domingo, 15 de marzo de 2015

Cruzado de violeta

El viento no puede atajar un sueño (inspirada en un poema de Humberto Ak abal), de Anna Fioravanti
Cuando por segunda vez visité uno de esos estados que aquí llaman llaneros, pero que en otro país denominan vaqueros, me sentí tan desarmada que tuve que refugiarme en el sonido de mis propias palmas que intentaban impregnar a ese sol tan bravo algo de lobreguez. Fue imposible. Allí estaba el grato recuerdo de la alegría de un cowboy, sonriéndome con picardía y tendiéndome el puente hacia canteras coralinas y dulces.
Caminé primero por esa vastedad con apenas los hilos cortos del monte, sin poder detenerme. Al otro día estaba en otra tierra que olía al taciturno desconsuelo indígena. Colgado en el aire.
Primero fue la lluvia de luz quemando la exhalación. Después la piel teñida de tierra bermellón que me hacía aprender nuevo vocabulario.
La tarde hacia la noche, lo mejor de esos días.
Justo iba por una calle cuando sentí ese desparpajo que me hizo entender la cruzada de todos los tiempos. La alegría de un sencillo hombre de campo que levantaba el sombrero, bien ataviado, para ir a la fiesta de los toros, para medir fuerza animal y salir victorioso a la celebración de las cervezas.
No pude entonces devolverme a la llanura y me quedé con él en ese campo deportivo donde algunos veranos jugaba béisbol y me hacía sentir la mujer más contenta de la noche. Volteando hacia donde estaba, dedicándome cada movimiento mientras lo observaba.
Venía del sur ese olor a piélago, a melaza nocturnal fulgurosa,  cuando sin regresar, lo hice, volví a hacerlo; al canto de ese inmenso llano guariqueño donde el vacío era piel transparente de rana.
Intenté saltar pero no pude. Los pies estaban sembrados aquel día a la tierra que me hizo amarlo.
Lustros más tarde sentí la burbuja de agua caer estrepitosamente sobre el Amazonas. Cayó tanta lluvia que concebí a mi abuelo desparramado ese día por todos los lugares diciendo cosas inauditas. Reí, lloré pero por sobre todas las cosas, volví a nacer ese día, cielo anaranjado cruzado  de violeta, a mis ojos. Paisaje de cielo semiredondo: estaba en esa parte del mundo en que el hombre disminuye y el mundo se agiganta.
Mi abuelo aquel atardecer que se hizo largo me llevó por el sonido de la ventisca, en los instantes formados; por la tormenta del quebradizo horizonte.
Agua y fuego para creer en el universo.
El piache habló a través de las plumas azules y se elevaron, serenas, hacia la llanura y el campo de béisbol, a la vez, mientras las esencias de las hojas y las liquidas raíces, le dictaban sonidos que se hacían palabras.
Aún viendo las palabras, las imágenes serpenteadas del río, recordando de los tiempos de las tres tierras visitadas, lo más poderoso que perdura es el olor arrojado por el aire, en la calidez que fue una constante. El olor aciago, el olor dulce profundo, el olor fuego del agua. Volver al tamiz de la tierra, explorar sus texturas, caminar por la arena de la playa con el mismo cowboy de la alegría.
Por eso mi abuelo insiste en llevarme por un destello.
Por eso baila y rodea todo mi alrededor.
Sabe que el horizonte se ha chupado las miserias y retorna bondadoso como las flores.
Me dijo una de las tantas veces que cayó hacia mí sin que yo supiera muy bien cómo lo hizo que todo está compuesto de retazos y con pedacitos se va haciendo.
Creo saber que mi abuelo cae porque cuando llega siento un zumbido y  viento alrededor. También llega con fragancia característica. Alegría sin fin. Además, llega con lluvia.
Atardecer. Noche. Melaza y candela. Cuando bailé con el piache de plumas azules en el Amazonas, sentí un timbrazo en mi espina dorsal. La tierra se hizo lenta en el aire y rápida en la lluvia: revueltos todos los olores y todos los peces.
Anoche mi abuelo me advirtió de un tiempo que se hace rápido al igual que se hace lento. Este es uno de esos momentos que todo y nada es, de los que sentencian el indomable sentido de la tierra sin nuestros recuerdos.
Mi abuelo lluvia, mi abuelo canto, mi abuelo piache azul de las plumas del viento, llano adentro, vuelo (Notitarde, 15/03/2015, Lectura Tangente).- 
http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Cruzado--de-violeta/2015/03/14/497959 

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