Caminé al lado de Raúl
hasta que decidimos sentarnos en unos bancos cerca de la panadería. Habíamos
comprado café sin leche. Él lo pidió “negro fuerte” y yo un simple guayoyo que,
por aguao, tuve que mandar a hacer en varios intentos.
¿Será que el asunto lo
tenemos mal enfocado?, le pregunté ante todo lo sucedido minutos antes. ¿Será
que tenemos que ver la cosa de otra manera?
Me hizo un gesto
afirmativo con la mirada pero su voz quedó amparada en el sorbo corto, con espacio
sólo medido por el gusto de saborear el intenso aroma del grano mestizo entre
su boca y garganta.
Abrí entonces ese compás
de espera, sus ojos lúcidos se apagaban por momentos. Me puse a contarle las
miradas por mi interpretadas de las personas que lo veían cuando les habló
buscando algún tipo de reacción. Sorpresa, burla, sueño, admiración, fastidio.
El poema demasiado común.
- Como
alumnos, me dijo, resumiendo las palabras. Nos reímos.
Se le había pasado el
efecto del mareo, tenía ganas de ir a acostarse a su casa pero estaba de allí
lejos.
- Respondiendo
a su pregunta le puedo decir que sí, estamos viendo el asunto desde la
perspectiva equivocada pero no por equivocarnos en ello debemos dar nuestro
brazo a torcer.
Me puso varios ejemplos
pero sentí que ninguno era demasiado trascendental. Raúl es un hombre con las
ideas esclarecidas que la vida le ha otorgado a través de las experiencias. Me
repitió esa nefasta necesidad que tenemos
todos de encontrar soluciones mágicas lo cual pregona la falta de compromiso
hacia la ¿potoca?
- Ella
es todo lo importante que uno va encontrando en la vida. Cambian las
circunstancias más no su nombre. Mi hija, ya fallecida, era mi Potoca. Después entendí
que el mar también lo es, así como el relinche de esa yegua brava que yo tenía
cuando muchacho. Al amanecer ella me despierta y me guía en las horas. Pero,
volviendo a ese tema, aquí entre nosotros los venezolanos hay un desespero que
yo no entiendo ya… por eso es que me siento quizás un poco más viejo de lo que
soy. No hay plata que compre mi ser… mi tranquilidad… mi dignidad. Estoy
cansado de escucharle decir a un nieto que con nada de eso compra en el abasto,”
mucho menos pagar al prestamista”, me desafía. Mi nieto está equivocado pero yo
no puedo vivir la vida de él ni la de nadie… y es verdad que nadie aprende en camisón
ajeno…
Cuando le insistí en el
enfoque me dijo que la Potoca brilla y nosotros la manchamos con la oscuridad
de nuestros actos y palabras.
- No
quiero decepcionarlo… pero todo esto es un cuento viejo… una historia de nunca acabar…
Por dónde empezamos… Ya ni siquiera se trata de la educación de unos pocos… se
trata de todos… en este mar de egoísmo latente…
- ¿Y
es que acaso lo que usted me está diciendo es algo nuevo?
Nos reímos como si hubiésemos
emparejado alguna apuesta.
- ¿Usted reza?
- Nunca…
no se sorprenda… yo lo que hago es silbar… aquí donde estoy, hablando con
usted, tengo mi propia melodía en la cabeza…
- ¿Melodía sólo para usted?
- Muchos la han escuchado… esa no es su
voluntad. Es mi rezo, si usted así lo quiere llamar… Ella a veces se hace
corta, otras dura varios días. Es la petición descarnada al universo. Depende
de mi ánimo: hoy lo tengo un poquito golpea’o porque lo comencé débil, con la
misma necesidad de salir corriendo que tienen todos… ensuciando a la Potoca.
Ser acercó el momento de fluir.
Supe que en algún momento me llegaría su melodía (Notitarde, 31/05/2015, Lectura Tangente).-
http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Silbo-fluyo-y-II/2015/05/31/522803
http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Silbo-fluyo-y-II/2015/05/31/522803
Obra: http://www.mirartegaleria.com