Tuve varios profesores de
literatura que me hicieron entusiasmarme por las letras. Seguramente las
primeras maestras también lo intentaron, pero en ese camino no recuerdo a
ninguna en particular.
Hubo uno de ellos, cuando
estábamos en bachillerato, que nos hizo
leer libros por montones y era un lector compulsivo. Tenía en el maletín, de
cuero flojo y desgastado, entre cuatro y cinco libros que leía a la vez. Sus
alumnos no dábamos crédito a esa capacidad, nos parecía una auténtica proeza,
incapaces de imitarle.
La dispersión mental es el
tema en la adolescencia.
Ya en la universidad el
profesor Manuel Bermúdez hizo una diferencia. Había sido boxeador y de allí que
le encantara el sentido de golpear con las palabras.
Las tareas se hicieron
cotidianas, las lecturas, las correspondencias entre quienes teníamos
pensamientos en torno a este acto creativo. Hicimos una publicación colectiva
que se llamó Vísperas de la Aldea, producto de ese taller literario lleno de
fuerza hacia el futuro.
Después hubo seminarios,
estudios y entrevistas con gente de este quehacer. Lecturas y búsquedas
constantes en torno a quienes ejercen este oficio.
Descubrir además que todos
los que sienten la llamada de una expresión artística tienen la felicidad y la
libertad de sentir muchas más cosas. Don o regalo recibido para compartirlo y
experimentar la vida de una forma más plena. Manifestaciones distintas, mismo
fuego creador.
Hay otra cosa bonita entre
quienes trabajan a diario perfeccionando su arte sea cual fuere. Un sentido de
trascender, una ética hacia el logro, una evolución constante e irrefrenable
por avanzar.
Aunque lo que se haya
comenzado pueda cambiar de muy distintas maneras, la llama crepita en los
huesos y en los cinco sentidos. Todo se dispara para los nuevos hallazgos que
son manifestación de amor hacia el mundo.
Literatura, música, baile,
pintura, escultura, teatro y todas sus manifestaciones yacentes y subyacentes
enriquecen este presente donde quiera que estemos, en la gratitud de poder
desarrollar y también poder disfrutar alma y cuerpo de nuestros congéneres.
Manifestaciones de querer
vivir. De dejar huella. De ofrecer chispas a la luz.
Llevamos una semana de
aires más fríos y días nublados, en este mayo. Mi gato tiene el ritmo suyo,
duerme o se levanta a comer, para volver a descansar.
Se acercan los días del
completo restablecimiento. De poder dejar todo lo vivido atrás, con alegría y
entusiasmo también.
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