domingo, 14 de julio de 2024

Sol sanjuanero



Sol sanjuanero

Me dicen que años antes de la pandemia, Oporto era un destino relajado y tranquilo. Es un puerto muy singular que le rinde tributo a la sardina, aunque por todas partes se coma bacalao, como en casi toda Portugal.

Visitamos los destinos más turísticos, las calles en su mayoría sufrían los rotos de las reparaciones y reacondicionamientos, hubo que esquivar muchas aceras y pasos peatonales, con los ruidos de las maquinarias operando y la cantidad de turistas hambrientos de experiencias, localizando los lugares recomendados por la oficina de turismo y por los advenedizos de las redes.   

Para comer en los restaurantes asequibles y populares, siempre hubo que hacer cita, aunque realmente la oferta gastronómica es buena en casi todos los lugares. A los que le gusten los bolinhos de bacalhau o pasteles de nata estarán en el paraíso y no pasarán hambre, los venden hasta en panaderías y casi en todas partes están buenos 

Coincidió este primer hallazgo de esta zona costera, atravesada por el rio Douro, con puentes enormes construidos para el paso de coches y trenes, con el solsticio de verano, y realmente fue gratificante observar como cientos de seres humanos esperaban la puesta de sol mientras el  blanco Oporto Lágrima fluía por las venas, con paso dulce, asentado.

Los días de este viaje fueron plagados de efervescencia física y emocional. Otra cosa no es la vida.

En la librería Lello, en honor al personaje de Harry Potter, una vez más, entendimos sin comprender un ápice, que los fenómenos masivos nos retornan proporcionalmente a la ignorancia. Allí no hubo nada más que marketing y tropezones con gente que quizás buscábamos lo mismo, saliendo de allí bien defraudados.

La librería centenaria con un diseño atractivo, escalinatas de madera y hechicero piso rojo,  plagada de libros y ediciones de lujo de grandes clásicos, tiene poco del universo mágico de esta saga de J.K. Rowling.

Largas filas para entrar y para pagar en las cajas no permiten en un espacio tan pequeño disfrutar siquiera de la conexión con los libros, aunque es un punto a favor que por lo menos exista una librería en el destino masivo del turismo.

Oporto desprende aire marino, rio desembocando en el mar atlántico, subidas y bajadas con la intensidad de una ciudad que lucha por mantenerse en calma, mientras los viajeros la llevan a un ritmo que ella intenta desafiar.

Eso me hizo recordar a mis vecinos de toda la vida, Manuel y su esposa Elsa, por allá por Carmen de Uria, dueños del Rey del Pescado. Él un hombre trabajador, discreto, sencillo y diáfano, padre de Tony y La Nena, natural de Oporto, llegado a las venezolanas tierras guaireñas,  en busca de un mejor porvenir. Trabajaba como nadie la carpintería y es que en esta ciudad hay una tradición con la madera,  que intentan mantener todavía, en tímidas tiendas que ofrecen trabajo artesanal.

Y ese sol sanjuanero que dio paso a una luna llena enorme, me recordó también a mis hermanos del alma, José Carlos y Avelino De Nóbrega, a quienes añoro, de padres portugueses, con destino corsario que apalancó mi corazón.

En todas las ciudades y pueblos europeos que he visitado, la arquitectura y vestigios medievales hacen que frenemos en seco nuestras vibraciones; el dolor aún se palpa, cruje y hace aparecer todo tipo de sensaciones.

Me llamó la atención, en la Iglesia de San Nicolau ver a su santo en la fachada, protegido con cristal, mirando hacia la Iglesia de San Francisco, que está enfrente. Su nave sencilla sin más adorno que el gris del cemento (hormigón) y las losas azules, enfatiza su aspecto inusual. Rinde homenaje al obispo de Oporto, Nicolau Monteiro, quien la mandó a construir. Esta capilla pequeña estaba muy sola a la hora de la misa y los que nos asomábamos, queríamos ver el retablo mayor de estilo rococó y la obra de Custódio de Sousa Santos dedicada a San Eloy.

Ese es justamente el desafío de los lugares con turismo masivo: mediar su cotidianidad y salir airosos de la vorágine,  que si bien trae progreso y prosperidad, también quita y resta calidad de vida para sus moradores.

 

 

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