viernes, 7 de octubre de 2011

Relato con suero

Cita médica a médicos no convencionales. Para enterarse, sin asombro, que cada cosa que pasa con el cuerpo es un circulo vivido: sabemos tan poco y olvidamos tanto, tan a menudo, que hasta se empieza a filosofar de los trasfondos de los océanos que una vez llegaron aquí desde planetas lejanos, para enseñarnos que todo es un sistema tan inteligente, tan sabiamente concebido, que rotulamos sin apreciar la magnificencia que nos envuelve, que nada tiene que ver con el abultado ego que mueven a unas cuentas conciencias del planeta, que de conscientes nada frente al ser humano, mucho menos cara al universo.

Pero toda esa vastedad se rompe cuando la realidad marca a una aguja  introduciendo un nutriente suero que va a recomponer el desajuste energético de los órganos vitales del organismo,  igual de perfecto que el espacio sideral, pero que va sufriendo cortocircuitos a punta de tanta ignorancia al momento de alimentarse y de vivir en este desvivir que a veces es la cotidianeidad.

Y allí, en el Centro de Salud Natural, aparece Tibi, diminutivo de Tibisay, porque en lugares así cuando una no tiene mas remedio que ponerse cariñosa, y someterse a una cura porque de alguna manera nos hemos portado ¿mal? con el cuerpo. Sólo queda una cosa: respirar profundo, inhalar, exhalar y mirar hacia la televisión que entretiene bastante cuando se está indefenso, con los brazos extendidos, pero sin hacer ninguna comparación religiosa.

¿Duele? ¿Arde? Destrezas de especialistas. Todo duele, arde; pero hay que aguantar; por la salud. A la final, cuando se siente el resultado, nada inflamó y el dolor ya es parte de la prueba victoriosa, superada.

Después explican, dentro de los estudios de la homeopatía y las terapias alternativas, que dentro del cuerpo cuando las cosas no andan bien ni marchan como deberían, los órganos van jugando a Al Capone. Cuando el hígado no tiene la suficiente energía para funcionar le roba a otro órgano fuentes de vitalidad y, este a otro y, así, sucesivamente.

¡Con este cuadro de maleantes internos hay que buscar el Nirvana!

Comer sanito sanito. Verduritas. Cosas verdes. Muchas fruticas. Frutotas. Cero azúcares. Adiós coffe, aunque realmente hace tiempo que lo alejamos de nuestra vida. Pero llevamos años sabiendo todas estas cosas, pero así es la prisa, la vida empaquetada, fugaz, sin tiempo casi de disfrutarla, que va devorando horas; con sol radiante o escobilla de lluvia renovadora.

Todo el equipo médico trabaja con entusiasmo y diligencia. Las horas allí derivadas se transforman en salud, el sistema va restableciendo todos los circuitos, la energía va saliendo a punta de tratamientos que requiere algo de dedicación y paciencia, aquella que se incumplió por pretender hacernos creer que hay cosas más importantes que la fortaleza de estar y sentirse bien.

Cuando Al Capone y sus gánsteres comienzan a desaparecer y ya no hay robos ni atracos dentro del cuerpo se siente una placidez y una renovación tan buena y justa con la vida que todo empieza a moverse hacia la vitalidad misma.

Conversar también ayuda allí mucho porque entre los pacientes tiene que establecerse una complicidad especial. Allí se entera uno de historias que van rondando el encuentro de un ser humano con otro; las dolencias no cuentan; conocer, aprender y comprender al otro es uno de los asuntos más necesarios para continuar. Un proceso de socialización corto porque hay que tener mucho mas tiempo para alcanzar mucha mayor profundidad en las relaciones, pero compenetrado con la misma realidad nacional: tenemos los venezolanos tanta experiencia de vida, tanta intuición frente a los sucesos y los hechos de la realidad; tanta fuerza positiva a la hora de enfrentar lo que venga, que bien vale la pena renacer en la mirada del mar Caribe que nos envuelve.

Y mientras las vitaminas y los minerales van transformando la fuerza interna de cada quien hay un montón de terapias que van ayudando a reprogramar el cuerpo. Y se puede hacer, cuidando los detalles posteriores que tienen que ver con la buena alimentación. Una Vez más.

Agradecida estoy con el doctor Raúl Bozzone, y su grupo, la doctora Alicia, y Marina, quien a decir de una paciente “parece un personaje salido de la mejor película clásica”, por su forma tranquila, llena de gracia, humildad y sabiduría, a la vez”. Con Noemí, las dedicadas jovencitas, medidoras del tiempo y sus presiones, y por supuesto con Tibi, a quien felicitamos siempre por sus pinchazos. ¡Qué ironía!

El hampa abandonó nuestra humanidad (07/10/2011).- 

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