Viajar hacia Lalín (Orense, Pontevedra) a entrevistar a Pilar Taboada fue encuentro prodigioso. Especie de ansiedad al ir, desde el torbellino de la gran ciudad, hacia el despertar en el paisaje de la Ribeira Sacra lucense, con sus anchos ríos, sus montañas sembradas de vid y el recogimiento espiritual que allí se palpa.
Mientras estuvimos viviendo en la ciudad de Valencia (estado Carabobo, Venezuela) no coincidimos, aunque las informaciones y reseñas de su actividad eran constantes en los medios de comunicación social.
A los años, fue a través del grupo Artemusa que tuve enormes referencias sobre ella y su continuo hacer. No en vano se es artista y docente, a la vez. Inspiración para todos los que tuvieron el privilegio de aprender de la sensibilidad, mejorar sus propias vidas y administrar sus talentos para trabajos futuros.
Cuatro días fueron pocos para llegar y marchar con el tesoro de la esencia Taboada. Mujer que sigue intacta. Mucho más erudita. Igual de elegante en formas, verbo y vestir.
Siempre en las fotos Pilar luce elegante, con ropas de moda, en cada época. Así vestía y aún lo hace, por amor a sus alumnos y a los demás, para que vean también en ella la mujer, ataviada con colores atractivos, para capturar la atención y prepararle a la mente el escenario de las enseñanzas.
Tardó veinte años en realizar su primera escultura, por respeto a la pintura que desarrollaba y a esa técnica que venía lentamente estudiando. Valió la pena. Si sorprende la travesía de su pincel, llena de energía ver sus piezas, canto lucido de la piedra. Hierros fundidos para resaltar la desambigüación de las formas.
Al desgrabar las conversaciones el espacio se llenó también de su voz. Es una narradora congruente, sin dejar a un lado la espontaneidad y el humor.
Su apartamento en Lalín respira arte. Está acompañada de sus esculturas, cuadros adquiridos de otros artistas y suyos; los que ha podido preservar. De los que más bien escaparon a los coleccionistas que desde el inicio apostaron por su talento.
Se impuso además un respeto omnipotente, suave y sereno, porque en el salón principal están justamente los cuadros y esculturas de sus obras, pertenecientes en mayoría, al quinto periodo, llamado Entre la Metáfora y el símbolo (1990-1996), repleto de esos seres atemporales, que se conectan con las líneas verticales del universo, por la que ahora la reconocen, sello Taboada, que alguno que otro ha imitado.
FUERZA ESPIRITUAL
Quien supo muy bien caracterizar sus lapsos artísticos fue el filósofo Teodoro Láscaris Comneno, en su escrito “Pilar Taboada: artista de dos ríos y de dos mundos”.
Búsqueda de la luz, Del mundo onírico, mágico-espiritual, El plano de lo trascendente, la fragmentación del espacio y Entre la Metáfora y el Símbolo completan la obra de esta mujer, cargada de templanza, amor y sapiencia.
Cincuenta años de actividad, casi toda en Venezuela, revelan muchas anécdotas y visiones, sobre todo cuando se tiene enfrente un ser tan coherente como ella.
No está pasando por el mejor momento de su vida. Su esposo, Tonio, amor correspondido sin alarmas, atraviesa difíciles problemas de salud, a los que ella asiste, con abnegada e inesperada misión de vida.
Pilar extraña Venezuela como nadie. Vivió enormes satisfacciones y también sus luchas dejaron la dignidad en alto. No siempre, por más suerte que acompañe, todos valoran. Alguno que otro señala al “musiú” (al extranjero) para atacar. Cuando regresó a Lalín sufrió también estos ruidos, que en nada amilanaron sus deseos de continuar.
Se puso en guardia como madre cuando uno de los hijos le demandó atención porque estaba demasiado ocupada en el arte y a partir de allí supo compaginar su lema “desarrollar el talento para legitimar el sueño”.
Veinte años tuvo su Escuela Taboada. También desarrolló intensa actividad al lado del gremio de los artistas carabobeños. Fundó entre Venezuela y España, cinco centros piloto de formación para las artes (CEPFORART); el último, en el antiguo Concejo Municipal de Lalín, con el apoyo del alcalde José Crespo, entre 2012-2013.
Antes, la universidad carabobeña José Antonio Páez de Valencia le confió la coordinación de extensión cultural por la que todos los alumnos que aspirasen a estudiar allí, debían aprobar y presentar como resultado final, igual en todos los estudios de arte, una colectiva de artes visuales.
Por eso, si partimos que Taboada tuvo que traspasar los umbrales del conocimiento de todo lo que tiene que ver con la metamorfosis creativa, los personajes de sus cuadros, pasajeros del albor, revelan la fuerza de su espíritu.
UNIVERSO CUÁNTICO
Ya no vale la fragmentación que también caracteriza Entre el símbolo y la metáfora, que en su caso también era la cruz (no la religiosa) que cruza los espacios. Recordemos que vivió entre España y Venezuela, y viceversa. Lo que subyuga son esos seres con los que fácilmente nos identificamos. Celtas tránsfuga, silentes tacariguas, despiertos valencioides y herederos de los caciques venezolanos, continúan comunicando su presencia en la tierra del sol, aguas de la luna.
Cargados siempre de solidaridad en los momentos que la realidad así lo requería, emergieron después de acontecimientos como la crucifixión sempiterna, los éxodos, las matanzas, los gritos de libertad, el 11-S o la tragedia de Atocha. Para dictar emociones con su sola presencia. Registran un tiempo a los que inmensa mayoría asistimos con informaciones, verdaderas o falsas, con sentimientos y reflexiones. Ella los reúne porque desde las cavernas también así hemos permanecido.
Taboada es una mujer de este tiempo, atenta a los acontecimientos. Con una mirada transparente. Eso le hace tener el sentido holístico en sus trazos determinantes, neutralidad en tonos, colores seguros. Verticalidad sobria en sus espiritualidades; distribución exacta en la composición.
Sus obras salen airosas del estudio, después de largas conversaciones entre ellas y su artífice, a nivel de pensamiento y emociones.
Los seres atemporales de Taboada pertenecen al universo cuántico. Asisten a los encuentros y todos nos reconocemos en ellos. Han viajado y regresado, tantas veces, que casi se desprenden de la forma. Por ello subyugan. Van y regresan. Tampoco nos pertenecen. Concurren como los dioses. Saben que avanzaremos a pesar de todas y cada una de nuestras limitaciones.
Son salto a la conciencia energética, fraguada en los ciclos de dolor, alimentada por la noble condición de acompañarnos en la fe.
EL PRINCIPIO
Marisol Pradas: España y Venezuela: dos fuentes ancestrales que se comunicaron por signos que nos trascienden. ¿Cuándo emprendes tu obra, tu vida?
Pilar Taboada: Yo estaba enamorada de Venezuela sin conocerla. Era joven, era menor de edad y no podía salir sin el permiso de mis padres. Y necesitaba viajar a Venezuela. Me había leído todos los libros, bueno, todos no; pero sí amaba todo lo que era, inclusive la novela Doña Bárbara (Rómulo Gallegos). Me imaginaba todo ese país, veía las autopistas modernas que aquí no había. Me imaginaba los crespúsculos. No podía entender que no hubiese cuatro estaciones cuando aquí son tan largas. Cada venezolano que conocía me parecía tan dulce, por la forma de expresarse.
No sé si es verdad que todos tenemos trazado un destino pero sentí, desde un joven, que tenía que ir a Venezuela. Tras mucho intentarlo, mis padres no me daban permiso, entonces lo hablé con mi mamá. Ella entendió que era una necesidad mía. No sé qué método utilizó, pero un día papá, que era un hombre muy serio me dijo: “prepárate, lo has conseguido. Nos vamos para la agencia a arreglar todo tu viaje”. Llegué entonces a Venezuela.
MP: ¿Qué edad tenías?
PT: Tenía 20 y entonces se era mayor a los 21 años. Me tenía que autorizar él porque no podía salir. Era la pequeña, era la niña mimada, la niña consentida que no había hecho otra cosa que estudiar, ir al colegio, leer; estar en la naturaleza. Para mí, mi verdadero maestro fue la naturaleza. O sea, contemplar los colores y las nubes (siempre veía en ellas, cosas fantásticas); en los nódulos de la madera. Veía figuraciones y ese era mi mundo de ensueño.
Llego a Venezuela de noche. Al subir del aeropuerto de Maiquetía hacia Caracas veo algo tan hermoso, tantas luces en las montañas como un nacimiento (en España le dicen Belén) y me imagino que eso es lo más bello del mundo. Paso por los túneles boquerones 1 y 2 (en la parte de Europa que conocía no había todavía ese tipo de autopistas, sobre todo en España porque debemos recordar que para esa fecha se decía, que España empezaba en los Pirineos; porque todavía estaba Franco). Estuvo gobernando todavía siete años después que me fui. Había un gran atraso.
EMIGRACIÓN VENEZOLANA
Entonces, al mes siguiente, cuando puedo regresar otra vez al litoral y veo que las luces no eran tan bellas como parecía o sea “nada es verdad ni es mentira todo es según el color del cristal con que se mira” (Las dos linternas, Ramón de Campoamor). O sea, eran los ranchitos aquellos de Venezuela, que a mí me sugerían tantas vidas allá adentro que pensaba, de todas formas, dentro de mí, “sigue gustándome”. Lo transformaba en algo muy bello por dentro, no me parecía feo. Esa fue mi primera impresión.
Luego, la grandeza de las construcciones, de los edificios que ya había de El Silencio; la modernidad que ya empezaba en Caracas. Me enamoré del país, me enamoré de su gente. Sigo pensando después de recorrer muchos países que yo me siento ciudadana del mundo, si te voy a ser sincera. Me siento bien en cualquier país que vaya.
Y pienso, ahora que veo emigrar tantos venezolanos, que van a salir muy enriquecidos con eso, porque la gente cuando emigra de su país empieza a sentir una responsabilidad: aquí soy yo, no soy la hija de, ni la sobrina de. Mi identidad es una cosa, pero la imagen que proyecto es otra. Te das cuenta que tienes que empezar por conocer el país, por conocer a la gente, por amarlo ya que tú lo has adoptado como país, y eso fue lo que me pasó. Me enamoré de Venezuela, antes como ilusión de conocerlo, después con el apremio de vivirlo.
Tuve la buenísima suerte de que encajé muy bien con la forma de filosofía de vida y de pensamiento del venezolano. Se acercaba mucho más a lo que yo había vivido hasta entonces. También por la edad, por la época, por todo eso, pues tú sabes que la juventud es muy atrevida y todo te parece tan fácil, la vida te parece en verdad un sueño. También por el grupo que teníamos; estaba mi hermano, unos compañeros, todo era alegría, era muy tranquilo, Caracas para esa fecha, daba igual que fuera de noche o de día, había mucha seguridad. Claro, la situación política estaba como estaba, pero si tú no estabas en política, no sentías nada de eso.
Empecé a sentirme que era libre, que podía bordar mis propias pautas que iba a ser como en la poesía, “… soy el capitán de mi destino soy el dueño de mi alma… ” (Invictus, William Ernest Henley). Ahí empecé, cómo te diría, a marcar, no precisamente una hoja de ruta, pero si un mapa mental. Yo quiero hacer esto, quiero hacer aquello. Me empeñé que quería conseguirlo. No fue fácil. Al principio, hice todo tipo de trabajos, no eran los que deseaba hacer pero, sin embargo, me permitieron llegar hasta donde quería.
MP: ¿Cuando llegó la llamada del arte?
PT: La llamada del arte la tuve desde chiquita. Más bien hacia la literatura. Pasaba horas escribiendo y dibujando para ilustrar lo que escribía. Eran cosas cortas, vivencias mías, de la naturaleza; cosas imaginativas; cuentos. De todo. Quería estudiar filosofía y arte, pero las condiciones en las que estábamos aquí, sobre todo en la Galicia interior, eran muy difíciles. No podía. Es entonces cuando dije si aquí no tengo posibilidades, tengo que irme a otro país.
Recuerdo que mi mamá bordaba. Hacía todos los ajuares de novia. Bordaba y confeccionaba los arreglos y la ropa que se hacía entonces, con muchos volantes. Tenía una magia… Cuando bordaba a máquina era una maravilla. Verla en el bastidor, las telas, las mantelerías… Le dije que quería aprender. No llegaba ni al pedal de la máquina y primero mamá me tuvo dos o tres días sentada. Primero, sólo me dejó ponerme muy recta, para ejercitase la posición y luego la forma de colocar la mano en el bastidor. Es decir, fue muy estricta. Me dijo que no podía tener una herramienta en la mano que no pudiera manejar. Empecé a bordar porque me fascinaba.
Es más, como jóvenes de Acción Católica, participamos en una especie de concurso organizado por todas las Diócesis. Cada parroquia debía mandar un mantel de liturgia, porque además había un premio a nivel de toda la provincia. Hice uno bordado en oro: las espiguitas, el cáliz, la palomita, todo muy moderno. Lo mandé y me gané el premio de Galicia. Ello me sorprendió porque lo hice con misticismo.
CONECTAR CON LA GENTE
Entonces, por ejemplo, después, en el colegio, realmente no sé por qué pero siempre me tocaba hace un papel estelar. La profesora de arte dramático, Maruja Gutiérrez, que fue una maestra maravillosa de Lalín, siempre que había que definir un personaje decía: “este es para Pilar que tiene mucho temperamento”. Y, cuándo en un momento dado el público, se puso de pie para aplaudirme al improvisar, porque la que debía ingresar a escena no entró, me di cuenta, en ese momento, que algo había en mí que comunicaba con las personas. No sabía cuál iba a ser el camino -si la literatura, si esto o lo otro-, pero sabía que algo había que me conectaba con las personas. Porque yo amaba a la gente. Y fue después, cuando descubrí que todo eso que dibujaba era realmente lo que quería. Cuando llegué a estudiar artes plásticas sentí que me había desenvuelto en ese mundo toda la vida. Para mí, como si no hubiera hecho otra cosa mi vida.
Al preguntarle por su primer maestro en las artes plásticas, aclara siguiendo su propio hilo narrativo, que para esa época ya estaba casada con Antonio García, de origen también español, que conoció en Venezuela.
PT: Fue un flechazo. Un amor eterno, un amor muy espiritual, de protección hacia mí. Con decirte que venía todos los domingos a misa conmigo. Me cogía de la mano cuando iba a buscarme a la oficina. Trabajaba como cajera en una empresa venezolana de máquinas de coser, Nechi de Venezuela, que tenía sucursales en la avenida Urdaneta de Caracas y en el estado Carabobo. El dueño era un judío que se dio cuenta que manejaba muy bien la máquina, por lo que cuando entraba un cliente me ponía a mí a enseñar todo lo que podía hacer. Estuve un tiempo así y después fui la cajera. Venezuela confió mucho en la forma de trabajar del español, no sé por qué. No era mi campo, no me sentía identificada con ese trabajo, pero yo cumplía. Para entonces nos casamos, Tonio y yo, y ahí fue donde empecé a cumplir mi sueño. A empezar con la pintura.
LUIS EDUARDO CHÁVEZ
Estaba muy decaída porque no me sentaba nada bien el calor del trópico. Es más, llegó un momento que los médicos me dijeron que no podría vivir en esta zona; pesaba 44 kilos, no comía, me sentía muy mal, y nuestro médico era Repullo Picasso, sobrino de Pablo, hijo de una hermana de él. Me preguntó: ¿qué le gusta hacer? Le digo, escribir y dibujar, pero antes que nada leer. Mi verdadera pasión fue la lectura y los castigos que me infringían eran porque no hacía más nada que esconderme en cualquier sitio y leer. Me dijo entonces "por qué no aprovecha y hace algo como la pintura".
Cerca de donde residíamos vivía la señora Simpson, una inglesa, (su esposo fue uno de los arquitectos o ingenieros que hicieron la autopista de La Guaira), y me dijo “soy muy amiga de Luis Eduardo Chávez. Te voy a llevar donde el maestro por lo que tu pintas, verás que te vas a sentir estupenda, tiene una escuela maravillosa”. Siempre estuve manchando cosas y fui donde él varios años.
También debo decir que realmente después tuve muy buenos profesores en las universidades. Inclusive en el departamento de extensión de la Universidad Simón Bolívar siempre tenían los cursos de los mejores artistas del país, premios nacionales muchos de ellos, sobre la sistematización y aplicación del color, análisis de la obra plástica y el proceso creativo. Llevé trabajos y empecé a sentirme muy a gusto.
Luego ya hice varios viajes de meses, a distintos países, aunque ya había realizado exposiciones colectivas con el grupo. También mis primeras muestras individuales en Valencia. Luego Gustavo Laffe, no sé cómo se enteró de mis trabajos y de esta forma empecé a trabajar en la primera galería en Caracas, donde conocí a muchísima gente.
Cuando vi que los coleccionistas escogían obras mías, sentí gran responsabilidad hacia ellos, para que se sintieran orgullosos de lo que habían comprado, porque todavía no me sentía que era una artista en la extensión de la palabra que creo debe tener… Era cierto, que era original la forma en que trabajaba, porque nadie hacía las mismas cosas, pero eso no significaba que eran obras de arte. Estuve consciente de ello.
Cerca de donde residíamos vivía la señora Simpson, una inglesa, (su esposo fue uno de los arquitectos o ingenieros que hicieron la autopista de La Guaira), y me dijo “soy muy amiga de Luis Eduardo Chávez. Te voy a llevar donde el maestro por lo que tu pintas, verás que te vas a sentir estupenda, tiene una escuela maravillosa”. Siempre estuve manchando cosas y fui donde él varios años.
También debo decir que realmente después tuve muy buenos profesores en las universidades. Inclusive en el departamento de extensión de la Universidad Simón Bolívar siempre tenían los cursos de los mejores artistas del país, premios nacionales muchos de ellos, sobre la sistematización y aplicación del color, análisis de la obra plástica y el proceso creativo. Llevé trabajos y empecé a sentirme muy a gusto.
Luego ya hice varios viajes de meses, a distintos países, aunque ya había realizado exposiciones colectivas con el grupo. También mis primeras muestras individuales en Valencia. Luego Gustavo Laffe, no sé cómo se enteró de mis trabajos y de esta forma empecé a trabajar en la primera galería en Caracas, donde conocí a muchísima gente.
Cuando vi que los coleccionistas escogían obras mías, sentí gran responsabilidad hacia ellos, para que se sintieran orgullosos de lo que habían comprado, porque todavía no me sentía que era una artista en la extensión de la palabra que creo debe tener… Era cierto, que era original la forma en que trabajaba, porque nadie hacía las mismas cosas, pero eso no significaba que eran obras de arte. Estuve consciente de ello.
VISIÓN DIACRÓNICA
Con el apoyo de Tonio, quien fue mi sostén para moverme en el mundo, pude estar varios meses con las vanguardias de Nueva York, de Londres, dónde estudié el grabado, con el grupo de John Loren.
Era muy parroquial entonces la pintura en Venezuela, sobre todo en Valencia; no en Caracas, donde ya había un gran movimiento, pero en Carabobo, todo el mundo pintaba paisajes. Todavía estábamos con los impresionistas, que ya celebraban, en ese momento cien años, lo cual a mí no me parecía. Coincidí en París con la celebración del centenario del impresionismo y ver lo que fue el verdadero cambio, las vanguardias de rupturas.
Entendí de qué trataba. Llegaron todas las obras que tenían los zares de Rusia, que eran los únicos que les compraban porque ni los aceptaban en los salones.
Y pude ahí realizar el expertizaje científico de lo que se buscaba con una obra, hurgar su espíritu y qué era lo que le daba alma. Cuál era la parte física, para que realmente expresara lo que tú quisieras. Estudie mucho todo en profundidad. Me sentía inmersa en el arte. De allí me fui interesando por la visión diacrónica del arte en el tiempo.
Estuve una época en Italia, especialmente en Florencia, que me cautivó. Toda Italia, y es por eso que los italianos son tan creativos, porque ellos viven entre arte, desde que salen por la puerta de la casa, hasta que regresan. Todo es arte en Florencia, Roma y el resto de las ciudades. Me interesé mucho en eso y por el gran movimiento del Renacimiento porque se dio esa reunión de grandes genios. Cuando pude estar horas con las obras del gran Leonardo Da Vinci, la mayoría de los esquemas que dejó, han servido para años posteriores. Fue un visionario. Pareciese un extraterrestre, que vino de otro lado, con una sabiduría muy antigua.
El mismo Miguel Ángel con la Capilla Sixtina, aunque se sintiera más escultor que pintor. Todas esas obras me conmovieron mucho.
Me conmovió sobre manera Rafael Sanzio, un joven que muere prematuramente. ¡Qué nos hubiese dejado! Más me enterneció lo que estaba escrito en su tumba. Un sepulcro sencillo que ponía: huesos y cenizas de Rafael. Pienso, de verdad, ¿qué es la vida? Tantas glorias y luego esa simple inscripción.
Si has venido a esta vida, pienso que nosotros no somos como las plantas y los animales, que naces, te reproduces y mueres. Pienso que cada ser humano tiene una obligación hacia la sociedad. Tú puedes abrir senderos, hacer caminos, crear marcas, dejar huellas, aportar lo mejor de ti mismo a la humanidad.
SEGUIR CAMINANDO
Me dijeron en Caracas que Valencia me iba a ser muy difícil porque la valencianidad era muy cerrada. Y fue todo lo contrario, se me abrió el corazón de todos. Quería hacer algo muy bueno por mi país adoptivo, porque sentía que era querida por la gente. Y fue después de todos esos recorridos, tras trabajar en el taller del maestro Marcos Bustamente que en retrato era genial, de ver cómo Santiago de Santiago arañaba la terracota para moldear. Te das cuenta que estas ante un auténtico artista, porque brota como el agua de la tierra. Era tan natural en ellos trabajar que me inspiró mucho.
En una de esas oportunidades, mandé unas tres obras, entonces ya era miembro de la Asociación Nacional de Pintores y Escultores de España, a una exposición colectiva, pero el maestro Bustamante, el maestro Rafael Gargut, y no sé si estaba en esto Santiago de Santiago, creo que no, creo que sólo los dos primeros que mencioné. Decidieron que iban a mandarlas al Palacio de Cristal de Madrid, al Salón de Bellas Artes de Pintores y Escultores de España. No me enteré. De repente me llega un telegrama invitándome a la cena y era cuando recién estaban los Reyes de España, quienes la inauguraron. Ese día con tanta gente no vi casi la exposición.
Al día siguiente regresé, me vestí discretamente y me fui al parque El Retiro (donde está el Palacio de Cristal). Me sentía como una hormiguita entre elefantes. Realmente me decía a mí misma cómo podía estar metida en esto. No acababa de sentirme artista, pero da la casualidad que hay un grupo, con un guía, que no era del Museo, era un profesor que estaba con un numeroso grupo de alumnos. Me uno a ellos porque me interesa lo que iba diciendo. Íbamos avanzando y de pronto se detienen frente a uno de mis cuadros. Recuerdo que uno era Amanecer en el río San Carlos y otro era Veleros en Paiclá.
Los críticos de arte de ese entonces, entre ellos, Oscar Jiménez, de El Universal, recuerdo decían que mis cuadros recordaban, aunque lejanamente, a Turner, a los acuarelistas franceses e ingleses, porque yo no trabajaba el paisaje natural, era muy onírico. Era muy inocente todavía. Había vivido en un mundo de princesas. Todo era bueno.
El profesor, le explica a los alumnos y dice “no conozco a la autora, pero fíjense qué forma de ver un amanecer donde se confunde la atmosfera con esto y aquello…” Dio una serie de explicaciones sobre la composición, de los valores con que trabajé el cuadro y me quedé tan sorprendida de lo que el encontraba en mi cuadro. Efectivamente, estaba allí. Eso fue para mí un subidón de autoestima porque significaba que iba por buen camino. Que siguiera caminando. De ahí en adelante, ¿qué puedo decir?, siempre seguí buscando.
CÓCTEL DE CONOCIMIENTOS
Luego ya como directiva del comité venezolano de la INSEA-UNESCO y como consejera del CLEA logré asistir al quinto año de la Escuela Superior de Bellas Artes, en el sentido de poder estar, como directora de la Escuela Taboada, en cualquiera de las clases y ver todo el funcionamiento, de las grandes composiciones fijas que se iba a trabajar. Pasaban y nos interrogaban y tenías dos o tres minutos para captar el movimiento de la síntesis. Pues un coctel de una cosa y de otra, fue lo que me fue formando. Pero realmente a mí lo que me instruyeron fueron los libros y la naturaleza. Lo demás vino dado por mi angustia por saber. Parecía una esponja absorbiendo lo que aprendía del arte. El arte me atrapó. Fue mi vida siempre.
MP: ¿Cuándo llega ese cambio o encuentro en tu pintura, con esa parte ancestral venezolana?
PT: Cada vez que hay un cambio en mi pintura el cambio es en Pilar Taboada. Algo me sacude mucho, cambio automáticamente. Venía de estar dos años en horario de oficina que nunca había hecho, trabajando Ad Honorem para la Asociación Venezolana de las Artes Plásticas (Avap-Carabobo), conociendo todas las necesidades de los pintores. Agravándose todo esto con El Cabriales, un rio caudaloso que se estaba secando, debido a la suciedad, en agua encharcada. Íbamos a estudiarlo como artistas y veíamos que también lloraba.
Después di talleres en barrios, algunos de ellos consolidados y otros no, en donde pude conocer la esencia del pueblo venezolano más humilde. Me cambió la vida por completo. Yo quise hacer todo lo que pudiera por esa gente. Logré tener en la Escuela Taboada, durante sus veinte años, 25 becas anuales para los que no pudieran pagar los estudios de arte. De allí salieron los mejores. Eran gente del pueblo que no tenía la oportunidad de llegar. Eso me daba una satisfacción enorme. Cuando salí de ahí no podía ver la vida de la misma forma que la había visto antes. Sentí la verdadera esencia del pueblo. Me había dado cuenta lo que eran las diferencias de clase, que nunca había sentido. Asumí que todo los pudiéramos aportar, aunque fuese un granito de cualquier forma que fuera, debíamos hacerlo.
Se nos fue presentando el momento, iba avanzando como persona, como profesional, el momento en que ya me nombran consejera del CLEA, cuando la UNESCO se fija en mí para formar parte del consejo docente de actualización, de capacitación.
EDUCACIÓN ADICTIVA
MP: ¿Por alguna razón cierra la Escuela Taboada?
PT: La dejé porque me interesaba mucho mi obra y también lo que estábamos haciendo. La educación para mí fue tan adictiva o más que la pintura. Dediqué muchas horas a la programación y soy muy exigente. Los congresos internacionales te demandan, te nutren; también das mucho de ti. Hicimos el Encuentro Creatividad 90’ en que la Universidad de Carabobo me nombró coordinadora de arte. Hice de ponente con la creatividad en el aula y coordiné todo lo artístico y los actos que se hicieron alrededor de eso. Todo ello te lleva a otro nivel. Luego fui diputada del parlamento para la seguridad y la paz por Latinoamérica, propuesta por el CLEA e INSEA. Todo eso te va poniendo con campos y energías diferentes, pero al final todo eso te va enriqueciendo mucho y te va haciendo más abierta, a todo tipo de pensamiento. A respetar las ideas de los demás. Eso ha ido puliendo distintas facetas y aristas a mi espíritu. Creo que me han ido mejorando como ser humano. No se me ha quitado esa ilusión de niña, la niña interior traviesa por la que castigaban y siempre he sido un poco rompedora.
Participó en la homologación de los pensum de estudio de todas las escuelas de arte de Venezuela que se unificaron. La Escuela Taboada fue la única privada que pudo participar en ese proyecto.
PT: Habían dos equipos, el de Luis Chacón y el de María Roca. Después de mucho trabajar, de ser secretaria de actas y relatora de mesa de uno de los dos proyectos, me di cuenta, qué es lo que pasa con los políticos. Por razones de tiempo, ya no importaba cuál era el mejor pensum o no. Lo que importaba era quien era el padre de la criatura. No pude más. Propuse seleccionar lo mejor de ambos proyectos. Lo escribimos a mano porque el ministro lo tenía que leer al día siguiente.
Como recompensa de enormes esfuerzos, el también artista plástico, Luis Chacón, la convirtió en secretaria privada por unas horas, regalándole una obra de arte suya con la dedicatoria de “A Pilar Taboada, en un día logrado”.
MP: ¿Qué método de enseñanza hizo exitosa la Escuela Taboada?
PT: El método denominado Aula Creativa, en el cual se pretende desarrollar programas en Artes Plásticas, Artes gráficas, escultura y ensamblaje. Dentro de una dinámica moderna científica, actualizada y participativa. En la cual se pone en juego la investigación-acción a través de una perspectiva innovadora de construcción de conocimientos para nuevos modelos de enseñanza-aprendizaje, empleando datos y parámetros internacionales.
El apoyo de INSEA-UNESCO y del CLEA, Consejo Latinoamericano de Educación a través del Arte, me abrieron varias puertas al exterior y a congresos internacionales donde se contrastaba las asignaciones resueltas y experiencias en la Escuela de Artes Plásticas Taboada con otras colegios y universidades de Europa, Asia y América.
MP: ¿Cómo debe ser un crítico de arte?
PT: Un crítico de arte debe escribir para orientar no para desorientar. Si va a escribir lo que ya está escrito en los libros debe ser entonces promotor cultural. Tiene que ser objetivo, duro; en el momento que tenga que serlo. No está para halagar, está para que los demás puedan entender el arte.
MP: ¿Cuándo rompe Taboada con el dibujo onírico para entrar en los seres atemporales?
PT: El espíritu onírico todavía continúa pero en otra vertiente que es una serie nombrada Ventanas al espacio y el tiempo, que era lo que veía desde mi ventana interior y no vas a creer cuál fue el motivo. A mí me encantan los perros y los gatos y mi perrita Zipy estaba muy enferma. Toda mi familia se iba a una parrillada (barbacoa) y decidí no ir. No la podía dejar sola. Estaba trabajando con ella en mi regazo. Estaba escribiendo y vi que eran sus últimas horas. Empecé en ese momento a ver mi vida en fragmentos. Veía a todas las personas que me venían faltando, la perrita había sido mi compañera porque me acompañaba en mis desvelos, hasta las dos de la madrugada. Si me veía triste me daba besitos.
De esta forma se me ocurrió la serie de noventa y cinco obras, de las cuales solo me quedaron cuatro o cinco, cuando mucho. Fue muy fuerte. Las utilizó Nadia Colasante en el libro sobre Arturo Michelena del Ateneo de Valencia, donde hablaba de la sistematización de las series. Yo llevaba, según ella, la obra hasta la abstracción total y luego la dejaba por otra cosa. Fue una serie que me enseñó mucho de mí misma. Hay un cuadro que se llama Natalia y su mundo, que nació y murió en 24 horas, porque me di cuenta que esa niña era yo, me estaba metiendo mucho en mí y no quería tampoco que fuera eso. Hay otra que es Ventana al interior y ventana al exterior. Todavía era bastante onírica pero hacía reflexionar y pensar. Algo tocaba. Un velado misterio. Y es cuando salgo de la AVAP-Carabobo. Eso me cambió en todos los sentidos. Me hizo madurar.
MP: ¿Te sensibilizó?
PT: Sí, porque yo no había conocido la necesidad como tal. Ni aquí ni allá. Vi la pureza en tanta gente, de tantos artistas que de allí salieron.
En el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) fue llamada a participar en programas de asistencia social a las comunidades de menores recursos, artistas y artesanos y a programar-coordinar talleres u equipos de humanización y decoración de los espacios habitables y ornato de áreas exteriores
PT: Soy apolítica pero si puedo ser el vehículo para que mis programas lleguen al pueblo estoy a la orden. La filosofía y la ideología son tan buenas (al momento de emprender algo) que si las pusieran en práctica, este mundo sería un edén.
Nunca quise ser líder. Igual que en la pintura no busqué el éxito, busqué la excelencia. De pronto me encontré liderando una escuela con 280 alumnos cuando comencé, con unas amigas, con doce-catorce estudiantes, que se fue haciendo una bola de nieve hasta que llegamos a veinte años. Igual me pasó cuando trescientas personas me eligieron para ser la presidenta, de la Avap-Carabobo. Eso me perjudicó en mi carrera profesional pero me abrió otro camino para hacer algo para la sociedad.
Le dejó la experiencia satisfacciones enormes, porque fueron ideas que les facilitaron la vida a muchas personas para resolver, económicamente, sus vidas. Se conectaron además artesanos y artistas plásticos, en intercambio necesario.
BONITA DE EMOCIONES
Luego llegó la propuesta consolidada en el tiempo del Salón Anual Cabriales y pintar in situ el río, que generó polémicas en su momento porque había gente que la vinculaba con el partido político anterior. Las agendas en aquel entonces, cuando el gobernador Salas Römer y el alcalde Paco Cabrera participaban, había que separarlas; no podían coincidir, por razones políticas, lo cual también le generó a Taboada incomodidades innecesarias que fueron subsanadas sólo con el tiempo. Con condecoraciones añadidas.
PT: Si supiera escribir debería hacer un libro pero con la verdad de muchísimas cosas que están intermedias. Que no se han dicho por allí. He tenido una vida muy bonita de emociones, muchos retos.
MP: ¿Cómo te sientes después de saber que le restaste tiempo a tu obra por la docencia?
PT: Maravillosamente bien. La satisfacción que da la docencia, dejar marcas, dejar huellas me parece que es muy importante. Además, la satisfacción la sientes aún más cuando personas después de cincuenta años me llaman de países lejanos, para decirme lo que les sirvió el aprendizaje, aunque no hayan continuado en la pintura. Aplicaron los conocimientos para ser más creativos, para presentar proyectos, que se los aprueban porque están muy bien presentados. La docencia te permite además saber que los alumnos te enseñan tanto o más de lo que tú les has enseñado. Enriquece mucho espiritual, personal y profesionalmente.
MP: ¿Mucho aún por hacer?
PT: También te digo que los planes no pueden ser a largo plazo, cuando mucho, a corto plazo. Yo pensaba que esta iba a ser mi época de oro. Había dejado la docencia, estábamos libres como los pájaros, Tonio y yo (él siempre respetó las horas mías). Tenía clarísimo lo que iba a realizar en esta década. Y no he podido realizar nada de lo que pensaba.
El tiempo “… es la fuerza que ataca la piedra y le borra la faz a los Ídolos, es la mano que llena de tierra, el color de los cuadros antiguos …” (Es el tiempo, Julio Barrenechea). Y es verdad.
El tiempo me ha borrado toda esta década. Eso no quiere decir que me siento mal por eso. He tomado el camino que he tenido que tomar y nunca jamás he estado tan satisfecha con lo que he hecho. He atendido mi prioridad: Tonio, quien ha sido mi apoyo en el mundo, siempre fue mi admirador más grande en todos los sentidos; en todo lo que hice. El que me empujó a hacer un recorrido de seis meses por el mundo del arte. El que me tenía mimos y lujos que garantizaran mi seguridad si viajaba sola.
Cuando me casé asumí “hasta que la muerte los separe” y no fue porque lo dijera el sacerdote, sino porque hicimos un proyecto de vida juntos, del que estoy muy feliz de haberlo llevado a cabo. Pero como artista no puedo dejar de ser fiel a la parte del arte que no he podido desarrollar. Siento que mi obra está falla por no haber llegado a la concreción que tenía en mente y eso es una cosa que me atormenta…, aunque no sea ésta, la palabra más adecuada, porque no soy una persona atormentada.
LA PRIMAVERA
Cuando me levantaba en las mañanas iba directa al taller. Con mis ideas claritas. Cuando tienes tantas ideas bullendo en la cabeza y no has trazado ninguna… Eso es una parte que te carga mucho el cerebro y eso si lo siento. Lo siento muchísimo.
MP: ¿Niña siempre inquieta, rebelándose?
PT: Soy una persona que no puede vivir sin sueños y estoy esperando que llegue el buen tiempo (la primavera) porque como sabes trabajo el acrílico. El óleo podía estar sin restaurar hasta cien años. El acrílico hasta quinientos. Por lo que desde hace muchos años trabajo con él. Tiene la ventaja además que se seca rápidamente. También es verdad que los matices que consigues con el óleo no lo logras con el acrílico. Espero pronto comenzar las obras que tengo en mente. Lo necesito.
MP: ¿De dónde obtienes el nombre de la hija del Cacique Guaicaipuro, Acarantay, no tan conocido?
PT: Porque hice investigación sobre todo, cual ratón de biblioteca. Empecé por los sitios de las cosas mitológicas, los mitogramas, pictogramas. Los petroglifos. Inicié una investigación muy grande desde el centro de Europa recorriendo toda la parte de América hasta llegar a Carabobo. Y allí me llamó la atención los valencioides. Me impregné de eso.
MP: Tenías además muy a la mano el Museo de Arqueología
PT: Exactamente. Podía tocarlos, vivir esa especie de templo para ellos. Siento el lugar de los hechos, las vibraciones. De esta manera comencé a buscar mis personajes propios. Como también tenía, como dice Láscaris Comneno, mucha admiración por los druidas celtas. Piensa que las mujeres celtas tuvieron una enorme participación en todo. Ahí no había machismo. Y el celta era el hombre que podía trasladar su sabiduría.
MP: Ya se sabe que muchas de las pinturas rupestres fueron hechas por mujeres…
PT: Efectivamente. Láscaris Comneno y Hans Hart Kanae dicen que fundo varias culturas y el ideograma chino. Y es cierto, porque los estudie mucho. Me fascinaban. Entre los ideogramas chinos, los druidas y fíbula vikinga, todos, en contraposición, venían a darme siempre lo que yo buscaba. Y, principalmente, la Venus de Tacarigua que es la que identifica a casi todo.
CIRCULARIDAD DEL AIRE
Yo no tenía nada que ver con la investigación de Oswaldo Vigas y José Valdemar Romero, pero partimos de la misma búsqueda, cada quien con estilo propio.
Pude meterme en los sitios que eran para ellos sagrados, donde realizaron sus ritos. Y quería dar esa sensación de fondos que interactúan con las figuras. Todo porque me provocaban esos sentimientos y me parecía que transmitían muy bien lo que quería decir. Claro, lo puedo hacer gracias al grabado, porque empecé con las mismas figuras. Las series mías siempre partían de diseños, dibujos. Esta es la única serie que parte de un arquetipo, en hierro, en piedra y en grabados.
Cuando expuse los grabados, las joyas fueron las matrices. No barnizaba la plancha, son negras absolutas por la tinta. No quise trabajarlo a color, para imprimirle mayor dramatismo y porque quería llevarlo a grandes tapices, unicolor. La idea mía era hacer de cada grabado un tapiz grande. Inclusive, ya había hecho contacto con gente de Maracaibo para que me lo hicieran. No quisiera morirme sin verlas, llevarlas al tapiz, en formato grande.
Ha sido la serie que ha estado paralelamente en tres continentes.
MP: Juegas mucho con la fragmentación. Los escritores venezolanos del siglo pasado ya reflejaban a la sociedad venezolana completamente dividida. Algo se rompe en los que exilian. La cruz también es un cruce, vía con cuatro grandes caminos…
PM: La crucifixión de los pueblos donde los niños mueren y matan gente. No es solo la redentora que da vida ni es el fanatismo de dos cosas encontradas.
Mi cuadro Quo Vadis continúa de otro llamado USA también llora. Los espacios en blanco son porque dan la circularidad del aire en la obra. La obra completamente cerrada nunca fue mi forma de trabajar.
Hubo quebrantamiento, dentro de mí. Siempre. Que he cambiado, de repente, que he pasado de una serie a otra, respondió a un estado de ánimo mío. Cuando empecé Fragmentos hice un retrato mío que conservo y es que vi mi vida así, de esta forma: ventanas dentro y afuera.
BÚSQUEDA INTERIOR
MP: Regresas a España y comienzas también labor didáctica.
PT: La enseñanza y la búsqueda en la educación no se diferencia de un país al otro. El que realmente siente el arte tiene una sensibilidad diferente. O no será artista.
La diferencia entre el artesano y el artista es que teniendo el mismo oficio, el artesano se recrea en el oficio, en el acabado; en la perfección. El artista se recrea en lo que puede producir, en la creatividad, pero para ello tiene que tener oficio, para poder darle cuerpo físico a la obra. El pintor se hace, el artista nace, pero tiene que tener fuerza de voluntad, conocimientos.
No creo en la inspiración. Creo en la búsqueda interior. Cuanto más trabajas más ideas te van saliendo.
MP: Rosas con espinas, ¿valió la pena?
PT: Muchas más satisfacciones. Siempre me tocó trabajar en lugares donde apenas era una mujer y los demás hombres. Y siempre tuve la admiración, respeto y apoyo de ellos. Siento el cariño de los venezolanos a través de las distancia y de los años, desde todas las partes del mundo.
Me obligué mucho a sorprender a mis alumnos. Un docente no se puede permitir que ellos se aburran en una clase. Tienes que sorprenderlos. El arte no es un juego. Arte educador es el término adecuado.
MP: ¿Cuáles han sido los milagros de tu vida?
PT: Han sido algunos. El mayor milagro de mi vida fue encontrar en Venezuela lo que yo soñaba. El tipo de gente solidaria, hermosa, alegre. El sol. La forma de hablar, la filosofía de vida. Tuve la suerte de contactar con gente muy culta. Pero el verdadero milagro fue encontrar a mi esposo, Tonio, porque fue el que más me empujó. El que hizo que viajara, sabía que no quería una pintura parroquial, más bien traer cosas de afuera. En Caracas decían que era como una hormiguita que iba a buscar cosas afuera para enseñarlas apenas llegar en la escuela.
Fue un milagro de vida, la familia que formé. Eso para mí fue fundamental. Ver a mi familia tan bonita que continua los valores de mis ancestros, es cardinal.
MP: Pareciese que toda tu vida es un bordado, sigilosamente punteado…
PT: Conexiones con todo lo que hago. Vivo esa experiencia. Mi taller es donde hago mis rituales, como para los druidas lo hicieron en sus cuevas. Me meto en el espacio, tiempo y el lugar. Puede que la gente no interprete lo que yo siento, pero el cuadro le dice algo. Tienen tanta fuerza que no parecen hecho por una mujer.
He sido muy honesta conmigo misma, con mi pintura, con mis sentimientos, con mis compradores. Sabes muy bien que en cada una de las exposiciones que uno hace hay pequeñas joyas, quizás tres o cuatro, que son de museo o de coleccionista, para gente que van a apreciarlo de verdad, porque aman el arte. No todo lo que haces es bueno, tampoco malo. Hay días mejores que otros.
Nunca llegas a una obra que tienes en la imaginación.
MP: ¿Más cómoda en la escultura que la pintura?
PT: Trabajar con arcilla es una delicia. Porque tiene las tres dimensiones, lo disfrutas, lo trabajas. Es un sedante. En la pintura no tienes dimensiones, tienes que crearla. Por lo tanto estas más tensa, pero cuando ya trabajas, la pintura surge. Pero si tengo muy en cuenta la proporción áurea, la sucesión Fibonacci, la proporción armónica. Como la tienen las plantas, los hombres, las caracolas. Para mí es como el Padre Nuestro.
MP: ¿El hierro te empoderó cuando lo trabajaste en tus piezas?
TB: Si. Porque no le gusta a nadie. Y pienso que fue la forma que me dio muchas ideas, aunque para mí era como hacer un dibujo. Ponía dimensiones, colores naranja, rojo y azul que correspondía al grosor del hierro. Le daba instrucciones al herrero, no trabajé la soldadura. Todo dependía de lo que quisiera expresar en conjunto.
MP: ¿Qué es la fe?
PT: Es la fuerza que mueve mi espíritu y mi punto de apoyo para mover el mundo, realizar mis sueños proyectos y metas. Es sentir la grandiosidad de ese Ser omnipresente contemplando el universo, al ser humano.
MP: ¿Qué sueña Pilar?
PT: Soy por naturaleza una constructora de sueños. Realizo mis sueños ayudando a construir los de los demás. Sueño con un mundo mejor, libre y solidario. Se activa mi imaginación, vuelan las ideas y visualizo la obra pictórica/escultórica que voy a realizar, los proyectos que haré; sueño que mi hermosa familia volverá estar reunida... ¡Sueño tantas cosas!
Esperemos que el duro invierno no fragüe sus ansias. La obra de Pilar unifica lo cuántico del ser. Las alas de la intuición corroboran a los hombres y mujeres que en ella permanecen unidos, como los pétalos abiertos de una flor al mundo. Aromas del río fundido con la neblina, que soportan los tallos, fieles a la robustez. El amor todo lo puede. El amor hace nuestra especie. Aprendizaje sin fin, inunda, cabalga; nada teme.
Un post precioso, muy merecido, una entrevista maravillosa como no podría ser de otra manera. Escuchar a Pilar Taboada en aprender, es transportarse a esos lugares, esos momentos.
ResponderEliminarHe tenido la suerte de ser alumna de Pili, una de tantos...
Esa suerte tengo que agradecersela a mi madre que leyó una reseña en el periódico de los talleres de Pilar Taboada en la UJAP, me recomendó ir allí para informarme y me apunte.
En los talleres de Pili descubrí el arte como nunca lo había visto, aprender de la mano la Pili ha sido hasta el día de hoy la expericiencia más enriquecedora que he tenido, donde más aprendí. Es una artista excelente, y una maestra generosa, nos transmitía todo su conocimiento, sus técnicas, nunca se guardo nada para ella, no es común conseguirse con un ser tan generoso. Yo siempre tuve claro que quería estudiar algo relacionado con el dibujo, la pintura, las artes, pero Pili sembro en mi algo muy especial, qué aunque lleva unos años dormido hay días que se me revuelve por dentro y me empuja a crear, me lo debo a mi y sobretodo se lo debo a ella. ¡GRANDE PILAR! Te quiero y admiro muchísimo.
Excelente trabajo, Marisol.
ResponderEliminarTuve la oportunidad de conocer a Pilar Taboada en la Universidad José Antonio Páez y admirar su trabajo pedagógico allí. Gracias por esta entrevista y las fotos de sus obras.