domingo, 26 de julio de 2015




Tomé las tres metras. Eran demasiado hermosas para perderlas. La primera fue lote pastel. La segunda tenía ardor de la noche, de hecho sentía, sol de las dos de la tarde, que quemaba mis manos mientras afinaba el objetivo. Era oscura pero tenía puntos que emulaban el cielo, el firmamento. La tercera era tornasol. Era la más grande y descubrí en ella los ojos del niño que intentaba destronar mi éxito.

Era imperativo no solo mantenerlas, también quitarle las suyas, multicolores, nadando rítmicas en sus bolsillos mientras él las estrujaba, orgulloso de la cantidad.

Estaba nervioso y sus manos tan pequeñas como las mías tenían las uñas sucias, de tierra oscura, formando una línea, por la que tanto gritaba mamá antes de ir a la escuela. Nuestra historia, una pared ornamental de separación, era parecida, mas no la misma.

Empezamos el duelo.

No hubo ganador.

Algo pasaba aquella tarde cuando horas más tarde ocurriría un terremoto.

Nuestras metras se desviaban por más puntería que ejerciéramos. Por más que nos agacháramos. Por más que aplanáramos el camino, retiráramos las piedras, apartáramos todo obstáculo.

Recuerdo que fuimos hasta la orilla de la playa a pescar, como generalmente lo hacíamos todas las tardes. Esa vez nos acompañaba su mamá que poco sabía de dejarnos jugar y mucho menos de las carnadas que debíamos usar en los anzuelos.

Realmente no queríamos pescar.



Quisimos seguir jugando en la orilla a ver quien se quedaba con las metras del otro.

Pero en vez de arena esa era una playa de piedras finas que repetían el sonido maravilloso del mar refrendado por mil.

Era tan embriagador que ambos jugamos a engañar al otro a ver si en la trampa era uno el que se llevara por fin el botín.

Después subimos hacia nuestras casas entendiendo que el universo no tuvo ese tipo de alianzas en nuestros amelcochados deseos.

La mamá de Orlando miraba hacia el horizonte o hacia el piso por lo que yo siempre supe que no estaba bien cuidada.

Más tarde él y yo nos abrazaríamos sin saber muy bien por qué.

Yo había dejado mis metras en la tapara que tenía en la mesita de noche del cuarto.

Sabía dónde el enterraba las suyas.

En ese terremoto que convirtió en serpentina nuestro suelo e hizo correr a todos la gente hacia la calle no murió nadie que estuviera cerca ni mucho menos, pero Orlando y yo corrimos hacia el jardín donde el enterraba en un saquito de yute sus metras.

Había una grieta justo allí. La tierra estaba seca. A él le pareció fina. La observé más bien gruesa hacia el fondo. Es decir, era delgada arriba pero gruesa adentro.

Salí entonces corriendo antes de esperar que las desenterrara…

-      ¿Dónde vas?, me preguntó

No le pude responder. Mis pasos iban tan rápidos como mi mente y tenía mis pequeñas manos y rodillas bastante heladas.

Iba a buscar mis metras. Por alguna razón, pensaba, se habían desaparecido.

Pero me equivoqué. Estaban donde las dejé. Si se bambolearon con la tierra la verdad no lo supe porque estaba, durante la sacudida, en alguna parte que no recordé.

Dormí en el carro. Entendí que pocos regresan a sus casas después de un terremoto.

Al día siguiente fui a la casa de Orlando. Estaba sentado, intentando desayunar. Su mamá nos dejó solos en la cocina con mesa redonda. Olía a arepa y huevos fritos.

Me miró y se le salieron las lágrimas.

-         -  No estaban, mis metras se desaparecieron.

Me quedé sin entender.

Salí más ligera de lo que entré. Vi que la tierra estaba removida en el jardín donde se suponía estaba el tesoro de Orlando.

Cuando intenté excavar para hallar lo que él no pudo, un pinchazo me sacudió la espina dorsal. Había corriente eléctrica allí. La recibí desde mi mano hasta mi espalda.


Sin saber cómo, por qué, ni cuánto había ocurrido, la palabra terremoto desalojó mi corazón… (Notitarde, 26/07/2015, Lectura Tangente) 

http://produccion.notitarde.com/Lectura-Tangente/Por-mil/2015/07/25/564211

domingo, 12 de julio de 2015

El antídoto



S.S. el XVII Gyalwa Karmapa Trinley Thaye Dorje, guía del linaje Karma Kagyu, también conocida como el Camino del Diamante, una de las cuatro escuelas del Budismo Tibetano, pronunció (31 de mayo, en Nueva Delhi) un ejemplarizante discurso al cumplirse un año de la muerte del XIV Kunzig Shamar Rinpoche.
Trataremos de destacar algunos aspectos de su clarificador mensaje: “Me gustaría tomar esta oportunidad para ofrecer mi agradecimiento a todos por estar presentes. Puedo ver devotos de su Santidad Kunzing Shamar Rinpoche, amigos, discípulos, practicantes y, desde luego, Venerables. Me gustaría tomar un momento para recordarnos  a nosotros mismos lo que significa este día.
Es sabido que desde un punto de vista universal, este día es para recordar y también celebrar la vida de un gran ser. Desde un punto de vista espiritual, hoy es un día en el cual recordamos la tercera de las más importantes obras o actividades de un bodhisattva realizado: El nacimiento, la vida y la muerte de su Santidad Kunzing Shamar Rinpoche. 
El renacimiento de un bodhisattva se supone que es un renacimiento consciente, un renacimiento donde la intención es beneficiar a todos los seres, y es por esta intención que ellos renacen.
Por lo tanto, debemos utilizar este día y tomarnos el tiempo para recordar esto. En segundo lugar, tratamos de recordar su vida, su actividad, su legado, la contribución que hizo al mundo.
Así como muchos de los seres que conocemos a través de la historia y en el presente, la vida de su Santidad Kunzing Shamar Rinpoche ha sido una fuente tremenda de inspiración para todos nosotros.
Recordamos su habilidad y determinación para proteger y preservar el linaje que conocemos. Este desde luego, no es cualquier linaje, sino un linaje de compasión y sabiduría: un linaje para las enseñanzas del señor Buda; que han sobrevivido y que se han desarrollado por más de 2 mil 500 años;  que se desarrollan mientras conversamos. Estas enseñanzas han sido traídas a varias regiones del mundo y han alcanzado a todos en el mundo entero. Benefician a incontables seres a través de un mensaje de compasión y sabiduría. Incontables seres se están dando cuenta del beneficio de tales enseñanzas atemporales; una práctica que no requiere ningún esfuerzo en absoluto.
Simplemente generar compasión, generar sabiduría para otros, trae gran paz para nosotros, para los otros y, por lo tanto, para todos aquellos que nos rodean. Y este efecto, por supuesto, es atemporal. Los beneficios de estas enseñanzas han sido vistos por el Buda, han sido vistas por los bodhisattvas, siendo éstos los que siguen el camino para convertirse en Budas. Así que éstos lo han visto, lo han experimentado, lo han realizado.
Debido a su esfuerzo para preservar este linaje, somos capaces de compartirlo, de practicarlo, de vivir en él. Somos capaces de integrar de alguna manera nuestro linaje dentro de nuestras ocupadas vidas cotidianas y encontrar un significado real.
Las enseñanzas que preservó son importantes en estos tiempos materialistas y de grandes retos. Las enseñanzas budistas son extremadamente difíciles de preservar, principalmente como dijo Buda, debido a nuestras emociones. Por supuesto, el factor karma entra en juego. El karma es una fuerza muy poderosa que nos conduce hacia varios límites. Pero al tratar de entender los retos del karma y de las emociones conflictivas que enfrentamos cada día, en realidad llegamos a entender lo beneficioso que es la práctica de la compasión y la sabiduría. La compasión y la sabiduría son el antídoto para el karma y las emociones perturbadoras que enfrentamos cada día, así que estamos agradecidos a su Santidad Kunzig Shamar Rinpoche por preservar estas preciosas enseñanzas.
Por lo tanto, tenemos que recordar lo que él ha dejado para nosotros: el atemporal  y precioso dharma del Buda, y el entendimiento que tenemos unos para con otros.
Es debido a la actividad de estos bodhisattvas, sus vidas y su dedicación que estas enseñanzas han sido preservadas y compartidas, disponibles para todos nosotros. Si experimentamos algún tipo de paz o sensación de paz sea de forma física, mental, cualquiera que sea la magnitud o cantidad; es debido a la práctica de compasión y sabiduría. Por lo tanto, esto es algo muy importante que todos debemos recordar”.
En la jerarquía espiritual de la Escuela Karma Kagyu, el Shamarpa es segundo después del Gyalwa Karmapa. Él es la emanación de Amitabha, Buda de la Luz Ilimitada  (Notitarde, 12/07/2015, Lectura Tangente).-
http://produccion.notitarde.com/Lectura-Tangente/El-antidoto/2015/07/11/544667