domingo, 30 de octubre de 2011

Jacobo Borges: cintas de savia

Desde este 30 de octubre hasta el  04 de diciembre, se estará presentando la exposición “Paisajes de la memoria”,  del maestro Jacobo Borges,  en la Galería Freites, ubicada en la avenida Orinoco de Las Mercedes, en Caracas.
Son catorce obras de gran formato en los que pueden apreciarse unas imágenes que ofrecen panoramas y recreaciones sincronizadas con el color, que alertan sobre la ilusión, sobre la paz que puede alcanzar una obra en sí misma; en la  fluctuación como hilo comunicante para alcanzar tridimensionalidad cuando se observan los fondos.

Tenía el maestro Borges tiempo sin exponer en su propia ciudad y por ello es que  esta oportunidad es un valioso momento para ver lo que ha estado haciendo fuera del país, apoyado en la computadora, herramienta que lo sedujo por su versatilidad,  con la que viene trabajando en los últimos años.

“Trabajo destruyendo”, por lo que cada paisaje nace de diez o veinte posibilidades que él después une con la extremada habilidad que le proporciona el haber estado toda una vida vinculado al color y al haber dominado todas las técnicas de expresión plástica.

Al parecer el maestro estuvo un tiempo haciendo muchos cuadros que no terminaba hasta que un día decidió no volver a empezar otro hasta completar el lienzo de ese presente. Lo         que hacía era pintar sobre un cuadro, luego sobre otro y así, sucesivamente.

La computadora le permite guardar desde la primera hasta la última versión. Siempre se regresa a las primeras. Es un asunto de esencia, quizás. En la literatura se dice que todo está en el primer párrafo de una obra.

A partir de allí lo que hace es “unir pedazos con otros  pedazos…, soy una especie de arqueólogo”, dice, en esta nueva forma de atrapar el tiempo mientras el cuadro se apodera “de su propia historia”, cosa que la mayoría de los espectadores desconoce y que no se percibe ni siquiera yendo mas allá del trazo, de la seducción casi infantil de las líneas de los colores. Sus obras aguardan un misterio, originado de la forma como fue concebida, a retazos.

La primera impresión que se lleva el público es que es un paisaje alcanzado luego que muchas abuelas se unieran entre si para hacer, en conjunto, una mezcla estabilizada de hilos de múltiples colores, capaces de atraer el mismo perfume de las nubes, recreadoras de imágenes de ensoñación. Cintas de savia conducentes a un final inusitado hasta para la misma memoria.

Pero todos sabemos que sería un lujo demasiado grande para unas artesanas o tejedoras vivir destruyendo, puesto que el tiempo, látigo siniestro, demandaría un interminable ciclo de esclavitud.

De allí que esta poderosa herramienta que es la computadora, con sus programas que muchas veces nacen para fines distintos, cuando los toman artistas consagrados, revelan no solo la fuerza de la mente maestra que los guía, sino una potencialidad que evidencia que no todo está mostrado en el arte, como muchos piensan.

Las piezas del maestro Borges antes de indagar estas técnicas, sobre todo las abstractas, contaban de una rebeldía inusual; un golpe certero a las entrañas de cada hombre y mujer que las veía, generando emociones escudriñadoras de la evolución mental. De la superación, por encima de los obstáculos.

Borges dice que estos paisajes están en su mente. Así lo refleja con sus palabras dentro del catálogo: “Esos paisajes han vivido siempre en miniatura, escondidos de mí. ¿Y cómo pudieron hacer eso? ¡Fácil! Se disfrazaban. Algunas veces detrás del espejo se transparentaban o simplemente desaparecían debajo de gruesas capas de pintura. Se convertían en fantasmas sin que nadie supiera que eran fantasmas, ni siquiera tenían existencia (…) Me convertí en arqueólogo y los desenterré viajando hacia el este y luego hacia el norte, como un marinero loco (…) Así fue que aprendí a mirar de nuevo lo que siempre estuvo conmigo, con ustedes, con nosotros…”

Nacido en Caracas, el 28 de noviembre de 1931, su infancia y adolescencia transcurrieron en los barrios populares de El Cementerio y Catia. Trabajó como litógrafo y dibujante publicitario cuando tenía 14 años,  antes de entrar formalmente en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas. Exhibió sus primeros trabajos en el Taller Libre de Arte, en 1951. Ganó su primer premio en el concurso de pintura joven que organizó el diario El Nacional, la Embajada de Francia y la Metro Goldwyn Mayer, consistente en un viaje a París. Logró permanecer en esa ciudad cuatro años y expuso en el Salón de la Joven Pintura, Museo de Arte Moderno, de París. Recibió el Premio Arturo Michelena, en 1960; el Premio Nacional de Dibujo en 1961 y el Premio Nacional de Pintura, en 1963.

Apenas unos datos de la dilatada trayectoria de este artista venezolano residenciado en New York que sigue trabajando incondicionalmente por el movimiento, chorros de luz de la existencia, paisajes de los que regresamos continuamente, casi sin darnos cuenta (Notitarde, 30/10/2011, Lectura Tangente).- 

viernes, 21 de octubre de 2011

Napoleón Graziani: dinamismo perpetuo

Napoleón Graziani Bressanutti inauguró el pasado jueves la muestra “Dinamismo” en el Tolón Fashion Mall, de Caracas, compuesta por un total de trece piezas colgantes y dos estructuras móviles que dan cuenta del intenso trabajo que ha desarrollado este joven artista que investiga todo lo relacionado con el arte cinético para él mismo ser un exponente cargado de la fuerza emotiva del color y su dinamismo perpetuo.

“He ido despertando” fue una de las primeras cosas que dijo Napoleón para dar cuenta que la intensidad de sus búsquedas lo han llevado ha entender el mundo que tienen sus ojos por delante. Ya no puede ver masa, lo que ve es la perfecta sincronización de un mundo desprovisto de formas, que todo el tiempo va creando, en un proceso interdinámico y evolutivo que da cuenta de todo lo que somos. Es la luz pero también la transparencia. Es el fondo, pero también la orilla. Es la creación óptica pura y lo es también la ilusión.

Lo cierto es que el arte cinético, con un exponente de la talla del maestro Jesús Soto, para más añadidura venezolano, pareciese que no deja para mucho en opinión de los más sesgados. Pero el mundo del arte es tan amplio que la gente que lo toma con seriedad, respeto por los antecesores, indagación continua y muchos estudios logra dar con unas claves importantes en sus hallazgos que les permite innovar y con el tiempo trascender.

Graziani no está apurado en hacer su obra. Lo que busca es alcanzar su propio sello con un lenguaje universalmente conocido. Por ello mas allá del cinetismo el habla de arte dinámico que es en sí la energía de este movimiento que une colores que crean espejismo de otras tonalidades e inclusive animan fuertes matices que no estuvieron en los cromos originales.

También busca calidad. Y de allí que haya atravesado los penetrables de Soto una y otra vez para reinterpretarlo (pedazos de un gran todo) de formas muy disimiles, ambiciosas algunas, mas sencillas otras; hasta lograr, inclusive, una pieza homenaje al maestro nacido en Ciudad Bolívar, que es una especie de penetrable virtual, en el que invita al publico a colocarse unos lentes y jugar a esa dimensión de hombre-tiempo-espacio, agregándole el vacío.

La mente de este artista cuya muestra estará hasta el 13 de noviembre de este mismo año está algo cansada. Es mucha la energía que requiere la mente para jugar un rol dentro de la cosmovisión del universo a la que invita el universo. Para que se tenga una idea, Graziani trabajó alrededor de dos años en una pieza que apenas concluyó hace unos días. Es una obra grande, de un metro por 50 centímetros de alto por más de dos metros de ancho llamada Gran Vibración Disonante.

“Conceptualmente he avanzado más, ahora tengo que compaginar la producción” dice, aunque la labor de quienes son constantes en el arte puede facturar sorpresas. Es decir, la satisfacción solo puede hacer respirar al artista cuando siente que ha completado el todo, y ello puede tardar más tiempo del previsto.

Otra pieza, de la serie Armonía Dinámica, la tercera, atrae de particular forma porque además del color aditivo que se genera por la forma de usarse los tonos primarios o las diferentes gamas, el uso de los bastoncillos, conos y células hacen un despliegue tan oportuno e intenso mientras el espectador va pasando frente a ella que cobra fuerza la idea de Graziani, porque el dinamismo visual se apodera de este arte, que casi siempre invita a tocar o husmear por los alrededores para descubrir el truco que no es otro que la habilidad de usar los recursos de siempre con otras concepciones.

Seguro está de que “lo que produce la mente es arte” de allí el inmenso trabajo de todos los hacedores por convocar en sus ideas en las piezas que luego pueden comercializarse.

Aparte de tener muchas satisfacciones con exposiciones internacionales tiene el llamado de la galería de Arte Nacional para exponer allí pues a juicio de Juan Calzadilla la inquietud de Graziani, unida a años de investigación y labor silenciosa, revelan a un artista integral, ganado a la fuerza y perseverancia en el arte.

En 2008 ganó el Premio Robert Gumbiner, que lleva por nombre el del fundador del Museum of Latin American Art (MOLAA), reconocido espacio de fomento de los noveles artistas. Tambien estuvo en una colectiva por tres meses en Naples, Florida.

Tiene programado para el primer trimestre del 2012 una exposición en la galería de El Impulso, en Barquisimeto.

Lo bonito de gente como Napoleón Graziani es que aunado al talento se une la sencillez y el esfuerzo. Y toda la explosión de magnetismo, luz y color de su obra, espejismos que logran difumar el mundo y atrapar el contacto con la creación

jueves, 13 de octubre de 2011

José Cestero: escenario de luz

La calle muy vigilada. En casi todas las esquinas del casco antiguo y el boulevard El Conde hay un par de policías. Por ello quizás República Dominicana tiene fama de segura, aunque sus habitantes admiten que ya no lo es tanto.

Tiene tantos contrastes, pobreza y riqueza extrema, que todavía cuando me preguntan que si es verdad que por allí la gente se la pasa cantando y bailando en casi todos los lugares, la afirmación sale espontanea pero imperceptible, como lo es también lo mucho que por allí se vive sin ningún tipo de misericordia.

En esta tierra se siente el contraste que se vive en casi todos los países latinoamericanos sólo que aquí es como fluctuante. Hay tanta energía en esta isla La Española, dividida en dos, que a veces los días de calor intenso son tan parecidos a los de cielo encapotado, que no se entiende muy bien el destino, de Haití y Dominicana, aunque para muchos sea fácil deducir cuál tiene más suerte entre las dos islas.

Alrededor de treinta y cinco puntos de interés colonial dominan el paseo dedicado a los turistas que desean ver toda esa vidriera de piedras que en su mayoría están conservadas por pura calidad de los pedruscos que formaron una gran muralla para defender a los habitantes de piratas y ataques de cualquier tipo.

Fortalezas que tienen espacio también para esconder abandono. Dejadez. Nada nuevo en rincones que nadie parece querer.

Por supuesto que todo este panorama nada tiene que ver con el verde esmeralda del mar, las imponentes villas y todo el lujo que se vive allí, en los lugares más deseados por los turistas, los que no pueden escapar, no obstante, del conjunto de trabajadores informales dominicanos, que aunque bien organizados y muy bien identificados, colman las playas para ofrecer todo tipo de mercancías. Desde caracoles hasta masajes. Langostinos, besos y sexo cash, sin ningún tipo de financiamiento; ofrecidos hasta con cierto descaro. ¡Así será la crisis de los más pobres!

Pero a la par de toda esta mala propaganda que podría ser la descripción de este lugar que igual se termina amando y entendiendo, las razones de saber que somos parte de la misma historia, pues apenas nos separan azules y olas de cresta blanca, lo curioso es descubrir que entre esa fisura, de lo antiguo y lo nuevo, hay enormes potencialidades por descubrir. Seres humanos enormes, andando con sus diminutos pasos por cada ladrillo, pavimento o arena vieja que pisan allí. Porque las playas allí son más longevas. Están cernidas de forma más compacta y tienen añejo sabor salobre.

De esta forma, el restaurador y artista plástico John Padovanni nos presentó al artista dominicano José Cestero, quien se encontraba tomando un café y fumando cigarrillos.

Vestido con una guayabera que allí se llama chacabana, un pantalón marrón claro y con el sombrero típico blanco con cinta negra, un poco gastado por el tiempo y el uso, con sonrisa y amabilidad fue esbozando un poco lo que él hace desde hace ya bastante tiempo. Antes, inclusive, de 1954, cuando se graduó de artista si es que acaso alguien lo que logra es obtener un paso más en el complejo y maravilloso mundo del arte, que nunca acaba, que siempre crece.

Con una mirada entre pícara, gastada pero igualmente acuciosa, gestualmente estuvo hablando del inmenso parecido que tiene República Dominicana con Macondo, el pueblo que Gabriel García Márquez inventó en Cien Años de Soledad, aunque mucho después él dijo que era Aracataca, aunque todo el que lo visita sabe muy bien que no es así.

Cestero se ha dedicado a lo largo de su muy extensa y fructífera obra a pintar personajes comunes de la zona colonial de Dominicana. Vivos o muertos, lo cierto es que en su obra alcanzan una imagen fantasmal porque allí bien se siente el vaho de los espíritus que al parecer intentan pasearse como antaño. La vida parece tener un anclaje difícil de borrar.

También desarrolló paisajes y su obra se vende muy bien, tanto que le permite vivir tranquilamente, con la serenidad de saberse un hacedor constante, con humildad y orgullo, a la vez.

Pero tiene pendiente una exposición en la que él conecta esos dos mundos. El colonial de Dominicana y el de la ficción del premio Nobel. Con picardía va comparando personajes de aquí y de allá, en su conocimiento tanto de su historia, de su arte y de la obra del mismo escritor colombiano.

Las sandalias que lleva puestas Cestero están manchadas de oleo. Colores diminutos, salpicados que ofrecen el hermoso escenario de luz que deben ser sus manos, ejecutando, buscando la paleta gruesa y pesada de tantas pastas y tubos mezclados. Así de infatigable está a su edad.

Observa como los hombres vividos miran al mundo: con cierta deslealtad. La necesaria para escapar de las formas sociales, de las hipocresías, de las bajas aspiraciones que algún día corrieron por las venas.

Con José Cestero nos reivindicamos con República Dominicana. Su piel si está curtida por la estrella que es la vida (13/10/2011).-  

viernes, 7 de octubre de 2011

Relato con suero

Cita médica a médicos no convencionales. Para enterarse, sin asombro, que cada cosa que pasa con el cuerpo es un circulo vivido: sabemos tan poco y olvidamos tanto, tan a menudo, que hasta se empieza a filosofar de los trasfondos de los océanos que una vez llegaron aquí desde planetas lejanos, para enseñarnos que todo es un sistema tan inteligente, tan sabiamente concebido, que rotulamos sin apreciar la magnificencia que nos envuelve, que nada tiene que ver con el abultado ego que mueven a unas cuentas conciencias del planeta, que de conscientes nada frente al ser humano, mucho menos cara al universo.

Pero toda esa vastedad se rompe cuando la realidad marca a una aguja  introduciendo un nutriente suero que va a recomponer el desajuste energético de los órganos vitales del organismo,  igual de perfecto que el espacio sideral, pero que va sufriendo cortocircuitos a punta de tanta ignorancia al momento de alimentarse y de vivir en este desvivir que a veces es la cotidianeidad.

Y allí, en el Centro de Salud Natural, aparece Tibi, diminutivo de Tibisay, porque en lugares así cuando una no tiene mas remedio que ponerse cariñosa, y someterse a una cura porque de alguna manera nos hemos portado ¿mal? con el cuerpo. Sólo queda una cosa: respirar profundo, inhalar, exhalar y mirar hacia la televisión que entretiene bastante cuando se está indefenso, con los brazos extendidos, pero sin hacer ninguna comparación religiosa.

¿Duele? ¿Arde? Destrezas de especialistas. Todo duele, arde; pero hay que aguantar; por la salud. A la final, cuando se siente el resultado, nada inflamó y el dolor ya es parte de la prueba victoriosa, superada.

Después explican, dentro de los estudios de la homeopatía y las terapias alternativas, que dentro del cuerpo cuando las cosas no andan bien ni marchan como deberían, los órganos van jugando a Al Capone. Cuando el hígado no tiene la suficiente energía para funcionar le roba a otro órgano fuentes de vitalidad y, este a otro y, así, sucesivamente.

¡Con este cuadro de maleantes internos hay que buscar el Nirvana!

Comer sanito sanito. Verduritas. Cosas verdes. Muchas fruticas. Frutotas. Cero azúcares. Adiós coffe, aunque realmente hace tiempo que lo alejamos de nuestra vida. Pero llevamos años sabiendo todas estas cosas, pero así es la prisa, la vida empaquetada, fugaz, sin tiempo casi de disfrutarla, que va devorando horas; con sol radiante o escobilla de lluvia renovadora.

Todo el equipo médico trabaja con entusiasmo y diligencia. Las horas allí derivadas se transforman en salud, el sistema va restableciendo todos los circuitos, la energía va saliendo a punta de tratamientos que requiere algo de dedicación y paciencia, aquella que se incumplió por pretender hacernos creer que hay cosas más importantes que la fortaleza de estar y sentirse bien.

Cuando Al Capone y sus gánsteres comienzan a desaparecer y ya no hay robos ni atracos dentro del cuerpo se siente una placidez y una renovación tan buena y justa con la vida que todo empieza a moverse hacia la vitalidad misma.

Conversar también ayuda allí mucho porque entre los pacientes tiene que establecerse una complicidad especial. Allí se entera uno de historias que van rondando el encuentro de un ser humano con otro; las dolencias no cuentan; conocer, aprender y comprender al otro es uno de los asuntos más necesarios para continuar. Un proceso de socialización corto porque hay que tener mucho mas tiempo para alcanzar mucha mayor profundidad en las relaciones, pero compenetrado con la misma realidad nacional: tenemos los venezolanos tanta experiencia de vida, tanta intuición frente a los sucesos y los hechos de la realidad; tanta fuerza positiva a la hora de enfrentar lo que venga, que bien vale la pena renacer en la mirada del mar Caribe que nos envuelve.

Y mientras las vitaminas y los minerales van transformando la fuerza interna de cada quien hay un montón de terapias que van ayudando a reprogramar el cuerpo. Y se puede hacer, cuidando los detalles posteriores que tienen que ver con la buena alimentación. Una Vez más.

Agradecida estoy con el doctor Raúl Bozzone, y su grupo, la doctora Alicia, y Marina, quien a decir de una paciente “parece un personaje salido de la mejor película clásica”, por su forma tranquila, llena de gracia, humildad y sabiduría, a la vez”. Con Noemí, las dedicadas jovencitas, medidoras del tiempo y sus presiones, y por supuesto con Tibi, a quien felicitamos siempre por sus pinchazos. ¡Qué ironía!

El hampa abandonó nuestra humanidad (07/10/2011).-