jueves, 14 de mayo de 2020

Buscando a Natalia (cartas de apoyo a pacientes Covid)




No recuerdo el día y el mes se me ha confundido. Es lo que tiene esta pausa obligada llamada confinamiento dentro de la pandemia: diluye los días, en aglutinamiento de hechos desechos, en las repeticiones informativas, en las dudas sembradas con conocimiento de causa, como si fuéramos ristras de ajo o pangolines.

En todo caso creo que fue a finales de enero de este año. Sin yo misma creérmelo estaba buscando a Natalia Jiménez por las calles del centro de Madrid, acompañando a una súper fans, que tenía acceso a esas plataformas donde las famosas van colocando los lugares por donde van, para comunicarle al mundo sus cosas y quizás para que las encuentren, si es que se quieren dejar localizar.

Yo, que no soy fanática de nadie y de nada, porque prefiero la libertad de mi espíritu a todo cuanto haya conocido, me vi inevitablemente, corriendo hasta la plaza Mayor porque acababa Natalia de publicar un vídeo paseando por allí.

Ya habíamos pasado por  Callao, la calle Preciados, el mercado de la reina y la plaza Sol. El cuadrado perfecto de esta plaza Mayor lo recorrimos varias veces y no estaba la artista que se encontraba por Madrid paseando, puesto que es Barcelona, por Operación Triunfo, donde normalmente se afinca.

No hubo ese día suerte.

Desde que conozco a esta súper fans no hay día que no escuche hablar sobre esta mujer. Creo conocerla tanto como ella que la sigue desde que tenía siete años de edad y pudo superar incluso el bullying por la canción “Creo en Mi”, compuesta por Jiménez, inspirada por las sensaciones de estas difíciles vivencias que también experimentó.

Unas semanas después ésta súper fans que se llama Anggella logró reunirse con ella porque supo, por igual seguimiento, que estaba tomando un café y se acercó justo para cumplir su sueño de conocer a esta antidiva, sencilla y espontánea, tomándose el selfie de rigor.

Como me la paso escuchando frecuencias de música diferentes para que en mi cabeza no se queden las canciones del momento, que tanto insisten en repetirse, cargadas siempre de Animus ajeno, no las almaceno en la memoria.

No obstante, las baladas de Natalia, quien tiene muchas desde que comenzó con La Quinta Estación,  aunado ahora a su disco homenaje a México, pleno de rancheras; canciones de amor  y desencuentros,  me repercuten en este confinamiento.

Vivo al lado de la súper fans.

Ya ha cantado por los espacios del metro de Madrid por donde la misma Natalia comenzó, cuando ni siquiera tenía el permiso para hacerlo. Es decir, practica todos los días escuchándola y aprendiendo de su energía creativa.

Puedo decir de toda esta experiencia vigorosa y divertida que aunque los 440 hertz insisten desde múltiples púlpitos, mi gato Chachito ronronea a una frecuencia entre veinticinco y ciento cincuenta hercios.

Todos sabemos descubrir lo que nos sana y revitaliza.


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Foto:


  

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