jueves, 7 de mayo de 2020

Fuga (cartas de apoyo a pacientes Covid)



Vi en un cortometraje, un pez de dimensiones colosales, desplazarse con la lentitud de su peso y tamaño. Pocos especímenes se le acercaban y generaba su enorme boca abultada cierta incomodidad. Era un mero gigante. Más de dos metros y seiscientos kilos de poder.

Los tiburones pasaban ante él con respeto. Y también aceleraban sus movimientos, por momentos, de una forma tan rápida, que podía pensarse que tenían culillo.

La rutina de este animal es particular al saberse dueño de los mares. Si tuviéramos que añadirle alguna especialización, sin duda sería filósofo, un perfecto peripatético, como diría el profesor Merlí, personaje de la serie juvenil de la televisión catalana.

A pesar de esa contundencia hay acuarios que tienen algunos ejemplares. Fueron apartados de la enorme y libre profundidad natural para ser confinados a una limitante pecera.

En muchas oficinas, de la manera más jovial, llaman a ciertos espacios “peceras” porque tras los vidrios están las sillas para trabajar,  y hacer formaciones o reuniones.

Un concepto que revela exposición (mucha) e imposición.

Ahora que admitimos, sin vergüenza, la ignorancia de lo que está sucediendo,  a punto de un coma desinformativo por la ostentación mediática, para quedar como perfectos tergiversados, vendría bien imaginar qué piensa este gigante de los mares que hasta temen los tiburones.

Pero este titán marino es asunto de tamaño y de fuerza.

Sin embargo,  como tenemos la ventana abierta de la imaginación, sabemos que este espécimen es un auténtico resiliente. Se fuga a los fondos para no toparse con nosotros y evitar nuestra buena puntería contra todo ser sintiente en la tierra.

Ahora que hubo un alto y aunque se dude de lo que podamos ser capaces de transformar, allí está este filósofo colosal  que no hace sino desplazarse (aunque también devora sin piedad) para buscar en su escapismo, el todo y la nada que cohabitan en el océano.

Los primeros días de mayo están resultando fantásticos. Llenos de luz, sin frío, sin calor; levantando poco a poco los ánimos de los que han vivido momentos duros de pérdidas; los que están en hospitales y los que estamos en casa, aún sin poder salir.

Mi razón al escribirte es animarte en tu recuperación, que desees además de salir pronto, construir un mejor destino para ti y para todos.

Mi gato chachito duerme. Soy Marisol.  Otra carta al vuelo.


Carta anterior:


Foto: 
https://www.bigfish.mx/mazatlan/Mero-gigante-atrae-y-se-invita-a-colaborar-con-su-ubicacion-20190520-0004.html

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