domingo, 28 de abril de 2013

Contra la decepción


Del libro de poesía Manual de Infractores, de José Manuel Caballero Bonald, a quien esta semana le fue concedido el Premio Cervantes, a sus 86 años, se puede leer: “(...) Y allí mismo, detrás de la estrategia / irrevocable del terror, ¿no escuchas / el sanguinario paso de la secta, / la marca repulsiva / del investido de poderes, / sus rapiñas, sus mañas, sus patrañas? / Atroz historia venidera, / ¿en qué manos estamos, cuántas trampas / tendrá que urdir la vida para seguir viviendo?”.

Son muchos los que piensan que debieron entregarle este reconocimiento mucho antes aunque realmente él ha gozado de un amplio respeto porque su voz no pasa desapercibida, encarna la libertad, la disidencia, la inconformidad; la sinceridad.

Caballero Bonald ha publicado once libros de versos en 60 años, es decir, entre 1952 y 2012, dos títulos, Las adivinaciones yEntreguerras o De la naturaleza de las cosas revelan su responsabilidad y paciencia ante la palabra. El descanso coherente de las imágenes antes de ser dadas a conocer al gran público. Además es ensayista, novelista, memorialista.

Como novelista ha publicado títulos como Dos días de septiembre (Premio Biblioteca Breve, 1961), Ágata, ojo de gato(Premio de la Crítica, 1975), Toda la noche oyeron pasar los pájaros (Premio Ateneo de Sevilla, 1981), En la casa del padre(Premio Plaza y Janes, 1988) y Campo de Agramante.

En los dos tomos de sus memorias, Tiempos de guerras perdidas (1995) y La costumbre de vivir (2001).

Como ensayista y articulista es autor de títulos como Notas sobre el cante andaluz; Narrativa cubana de la revolución;Luces y sombras del flamencoLuis Góngora: PoesíaSevilla en tiempos de CervantesCopias al natural o Mar adentro.

"Yo creo que la poesía sirve para no decepcionarse del todo, para poder abrirse camino entre las zozobras de un mundo como el actual, tan lleno de miserias y de corrupciones" dijo en una entrevista concedida hace unas semanas.

Justo al final de su discurso en el acto en el que le otorgaron la distinción a la que él catalogó de arcaica resalta el valor de la poesía para el hombre y la mujer de estos tiempos: “Creo honestamente en la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia. En un mundo como el que hoy padecemos, asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos, en un mundo como éste, de tan deficitaria probidad, hay que reivindicar los nobles aparejos de la inteligencia, los métodos humanísticos de la razón, de los que esta Universidad -por cierto- fue foco prominente. Quizá se trate de una utopía, pero la utopía también es una esperanza consecutivamente aplazada, de modo que habrá que confiar en que esa esperanza también se nutra de las generosas fuentes de la inteligencia. Leer un libro, escuchar una sinfonía, contemplar un cuadro, son vehículos simples y fecundos para la salvaguardia de todo lo que impide nuestro acceso a la libertad y la felicidad. Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo. Tal vez una sociedad decepcionada, perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a convertirse en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador. Quiero creer -con la debida temeridad- que el arte también dispone de ese poder terapéutico y que los utensilios de la poesía son capaces de contribuir a la rehabilitación de un edificio social menoscabado. Si es cierto, como opinaba Aristóteles, que la “la historia cuenta lo que sucedió y la poesía lo que debía suceder”, habrá que aceptar que la poesía puede efectivamente corregir las erratas de la historia y que esa credulidad nos inmuniza contra la decepción. Que así sea”.

También reivindicó su valor transformador: Más de una vez he comentado que mi palabra escrita reproduce obviamente mis ideas estéticas, pero también mi pensamiento moral, mis litigios personales, mi manera de buscar una salida al laberinto de la historia. El prodigio instrumental del idioma me ha servido para objetivar mi noción del mundo, y he procurado siempre que esa poética noción del mundo se corresponda con mi más irrevocable ideario. Como suele decirse, en mi poesía está implícito todo lo que pienso, y hasta lo que todavía no pienso, que ya es meritorio. Cada vez estoy más seguro que la poesía en la que creo, esa que ocupa más espacio que el texto propiamente dicho, me retrata y me justifica. Incluso podría añadir que me ha enseñado todo lo que sé sobre mí mismo a medida que he ido valiéndome de ella para elegir mis propios diagnósticos sobre la realidad”.

El discurso de este intelectual con más de sesenta y cinco años escribiendo en perfecta coherencia con su ser fue un reconocimiento a la poesía de Miguel De Cervantes “infravalorada” y un paseo por las emociones que le permitieron darse cuenta que la poesía “también tiene algo de indemnización supletoria de una pérdida. Lo que se pierde evoca en sentido lato lo que la poesía pretende recuperar, esos innumerables extravíos de la memoria que la poesía reordena y nos devuelve enaltecidos, como para que así podamos defendernos de las averías de la historia” (Notitarde, 28/04/2013, Lectura Tangente).- 


José Manuel Caballero Bonald

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