baño…

-      ¿Te duele algo? ¿Te hiciste daño? Déjame traer a Pirina, para que se calme y nos deje hablar y conversemos mientras nos comemos éstas empanadas “mundiales” que me hizo Gertrudis para celebrar el Día de las Madres, por adelantado.

Cilia ni siquiera intentó levantarse. Esperó que llegara Tomasa con Pirina y ella misma cerrara la puerta. Aunque ya se sentía bien no quería arriesgarse a tener otra “baja” en su cuerpo y cabeza.

-      Eso fue porque no comiste bien anoche… que te mareaste… Toma esta delicia… una empanada como la hacían en mi pueblo… carne molida con papas guisadas… me las regaló…

-      Sí, ya sé, por el Día de las Madres… bueno tu eres su principal cliente…
-      Veo que te estás recuperando Cilia… a pasos agigantados.

Rieron las dos mientras saboreaban masa y relleno. Estaba preparada con cariño y eso se sentía. Tuvieron que ponerle en un plato un poquito a la perra que no dejaba de “latir” frente a ellas.

-      ¿Vas a llamar a tus hijos?

-      No quiero preocuparlos… Ya sabes… Además ya me siento como si nada hubiese pasado…

-      Pero es que a nosotras nunca nos pasa nada hasta que nos pasa y parecemos unas pasas…

Volvieron a reír mientras terminaban de comer, recalentar más café; tomárselo y lavar los “corotos” de una vez. Todo rápido y casi sin gastar ni agua ni jabón.

Ninguna quería celebrar el Día de las Madres. Tomasa todavía le dolían los pies del pasado año cuando la llevaron a comer a un restaurante y tuvieron que esperar alrededor de hora y media para que les dieran mesa, igual tiempo para que les sirvieran la comida y luego terminara la celebración en un parque para que los nietos se “desestresaran” de tanta espera.

La resuelta Cilia había cocinado ella misma su propio almuerzo y sólo pidió que le trajeran otras cosas: torta, ensalada, vino blanco y frutas. Pero igual estuvo un año arrepentida porque la casa llena le provocaba nervios y desazón.

-      ¿Qué irán a inventar nuestros hijos este año? ¿Qué vas a hacer?

-      Pues no lo sé, contestó Cilia. Espero no se aparezcan con una plancha… porque puede resultar alguien herido…

-      ¿Será que nos habremos vuelto este año más amargadas? La verdad es que yo quisiera estar tranquila, con mi perra… pero se van a aparecer ya vas a ver…

Sí y habrá que soportarlo, siempre estoicamente. Hasta simulando lo que no queremos y lo que ellos quieren hacernos creer. Somos madres. Ellos hijos. Masa y relleno sin fin (06/05/2011).-