Me lo dijo Víctor al
mudarme: vas a vivir en una esquina caliente.
La reminiscencia de esos territorios caraqueños conquistados por lo
sádicos de turno, asomó en la memoria en esas asociaciones del pasado que
intentamos, pero no podemos evitar.
Todas las noches, de lunes
a viernes, se reúnen en esas cuatro esquinas hombres y mujeres que salen de un
antro que no debe ni tener veinte metros cuadrados, donde bailan y beben, y por
las consecuentes visitas de la policía, despachan algo más.
Desde el piso
(apartamento) no se escucha nada y tampoco estorban las luces azules de las
redadas, ni las vociferaciones por las peleas y los ariscos que no son capaces
de ser controlados ni por sus colegas; ni las necesidades fisiológicas que son
vaciada en las calles sin ningún tipo de rubor, entre los coches aparcados,
porque los servicios de limpieza en Madrid son muy eficaces.
Vemos como las cuadrillas
de limpieza muy temprano hacer su labor mirando de reojo, con algo más que
desgano y asco, a los hombres y mujeres que se abrazan o no se ponen de acuerdo
para terminar de irse a sus casas, cuando ya ha asomado el sol por las calles.
La droga legal genera
precipitaciones alucinantes en el trance de la noche vaciada.
Hoy al salir vi a un chico
en el portal con su grupo patota de tres
o cuatro, con chicas ligeras de ropa que tenía pintada una media luna rojo
carmesí desde la comisura desde los labios hasta la mejilla.
Me acordé del Guasón
aunque la mujer que estaba a su lado no se parecía en nada a Batichica: se me quedó
mirando. Para ella, la enajenada era yo
Pero lo mejor de todo vino
después: en la cafetería donde terminan yendo muchos de los trasnochados a
despejarse con un café, desayuno, o seguir tomando cervezas, estaba un hombre sentado intentado demostrar
que todos sus sentidos estaban intactos. Lo delataba el licor servido y el
juego de las piernas al levantarse de la silla, agarrándose de la mesa, simulando
tener más equilibrio del requerido.
Fue a pedir algo a la
barra y llevaba puesta una llamativa franela con la imagen del Che Guevara y su
icónica foto viendo de lado, con la altivez, la estrella y la boina.
El hombre regresó con un
vaso de leche que puso al lado del de cerveza.
No me quise quedar para ver
cuál era el que se despacharía primero.
Me fui a votar y esa fue la mejor imagen del
día en el que se celebraban las elecciones europeas: los políticos hacen que
estemos tan perdidos como ese hombre, exhibiendo inextinguible y confuso ídolo,
combinando vasos de leche con cerveza.
Foto: https://revistacontraportada.com/archivos/6695