A los niños les enseñan muchas cosas y quizás la presión que se ejerce sobre ellos es más dura de lo que ellos pueden soportar. Enseñarlos a desaprender es una tarea más bien adulta. Por ello quizás las actividades para que aprendan a ser libres y puedan ser ellos mismos a través de cotidianos instrumentos son bienvenidas en un sistema que juega mucho a convertir todo en tieso cartón.
Lucy Sosa viene de una familia donde hay muchos educadores y trabajadores sociales. Se graduó en la Universidad Southwest de Texas, cerca de Austin, en dos carreras que casi realizó simultáneamente, de diseño interior y bellas artes. Después de casarse y separarse, con niños de 2 años y 8 meses de nacido, decidió venir a Valencia porque pensó era una ciudad mas amable para cumplir con la tarea de educar a sus hijos. Sus comienzos estuvieron relacionados con el diseño de interiores, proyectos tanto individuales como colectivos.
Cuando el sector de la construcción, años atrás, en 1999, comenzó a mermar, su hermana Luisa de Galavís, directora educativa del preescolar Niños en Acción, le solicitó dar un taller de dibujo en verano, nació la idea y el método Aprendiendo a Observar que ha ido perfeccionando con la experiencia, presentado en el Encuentro de la Teoría a la Practica, de la Organización Imaginación y Educación, Grupo de Investigación, que se realizó en julio del 2006 en Vancouver, Canadá. También se desempeña como maestra de arte.
¿Todo comienza por cómo atender las tareas de dibujo de los escolares?
Si un niño no sabe lo que es la línea y no le han enseñado a leer las líneas de las formas no va a entender que el dibujo es una composición de rayas de lo que estas observando. De esta manera comencé por una desconstrucción. Generalmente no se tiene idea de cómo la tridimensionalidad llega al papel. La conexión es la línea y la capacidad que se va a desarrollar para leerla. A todas estas, la estética no tiene nada que ver con el comienzo porque dentro de esa interpretación es donde yo me fundamento para darle motivación y reforzar el hecho del dibujo y se elimine el temor de "yo no se dibujar".
¿Por dónde comenzó?
Basándome en el método del palito o rama seca que representa la línea les pido a los niños que la planten en el papel. Se les dice, no la vas a calcar, no la vas a medir. El primer ejercicio es ese, el de separación, representar esa línea que es la ramita en el papel. Con una descripción verbal. Mientras esa parte del cerebro se reactiva los niños pasan como dos minutos en los que puede pasar cualquier cosa: Suelen manifestarse todos los esquemas de la inseguridad que despierta ese ejercicio tan simple.
¿Con cuantos niños ya ha trabajado?
Más de mil 500, incluyendo todos los de la zona sur.
¿Se repite en casi todos el mismo comportamiento?
Son muy pocos los que van directo a hacer lo que se les pide. Lo importante es que se aprenda que de la propia capacidad de observación se puede ilustrar. Es una especie de vacío al que se le brinda un puente y ese palito da comienzo a la relación con la línea. De allí paso a la hoja de un árbol, su contorno y todas las posibilidades de esa lectura. Allí ocurren muchas cosas: Quienes no les quedan nunca perfectos y los que tienen un talento que ni siquiera sabían que lo tenían. Pero sobre todo la confianza en si mismos que los ayuda a continuar practicando. De esa hoja pasamos a un vaso, para hablar de la tercera dimensión. De esta manera comienza un proceso que yo he simplificado en "Aprender a leer líneas".
¿Cómo fue englobando el método?
Los llevo a que entiendan que con esa herramienta pudieran dibujar, primero sus tareas, y luego que cuenten con ella como expresión gráfica para manifestar lo que deseen. Dibujar lo que sientan.
¿Fijó métodos de comparación entre alumnos venezolanos y extranjeros que comparten experiencias en Niños en Acción?
Si, por ejemplo, en Nueva Zelanda, nadie aprende a leer antes de los 7 años. Van al colegio a hacer muchas actividades pero no están interpretando un dibujo con respecto a una letra o un grafismo con una letra; ni nadie te está diciendo que tienes que saber leer ni esa es la demanda. De esta forma nos dimos cuenta que los niños extranjeros, con los que he estado en contacto, tienen otra visión, mucho más espacio para su expresión porque hay que recordar que el grafismo es anterior al lenguaje.
De ahí la espontaneidad que no observabas en los dibujos de los niños venezolanos...
Porque no habían sido perturbados en su proceso, no eran cuestionados. No tenían ni ellos, ni sus padres ni sus maestros una expectativa porque ellos hasta esa edad tienen libertades... Lo que sucede es que en nuestro sistema educativo el enfoque está puesto en que el niño aprenda a leer y escribir y luego a sumar y restar...
¿Estamos hablando también de que este proceso es vinculante para la lectoescritura?
Ese ejercicio de observación es otro puente para el proceso de lectoescritura. Porque no es lo mismo que rellenes y aprendas a completar y que con tu propia capacidad pongas algo en el papel sin ninguna guía de ningún tipo. Esa independencia es la que te va a hacer aprender y esa confianza interna te puede ayudar en todo lo que tú te propongas.
Aunado al dibujo libre hago sesiones de cinco minutos máximos de observación de los planos vertical y horizontal, sencillos.
¿Cómo comienza a expandirse todo esta experiencia con las comunidades del sur?
Cuando empezamos a ver resultados y cuando sentí la necesidad de conocer más allá la realidad del país ya tenía en mis manos este método por lo que los llevaba de dibujar a observar e imaginarse para plasmar, sin intervención de nadie. La idea mía también ha sido que aprendan a entender que lo que ellos creen que no es fácil puede serlo. Entrar al dibujo lo reduje a leer líneas. No todos tenemos habilidad, pero dibujar lo puede hacer cualquiera.
¿Fue de allí donde nació la exposición de alrededor de 250 niños?
A través de la Ruta de la Cultura de la Fundación para la Cultura de la Alcaldía de Valencia, en la época que estaban desarrollando el Festival de las Artes, toda esa contribución a la cultura de la ciudad, de verdad verdad, hizo que comenzara con las diez comunidades, Bella Vista, Freddy Franco, Las Flores, Santa Rosa, Santa Inés, Alexander Burgos, Brisas del Aeropuerto y casas hogar, en patios, templos evangélicos, y canchas de bolas criollas, comenzamos con esta actividad que involucró a alrededor de 500 niños y que concluyó con una exposición que realizamos en el Parque Recreacional Sur. Yo quería que la gente se concibiera como parte de todo, que ellos sintieran la experiencia completa y que formaban parte de esto. Fue una convocatoria importante, se les entregó certificado y en total hubo un montaje de 365 dibujos que fueron clasificados por comunidades.
¿Qué puede decir de la violencia de la zona sur?
Entrar allí, en esas comunidades y vivir allí, es entender que todo lo que sucede gira en torno a una dinámica que incluye a la violencia como una de las más importantes.
¿Cómo fue su experiencia en Canadá?
Fue de total sorpresa. Me encontré con los grandes teóricos del mundo. Hice allí un curso para maestros. Conocí a Kieran Egan, (creador de la pedagogía imaginativa y autor, entre otros, de libros como de An imaginative approach to teaching) y a otros muchos expertos de Brasil y México. Entablé muy rápidas relaciones y mi experiencia, de haberme atrevido a conocer mi propia nación, me dieron las bases para saber que los proyectos de nosotros, de los latinoamericanos, son muy parecidos porque los tenemos que llevar a la práctica porque tenemos que involucrarnos con nuestra gente. Para ellos nuestra realidad es muy lejana. Ellos están muy bien organizados. Ellos viven en un mundo a salvo y nosotros estamos peleando por construir algo a salvo, con todas las dificultades que implican.
¿No quiere hacer una especie de curadurías de los trabajos de los niños que cargas siempre bajo el brazo?
Es mi sueño porque hay una etapa de los niños que es algo intocable y mágico. Ello ayudaría a los artistas plásticos jóvenes a refrescar y olvidarse de la rigidez porque pienso que el arte es más expresivo; no es tan egocéntrico, es más espontáneo.
Conmovidos con la experiencia de mes y medio en los barrios al sur de Valencia quedaron todos los asistentes que escucharon la exposición de Lucy Sosa en la humana Vancouver. Uno de los dibujos expuestos es una hoja dividida con los tres colores de la bandera: La franja amarilla es la más delgada y la roja es la más gruesa. En la primera dice, con letra de una niña que lleva pocos años escribiendo: A pesar de tener tanto oro... Sigue en la franja azul: y contar con dos mares... Concluye la roja: No sirven para dejar de derramar tanta sangre (Notitarde, 07/04/2007, Confabulario).-
Hola
ResponderEliminarTe invito a visitar mi blog: http://www.ambigramania.blogspot.com/ donde encontrarás un tipo de arte no muy conocido pero bien interesante. Espero te agrade.
Cordialmente,
Alberto Portacio Apicella