domingo, 7 de febrero de 2021

Dalí 2021: la llamada


 

A propósito de la Expo Salvador Dalí de Santana Art Gallery


El laberíntico Teatro Museo de Salvador Dalí en Figueres, estaba húmedo aquella tarde, rebosado de gente. El coche antiguo de la entrada escapaba por una rosada sonrisa turgente.

Después de recorrerlo, subir por las escalinatas, el sillón beso y rincones de escena hitchcockiana, entramos en la oscuridad de las joyas tramadas y diseñadas en la exuberancia del maestro, allí mismo enterrado.

Mientras las ventanas de las vitrinas museísticas exhibían lujo, a un ciudadano de una nacionalidad estridente, le dio por dar gritos y saltar, llamando a Dalí para que viniera a acompañarnos, a esa hora y justo momento.

Algunos lo instaron a callar, considerándolo un irrespeto; otros lo  motivaban a que continuase en su desatinada ocurrencia.

La estrechez del pasillo también aumentaba presión innecesaria.

Daba voces de ultratumba y pasó de ser extravagante, a molesto. Hubo que calmarlo. Quizás la rosquilla anisada de surrealismo le había sentado mal al desubicado peripatético.

Los genios no son digeribles.

Fue entonces cuando sentí una regresión palpable: observando una de sus estrambóticas joyas, vi reflejadas en el cristal, a las brujas del cuadro de la sardana. Bailando en rueda; descarnadas, huesudas y volando en deseos.

Hubo silencio.

La tumba, al menos ese día, no habló.

Dalí surrealismo corpóreo, teatro ambulante; bigote marca del desentierro

Al salir de allí, ya de noche, mezclé chocolate oscuro y espeso, con vino tinto, color flor de lis.

Durante horas me quedé viendo la nada de Figueres, hasta que me invadió la sangre flaminga de cierto paraíso…

Justo cerca de Tampa… lejos de allí

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