martes, 7 de abril de 2020

Salir (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Nos observan, Rolando Quero 



Tuve que salir de la habitación donde vivo y cumplo la cuarentena, porque mi gato casi se queda sin comer. Me  levanté temprano, ya sabía que hoy no llovería de acuerdo a los pronósticos del tiempo, hice mis ejercicios y una lavadora de ropa que colgué. Al rato salí, después de acomodar muy bien las bolsas de basura, llevar un papel a la mano para limpiarme apenas las echara, y seguir rumbo al supermercado.

Mi sorpresa fue grande cuando vi la enorme cola para entrar. Nos hacían ingresar por la salida de emergencia y la fila atravesaba todo el centro comercial para regresar de nuevo a la entrada principal, para acceder.

Opté entonces irme hacia otro supermercado más pequeño. Siempre le he huido a las colas y no me sentí a gusto, dadas las circunstancias.

Mientras caminaba hacia el nuevo destino vi un estanco con casi igual número de semejantes esperando comprar tabaco. Me impresionó.

Me topé más adelante con un hombre que paseaba a su perro y fumaba. Todo el humo se me vino al rostro y me incomodó. Por supuesto, ni se enteró.

Vi por la calle pocas personas aunque más de las que veo en mi limitada ventana, quizás una zona menos céntrica. En su mayoría,  con tapabocas, yo con una bandana de hacer ejercicios, cubriéndome nariz y boca. En las farmacias cercanas no venden mascarillas.

Lo curioso de esta nueva condición es que caminamos por la calle evitándonos. Nos vemos y se baja la mirada para no volver a encontrar los ojos. Perdimos el modal del saludo, enredados con esa especie de bozal, que ahora llevamos.

La sensación en la calle es desnaturalizada. No podemos sentirnos igual que antes porque hay algo diferente. Tangible o intangiblemente algo está allí con lo que no acabamos de lidiar muy bien.

Dentro del pequeño supermercado el comportamiento fue también distinto. Si consigues alguien de frente, se desvían.  Hay una prisa nerviosa a la hora de comprar y salir lo antes posible de allí. Si se sabe la ubicación de lo que se va a comprar no se recorren todos los pasillos. Pero por más medidas que existan, la cercanía con la gente es inevitable.

Menos mal que la luna llena de anoche, más cerca que nunca de todos nosotros, de tono rojizo, aunque la llamaron luna rosa, hizo despertarnos con la  alegría de saber que lo único permanente en la vida es el cambio, y que el universo tiene las sabias y tibias  riendas de nuestro destino.

Transformación para bien, por la recuperación de la salud de tu cuerpo. Soy Marisol. Día que empezó con la fuerza del sol. Ahora nublado, con el gato durmiendo después de comer su nuevo alimento.


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