lunes, 3 de abril de 2023

Tierra presente

 



Conversaba con una amiga nacida en Galicia sobre sus sensación  en cuerpo y alma de sentirse extranjera en España,  después de haber vivido mucho tiempo en Venezuela, donde nacieron sus hijos y nietos.

Igual le ha pasado a mi madre Rusé, quien a su retorno después de más sesenta años de vida entre La Guaira, Caracas y la Valencia venezolana, no se encuentra a gusto en su país de origen, le es extraño, no lo entiende ni de forma ni de fondo.

Ambas, mi amiga y mi madre, aman a España y lo valoran en innumerables aspectos y vertientes, pero la sienten ajena.

Quizás esa absurda capacidad de dividirlo todo, de colocarlos siempre con separaciones y de tener fronteras que nos colocan siempre en bandos que nos han hecho creer irreconciliables, es que el emigrar viene siendo el misterioso descubrimiento de no pertenecer a ninguna parte y al mundo entero, a la vez.

Los venezolanos que estamos ahora repartidos por el mundo experimentamos lo que tantos sintieron cuando tuvieron que dejar sus tierras por las injusticias de siempre: hambre, guerras pronunciadas o soterradas, dictaduras impuestas o disimuladas, impunidad de los hombres y mujeres en el poder y oportunidades sesgadas por los egoístas de turno.

Nos sentimos extranjeros en el mundo al irnos de nuestra Patria, porque lo somos; aunque ya algunos migramos por sentirnos exactamente así en nuestro propio país: forasteros en una nación que era luz y se volvió claro oscuro, muy a pesar de su eterna belleza natural.

Por Madrid caminamos con mucho acento venezolano por todas partes, pero no estamos por más que nos reunamos y andemos pegados, en Venezuela. Impresiona escuchar en todo momento y casi por todas partes, expresiones de nuestra habla criolla, reconocible y autóctona.

Existen muchos lugares donde encontrar comida de nuestro país y buenos lugares para abastecernos de aquello que supuestamente debemos extrañar.

Pero también encontramos que nada huele ni tiene el sabor que recordamos de allá.

Pero cuando en el país donde nacimos, nos hemos sentido extraños, nace un inmenso y real mundo por descubrir.

Por eso no nos vemos regresando, anhelo que quizás mis padres emigrantes de los años 50’ tuvieron al irse de España, hacia Venezuela.

Sabemos que el retorno puede ser cada vez más cuesta arriba, no porque nos hayan acogido con los brazos abiertos ni mucho menos, sino porque reconocemos que el globo terráqueo no tiene franjas de colores ni líneas divisorias por más noticias diarias que lo recuerden. El mundo es tierra presente y sabemos que habrá puestas en escenas policromadas y variadas, por disfrutar, en muchísimas partes.

La nostalgia por Venezuela por supuesto que a veces invade como a mi madre por España cuando estaba allá y por la tierra del Arauca vibrador, desde que está aquí. Pero si bien es un instante, horas o días de saudade, el corazón reconoce también su expansión hacia un crecimiento sensible y mucho más armónico con el universo.

Nace dentro de cada hombre y mujer alejados del terruño que les vio nacer y crecer, una conciencia más amplia, de solidaridad y amplitud, en concordancia con las leyes del universo.

El paisaje interior vuelca los sentidos. Sabemos que Venezuela es mucho más que el Cerro Ávila y su guacamayas multicolores, que está más acá de la mariposa azul que vuela por las montañas escondidas de Yaracuy; que las playas siguen tejiendo sueños y sortilegios en las panzas de los niños y niñas, tejedores de  redes y nasas. Que la tierra de los médanos tiene una revancha  existencial, porque un día acompañó a un río tan ancho como cristalino como el Orinoco.

Un desquite que esparce con la arena, imitando la orilla del mar, que saca todos los desperdicios por la noche.

Nada más escuchar un compatriota y saber de qué estado o región exactamente es, se abre la puerta multidimensional del pico Espejo, Carora, San Cristóbal, Cubiro,  Canoabo, El Tigre, Porlamar, Tucupita y El Paují, haciendo un remanso de recuerdos, cometas con rabos roncadores, para hacerse notar en el volar.

Nos olvidaremos que los papagayos también pueden ser zamuras.

Venezuela es tan inmensa que hasta en la añoranza se crece y no permite calambres de dolor, porque para eso están los artistas con sus creaciones,  música, bailes, obras de teatro, pinturas, esculturas, artesanías, libros y sus intérpretes maravillosos que han creado todo tipo de sonidos e ilusiones, para elevar la energía de todas nuestros entusiasmos.

Y si cambiamos en el párrafo de arriba que empieza con Venezuela y ponemos cualquier otro país, igual corresponderá el sentimiento porque en todos los rincones de las llamadas naciones igual permanecen los cultores de todas partes y de todos los lugares, para hacernos fieles y magnánimos a nuestras raíces.

Anclaje que no tiene por qué ser divisorio ni hostil. Ni triste ni apesadumbrado, todo lo contrario.

La diferencia cultural da como resultado la unión porque reconoce la misma y única huella por la que todos acompasamos este baile por el planeta azul de interminables caminos e insondables enigmas.

viernes, 31 de marzo de 2023

Balanza emocional

Ojalá la guerra quedé ya en la memoria de los museos

Justo el domingo 12 de marzo, antes de la entrega de los premios Oscar mi madre y yo vimos la película alemana Sin novedad en el frente que terminó ganando cuatro los nueve de galardones a los que estaba nominada.

Mi madre reconocía la película porque enseguida que se la nombré quiso verla (creo que confundiéndola con otra), más aun cuando le dije que se podía llevar varios premios.

Sin embargo ambas rompimos una promesa: no volver a ver películas de guerra.

El remake de esta cinta antibelicista está, por supuesto, muy bien logrado, y mientras la veíamos si sabíamos que iba a ganar la banda sonora. Todo un acierto capaz de esbozar múltiples emociones, cuadro a cuadro.

Pasó igual cuando dijimos que ya no íbamos a ver más largometrajes sobre el genocidio judío después de la cinta de Steven Spielberg, La lista de Schindler (1993), obra maestra para cerrar tanto sufrimiento. Años después reincidimos al ir a ver el dolor de El pianista (de Román Polansky), en 2001.

Sin novedad en el frente enseña hoy más que nunca la inutilidad de una guerra y la inconciencia de los hombres en puestos de mando.

La nueva adaptación de la novela homónima del escritor alemán Erich Maria Remarque, cuenta la historia que ya todos conocemos desde un realismo sobrecogedor que solo permite vaciar la mirada para entender lo que hoy por hoy se vive en Ucrania y demás países de la tierra,  donde han distribuido armas para mantener a mafiosos, milicias al margen o no de la Ley, y todas las variantes posibles de batallas que arrastran lo peor de la llamada condición humana.

Si se entiende que todas las películas son antibelicistas habrá que entender muy bien que en nada nos ayuda la animación constante sobre conflagraciones.

Ver cintas sobre guerra no nos hace más pacíficos así como el constante tema sobre la venganza no nos ha hecho más compasivos. Por el contrario, forma parte del virulento desarrollo de lo que parece ser una infección trasiega y contagiosa, repetida por todos los medios que van diseminando y aumentando semillas de nuestra  violencia y propia confusión.

Casi todo lo que hemos creamos (libros, pinturas, música, obras de teatro, joyas y hasta comida) están  basados en lo mismo: guerras, historias truculentas, egoísmo ilustrado, conspiraciones y represalias.

Las historias que empiezan a marcar diferencias, hablan de cómo alcanzarnos en nuestra verdadera dimensión, llenan de optimismo nuestra inestable balanza emocional.

Pero mantenemos un desbordamiento patético: inundados de películas de guerra ansiando la paz y creyendo que con libros que recrean la misma miseria podremos encontrar la tan deseada armonía vivencial.

Escuchando la otra noche en los espacios de Santana Art Gallery, al profesor Juan Ignacio Hernáiz Blásquez (autor de Los ojos de Velásquez) su charla sobre Francisco Goya y después de repasar todas sus obras, sus grabados excepcionales, la inmensidad de sus pinturas negras y sus famosos lienzos sobre El 2 y 3 de mayo en Madrid, tuvimos el imperioso ruego de que las guerras solo queden como recuerdos en Museos…

Pero también sabemos que ni siquiera estarán allí en la trascendencia que tarde y temprano nos alcanzará.

Así como hemos ahondado en el dolor, tendremos que socavar al amor, que además nos sostiene, día a día.

domingo, 19 de febrero de 2023

Desamor

 

La alegría de hace cinco años, durante el pasacalles de Usera 

El mes de enero 2023 pasó a alta velocidad, como lo hace el tren Ave por algunos pueblos de España. Los vecinos de la Republica China  iban a celebrar el nuevo año este mes de febrero, pero hubo un adelanto en la celebración, este ciclo del Conejo, bastante improvisada por las calles del barrio chino de Madrid.

Marcaron el pasacalles hace ya un par de semanas y aunque hubo un buen desfile y  muchas carrozas, no se repartieron mascaras del conejo como en otros años del tigre o del perro, ni tampoco los pasaportes para entrar a degustaciones gratuitas por los restaurantes.  

De la ceremonia de las lámparas de deseos en la laguna del parque Pradolongo sólo se pudo disfrutar el gran despliegue de luces artificiales, porque contadas linternas de fuego flotaron encendidas por las aguas.

Los tiempos cambian y seguramente los trabajos de recuperación ambiental tuvieron algo que ver con esta celebración que sí ha contado con un lleno total en los restaurantes de comida china, teniendo que hacer reservas con más de una semana de antelación y colas a las puertas de ellos para entrar, demostrando el interés gastronómico que despierta este barrio, sencillo y práctico para vivir y deambular.

El barrio de Usera tiene la distinción de tener el que está catalogado como uno de los mejores lugares para consumir comida cantonesa, visitado inclusive por los reyes de España.  

Desde la época de la pandemia fueron muchos los negocios que cerraron aunque rápidamente la mayoría fueron sustituidos por otros que permanecen en una coexistencia revitalizante que se observa en un constante trajinar de camiones de reparto de mercancía.

Mientras Madrid se levanta con la energía de la liebre, con el frío y las constantes noticias de cambios meteorológicos, los termómetros subiendo y bajando, acompañados de borrascas y fenómenos atmosféricos; en las radios se sigue escuchando la canción de Shakira y Bizarrap, record en semanas en el primer lugar del top ten.

La primera vez que escuché hablar de BZRP Music Sessions #53 estaba a la siete de la mañana en una cafetería y un hombre  alardeaba de haberla escuchado ya tres veces, hablando de la letra e indirectas a Piqué, a los que le seguían con enorme interés, dando también sus opiniones.

Me sorprendí un poco que a esa hora de la mañana alguien tuviera un tema tan farandulero como diríamos en Venezuela. Casi siempre las conversaciones tempranas giran banalizadas alrededor del tiempo,  la guerra, el trabajo; a ritmo de imágenes de los noticieros de la tele.

Pero cuando un matrimonio de famosos sucumbe y más si han tenido líos con Hacienda (como casi todos por aquí),  y en este caso con tercera persona incluida, el espíritu culebrón hace de las suyas.

El mundo de los artistas de la música se mueve con los hilos de una potente industria. Para nadie es un secreto, aunque los detalles de todo ese cosmos lo viven quienes se mueven en ellos y tienen la fortuna de contar con el contacto, el apoyo y el momento oportuno para “pegar en la radio” y “ganar… (su) …primer millón”, como atrevidamente lo reveló Bacilos, hace años, con vivaracha gracia.

Las manifestaciones a favor del mensaje de Shakira son una revelación también de los tiempos que vivimos. Hemos leído como mujeres famosas -y no tanto-  apoyan su canción, sin ahondar un poco en ella. Por supuesto que está bien expresarse ante una infidelidad, pero en el caso de la gente que es parte de la denominada opinión pública, deberíamos ser un poco más exigentes.

Sabemos que el mal de amores producto de un “cacho” (poner los cuernos) o del desgaste de una relación o lo que sea que ocurre para finalizar una vida entre dos, una vez superada, es una de las cosas por la que no deberíamos dedicar segundos, ni horas: mucho menos días y hasta años, de este rayo de luz llamado vida.

Debemos entender que las uniones son transitorias, de aprendizaje y que solo en el mejor de los casos, cuando son profundo y verdadero amor, perdurarán.  Incluso en la separación. Y ese sentimiento cuanto más sólido más libre es, por lo tanto, despojado del egoísmo que en buena mayoría de los casos los sostiene.

La música de las emisoras de radio son canciones pegadizas, fáciles y que ahora componen entre cuatro y cinco personas para lograr que se convierta en el codiciado éxito del millón. El mismo tema del desamor repetido hasta la saciedad, con las renovadas interpretaciones de gente joven, reconociendo y expresando el dolor; también la sexualidad y los ritmos que se acoplan a la época de los cuerpos; son exaltados por los artistas.

Shakira, la joven que se abrió paso con sus pies descalzos, tan posesionada dentro de la producción musical, que aun dedicándose más a sus hijos que a la música, no dejó de tener ganancias y  continuidad en sus éxitos,  se descubre al mundo con una muy fácil rima “las mujeres facturan”.

Justo por facturar para poder sobrevivir en un mundo donde aún no se sabe muy bien cómo hacer el amor con el sexo, es que las mujeres son tildadas con el peor insulto que normalmente es utilizado para hacer daño a la madre de los otros, porque nunca creemos que es a la nuestra, en absoluta ignorancia.

Pero sabemos muy bien a lo que se refiere. Ella sin duda facturó más que él. También que ha tenido la inteligencia de pactar un tema que la llevará a obtener ganancias que serán una vez más repartidas en esta unión que se alarga, aunque ahora no de forma conyugal, protegiendo además a los hijos.

Pero la cuenta también es emocional. Venganza, en otras palabras. Tengo que decirle al mundo lo que a mí me pasó, como mujer famosa que soy, no me puedo quedar con eso. El ego no admite la desproporción de la infidelidad. Porque para las célebres o desconocidas es el mismo dolor: la traición atraviesa corazón y deja a la mente “ciega, sorda, testaruda”.

Pero insistimos: de todo lo que se vive en la vida, lo menos importante es deshacerse en búsquedas de porqués y en culpabilidades de las trampas del desamor. Nos merece la pena. El que rompe la relación abre una puerta mucho más importante para el otro: la libertad de ser y de sentir sin la pretensión virulenta del amarre y la posesión. Y cayó en el timo de una nueva relación que ya empezó contaminada, sin la frescura, honestidad y espontaneidad de todo comienzo. Marcada casi para sucumbir igual. Con muchas y honrosas excepciones, claro está, que no son la norma.

Mientras los diales de radio van haciendo lo suyo,  con bachatas lastimeras, electropop diss track,  dance pop, funk, reguetón, R&B, soul, swing, rock  y sinfín de estilos, la invasión o guerra Ucrania ya cumple este 24 de febrero, un año.

No sabremos si cuando la comenzaron ya sabían que iba a ser larga o la terminarían en la primera semana. Lo que sí reconocemos es que lo que se sufre en este lugar, parece importarle a muy pocos. Por aquí han estado pensando enviar tanques de guerra a petición del presidente Volodímir Zelenski. Lo curioso de la noticia es que pronto entendieron que había que enviárselos, pero los que les quieren destinar están destartalados y sin funcionar, por lo  que al menos más de cuatro meses durarán las labores de arreglo y mantenimiento hasta que lleguen, si lo hacen, a Ucrania. Un canto de hipocresía total. Nacimiento de un nuevo despropósito.

Si se quiere acabar con esta invasión o guerra, no se puede estar enviando tantas armas pero si se mandan son para usarse revitalizando el muy fértil negocio de las armas que nadie quiere abandonar. Es un asunto de locos.

Las mismas trampas del desamor, a otra escala.

El otro día un medio de comunicación anunció que de acuerdo a Reuters News Report un treinta por ciento de  los españoles ha dejado de tener interés en noticias porque hay demasiada política (un 43 %), tienen un efecto negativo en su estado de ánimo (un 36 %), porque sus noticias son sesgadas y de poca confianza (un 29 %), se desgastan por la cantidad de noticias (un 29 % también), les lleva a discusiones que prefieren evitar (un 17 %) y no pueden hacer nada con la información (un 16 %). Nada que pueda extrañar.

En horas tempranas del metro de Madrid en muchas de sus entradas hay repartidores del periódico gratuito 20 minutos. Buena mayoría de gente pasa delante de ellos sin tomar el diario y muchos de los que lo cogen, lo echan en la primera papelera que encuentran. Amontonados se quedan en la cesta antes de pasar por los tornos de accesibilidad.

Los medios de comunicación no han podido ni quieren reinventarse producto de la misma inmediatez de las tecnologías y las amplias posibilidades que existen de estar conectado a las muchas plataformas de juegos, videos, información y los gustos y las necesidades de todas las individualidades. Dentro de esa incapacidad hay además la cómoda postura de ir por el camino fácil, continuar por lo que hasta ahora les ha rendido ganancias económicas, en detrimento de la cultura y la misma e imperiosa necesidad de comunicar con amplitud humana.

Porque existen formas de significar para trascendernos a nosotros mismos.

Mientras tanto, no queda sino cambiar de emisora. O buscar la también pegadiza canción de Miley Cyrus, Flowers. Igualmente, facturando en el negocio de la música, de rima fácil, con un mensaje bien distinto al de Shakira. Con sentido de amor propio.

De ella no hablarán en las cafeterías.

Pero incluso, lo mejor es apagar la radio para escuchar y conectarse al verdadero amor que respira, viene del universo y ha hecho posible este mundo visible.

 

 

sábado, 4 de febrero de 2023

La impronta del corazón

 

Ani Choying Drölma rodeada de niños

A principios del mes de diciembre del pasado año 2022, la ciudad de Madrid brindó un regalo inesperado a todos aquellos que tuvimos la suerte de enterarnos y asistir a un concierto benéfico de  Ani Choying Drölma, quien se convirtió en inspiración para el resto de nuestras vidas al llenarnos de su sencilla y amorosa presencia.

Pocas veces hemos sentido lo que allí experimentamos, la calidez de una emoción nueva, cargada de mucha sutileza, con canciones nepalíes que nunca habíamos escuchado y mantras desconocidos y tan universales como Om Mani Pedme Hung, cierre de esta velada, en la que invitó a cantar a un tímido público, que pronunciaba  sin fuerza las silabas sagradas, conmovido por su actuación.

En ese momento, ella pidió energía y nuestras voces se explayaron en la sonoridad de la sala grande donde se presentó para dar nuevamente entrada a esas simples letras que unidas, purifican, salvan y transforman, honor a  Chenrezig, el Buda de la Compasión.

Tres músicos nepalíes la acompañaron: Umesh Pandit (flauta) Gopal Rasaili (guitarra) y Manish Gandharva (sarangui), en un evento organizado por el Centro de Retiros Arya Tara.

Fue una experiencia agradecida. 

Al concierto benéfico lo llamaron Mantras del Corazón y fue verdadero su título: los que allí asistimos advertimos que nuestro corazón bailó en la dulzura del amor.

Vimos rostros embelesados ante este ser espiritual, llorando en silencio hombres y mujeres,  miradas que se llenaron de quietud, gratitud y bondad.

El repertorio de apenas siete u ocho canciones tuvo invocaciones a Guru Rinpoche, Padmasambhava; a Tara Verde,  y el mantra Namo Ratna Trayaya, de Avalokiteshvara, entre otros temas; pero las canciones nepalíes llenaron de ternura y afecto maternal. Ella misma explicó que son las que escuchan los niños en esta nación que aunque distante y lejana, tiene una gran repercusión en todo el mundo.

Sencilla y diáfana, guiándose un poco por el móvil, pero sobretodo, por su guía interno, Ani Choying Drölma, supo llenar de magnitud el momento, con su voz que sale de su garganta, casi sin gesticular los labios, concentrada y serena.

Hizo que viajáramos a cuando éramos niña y veíamos el mundo con una fuerza extraordinaria. Nada podía detenernos y todo tenía el encanto de lo nuevo, de la magia de un mundo multicolor a nuestros ojos.

La energía de los niños siempre es hermosa. Vinieron pensamientos sobre los hijos  e hijas del planeta azul, pues una vez que hemos sido madres, bien sea al parir o al adoptar, sentimos como nuestros todos los niños y niñas nacidos en este plano terrenal.

Recordamos la pureza de nuestro hijo. Lo que hubiésemos cambiado de haber aprendido las cosas que ahora sabemos. Nos conmovemos aún de recordarlo apenas al nacer, con luz suave de atardecer, rosado y azul pálido difuminado. Sus pasos. Sus sonrisas. La vitalidad que  demandó para existir a sus anchas.

Cuánto de agradecer a los ancestros que hicieron lo mismo y se enfrentaron a circunstancias que no tuvieron la benevolencia actual.

El mundo gira en torno a lo mismo y lo único que muda su piel en la visibilidad de los tiempos, es la impronta del cambio, siempre buscando la felicidad, que no está en otro lugar más que en el corazón.

Sabiendo que todos los seres humanos inquirimos lo mismo, la educación en la niñez es más que fundamental para lograr seres humanos plenos, libres de los venenos que alimentan la mente:  la ignorancia, el apego, la rabia, el ego y los celos, nacidas del miedo.

La paz  instalada en el corazón puro de los niños, no se curtiría con tanta facilidad si las enseñanzas fueran guiadas siempre de la mano del amor.

La tarea del mundo que parece tan grande, a la vez tan ínfimamente pequeño, es unificar los métodos que permitan robustecer el crecimiento de todos los niños, llamados a la evolución verdadera.

Mar profundo eterno transparente.

Eso fue lo que percibimos en Ani Choying Drölma. 

Que buena falta hace que se escuche en las todas las emisoras de radio del mundo.

 

https://craryatara.org/

https://craryatara.org/biografia-breve-de-ani-choying-drolma/

Foto:

https://elbiensocial.org/mujeres-que-mueven-y-conmueven-capitulo-2-ani-choying-drolma/