domingo, 8 de junio de 2014

Fe


El salón estaba bastante fresco. Las lluvias aplacaron el calor y esa mañana en particular estaba colorida y alegre. Así lo sintió la maestra que puso a todos los niños a dibujar la fe en sus hojas blancas.

Todos se quedaron mirándola. Le preguntaron y ella con palabras sencillas trató de explicarlo.

-La fe es un regalo. Es la certeza de que todo lo bueno que deseamos ya está cumplido. La fe es plena confianza. La fe es saber que nada malo va a suceder y que cuando sucedan cosas inesperadas que pueden ser muy dolorosas, a veces, éstas se presentan para hacernos todavía mejor y, en fe, transformarlas en lo mejor para nosotros y quienes nos rodean.

Todos se pusieron a dibujarla. Una gran caja de regalo con lazo de colores. Un horizonte con un sol iluminando con fuerza todo el espacio pintado entre azul y rosa. Una calle con niños jugando. Un papagayo tipo cometa surcando los aires. Una cruz de madera. Una Iglesia. Un árbol. Muchos niños agarrados de la mano en una rueda. La cara de la maestra. Una pelota de colores. Una montaña con árboles de diferentes verdes. Un cielo azul. Un paisaje marino con conchitas de mar incluidas. Un monstruo verde con cara sonriente. Un corazón muy rojo. Un ángel cuyas enormes alas llegaron al límite de la hoja y rebozaron hasta el pupitre, terminó de colocar la alegría del grupo. 

La educadora quedó satisfecha. Dieciséis dibujos sobre la fe. 

-Ahora vamos a buscar entre nuestras cajas algún objeto que tengamos que nos represente la fe. 

Todos fueron a buscar sus cajas de zapatos decoradas y debidamente identificadas para ver qué encontraban.

El bullicio se expandió pero luego ella puso orden y les pidió que en nombre de la fe se concentraran.

Al parecer no había mucho con qué representarla.

-Abran su imaginación, les dijo.

Manuel escogió un trompo y no supo cómo relacionarlo. Todos se rieron. Era su juguete favorito por lo tanto la maestra lo felicitó porque así debía llenar la fe el corazón. 

Ana Victoria con los palitos de helado escribió la palabra. También fue reconocida con aprobación.

Armando Jesús dijo que el pabilo ayudaba a atar la fe. La burla fue generalizada pero bien supo la maestra hacer valer su escogencia. La fe no se ata pero de vez en cuando necesita un cordel suavecito para atraerla a nuestras vidas.

Max encontró tres metras. No supo qué decir pero le parecieron que era la fe. La docente guardó dos de ellas en la caja y le dejó una que bastaba para representarla, con sus colores hermosos y su nitidez.

Cristina sacó una pluma de pavo real que tenía, toda desarticulada, a la que acomodó lo mejor que pudo: "Porque es muy bonita", fue su respuesta.

Oswaldo puso una chapa. Todos lo tomaron a guasa y aunque no pudo la educadora descifrar muy bien lo que él quiso expresar a pesar de prestar mucha atención, entendió que en su caja no había mayor cosa y ésta representaba la redondez de la fe y también lo congratuló.


Las morochas Rodríguez se pusieron juntas esta vez y con papel de seda recortaron un par de estrellas. Una blanca y la otra azul.

Isabelita y Pedro Enrique escogieron lo mismo: Un yoyo. El de ella era menos grueso que el de él y los dos no tenían cuerda del poco uso que le deban. Esperaron a que los arreglaran y se pusieran a jugar. Los deslizamientos fueron torpes y desenganchados frente a un público socarrón. Fueron felicitados porque este instrumento también desliza y atrae la fe en la vida.

Leo, Teresita, Arturo y Joel estaban con los rostros entrompados y sus cajas cerradas. No habían encontrado nada, aunque uno de ellos al final dijo que la caja misma era la fe con lo que la maestra aplaudió con ganas la ocurrencia.

Javier puso la madeja de estambre rosa. Dijo que la fe era así: Suave, caliente y en forma de nido. También tuvo la recompensa de una gran sonrisa.

Por último, Luis Enrique, tenía una crucecita de madera, con la carita de Jesús y le dijo que esa era la fe.

Ella asintió y les dijo que todas esas representaciones debían ser guardadas de nuevo en las cajas. Guardó los dibujos en una carpeta. Pidió silencio. Les solicitó a los niños que le indicaran dónde estaba la fe.

Unos mostraron las manos extendidas. Otros señalaron la cabeza. 

Como guía los llevó a colocar las dos manos en el corazón y, siempre con los ojos cerrados, sintieran; porque ella en modo alguno podía dibujarse o representarse. 

http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Fe/2014/06/07/331910  



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