domingo, 2 de febrero de 2014

Desambiguada


Tan equivocada que pensé que era siniestra.  Allí estaba expandida cual flor de loto en el medio de un jardín que figuraba tierno pero no lo era. Es el parque mas idílico que he visitado y fue en pleno invierno en Omaha; el agua helada colaba hacia el lago que ya estaba congelado pero por alguna y caprichosa razón ese pequeño cauce no lo estaba y era blanco, repleto de verde, atascado de amarillo y algún excéntrico rojo bordeando las piedras que lucían jugosas, aquella tarde en que no tenía ningún problema en quitarme la ropa y sentir la nieve entre mi piel.

Al encender la hoguera estuvimos tratando de retener la imagen. Imposible. Su lenguaje estiró lo incomprendido.

La habitación del hotel gemía en uno de los peores inviernos que azotaron en sesenta años y pese a todos los pronósticos, los tres, nos cobijamos en la orilla de la ventana. Prohibido salir. Eso era lo que más queríamos.

Y lo hicimos, siempre, a la mañana siguiente. Cuando el sol medio, o medio sol, o esa cosa desprovista de luz que enceguecía apenas se asomaba, permitía ir a calentar el vehículo que tardaba alrededor de media hora en encenderse, mientras alborotábamos a las escasas ardillas del lugar y veíamos, el estupor, de quienes de seguros ventanales nos percibían como locos latinoamericanos; tal vez árabes; incestuosos de alguna que otra orilla.

Los tres éramos felices. Ataviados con chaquetas, con el gusto de sacárnoslas y dejar ante la luz de la nieve las pieles que nos recubrían. Desnudarse era el atroz deseo de la caverna. No lo podíamos hacer pero liberábamos los tejidos hasta tener fino contacto con el frío.

Jamás entendí por qué vivían apartados. Allá los nativos.

La nieve tiene un paisaje manso por eso muchos se refugian en las salas de cine que tienen de veinte en adelante a dispararse la ilusión cantada.

En ese momento era el estreno de Titanic. Tres horas de drama, más frio y la mayor alforja de cotufas.

Los primeros planos se me hicieron planos y vi la vida desde los pies colgantes del mar lento de la Antártida.

Abracé a mi esposo. Los dos, con todas las fuerzas, a nuestro hijo. No volvimos a salir al invierno y yo lo lamentaba mientras preparaba café en la pequeña habitación y miraba por la ventana como esos diminutos, hechiceros, y hasta artísticos copos de nieve eran capaces de almacenarse en metros que no dejaban cruzar hacia la otra orilla.

La soledad del frío era intensa. Nadie caminaba por las calles anchas y blancas, con apellas rayas sucias por los cauchos de los automóviles y camiones.

Todos estaban refugiados en lugares cálidos. Librerías, bibliotecas, aulas, restaurantes, tiendas de pan, lavanderías, cines y los más diversos lugares que servían de refugio.

Pero empecé en este relato con una figura distinta al recuerdo.

Tan equivocada que parecía siniestra.

Así de básico es todo esto.

A lo largo de la vida conocemos gente que anda por allí desambiguada si es que esta palabra existe y la acepta el diccionario.

En la polifonía de los caracteres llegó esa trufa inminente de obstáculos que se cruzan en el camino cuando el reacomodo intenta ser feliz.

Todo lo que rompe duele.

Todo lo que se acerca y es permitido tiene consecuencias.

Todo lo que miro en el día de hoy que fue sin ser es asquerosamente la imagen del duelo del destino.

No importa nada. Vendrán siempre a robar.

Y todo importa, pero la clase estuvo mal instruida.

Lo que pervive es el buen recuerdo, la nieve, ese manto de agua que venía y se iba sin detenerse. Que quería nuestros cuerpos pero fue incapaz de asaltarnos porque había un respeto de luz, sin tachadura, sin mordedura; con todo el alivio de sabernos eternos.

Ciertas calles del centro respiraron al Lejano Oeste pero la nieve se encargó de sepultar el dolor, todas las veces que éste se levantara e intentara persuadir a los distraídos.


La música se detuvo: supimos que las ardillas son puentes entre el sol y el río; que es mentira la eternidad del deseo porque este jamás sobrevive y que el amor, sin distracciones, tuvo Nevada adentro fuente reservada (Lectura Tangente 02/02/2014, Notitarde).-  

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