lunes, 6 de abril de 2020

Carlos Rojas: recurso heurístico

Carlos Rojas, escultura caricatura de  Alejandra Cedeño Ceballos


La primera vez que observamos una obra de Carlos Rojas fue en la avenida Universidad del municipio de Naguanagua en el estado venezolano de Carabobo.  Llamaba la atención porque era la primera vez que en un espacio público colgaban una escultura que obligaba mirar hacia arriba para descubrir de qué se trataba.
Allí se fraguó, cuando los carabobeños aún podían conciliar una convivencia más armónica, la idea de una ciudad museo. Se empezaron a ceder espacios públicos a los artistas plásticos y los habitantes empezaron a familiarizarse con distintas propuestas.
La primera obra flotante de Rojas se acercaba a un malabarista boca abajo, con dos aros en cada una de sus manos que pendían igual que su cuerpo. Una obra equilibrada, pensada, con un volumen tenso y grácil  frente al espacio.
Completó otras tres para cerrar y abrir la propuesta de sus Flotantes tanto en esa misma avenida como en Paseo La Granja. 
La propuesta colgante es novedosa e invita a reflexionar desde la variedad. La tierra misma está suspendida en el espacio en perfecta sincronicidad. Por más explicaciones científicas y cálculos matemáticos que lo expliquen sabemos de un orden más allá de nosotros, al que todos pertenecemos; aliento de alma.
Vulnerables, luchando por mantener el equilibrio. En cada paso el equilibrista se juega la vida, de allí que de su alto grado de concentración y pericia dependa su todo.
Otra obra suya, Contra corriente, fue colocada sobre el río Guaire que atraviesa Caracas. Un escenario cotidiano para el gran público que pudo ver una figura humana con dos paraguas oscuros, guindada sobre las aguas sucias del cauce.
Las fuertes ventiscas que azotaron la capital venezolana  destrozaron los paraguas. Rojas sintió satisfacción. Sabía que era lo primero que desparecería. Fiel reflejo de la fragilidad de todo cuanto está relacionado con lo humano. Sabe que un día u otro puede que la escultura se desvanezca en el Guaire: metáfora de lo que simboliza este río al que conminamos a arrastrar nuestras aguas fecales, en vez de ser luz y vida, para nosotros mismos
En las Facultades de Ciencias de la Educación y de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Carabobo están sus obras El estricto orden de la anarquía y Contracorriente.
A nivel pictórico Rojas se pasea por un imaginario de seres a los que delinea con la velocidad de los trazos y los colores que resaltan y  desfiguran. Cuerpos y rostros animaloides dimensionando lo banal, lo grotesco; rompiendo muy adrede todos los vestigios de la belleza. Desfigura para revelar la intencionalidad.

Carlos Rojas trabajando una de sus piezas (Foto de José Antonio Rosales)

Irreverencia que da gusto encontrar. Lo atípico que tanto enseña.
Rojas vive en estos momentos en un pueblo de la comunidad valenciana, en España. Sigue trabajando en la difícil condición de inmigrante y artista.
En la cuarentena que toca vivir a nivel planetario se las inventa recogiendo los cartones que desecha el supermercado Mercadona para continuar con su creación.
Reciclando, como enseñan en las mejores escuelas.

¿Cómo sentiste la llamada del arte?, ¿qué edad tenías?
Recuerdo que era una molestia para aquella maestra antigua  llamada Filomena. Fui para ella un niño sin solución.  A prueba de palmeta, la puntualidad del castigo era constante en la semana. No era un ser retrasado para ella, solo respiraba rebeldía y obstinación enfermiza, en sus propias palabras. Lo expresaba a quien tuviera el turno de recogerme; “niño con tantos pájaros en la cabeza”, les decía. Nueve años tenía sin contar desde ya, con suficiente tiempo para jugar con todo.
Tus comienzos: ¿qué recuerdas?  ¿Insubordinación, amor?
Mi padre notó esa irregular atención con la que jugaba haciendo líneas y un día me pilló releyendo casi ausente, en mi mundo interno. En un anuncio de revista de ilustración leyó que promocionaban un curso de caricaturas y otras tendencias del dibujo. Era la academia American School, especializados en cursos por correspondencia. Sin preguntarme siquiera se suscribió  y ese fue el átomo que aceleró  mi ilusión y me determina a creer en ese sueño de ser artista.
Años más tarde muere mi padre y con quince años tuve que abandonar los estudios de  bachillerato. Era imprescindible trabajar para sobrevivir e ir al mundo que hasta ese momento solo era una idea muy parcial. Está confrontación infausta me deshizo y como evento natural me reedificó haciéndome eficaz para la batalla y  más rebelde, pero  limpio de los resentimientos, que podía militar. Esa misma fuerza  me levanta hoy en día ante la circunstancia que si más cruda, más templada a la victoria me presto. De eso depende la vida: de lo terriblemente hermoso con que te abraces a ella.


¿Recuerdas alguna anécdota?
No soy un hombre de anécdotas, estas cómo que navegan libres en mi circulación mental y cuando menos espero, aún en la cama, a media noche, me entrego a la risa al recordar algún episodio de mi íntima película. Si es verdad que no dejo de contar.  Una vez  participé en un concurso de disfraces y antes de pisar el escenario me detuvo una señora y me dijo  “no hija, es solo para los disfrazados”. Enfurecido corrí a un lugar aislado donde luego de unos minutos estallé riendo. Casi muero en mi ridícula pero exitosa actuación, provisto de mi peluca “Cuchita” y una  blusa conjunto de pantalones de gruesas rayas horizontales.
Casi una profética imagen de las esculturas futuras.
Al inicio tu obra pictórica estaba llena de colores intensos, ¿cómo fue cediendo ante tu nueva propuesta?
Mi primera gran individual fue un arcoíris de pasteles destellantes, pero antes de eso mis trabajos incluyendo las participaciones en los salones en Venezuela, revelaba un tenebrismo y mucho de la atmósfera simbolista Europea. Yo he confiado en el recurso heurístico del oleaje libre de la experiencia plástica.  Está fluctuación es mi particular escuela, nunca he creído en las fórmulas de reconocimiento como si fuera la identidad o marca de un artista y así como hoy puedo estar incandescente en mis colores, quizás mañana, busque acariciar las bellezas ocultas de las tinieblas. Esa podría ser una tentativa creativa para mí. Todo dependerá de la emotiva geografía que empeñe.



El artista por sobre todas las cosas debe ser rompedor, hacer pensar supone riesgo elevado. ¿Qué impacto quieres que cause tu obra?
Sería un gran error pasar por alto el ahora como referencia. No somos antropólogos ni sociólogos, pero la manipulación de transferencia en este presente se madura continuamente en nuestra existencia. La única manera de dar un sentido es  una máxima tolerancia, precisando la actitud de vida que está corriendo, fruto del atropellado flujo de imágenes e información sin cuestionamiento crítico. Esto es una realidad, distensa y única; particular del postmodernismo. Hoy puede aparecer ante el mundo una extraña imagen incómoda y hasta grosera,  pero ésta no será quemada en la hoguera, se acogerá tímida y permisiva. Con los fundamentos del todo, eso es posible en el arte y todo es arte; la justificación es la información, su fuerte la libertad,  sus derechos y su perpetuidad; la curiosidad. Ésta puerta abre  hacia afuera como una virtud y es allí donde caminar sobre el agua es posible para el agnóstico de hoy.
Mi propuesta es fluida en este caldo primario, por lo que no dejaré de trabajar ese exterior donde seguramente está lo más profundo de este nuestro género.



¿Cuándo te sentiste atrapado por la escultura? Siempre he sentido que tus esculturas buscan en el espacio una razón vivencial.
El insigne pintor y maestro Wladimir Zabaleta estando frente a uno de los flotantes junto a mí dijo: es como pender en un hilo para nunca caer. Esta lectura no pudo ser más acertada por lo que no queremos ni dejamos de aferrarnos a la vida, es esa pasión que murmuró sin tiempo ni edad al oído de nuestra raza inherente a la criatura: no moriré mientras viva.
¿Qué te planteas al esculpir? ¿Qué material te gusta más? 
¡Imagínate!: un país perfecto, sólo tuyo, donde se postulan volúmenes, solicitan y proponen presupuesto, se discuten obras, su valor en el espacio todo esto cada día. Pero, en el mejor de los  términos, donde el trabajo y las ideas son la prosperidad de tu gentileza, una plaza llena de gozo y discusión. Ese es el planteamiento frente a lo que debo hacer. Luego viene el material, lo que tengo es lo que uso; pero me encanta la versatilidad de la resina poliéster y en pequeñas escalas la cerámica fría y el bronce.
¿Cómo te sentiste al emigrar? como artista, como hombre de familia,  como venezolano a esta edad…
Nunca sentí tanta emoción y tan grande angustia en mi vida. El aprender por imposición la lección más fuerte para un ser de nuestra cultura, el desapego y el desarraigo en una sola página. Es como la punta de la montaña donde señalas llegar y que sin reposo deberás  diseñar como volar, sin que seas viento ni ave y además determinado a no dejarte ver en debilidad como testimonio de familia longánima, estoico, sin fractura; repitiendo dentro de ti: eres cimiento, eres la roca  del tropismo.
Todo esto sin dejar de esperar en tu contradicción que Dios se levantará en justicia, para la sonrisa de tus ocultos lobos, eso espero en esta edad de emigrante creyendo en los muchos años que verán mis ojos; bizarro y libre.


¿Algún plan o proyecto artístico a futuro? ¿algún sueño recurrente?
El plan era seguir pendiendo en lo insólito de este mapa, pero creo estar enamorado nuevamente, porque una cosa es imaginar y la otra conocer otra idiosincrasia. Más allá todavía estoy preñado y no aspira ésta gestión a conquistar museos. Por ahora, la semilla busca,  pide simplicidad, origen, raíz y necesidad de vida que justifique el trazo. Estoy en la tierra que vio nacer el primer abecedario de las imágenes. Aquí se me agotan las explicaciones.
La Casa de la Cultura de Burjassots tiene hasta ahora programada una exposición de los trabajos de Carlos Rojas a partir del 19 de octubre de 2020.



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