Luis Pérez Valero llegó con su guitarra. La desenfundó. Hizo unas breves notas de calentamiento, suaves y sutiles que ofrecieron la clara visión de la amalgama entre él y el instrumento. Después comenzó una pieza de Miguel de Falla, con los acordes moros inconfundibles y el embrujo que todavía se siente en sus piezas.
¿A qué está dedicado en la actualidad dentro de la música?
Dentro de la dirección de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música de Carabobo hago énfasis en las nuevas tendencias musicales del siglo XX y lo que está empezando de este XXI, que tienen que ver con lo que un día se llamó vanguardia o experimental. No necesariamente todo este tipo de música tiene que ser extraña o ajena. A veces se utilizan ritmos folclóricos o elementos afrocaribeños. Es una conjunción de mezclas muy sincréticas, que es algo que estamos viviendo hoy en día con todo esto de la globalización.
¿Por qué se siguen escuchando todavía a los grandes clásicos?
A nivel mundial tenemos la tradición en la música académica de ejecutar compositores que han permanecido en el tiempo, como Mozart y Beethoven, pilares fundamentales que hay que estudiarlos, porque a raíz de ellos se crea toda una tradición.
Sin embargo está haciéndose énfasis en la difusión de música de los compositores, tanto de mi generación como de la pasada. De los nacidos de 1950 para acá. A los nuevos compositores hay que darles un espacio y eso ha sido el punto de apoyo en que se ha dado toda una generación de compositores al cual pertenezco.
¿Por qué es importante un Conservatorio de música?
Porque se encarga de mantener la tradición de la música, en este caso, el de la música occidental, centroeuropea.
¿Quiénes reciben clases en el Conservatorio de música?
Niños y adolescentes que reciben las materias fundamentales para cualquier interprete, para entender y comprender la mente del compositor, las herramientas que utilizó para proponer su obra. He hecho énfasis, con mis alumnos, sobre todo, diciéndoles que la principal vertiente que hay que abordar es el siglo XX y XXI, porque es una música que es muy ajena. Se mantiene siempre la tradición de la música centroeuropea, pero se presentan dificultades cuando se les confronta a nuevos lenguajes. Ello se comprobó con el concierto que se realizó la semana pasada en el Anfiteatro de Bárbula, de compositores vivos, donde los alumnos pudieron compartir con Luis Ernesto Gómez y Ricardo Teruel, quienes han dado pauta en Venezuela en los últimos años.
¿Cómo es el trabajo del compositor sumergido en la globalidad?
Hay dos momentos importantes: Cuando se aborda la composición musical, viene algo que puede llamarse inspiración o algún referente externo que agite la necesidad de expresarse. El otro componente es el técnico, con el que uno siempre va a trabajar.
Que es matemático...
Sí, exactamente. Una vez que el compositor traza su idea, comienza a usar los diferentes elementos o técnicas que ha aprendido, bien sea dentro o fuera de la academia, o que a veces lo posee de manera natural, porque hay excelentes compositores que no han estudiado música de manera formal, y empieza hacer una conjunción; juega con las posibilidades que le brindan las herramientas que tiene. Lo más difícil para un compositor es la toma de decisión. A partir de una nota tiene infinitas posibilidades, puede mezclar estilos e instrumentación.
A partir del proceso de globalización, en teoría, es más difícil y a la vez parece fácil, porque es tanta la cantidad de información que el compositor, precisamente, tiene que comenzar a deslastrarse; ir definiendo un estilo.
Ya no se puede hablar como hace cincuenta años atrás, de escuelas de composición. De Emilio Sojo o Antonio Estévez. Todas esas escuelas están fragmentadas...
Cómo nuestra misma nación...
Sí. O están fragmentadas o es discontinuo. No necesariamente se establecen alianzas entre las escuelas y cuando uno analiza con lupa el estilo de cada uno de los compositores, confluyen en un grupo más por convicciones políticas o geográficas que estilísticas, que es el fondo.
Lo más complejo es lograr el equilibrio de una pieza.
Jugamos con elementos de proporción áurea que son elementos matemáticos heredados desde los griegos, aplicados a la obra de arte como tal.
Para alcanzar su perfil de compositor, ¿cuantas etapas pasó?
Hoy por hoy definiría mi obra en tres momentos: El primero sumergida en la tradición, con el uso de la música clásica, con el lenguaje armónico del siglo XIX. Una segunda etapa, con un poco de experimentación del siglo XX, con técnicas dodecafónicas, con mucha disonancia. Ahora me encuentro en una etapa donde confluyen dos elementos: las nuevas texturas musicales, producto de todas estas técnicas de globalización, donde la obra de arte se convierte en un collage de todos estos elementos y el uso de medios electrónicos.
Hace algunos años uno podía definirse como compositor de música académica, hoy en día como compositor de música alternativa o experimental. Es un discurso bien fragmentado, que también es producto de todo lo que estamos viviendo ahora.
¿Por qué musicalmente se marcan disonancias?
Es el elemento violento en la música. De los siglos XIV a principios del XX la música se basaba en una regulación de la violencia. Hay estilos de música en la que la resonancia juega un papel fundamental. El jazz la utiliza como generador. En la música académica no estamos acostumbrados a trabajar la disonancia. Para las culturas indígenas venezolanas era un elemento natural.
Luis Pérez Valero, actual director artístico de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música de Carabobo, es licenciado en música mención composición, del Instituto Universitario de Estudios Musicales (2005); compositor residente seleccionado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México y el Consejo Nacional de la Cultura para escribir el oratorio Cantares del Antiguo México, realizando la pasantía artística en el Centro Nacional de las Artes, Escuela Superior de Música (México D.F.); seleccionado por la Asociación Francesa de Acción Artística (Afaa) para escribir el Concert de Toulouse para guitarra amplificada y orquesta, en París.
Ha dictado conferencias y talleres de música venezolana en diversas instituciones nacionales e internacionales. Ha realizado sus estudios de composición con los maestros Ricardo Teruel y César Alejandro Carrillo (Venezuela), Marlos Nobre (Brasil), Mario Lavista (México) y diversos cursos de dirección coral con Ismael Fernández de la Cuesta (España) y Jorge Córdoba (México).
Actualmente realiza la Maestría en Música en la Universidad Simón Bolívar bajo la guía de la maestra Diana Arismendi. Mantiene en la Web un blogspot con su nombre en el que se puede saber sobre su catalogo de obras y actividades (Notitarde, 03/05/2008, Confabulario).-
Excelente entrevista . . . !
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