lunes, 12 de marzo de 2012

Carmen Esparza: uno se hace feliz

Carmen Elena Esparza Ochoa cumplió el pasado mes de enero 99 años. Su lucidez es tan clara como sus ojos, que tienen el baño intacto de la vida: lucen fuertes, vivos y con la agilidad de moverlos con picardía, mientras conversa, con el tono sereno y fuerte, de una mujer que ha superado innumerables pruebas.
Tres hijas, trece nietos y veinte bisnietos la hacen sonreír como muchas otras cosas porque goza de la espontaneidad para responder y para expresar, de lo que observa, sus múltiples sabidurías.
De la Valencia de antes lo recuerda casi todo. El primer trabajo público lo comenzó ocho días después de fundado el Dispensario Antituberculoso, el 10 enero de 1937, como aspirante de enfermera, pues la iban a preparar en Caracas para optar al cargo. Poco a poco fue aprendiendo el oficio y se desenvolvió con bastante flexibilidad. Era entonces presidente Larrazábal.
- Gómez tenía un año y medio mes de muerto, porque él murió el 15 de diciembre de 1935, recordó. Mi jefe me dijo que iba a ganar cien bolívares. Yo era costurera y ganaba tres reales por cada pantalón. Esa noticia me halagó, mucho más, cuando supe que no eran cien mensual, sino quincenal. Imagine mi alegría. En esa labor pionera de lucha antituberculosa en Venezuela tuvimos mucho trabajo, al punto de pagarle con nuestro sueldo a una tercera persona para que nos ayudara. Trabajé allí hasta el año 1943 cuando me quedé embarazada de mi segunda hija, después de la tercera. Todo ese tiempo estuve de permiso no remunerado. Me retiré en septiembre de 1949. Mis servicios allí me dejaron muchas satisfacciones.
Después empezó a trabajar en la Unidad Casa del Niño, ubicada en la Casa La Estrella, con sus servicios de casa cuna, preescolar, kínder con servicio de comida, y fue ella la que le fue dando cierto orden en la alimentación y al personal de maestras, enfermeras, cocineras, señoras de limpieza.
- Les enseñé a cocinar, a remendar. La financiación era por parte del Estado. Luego pasó a ser del Consejo Nacional del Niño.
- Valencia en esa época era pequeñísima. De la plaza Santa Rosa para abajo era "monte y culebra" como dice el refrán. Las madres tenían que montarse en burro, y llevar un machete para apartar los matorrales… Los autobuses era muy pocos y se pagaba una locha, doce céntimos y medio… Naguanagua era foránea. Valencia llegaba hasta el elevado El Viñedo y de ahí en adelante, eran puras viñas de uva, de un italiano que las había sembrado.
Su mamá murió cuando tenía cinco años, sus otros hermanos también murieron. En 1919 su papá se enfermó y al mejorarse la ingresó al Asilo de Huérfano, ubicado donde es hoy el Centro Comercial Cedeño. Su experiencia allí no le trae buenos recuerdos.
- Las hermanas religiosas son religiosas de hábito pero aquí adentro (se tocó el corazón) tienen muy poco. Las de antes, no sé las de ahora. Allí me fue mal. Pero a veces suceden cosas que aún cuando se busca perjudicar a una persona, la vida se encarga de voltearlas a su favor. Mi papá muere tuberculoso cuando tenía trece años. Quedé sin pa'e, sin ma'e, sin hermanos. Pero antes de morir habló con mi abuela materna para que me atendiera. Allí fue el comienzo. Aprendí a coser pantalones de hombre y ésa fue mi labor, desde 1930 hasta 1937.
Al preguntarle si es feliz arrugó la cara y contestó que creía que sí.
- Uno se hace feliz. Con los pensamientos. Pero los hay que trastocan y lo hacen a uno infeliz. Creo que es así. A las adversidades de la vida les he dado frente. Con solidaridad también de compañeros de trabajo y vecinos. Todas las adversidades me fueron favorables porque me enseñaron a conocer el mundo, conocer la gente; saber la definición de cada quien, cómo es. Cómo uno debe estar a la expectativa frente a cada cosa.
- ¡Es que esto es más largo que la novela Los miserables, de Víctor Hugo!, dijo riéndose a carcajadas, al referirse a lo que iba contando. ¡Porque nosotros caímos de cabeza, de un día para otro, pero nos paramos!
Sigue teniendo fe en el ser humano porque no todos son iguales.
- ¡A veces me domino de no rezar tanto porque hay que pasar a la acción!, respondió a la pregunta de si creía o no en Dios. Los jóvenes deben estudiar y creer en un Dios creador. Hasta la pajita más ínfima nos la dio ese creador y tiene un por qué dentro de toda la creación. Sé que a algo vine en esta vida.
Lee mucho porque le gusta. Recorta de los periódicos artículos y subraya algunas oraciones y se las manda a quien cree que las necesita. Contagia a todos los presentes con su alegría. No sabe el secreto de su longevidad y tampoco parece importarle mucho. Lleva treinta y ocho años yendo al Centro de Salud Natural. Admira a Juana de Arco y a la primera enfermera, Florence Nightingale.
Su temple vibra y es una bendición conocerla
http://www.notitarde.com/notitarde/plantillas/columnista.aspx?idart=1583121&idcat=9853&tipo=2

No hay comentarios:

Publicar un comentario