miércoles, 15 de abril de 2020

Selva (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Sueños de jungla, Rolando Quero 


Al abrir la pestaña de cultura de los pocos periódicos on line que leo supe de la muerte del escritor Luis Sepúlveda, nacido en Chile, desde hace más de veinte años viviendo en la ciudad asturiana de Gijón.

He leído solo un libro de él, el más celebrado: Un viejo que leía novelas de amor. Su lectura me dejó su huella como autor, de renovadas visiones frente a la vida, lúcido ante la historia y las escamas de todos y cada uno de los personajes. No en vano era parte de un análisis literario en uno de los seminarios que estudié.

Dedicó Sepúlveda este libro a su amigo Chico Mendes del  Movimiento Ecológico Universal, asesinado en plena selva brasileña, mientras a él le estaban otorgando el premio Tigre Juan, en Oviedo.

Esa luz que era Mendes no pudo iluminarse aún más con los pasajes narrados por Sepúlveda. Por instantes,  se hubiese convertido en luciérnaga viajando por la ancha espesura, a la par de los enormes chorros de agua del Amazonas, hablando con los árboles que tanto entendía.

Le hubiese contado a sus hijos que había terminado un libro de su amigo Luis, sobre un viejo y lo hubiese comparado con los chamanes, capaces de  leer cada centímetro de la tierra.

La caminan descalzos, sintiéndola. Reconocen cuando sus huesos crujen o se despierta la serpiente de fuego que vive adentro y la recorre, asentándose en lugares, muy recónditos unos de otros.

Dicen que esa culebra, corazón de la tierra, se movió de Asia a América Latina, por lo que, pemones y yanomamis, todavía actúan con mucho más sigilo. Al calor de las hogueras cuentan sus historias ancentrales y veneran aún más la selva que es la vida: río canto, madera balsa, cocuyo hechizo, piel piedra, lluvia catarata. Naturaleza sin límites, entregando su abundancia.

Al morir Chico en la selva hubo un silencio que solo fue escuchado por los seres más sensibles. El que percibió Luis y su personaje Antonio José Bolívar Proaño, el viejo.

La selva nacida del universo,  siente, ve, habla, escucha, huele y transmuta. Los sabios saben, nada es en vano.

Aunque en cuarentena, los días no son rutina, a menos que así lo concibamos. Soy Marisol. Pronto tu paso por el hospital será recuerdo. Mi gato duerme.


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