Gladys Campos de Yáñez arribó a la redacción de Notitarde acompañada de su esposo Carlos y aunque la entrevista hubiese sido pensada de otra manera fue una conversación entre tres.
Con un vestido largo tejido a dos agujas por sus manos llegó con su figura elegante, una puntualidad que parece haber respetado de siempre, sus ochenta años cargados de juventud y la irradiación de su arte, de sus colores vibrantes de nuestro país de quien se considera verdadera embajadora, aunque haya nacido en Chile.
Practica Tai Chi todas las mañanas, pinta, teje, cocina, hace mermeladas de guayaba después de recoger los frutos de sus matas que están sembradas en el penthouse donde habita; alimenta los pájaros que acuden rutinariamente a la terraza y del tiempo saborea las historias que con enorme placer y gestualidad les cuenta a sus nietos, haciéndoles vivir la esencia de cada palabra.
Sus últimas obras, reunidas bajo el título "alegoría a la naturaleza", estuvieron expuestas por espacio de tres meses en la sala de exposiciones de la Alcaldía de San Diego.
¿Qué siente pintando?
Una emoción inmensa. Me llena el alma, ésa es la verdad. No pinto nunca si estoy en malas condiciones anímicas, porque lo que yo quiero dar con mi arte es un sentimiento de felicidad, alegría, paz; tranquilidad. Cada motivo que elijo lo hago pensando en eso, porque yo siento emoción cada vez que lo hago. Por eso puedo comenzar hoy un cuadro y si me llego a sentir mal lo dejo hasta volver a sentir el impulso que me hizo hacerlo.
¿Cómo alcanza en sus obras esa carga energética del color?
El color es un factor que influye mucho en mi obra. La luz. La verdad es que yo no tengo mucho dibujo. No sirvo para copiar. Veo algo, hago un boceto muy esquemático y luego, cuando estoy en condiciones, lo realizo. Por ejemplo, pinté una vez el valle de Aragua, que fue el premio "Bárbaro Rivas" en el Salón Michelena. Cada vez que iba para Caracas fui por esa zona observé la iglesia de El Consejo, la caña en flor y toda esa geografía hasta que llegó un momento que dije "quiero pintar esto": Los ranchitos en el cerro, la iglesia en primer plano, la caña en flor. Resultó un cuadro muy hermoso. Pero lo estuve masticando mucho tiempo hasta que llegó el momento preciso, ésa es la verdad.
¿Cómo trabaja el color?
Cuando veo un color mi meta es llegar a lo que vi. No lo invento. Para llegar a eso tengo que mezclar muchas pinturas. Junto dos, tres, cuatro colores. Después me cuesta mucho copiarlo, porque siempre son diferentes.
Hay que decir, comenta Carlos Yáñez, es que los paisajes que le fascinaron los contemplo mientras yo pescaba, a la orilla del manglar. Comíamos a la sombra de estos lugares, con las corocoras encima y eso le daba tiempo para cautivar el paisaje y guardarlo dentro de su memoria.
Ya tiene cincuenta y dos años en Venezuela... cuente los inicios dentro de la pintura tanto en Chile como en Venezuela
Llegué aquí como a los veinte y tantos años. No me motivaba la pintura. Ya había estado en Artes Aplicadas en Santiago de Chile donde estudié cinco años para tener una cultura artística. Jamás en en la vida pensé que podía pintar. Luego en la Escuela de Artes "Arturo Michelena" de Valencia estudié cerámica. Fui ceramista durante un tiempo y participé en el primer salón de cerámica de artes del fuego pero los esmaltes me causaron problemas en la salud por lo que tuve que abandonarlos.
- Hay algo muy importante, interviene de nuevo su esposo, un día tú dijiste, estando en Caracas: "Quiero pintar" y yo salí volado a la mejor librería que había en esa época en Chacaíto y le compré el mejor estuche, con todos los pinceles y colores. Fue allí cuando todo comenzó, enamorada del paisaje y de los colores de atardeceres, amaneceres y nocturnos venezolanos.
- Pero yo en esa época era modelo de Luisa Richter, atajó -Gladys Campos de Yáñez, yo iba a la casa de ella que estaba en un lugar muy hermoso de Baruta y llegué y le dije a ella: "Me gustaría pintar". Ella estaba con Maruja Rolando y otra pintora alemana. Ella me dijo: "Hazlo". Y le pregunté: "¿Y si me sale mal?"; "lo haces de nuevo", me contestó. Entonces cuando Carlos me regaló la caja de pintura hice mi primer cuadro un domingo, aprovechando que me había quedado sola porque se habían ido a la playa. Llamé a Luisa y le dije: "¿Podrías venir a ver lo que hice?" y me dijo "por supuesto" y al verlo me dijo "me encantó" a pesar de que eran unas tontas flores que había hecho en ese primer intento. Ella, quizás, muy gentil, me dijo que estaba muy bien y que continuara. Ese fue el comienzo, hasta que la vida le va poniendo a uno cosas y uno tiene que llegar hasta donde está.
Empezó como a pintar ingenuo...
Porque no tuve escuela de pintura. No quise tener profesores de pintura. Quería pintar como a mí se me ocurriera, como me naciera del alma. Empecé como pintora ingenua según la crítica y con el tiempo, como se va perdiendo la ingenuidad, fui cambiando mi forma de pintar, fui cambiando mis motivos. No siempre pinté paisajes hasta que Rafael Pineda, que en paz descanse, me dedicó un libro, y me pidió que regresara al paisaje. Le hice caso. En el paisaje es donde mejor me siento.
¿Dónde quedó la mujer árbol?
Esos fueron unos cuadros muy significativos para mí. A la mujer la llamé flora, natura, primavera pero siempre fueron árboles representados en forma de cuerpo de mujer.
¿Siguen siendo los árboles mujeres?
Sí. Los encuentro representativos de la mujer y de la naturaleza.
¿Las corocoras son una especie de símbolo en su obra?
No sé si se llaman corocoras o corocoro pero yo las utilizo en femenino. Son símbolo en mis obras porque son aves sagradas, de los egipcios y además son como misteriosas. El rojo que tienen es de una intensidad tan hermosa. Cuando vuelan sobre mi cabeza siento que estoy en la gloria, porque ellas son como una joya dentro del manglar.
¿Tiene algún ritual al momento de pintar?
Al principio el apartamento donde vivíamos se me hacía exasperante porque sufro un poco de claustrofobia. Se me ocurrió entonces pintar en la sala una selva muy tupida y bonita y el espacio se me agrandó. Ahora pinto en un pequeño espacio que tiene una especie de claraboya que me da justo claridad en el caballete. Esa iluminación es maravillosa porque no me desfigura los colores. Me siento muy bien y muy cómoda en ese lugar.
Más de cincuenta años llevan Carlos y Gladys Yáñez siendo una pareja y el amor en ellos se recrea como un nuevo paisaje de luz (Notitarde, Confabulario, 07/06/2008).-
Yayi desde que te conocemos nos ha gustado tanto tus pinturas como tu exquisita comida, y gracias a Jehova Dios hemos tenido el placer de disfrutar de ellas, así como de tu compañía y cariño. Te queremos mucho tu familia putativa Lalesska, Sergio Gabriel, Andrea, Nicola y Nancy.
ResponderEliminarYayi, te queremos mucho... Lalesska, Sergio Gabriel, Andrea, Nicola y Nancy
ResponderEliminarYayi desde que te conocemos nos ha gustado tanto tus pinturas como tu exquisita comida, y gracias a Jehova Dios hemos tenido el placer de disfrutar de ellas, así como de tu compañía y cariño. Te queremos mucho tu familia putativa Lalesska, Sergio Gabriel, Andrea, Nicola y Nancy.
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