domingo, 13 de marzo de 2011

En deuda

No había la menor duda. Allí estaba una mujer con cara de diabla. No solo era así porque se veía a través del televisor era porque el programa está dedicado a su personalidad. Por lo que creí comprender es que ella ha buscado, ahorrado, pagado (y sufrido, con sincero y admirable deseo) ser así.

No voy a criticar. Hemos conocido tantos seres humanos a lo largo de los años que no necesariamente parecen diablos pero lo son, que el asunto de la imagen queda relegado en segundo plano. Debería, pero es un poco difícil porque el ¿arte? de hacer de esta mujer esa imagen de lo que está dibujado como demoniaco a lo largo de la historia es como para asimilarlo de a poquito.

Después que uno la ve además teniendo una vida normal, llevando a sus niños a la escuela, tratando de conversar afablemente con las madres de los compañeros de sus hijos, pues la cosa empieza a quedar en suspense.

Pero ella en ningún momento se ve como una caricatura, ni se ve mala o demoniaca; solo parece eso: un mito creado que va caminando, o desandando; lo que es lo mismo que deshaciéndose y, ciertamente, de ahora en adelante y a partir de todas estas personas con estos gustos “estéticos”; se van a tener que inventar otros rostros para fijar la semblanza del mal o de los seres deseosos de viajar por la ranura o sepultura de los infiernos.

Porque además esa mujer que ha construido ser una atracción ambulante uno se la imagina nada más que en un estudio de televisión o en un circo, pero la cosa no es tan sencilla ni debe tomarse con tan frívola jocosidad.

Aceptamos payasos a diario en nuestras vidas porque se han quitado los disfraces de la noche. El asunto es que ella no se puede deshacer de esa nueva piel e inclusive la nueva temperatura que tienen sus ojos de corte lagartijal y su lengua bífida que si llegara a captar las sustancias químicas que las serpientes intuyen del ambiente, creo que esta mujer, de gustos extravagantes, sufriría mucho, sobre todo si coexiste en México, porque no se muy bien donde vive.

Pero el zapping de la globalidad es ancho y ajeno como diría Ciro Alegría si estuviera en estos tiempos. Por ello es que bajamos (o subimos, como prefieran) de su rostro al del cachorro del vientre de una leona, al traje de Lady Gaga y nos tenemos que aguantar hasta el cansancio que lo que predomine sea el vacio, el chisme, el negocio fácil, los falsos héroes, las simuladas poses, la inquisitiva necesidad de hacernos a nosotros mismos poco auténticos y predecibles.

¡Eso es lo que hay porque además de lo que vende decido que es lo que te gusta!, dicen los amos de las industrias del show y del negocio mediático y así estamos buscando cada vez más y mas, como los deportistas, que por reventar marcas olímpicas terminan suicidándose o lesionándose para toda la vida.

¡Alguna vez alguien tendrá la sensatez en el mundo del deporte de premiar la calidad del deportista más que la milésima marca de los dichosos cronómetros de la competitividad, desleales e injustos con el cuerpo humano!

Pero si hablamos de autenticidad y nos sofoca el ser humano que lleva siglos aferrándose a ser lo que no es, bien podría decir alguien por allí que entonces la propuesta de esta mujer que asusta, es original. No lo voy a discutir. Es complejo este asunto y la imagen según este cacharro llamado televisor lo es todo.

Usted vale lo suyo si usted es esclavo de las marcas y por allí tenemos una generación light considerada por especialistas como un cáncer social.

Además de las apoteósicas firmas que exhiben lo que los millones de ciudadanos comunes y corrientes no pueden adquirir o les costará mucho comprar aún trabajando toda una vida, usted ve las modas de lo que es fácil y resulta. Ya lo había mencionado: los programas de comida.

¡Cuanta esclavitud y cuanto desperdicio en una rutina que cientos de millones ni siquiera tienen!

Después de esta experiencia televisiva dentro de ese programa que han denominado Tabú si se pasa para una de estas telenovelas criollas pues la decepción es bastante grande. No se terminan de coordinar los guiones, se saltan y matan personajes; y actrices secundarias pasan a protagonizar porque han logrado colarse en el corazón de los escritores. ¡Ejemplo de juventudes! Y además el personaje hasta se pasea en cuñas publicitarias de manos de la actriz que lo lleva.

Arriba y abajo el pasatiempo del zapping. Sólo vale cuando se está enfermo o ciertos racimos de vejez acompañan a los más mayores que requieren de estas distracciones. Este medio de comunicación masiva sigue estando en deuda con la humanidad, sigue haciendo daño a los niños y adolescentes que con bastante dificultad se les enseña valores, en sociedades ambiguas, distractoras, embriagadas de insolidaridad y sin razón (Notitarde, 13/03/2011, Lectura Tagente)

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