domingo, 6 de mayo de 2012

Madre Mar, padre cielo e hijos árboles


A finales de la semana pasada, en el marco de la Feria Expo-Venta del Libro se se inauguró la I Muestra Contemporánea de Artistas Carabobeños en Homenaje al Libro y la exposición de máscaras "Diablos de Yare de Venezuela” en la Biblioteca Pública Central "Dr. Manuel Feo La Cruz".

La I Muestra Contemporánea de Artistas Carabobeños en Homenaje al Libro se concentró en los espacios de la Galeria Luis Guevara Moreno, dirigida por  Fredis Armas, quien reunió a Alicia Belden, Alicia Font, Adile Ruiz, Balkys Brett, Blanca Orsattoni, Cecilia Ragni, Eddy Chacón, Gladys Cunha, Isabel Abreu, Luisa Dunia, Margarita Mendez, Maritza Góngora, María Esther Barbieri, Maria Pequeño, María carolina Mendez, María Helena Rodriguez, Marlene La Rosa, Miquelina Ferreira, Miriam Da Silva, Nancy Salvatierra, Omaira Garcia, Piera Reverón, Renzo Rivera, Rosa Tabares, Tania Zambrano,  Zaida Castellanos.

Todo ello sirvió como marco para brindarle un homenaje a la artista Anna Fioravanti con su muestra Barco de la Luna, que reune obras efectuadas a lo largo de cinco años, en el muro derecho del espacio, dentro de una propuesta conceptual alrededor de la palabra, la mujer, los sueños y la belleza de descubrir en las cosas mas simples un gran tesoro. También sirvió para presentar su poemario "Carta Blanca hacia un Cielo Blu".

Antes de rendirle homenaje, la artista Maritza Góngora fue la encargada de presentar a Anna Fioravanti, quien junto a ella pertenece al Colectivo Artemusa, destacando su pasión por el arte, por entregar lo mejor de si y ser solidaria con cada una de sus compañeras, animándoles y escribiendo sobre el trabajo creativo que cada una desarrolla.

Justo sobre la obra de Fioravanti podemos decir que la creación viene siendo una manifestación espiritual, una luz entre la masa, una esencia que despierta nuestra intima necesidad de ser. Ser para amar, para dibujar, para pensar, para sentir, para observar el maravilloso o a veces insospechado universo en el que habitamos.

Residimos nuestra mente, nuestro corazón y la sensibilidad aflora en descubrimientos sencillos: una flor, un paisaje; un nacimiento o la misma muerte que con su contundencia reafirma la vida.

Los recuerdos viajan unos con otros y van construyendo toda una gama de imágenes, percepciones, aprendizajes y hallazgos que requieren especial atención. Para la mayoría de los seres humanos que no han encontrado en el arte esa fuente permanente de crecimiento, de entrega, de amor, del lenguaje intermitente de dar y recibir, todo ese mundo pasa desapercibido.

Justo allí es donde Anna Fioravanti pone especial atención. Ella elaboró un mundo plástico a partir de sí misma y todo su alrededor, distinguiendo las emociones buenas de las que no lo son tanto para sacar a la luz los signos, que bañados también bajo una estética personal, revelan lo que son: esencias nobles conectadas con el mismo espíritu universal,  alojados por el mundo real e imaginario.

Su radical distinción nace de la búsqueda en los asuntos que otros no se atrevieron a escudriñar porque representan un riesgo y un esfuerzo por alcanzar una armonía conceptual que ella ha logrado con la plena disposición de madurarla porque forma parte de ella.

Estamos hablando de elementos como la luna y su especial conexión con la psiquis femenina, sus emociones, sus aguas internas, que se transforman en luz y oscuridad todos los meses, así como el satélite de la tierra tiene su lado oscuro. Su protección ilimitada hacia todos los seres y la fertilidad que toca aún en los más gélidos océanos.

Estamos hablando de mariposas, con corto tiempo de vida, que llenan de ilusión al corazón, que invitan a permanecer en el color que, Anna Fioravanti,  conduce por un camino que siempre llega al encuentro con los hijos.

Estamos hablando de los libros que se abren como mariposas, llenándonos de luz, de aprendizajes, de historias e inclusive  descubrimiento de profundos miedos que debemos abordar en los momentos adecuados.

Estamos hablando de esos rostros que ella a veces apenas esboza en un mar de emociones. Estamos hablando de un cielo intacto al que baña con palabras que buscan, encuentran y se hilvanan con esa enorme madeja que es una mujer, una madre, una pareja.

Estamos hablando de una búsqueda que no se detiene. De la paz que se encuentra cuando una obra se cierra. De la mirada de la pieza frente a un espectador.

Estamos hablando de la armonía con que se asumen los retos, pese sus dificultades, para poder eclosionarlos al mundo. Y ese es un gran secreto que está presente en ella y en ese Colectivo llamado Artemusa.

Anna Fioravanti tiene ese empeño de hacer magia con sus obras. Rodearlas de delicadeza que posee  el alma,   inquebrantable, paradójicamente,  quebradiza. Por eso ella despierta los signos más hermosos, las palabras  duraderas, los conceptos sinceros y el lado más positivo de toda su expresión para  integrarla al mundo, necesitado del poder del amor. Una minúscula partícula de polvo puede salvarnos si tiene del fuego, la sustancia.

El mundo de Anna Fioravanti salva. Porque está tejido en pacto secreto y abierto con el universo. Con la madre Mar, el padre cielo, los hijos árboles (Notitarde, 04/05/2012, LECTURA TANGENTE).- 

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