domingo, 23 de agosto de 2015

El genocidio armenio


                                                  


El pasado 24 de abril se conmemoró en todo el mundo el centenario del Genocidio Armenio, denominado por este pueblo El Gran Crimen. El siglo XX, cruel y deshonroso  se inauguró con la tragedia de un pueblo que en ese entonces constituía una importante minoría cristiana en el seno del Imperio Otomano. A partir de 1915 y hasta comienzos de la década de 1920, más de un millón y medio de hombres, mujeres, niños y ancianos fueron exterminados de diversas formas. Esta matanza fue el antecedente directo, el modelo que inspiraría a los nazis un par de décadas más tarde.
El anterior párrafo corresponde a un conjunto de deliberaciones que ha llevado al escritor Guillermo Cerceau (San Luis, Argentina, 1957) a realizar un conjunto de conferencias en diversas universidades carabobeñas para sensibilizar sobre este  hecho  casi desconocido.
Residenciado en nuestro país desde 1973, Cerceau, ha publicado, entre otros títulos, Equivalencias, Teoría de las Despedidas y Oculta tu rostro además de numerosos artículos en periódicos y revistas nacionales e internacionales.
“El Genocidio Armenio, sin embargo, no deben reducirse a simplificaciones maniqueas, como lamentablemente está sucediendo con aquellos que pretenden enemistar a cristianos y musulmanes. El Imperio Otomano constituyó un espacio político que se extendió por Asia, África y partes de Europa que durante siglos representó el esplendor cultural y la civilización del Islam, cobijó la diversidad y propició la tolerancia religiosa y fue un refugio para los perseguidos en muchas latitudes, como es el caso de los judíos expulsados de España a finales del siglo XV. No se trata, por lo tanto, de un crimen “de los turcos” ni “de los musulmanes”, sino de un imperio, de una poderosa estructura política y militar que albergó en su seno lo mejor y lo peor de la humanidad, como sucede con todos los imperios.
Lamentablemente en nuestros días es cada vez más común un sentimiento de Islamofobia en los países llamados avanzados y cualquier excusa es buena para los ideólogos del racismo y la exclusión para impulsar su causa, así que deseamos enfatizar: estas reflexiones no se inscriben en esa corriente. Fue precisamente este tipo de sentimientos, utilizados cínicamente por quienes detentaban el poder, lo que hizo posible el genocidio armenio. Para los venezolanos el tema tiene una particular importancia, ya que uno de los testigos presenciales, que dejó testimonio escrito en un libro célebre, Cuatro años bajo la medialuna, fue el militar y escritor venezolano Rafael de Nogales Méndez, personaje fascinante que ha sido cotejado con Lawrence de Arabia, pero que excede en mucho esta comparación, tanto por su talento literario como por la multiplicidad de escenarios en los que desplegó sus actividades (Nicaragua, México, China, Alaska, Turquía, Cuba, Estados Unidos...).
Es posible que alguien se pregunte por qué razón, ante tantos problemas graves que sufre la humanidad en nuestros días, tiene sentido cavilar sobre lo que sucedió en un imperio que ya no existe.
Las tragedias humanas de las proporciones del genocidio de los armenios no son meros hechos históricos que interesen a los especialistas. Por una parte, nos hablan del potencial de crueldad, opresión y miseria que el hombre puede causar a sus semejantes y esto ya es motivo para que reflexiones sobre ello.

En el caso de los armenios, el estado turco, heredero histórico de los perpetradores, junto con algunos países aliados de Turquía, niegan que el genocidio haya tenido lugar; a veces reconocen que hubo masacres terribles pero las consideran como parte de las calamidades de una guerra y no como un intento deliberado de exterminar a todo un pueblo.

El negacionismo del estado turco se expresa en formas inaceptables para una democracia de nuestro tiempo. Por ejemplo, afirmar la realidad del genocidio es un delito en Turquía que tiene consecuencias penales. El célebre escritor turco Orhan Pamuk (Premio Nobel de literatura, 2006), fue condenado por atreverse a pedir que el tema se discuta en público”
Próximamente (todavía sin fecha), en el marco del diplomado de cine de la Universidad de Carabobo, Guillermo Cerceau dictará el Seminario sobre Genocidio y Representación cinematográfica: Armenia 1915 (Notitarde, 23/08/2015, Lectura Tangente).-

domingo, 9 de agosto de 2015

¿Responden así?




Vi el gato arrastrándose por el piso, que a esa hora estaba caliente bajo el sol incandescente de las dos la tarde. Su lomo o su espalda hizo ese rictus que indistintamente, en un lince,  puede revelar miedo o placer, por lo que no se debe esperar mucha diferencia del instinto humano, compartido en genes y mutaciones.

Pero esa fue una de las gatas, porque la otra esperó el tiempo prudencial, que también nosotras (os) debemos, para palpar mejor el aire y concluir que podía seguir durmiendo, sin temor alguno.

En la fila o cola vimos a un hombre vociferar de rabia ante una mujer de tercera edad “coleada”.

Los venezolanos no somos así.

Somos.

¿Por qué distinguirnos o creernos distintos?

Aquí se han encontrado todas las energías circundantes. Capaces somos de encolerizarnos como de apaciguarnos. También de progresar e irnos hasta el fondo en picada. De darle la mano a quien conocemos y de hundir a quien conocemos bien. De amortiguar golpes pero también de zumbarlos, de provocarlos, de prometerlos. De linchar, saquear y hasta ser, dentro de la indiferencia; cuando todos sabemos que no se es nada con ella.

Conocedores de la verdad, expertos en las angustias y en las artes de cualquier esoterismo que se atraviese: allí estamos siempre dispuestos a clamar como la nave que partió hacia acá, con la ignorancia atrevida, surcando aguas.

Pero todavía hay muchas más noches vecinas de la angustia y la indiferencia: siempre sembraremos la duda sobre el otro, porque tampoco hemos aprendido de la perfección del ser.

Nos criaron con culpa.

¡Qué le vamos hacer!

Y esa es la clave de todo: ¡tanto por hacer y tan metidos donde estamos!

Varios niños en la fila ya estaban fijando lo que más adelante, seguramente serán. Pero lo más válido es no sacar conclusiones sobre ellos, y de nadie.

Una de las niñas me preguntó si había comido y cómo era mi casa. Al parecer su mamá le había dado de comer tremenda “papa” y ella estaba tan satisfecha que sonreía a todo el mundo, al igual que el universo a ella.

Los gatos colindantes fueron el necesario escape de todos los allí presentes esperando algo que no tenían; que faltaba, que estaba o que quizás tiene esa indefensa potestad de necesitarse.

Vi a una mujer bajita, con cuerpo y cara de duende, tomarse las cosas con la finura y desparpajo que se hace necesario en tales circunstancias. Observamos como una mujer ciega, acompañada de otra joven, fue tratada como los demás por los funcionarios “a cargo” del orden. Fue tal su amargura que sentimos el ruido de cierto metal, ya cobrizo, desprenderse. No sé si los demás, pero escuché su ruido.

¿Somos o no somos?

Todo depende de quién responda.

¿Responden así los muertos?

Los gatos jugaron con los niños pero estos son demasiados crueles con ellos. Los estiran, los jalan, les cortan con tijeras esas antenas maravillosas con las que pueden detectar cualquier clase de asuntos.

Habían personas que no les importaba que esos felinos sucios estuvieran por allí deambulando a sus anchas, pero hubo algún padre sulfuroso que salió a reprender a esos animales que forman parte de no sé cuál reino.

En realidad lo dijo, pero no lo repito.

Una amiga me expresó que cuando siente en el lomo (espalda) no sé qué cosa,  que se le mueve como un dragón, se aparta, interrumpe el azar para tomar las riendas de su vida y no se deja embaucar.

¿Qué se le mueve la espalda como un dragón?

Los dragones no existen. Supongo que es un asunto parecido al de los gatos: miedo o placer.

¿Cuánto mueve el miedo en el mundo?: Mucho

¿Cuánto modifica el placer?: Más de lo que necesitamos.

¿Cuánto zarandea, en definitiva, el amor?: Todo.

Pero no seamos ingenuos, los ojos hablan, la mente calla, aprendamos y tengamos el valor de ver lo que somos (Notitarde, 09/08/2015, LECTURA TANGENTE).-

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