Sin miedo, lo malo se nos va volviendo bueno
Las calles se confunden con el cielo
Y nos hacemos aves, sobrevolando el suelo, así
Sin miedo, si quieres las estrellas vuelco el cielo
No hay sueños imposibles ni tan lejos
Si somos como niños
Sin miedo
Rosana
Es el nombre de una publicación de la amiga Marisol Pradas, excelente periodista, quien incursiona en el mundo de las letras con este su primer libro. Es, tal y como ella me dijera, una escritura autobiográfica.
Días antes de comenzar adentarme en esta lectura, había visitado a la también escritora y amiga Petruska Simne. En la conversación de ese día Petra había puesto sobre la mesa el tema de la historia personal. Mientras repasábamos momentos de nuestras vidas y retazos de las vidas otros, Petra afirmaba, palabras más, palabras menos, que parecía que ésta carecía de importancia, o que no se le prestaba la atención que verdaderamente merecía.
Pasaron los días pero había quedado inmersa en ese tema. Entonces llegó Marisol Pradas con su Azul Fortaleza para ratificar, por si existía alguna duda, que Petruska tenía toda la razón porque la historia personal es de una gran fuerza. Para contarla no se necesita ser renombrado, acreditado ni que tu nombre encabece la lista de los primeros en tal o cual cosa. Pues creemos que sólo los famosos gozan de la posibilidad de contar sus vidas. Lo verdaderamente imprescindible es tener valor. Porque de estas historias, las que habitan tras da porta, está hecha la urdimbre de las grandes tramas, esas que nos dejan con los ojos fijos en el techo como dos huevos fritos.
El libro trata, o parece tratar, sobre la fina daga de la tragedia. Ese filo que no sabemos de dónde sale, pero que nos alcanza y nos tasajea. Es la historia de una joven familia que lucha por lograr sus sueños, alcanzar las metas, mientras intentan mantenerse juntos. El esposo, un hombre amoroso, con éxito y conciente. Ella, la compañera, la esposa, la yunta, la que ampara, protege. El hijo, un pequeño, un ser inocente que quiere disfrutar más tiempo con el padre. Luchan por tenerse el uno al otro. Aspiran con esfuerzo lo mejor, trabajan para ello. En estos afanes se encuentran cuando llega la dama, la señora a la que no se puede renunciar: la muerte. Ella, con su guadaña como de luna nueva, todo lo hizo añicos.
A muerto Martín, el esposo de Marisol, en un aparatoso accidente de tránsito y la relación con la empresa transnacional para la cual trabajaba en un alto nivel gerencial, la relación con sus colegas, con esas personas con las que hasta hacía nada compartía su afecto y sus proyectos comienza a enlodarse. Truecan esas relaciones para dejar al desnudo las miserias humanas. Las ruindades enmascaradas sobre las que se pretende edificar. La empresa, empecinada en robarle, lo referente al seguro, esos cobres bien ganados, al difunto. Los compañeros en hacerse los de la vista gorda para no perder la desdichada condición de vivir a la sombra. Y así, sumando páginas, va calando una tristeza honda y una rabia de las buenas frente a la mezquindad y al dolor por el que atraviesa Marisol, y seguramente hay miles de Marisoles en el país y eso da más dolor o más iracundia. Porque Marisol en medio de la pérdida de este ser tan querido y con características tan claras y hermosas, tiene que sacar fuerzas para enfrentar a esta poderosa empresa y a la oscura conducta de quienes eran sus representantes.
Y ciertamente parece que de esto trata, pero no. Trata de cómo levantarse con decoro. Trata de quien, como bien lo dice el poeta José Joaquín Burgos, procede con un respeto irrestricto a la dignidad humana, a la vida, a los valores esenciales del espíritu. Y con un manejo inobjetable del oficio, una escritura limpia, precisa, y una lección de lenguaje reveladora de la densa formación intelectual de Marisol Pradas, de su inteligencia y de su serena belleza interior, escribe esta historia y ha construido con ese material su vida y la de su hijo.
La escritura, la confección del libro es de mucha valía. Es un libro elocuente, lleno de confianza y de dignidad. Su autora comienza a levantarse de este episodio trágico y topa con la muerte de su padre. Luego el deslave de Vargas arrasa con las vidas de su hermano y su cuñada. No queremos dar más detalles, aspiramos a encender la llama del interés para que lean, o relean quienes ya lo conocen, la Azul Fortaleza que edificó esta valerosa mujer venezolana, quien no tuvo miedo y no permitió que pisotearan sus convicciones apuntaladas en nobles valores de amor e inquebrantable esperanza.
Este libro que cuenta una historia personal, una historia además bien escrita, deja en sus lectores un poderoso conocimiento: existe la oscuridad, pero todos los días se hace la luz sobre la faz de la tierra. Podemos escoger. Marisol Pradas nos señala el camino de la luz que sale del corazón. En Azul Fortaleza, el amor todo lo puede. Amén.
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