domingo, 7 de septiembre de 2014

Sobrevivir

Silvana siempre me pareció un nombre extraño para aquella mujer que era tan callada. Pero nada dije a quien me habló bien de ella e inclusive vaticinó que íbamos a ser grandes amigas. Todos los que sabemos lo que es la amistad entendemos que allí impera la ley del mínimo esfuerzo. Si se da, se da y, si no, ¡gracias al universo!, de lo que me salvó.

Porque todo ocurre y todo deja una enseñanza, le encontré un día de esos una explicación a ese nombre y a esa personalidad.

Resulta que en el trópico estamos demasiados embriagados para enderezar la proa. Si se vive cerca del mar se encuentran tantas cosas por las cuales celebrar que el asunto se torna a veces inconmensurable. De nada sirven horarios, fechas, pautas: hay una hora en que todo se desmiga, se esparce.

El otro día, sin más, en el conjunto de temblores que hubo en este país, y no estoy hablando con metáforas, sino de los seísmos suaves  de  tierra, esos sustos que agarran a los hombres -una vez más- dormidos; pero que jamás engañan a las aves y animales de dos y cuatro patas, el olor del mar era tan profundo que todos hablaron de ese movimiento que tuerce la arena para devolverla más fría que de costumbre erizando a los marineros.

Pero Silvana ciertamente no era una mujer de mar. Era del llano. Sumamente rara. Artista. Silenciosa como gata. Aunque su hermana me dijo que era débil como polvorosa. ¡¿Por qué existirán hermanas así?!

Su hogar estaba intervenido. Afortunadamente no por la justicia, que no existe, sino por ella misma que había pintado todas las paredes, todos los porrones y jarrones que se lo permitieron, aunque uno de la Dinastía Ming estaba luchando por su totalidad.

Por la misma razón que todos entré al baño y quedé impactada. Allí elladio lo mejor de sí. No había losa ni de las paredes ni del piso que no tuviera parte de sus entrañas: para un buen artista, ellas son el alma de la creación.

Al quedar tan abismada por el colorido, las líneas, la fuerza y el conjunto de expresividad, di un paso y deslicé la puerta de la ducha. El espectáculo fue aún mayor. Lo colores cálidos se convierten allí en fuego puro para contrarrestar la claridad del agua. No pude aguantar. Abrí la ducha intentando mojarme lo menos y pude admirar la maravillosa conjunción que allí se creaba entre las fronterizas dimensiones de lo pintado.

Cuando salí realmente tuve que observar a Silvana de diferente forma. Fue entonces cuando me llevó al patio donde también estaba su taller. Allí descubrí su mundo y después supe que a pocos invitaba a conocerle.

Ninguna piedra era reconocida como tal. Todas tenían formas del más allá, por decir algo que ni sé. Muchos círculos, mucha agua y humedad en forma de pintura: caminos, una religiosidad desconocida en signos; los elementos de la naturaleza que conocemos esparcidos y diría que detenidos en una escarcha suave que se sostenía en el aire sin que entendiera muy bien cómo lo había hecho. Tampoco se me ocurrió preguntarle.

Dentro de todo el conjunto había como una zona del mismo patio más artesanal en la que había construido una montaña con montones de posibilidades y allí, con la ayuda de la tecnología, había un pueblo muy particular en el que se reproducía la luz del día y la oscuridad de la noche, ambos, con sol, luna y estrellas.

Había que quedarse un día allí para observarlo en su totalidad. Ella además de hablar muy poco es algo lenta, con movimientos como estudiados, aunque no tengo la menor idea de que sea así.

Como ya era algo tarde pude ser testigo del paso del atardecer al anochecer y puedo decir que fue bastante mágico porque además el cielo no era oscuro era realmente violeta profundo y la cantidad de luces que simulaban ser estrellas despertaban una nueva conciencia. Así lo sentí.

El pueblo tenía todo lo que los nuestros tienen: plaza, iglesia, calles, casas, estadio de béisbol, cancha de fútbol, un tren que hacía un recorrido distinto: hacia adelante y luego hacia atrás.

No me pasó desapercibido. Creo que hasta me dolió. Entendí entonces que los recorridos son así en todos los lugares del mundo sólo que hasta ese momento no lo había reconocido como tal.

Me llevó a su taller, allí estaban instrumentos, pedazos, recortes, pinturas dentro de un ordenado desorden. A Silvana tampoco la estaba entrevistando como para que me contara cosas que en otros momentos habría preguntado. Dejé que las incógnitas hablaran y muy adentro contaron mucho del universo que hay que inventar para poder sobrevivir (Notitarde, 07/08/2014,  Lectura Tangente, imágenes :  felizenbrazos.wordpress.com).- 


http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Sobrevivir/2014/09/06/351607

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