A prueba de bombas, de
Oscar María Ramos Campos, es una película surrealista, realizada en 2013, con
secuencias rodadas dos veces en diferentes años y que permite un viaje ecléctico
sobre la ciudad y la multiplicidad de personajes que convergen en ella.
Al reflexionar sobre ella podemos
decir que la cotidianidad es A prueba de bombas.
El espíritu humano es A
prueba de bombas.
Lo podemos afirmar hoy, más
que nunca, cuando después de un año de convivir y desvivir con este enemigo crecidamente
sutil, que le ha tocado enfrentar a la humanidad, toda nuestra ansiedad y
consuelo se traduce en regresar al cotidiano abrazo, al hablar sin filtro; a la
casa hogar que huele a las rutinas de las que nosotros creímos querer, muchas
veces, escapar.
Además, este surrealismo
que es el Coronavirus, parece querernos llevar a apreciar las cosas que son valiosas
e importantes en el crecimiento del ser.
Inversamente
proporcionales al consumismo.
Ver esta cinta ahora, que en su momento estuvo presentada a quince nominaciones de los premios de la 29 edición de los Goya 2015, dentro de una escaramuza del destino, ha sido una suerte de vuelo perimetral. Porque decir surrealismo y Salvador Dalí, es abrir una caja de Pandora, con objetos intangibles y cacareados espejos rotos.
Porque no estamos donde
queremos, aunque sí donde debemos estar.
Ramos Campos fue guionista,
productor y director de esta cinta que se hizo sin presupuesto y con la
colaboración de todos y cada una de los participantes, labor cuan más bella, estresante.
Los sueños conscientes e inconscientes
nutren una trama de personajes: los hermanos que del pueblo van a la ciudad,
uno para ser arrastrado por la sobrevivencia peligrosa, el otro para encontrar,
sin buscar, el amor. Asaltan los canallas, persiguen los mafiosos, golpean los frígidos
mentales.
Sin embargo, el universo
femenino está enriquecido desde las mujeres del pueblo que igual sueñan con la
ciudad, la “mama” cómo hacedora de bondad, en el control del hogar, la ingenuidad
e inteligencia emocional; la mujer perdida en la identidad tras la orfandad, la
cotidianidad rota de los deseos tras la humillación, la normalidad de los
amantes; la continua experimentación a la que vamos por la vida acompañándonos de
amigos, artistas, buscadores de cualquiera cosa que sea y permita sobrevivir.
El mismo largometraje
juega también a enlazar lo desvinculado, atrapar la piel en el plástico, con lo
cual el órgano más grande del cuerpo, se vuelve soplo de aire en los estudios
de los artistas o la puesta en escena en el teatro, donde los actores recorren
viajes personales a través de otros.
Cuando el caos regresa a
la normalidad vuelve lo cotidiano a reinar, la chica rompedora a su ignorado
amor, el infortunado hijo al pueblo y a los brazos de su madre, la atracción y
el deseo a la promesa de la ternura y del amor. Las extravagancias que desatan
segundas y terceras historias, algunas inacabadas, revelan ese manto caótico de
la ciudad que invita todo el tiempo a regresar al campo, a las montañas, al
mar; origen, cobijo y paz mental.
Hay escenas recurrentes,
hilarantes, irreverentes y también un punto de realismo mágico con el paso por
una de ellas, de Rufina. Se necesita magia para vivir y las situaciones límite
de miles de millones de personas revelan que la vida también resuelve
situaciones de forma poco comprensible para la razón.
Justo el ser humano parece
estar hecho A prueba de bombas. Invencibles hasta en la derrota misma.
Sabemos que el surrealismo
es desbordamiento de la pasión, beso amputado por enormes labios. Estremece como
todos los sueños, aquellos que llegan cuando dormimos, aquellos que
protagonizamos despiertos.
Los actores estuvieron a
la medida de un reto fílmico que sin duda tuvo que contar con la generosidad de
todos y su realización fue sincera en el torrente creativo.
El director de cine,
creador de videoclips y cortometrajes, Oscar María Ramos Campos en 2009
presentó también otra película realizada junto a Alfonso de Lucas, El odio que
estremece realizada en formato en video.
Y ha sido coautor junto a Alejandra Alloza y Antonio Laguna del libro Sara
puro mito.
La película A prueba de
bombas pertenece a ese cine de culto al que siempre se regresa porque los
tiempos hasta ahora recorridos por la industria, hablan de una experiencia
comercial más que de una búsqueda auténtica. Pero el mismo nombre nos lo
advierte: no podrán. La sensibilidad y la valentía del cine verdadero son mucho
más poderosas.
https://www.youtube.com/watch?v=Z1ZDQy1GoIE
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