martes, 31 de marzo de 2020

Montañas (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Serie Nos Observan, Rolando Quero. 


He subido muchas montañas. Desde que mi papá, cuando éramos pequeños, nos llevaba de excursión por esa especie de valle que rodeaba el pueblo donde habitábamos, he sentido un placer enorme conociéndolas.

Las montañas de mi infancia eran dos, muy bien diferenciadas. La que podíamos subir era de color tierra con poca vegetación, con un estrecho camino que transitábamos los visitantes, los campesinos con sus burros y mercancía a cuestas; y los pocos habitantes de una comunidad rural que había como a cuatro o cinco horas de camino, a la que nunca llegamos a conocer. Nos cansábamos antes y nos devolvíamos.

La otra montaña era inalcanzable, muy alta y muy gruesa de vegetación, de colores que se alternaban con el paso de los meses y la lluvia. Normalmente era verde azulada, colores que asocio con tesoros y misterios. Otras veces amarilla por los árboles que florecían en abril. Rosada en mayo. Roja en junio y julio.

Cuando subía esta montaña del valle de Uria tenía el paisaje detrás mío del mar Caribe y esa presencia constante era el acompañamiento perfecto en ese esfuerzo que era sudar, correr, temer el vacío del borde del camino e intentar no burlarme de mi padre, que se colocaba en la cabeza un pañuelo blanco atado por las puntas, con cuatro nudos.

Mi padre era en el fondo de si un gran comediante y las pocas veces que podía, o se lo permitía, sacaba mucho del histrionismo que guardaba dentro.

La última montaña que subí fue en la sierra de Gredos, muy cerca de Madrid, con el frío internándose en las botas, rodeada por ese océano de pinos que hacen emerger la paz del aire.

Allí comprendí también que las vacas con cencerro saben mucho más de música de lo que creemos. Durante más de dos horas estuvieron acompañándonos mientras intentábamos meditar. Al final lo que conseguimos fue reírnos con tan fuertes carcajadas a lo que ellas respondieron  intensificando el sonido, colectivamente.

Cuando se está dentro y alrededor de los cerros se perciben muchas cosas bonitas. La libertad del tiempo y del espacio. Los sentidos que despiertan con mucha más intensidad. La alegría del esfuerzo superado porque ellas suponen triunfo, cada vez que se va avanzando, paso a paso. También he sentido que son mágicas. Mucho tienen que contarnos sobre sus noches y cómo atrapan la luz de la luna entre sus fauces.

Soy Marisol. Un rayo de sol ha entrado en la habitación donde vivo. Espero te acompañe su luz también a ti en tu recuperación. ¿Mi gato? Duerme. Plácidamente.


Carta anterior: 

https://azulfortaleza.blogspot.com/2020/04/miyasaki-cartas-de-apoyo-pacientes-covid.html





Rebujo



Gran Vía (1970-1984) de Antonio López
Apenas tres semanas atrás recorría el centro de Madrid en horas tempranas cuando todavía no estaba rebosada de gente en busca de comprar cualquiera de las cosas que le han vendido sobre esta ciudad. Lucía serena, algo fría, sobre todo en las calles donde los edificios tapan el sol; elegante y diáfana.

En esos intervalos los empleados de las tiendas están más amables porque tienen la energía nueva del día, acomodan detalles y ofrecen  su amabilidad, sabiendo que la rutina y el trasteo constante de clientes, se encargarán  de olvidar hasta que están trabajando.

Fueron unos días que aun en invierno se  disfrutaron con aire primaveral inusitado,  soleados y cargados de la vitalidad de ese frugal renacimiento que siempre ocurre a partir de mediados de marzo.

Un adelanto que transportaba rebujo.

Desde la profunda ignorancia de los acontecimientos de la realidad humana que en nada tiene que ver con la realidad de la vida, que apenas reconocemos; sospechábamos que iban a venir cambios en nuestra forma de vida.

Imaginar lo que está ocurriendo, realidad sobrepasando la ficción, por supuesto no podíamos adelantarlo, aunque ya habían muy serias advertencias de lo que hemos alcanzado.

Ahora Madrid está vacía, solo con algunas personas cruzándola por razones laborales de extrema necesidad y ello era impensable, por ejemplo, en el mes de enero, cuando las calles eran apretujones de personas dispuestas a devorar a la ciudad churro que le han vendido, a la ciudad ofertas verdaderas o falsas, a la ciudad liquidada, a pasión y fuego, que se desnuda en las noches; a la ciudad tablao flamenco, a la ciudad comestible de mil cientos  sabores. Ciudad de máscaras y suvenir, de posibilidades abiertas a toda hora, camuflada en empleadores que, en mayoría de casos, sacrifican a las personas, para obtener beneficios.

Al turista no le importa cuánto sudor deja un trabajador, ni su cansancio u horas de jornada. Lo que importa en su disfrute y lo que está dispuesto a pagar. En ese sentido, Madrid puede ser la ciudad más cara o la más barata, dependiendo  de la visión y los deseos.

Son muchas jornadas las que trabajan las personas y Madrid es una de las ciudades que más emplea, pero la calidad de los trabajos donde se requiere trato con el público, responsabilidad en un sinfín de tareas que someten a un sacrificio constante, revelan todo un submundo que nada tiene que ver con el brillo y el esplendor físico de esta ciudad, otrora desplomada por la guerra civil española; rastro de sangre, de horrores perpetrados que subyacen en la memoria histórica y colectiva.

Si bien el turista contiene cierta inocencia en su proceder y desenfado en su hipnosis vacacional, otra es la historia de la capital Madrid con relación a sus trabajadores.

Si hay que decirlo con palabras muy comunes y que suenan mucho por acá, España tiene una gran deuda con su clase trabajadora. Los que hemos llegado hace poco vemos con sorpresa –lo menos- la gran discriminación latente, la desprotección que existe por mas sindicatos que consten (imagino por su politización); y el total desamparo que hoy a la luz de esta cuarentena mundial, se visibiliza aún más, que en otros muchos lugares.

La clase trabajadora en España está desasistida, víctima de una explotación constante, soterrada o expuesta, da igual; en muchos casos. Un sencillo ejemplo en las calles lo podemos palpar viendo a los jóvenes de Glovo (en su mayoría extranjeros, muchos venezolanos) pedaleando bicicletas,  entregando comida o bolsas de supermercados  en este tiempo de crisis, exponiendo su salud en las ya precarias condiciones de esta labor, conocida por todos.

La pseudo protección del Estado que acaba de aprobar una cifra descomunal para atender la crisis y frenar una gran cantidad de cosas  y otras que se irán pensando sobre la marcha, porque en esta situación todos nos estamos estrenando; promueve la debilidad de un todo: tanto en lo institucional como lo público están temblando.

Cuando se observa que una nación de este llamado primer mundo actúa así con (casi en contra) su misma gente, que impera la viveza, el amiguismo, la falta de equidad para mantener medianamente satisfecho a su conglomerado productivo mayoritario; sabemos que mucha es la tarea por delante.

Llámese derecha o izquierda los gobiernos no han cuidado a la gente. Algunos habrán hecho un poquito más  pero el nervio central parece estar diseñado para que los tentáculos siempre refuercen al poderoso.

Hace poco en un juzgado de conciliación, la trabajadora despedida fue testigo de la conversación entre la funcionaria y los letrados (abogados, muy jóvenes). Ella preguntó qué cuantos trabajadores eran en esa empresa de trabajo temporal (ETT) de nombre gringo, a lo que uno de ellos inquirió si estaba preguntando por la plantilla. Afirmó que activos eran alrededor de 220 trabajadores, “despedidos ya eran 7 mil”.

No dijo si estos despidos fueron en seis meses, uno o dos años. Pero si una empresa arroja este tipo de estadísticas debería ser objeto de un estudio responsable y comprometido por el bien de la masa trabajadora. Como mínimo. 
Lo común además es este tipo de datos. Mas despedidos que beneficiados. ¿Dónde estará entonces el negocio? ¿En emplear o desemplear? ¿Por qué se permiten este tipo de acciones que no contribuyen en nada al crecimiento de España?

Pero la confección de la rutina moderna no permite profundidades. En la inmediatez no hay tiempo para verdaderas soluciones. Los sindicatos ayudan a resolver algunas situaciones de los trabajadores, pero como son tantos los casos, no pueden arbitrar en la verdadera dimensión del ejercicio, con la presión necesaria para los cambios.

Una noticia publicada a raíz del estado de alarma revela aún más la indefensión de todos: el actual gobierno de España a los más de 7 mil médicos residentes 4 que están llevando el peso de toda la labor frente al virus en los hospitales, les congelaron la posibilidad de llegar a ser especialistas (lo iban a alcanzar en el mes de mayo) para no pagarles el sueldo que les corresponde por ello. Una decisión económica, sin duda, en muy mala hora.

El sacrificio se exige a los más débiles.

Otro sector vulnerable, siempre sacrificado y con un manto de incongruencias alrededor, el de los autónomos,  se encuentra ahora, golpeado por un conjunto de decisiones generales que arrastrarán miles de casos particulares, asomando las injusticias.

Derecha e izquierda cuando tienen que deslastrar, deslastran.

Tampoco queremos señalar a los empresarios de una forma anárquica. La tarea es en conjunto, mejorando condiciones. Con sentido común, más que con ambición desmedida.

Por supuesto la intención de este escrito no es crear las enfurecidas polémicas que por aquí se destapan cuando temas económicos y sociales se discuten. No soy experta en nada. Observo. Leo. Escucho. Vivo experiencias.

Pareciese que pese al progreso y las distancias históricas esa idea tan apasionante para muchos de estar siempre arriba y los demás abajo, como los señores feudales de antaño, parece tener muchos amiguetes.


 Goreng (Iván Massagué) leyendo a Don Quijote en El Hoyo
A propósito de ello, la película El Hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia, convincente, ruda, hilarante e impecable en su producción escarba en 230 pisos de celdas, la conciencia de la sobrevivencia. Muchos han interpretado el filme como la metáfora del capitalismo, que desde esta visión aglutina la injusta repartición que ha despertado la demencia vital, capaz de exigir con un muy alto precio, lo que les ha sido arrebatado.

Todas las medidas nacionales que tomará España se sentirán insuficientes y tardías. El tema laboral ha aflorado con mucha fuerza. Son más de 5 millones de trabajadores que se han quedado en el paro y si su situación antes era precaria y un asunto de sobrevivencia,  puede que las primeras consecuencias de toda esta paralización jugarán en contra, porque poco habrá servido esta pausa obligada, para buscar mejoras en la sempiterna tensión de esta relación.

Ojalá esta pandemia haga crecer en conciencia, para transformar la dependencia entre el empresariado y los empleados.

No toda la masa laboral en España por supuesto se mueve dentro de los denominados “contratos basura”. Otra alcanza estabilidad y el conglomerado de funcionarios goza también de ella, si bien podría aún mejorarse. Como todo.

Los que nunca vislumbramos vivir y trabajar en España y la circunstancia venezolana, en nuestro caso, como en muchos, definió el destino, siempre desde allí observamos como los estados europeos eran “devoradores”. Si bien garantizaban otras cosas que en el tercer mundo no funcionan tan bien, como la seguridad social, protección ciudadana,  atención primaria y buenos hospitales; educación.

Impuestos elevados que si bien garantizan la estructura y pilares económicos a nivel humano, revelan la  dureza y hostilidad hacia los ciudadanos.

En esta nación hemos podido observar también que los duros años de la guerra civil española y la dictadura insisten. Quizás ahora es cuando comienzan nuevas generaciones a ser capaces de romper con todo un sistema que se pensó a sí mismo en vez de la gente.

La soledad de las calles de ahora conversó durante muchos años a los nacidos en esta tierra. Todos, aunque unos con más sensibilidad que otros, han sentido esa especie de desasosiego en culturas especialmente creadas para sospechar de todos  y crear brechas separadoras.

El artista plástico hiperrealista  Antonio López ya en los años 70’ pintó la Gran Vía vacía de gente, como luce ahora, en un esfuerzo muy particular que asumió y que le llevó horas de trabajo, porque ni siquiera a muy tempranas horas del amanecer, conseguía ver ésta reconocida avenida, sin gente.

Igualmente sin personas tiene otras obras como Madrid desde las torres blancas terminada alrededor de 2012.

Aunque parezca que duerme, sabemos que esta ciudad despertará intentando emular el ritmo que le hemos impuesto. Ojalá entonces hayamos entendido, entre muchísimas cosas,  a armonizarnos con la bondad y la grandeza que sí prevalece en la vida, aunque insistamos en no darnos cuenta.

También sabemos de la nobleza y dignidad de la mayoría de los españoles. Su sensibilidad e inteligencia harán emerger mejores horas, por encima de la negligencia política que hoy se ha  evidenciado en el mundo entero, salvo minúsculas excepciones.




Madrid desde las torres blancas, Antonio López.








lunes, 30 de marzo de 2020

Miyasaki (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Chihiro  comienza su aventura  



Durante estos días aparte de hacer las cosas que invento para mantenerme ocupada, me he atiborrado de películas  de animación japonesas. No las conocía mucho. En una época las deseché, ahora les he descubierto su encanto.

También he tenido la suerte de encontrar en la misma plataforma online varias cintas del director Hayao Miyazaki, hombre que es comparado con Walt Disney, por su creatividad e ingenio, que recibió el primer Oscar que se entregó a una película de animación, por El viaje de Chihiro (2001).

Pude ver Nausicaä del valle del viento, La princesa Mononoke y Mi vecino Totoro, del mismo Miyazaki, quien además de director de cine de animación, es escritor, dibujante de mangas y productor.

La cosmovisión de este creador es muy particular porque sus héroes a la par de buenos y valientes, sean princesas o príncipes, tienen una comunicación hermosa con la naturaleza a la que protegen y entienden. Una conexión con la madre tierra que les permite una intuición infalible a la hora de enfrentar los retos.

De igual forma villanos que pueden transformarse en seres humanos, capaces de modificar conductas y unos elementos fantásticos acompañados de dibujos  animados hermosos, que lo identifican como autor.

La inocencia también es clave para el triunfo de la justicia y la verdad. También el perdón a los antihéroes.

Viendo además todas estas películas no puedo sino decirles que siento el calor corporal de mi gato pegado a mí. Esta cuarentena lo ha puesto más cariñoso, aunque duerme mucho, a las horas que yo estoy despierta,  e igual quiere jugar cuando tengo que dormir.

Lo que sucede es que mi gato Chachito no sabe que viendo la pantalla veo los mundos que él sueña, con selvas llenas de seres que cabalgan y danzan en función de las vibraciones positivas del universo.

Estoy casi segura que este director de cine japonés es un gato recostado en la cornisa de su casa frente al mar, porque solo la brisa marina de una isla puede ronronearle las historias que él cuenta.

Soy Marisol. Tu pronta recuperación es vital, importante. Te esperamos con salud y sueños perfectos.


Carta anterior:



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domingo, 29 de marzo de 2020

Faro (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Serie Nos observan, Rolando Quero 


El cambio de horario me ha tomado de sorpresa. Hoy he vivido con la hora atrasada,  la del día anterior; aunque todos los equipos están actualizados y sin darnos cuenta realizaron a la perfección ese adelanto en los relojes y demás aparatos.

Entre las muchas informaciones seleccionadas que fui viendo, hubo un vídeo de una líder espiritual andina que invitaba a mantenerse en calma, respondiendo al llamado de nuestro interior, porque donde quiera que nos haya tocado vivir esta situación, debemos mantenernos como faros de luz.

Y si busco interpretar un poco lo que ella dice, entiendo que cuando estamos observando los acontecimientos, aunque sean de caos, ya el solo hecho de permanecer serenos, con responsabilidad, deduciendo muy rápidamente nuestra misión en ese momento: la de permanecer asimilando o pasar a la acción siempre que sea positiva nuestra intervención; contribuimos con el todo colectivo.

En ese sentido, seremos los faros de luz que constantemente estamos visualizando diariamente a nuestro alrededor: en el personal sanitario de los hospitales, en los hombres y mujeres que reponen las estanterías vacías de los supermercados, los que recogen diariamente y hasta dos veces al día, los desechos, por nuestras calles;  los funcionarios de correos, metro, trenes, taxis y de las oficinas del empleo que reúnen en este momento la enorme responsabilidad de responder por todos y cada uno de los trabajadores desempleados por esta crisis. Igual policías, militares, bomberos y políticos.

Son faros de luz igual que lo es quien medita o envía mensajes de aliento por blogs, vídeos u ofrece su arte sea al bailar, pintar, cantar o brindando conocimientos para multiplicar posibilidades de prosperar de forma on line.

Si lo ponemos de esta forma que es bastante real porque el mayor número de seres humanos responde a lo descrito arriba, con toda y la limitación de haber enumerado muy poco, los seres humanos actuamos como lámparas encendidas.

Al igual que los pacientes como tú, que al acatar las recomendaciones y permanecer cumpliendo tratamiento, llamando internamente a tu sistema inmunológico para que ponga todo de sí, enciendes esa luz  que te permitirá muy pronto volver a tu hogar, con las renovadas fuerzas para vivir todo lo que te toca, con un destello que sabemos, iluminará mucho más; proyectará mucho mejor su fuerza.

Soy Marisol. Día precioso de sol. Mi gato duerme, aunque ha estado muy alerta. Ánimo.

Carta anterior:




sábado, 28 de marzo de 2020

Rocío (cartas de apoyo a pacientes Covid)



Rocío Pradas Gil, viuda de Jaume Vidal. 

Mi tía Rocío falleció en un pequeño pueblito de Valencia. Iba a cumplir 90 años el mes que viene, pero gozaba de muy buena salud. Residía desde hace poco nuevamente en su España natal, pues junto a su esposo y su primer hijo decidió en 1954 irse a vivir a Venezuela, donde tiempo después nacería su segunda hija.

La noticia nos tomó a todos de sorpresa. Dos días antes estaba muy bien y de pronto un cuadro de neumonía se le desarrolló de forma tan rápida  que murió horas después que se la llevaran al hospital.

Rocío, como tantas personas inmigrantes, desarrolló una fuerza interior muy particular y un profundo amor por su nuevo país,  Venezuela. Estaba aquí porque las condiciones sociales de allá no se lo permitían y deseosa de regresar, porque allí viven sus nietos,  hijo mayor y esposa.

Justo mi primo desde Caracas publicó la foto donde aparece una muy sonriente Rocío con un bebé en sus brazos, que es él.

Así te voy a recordar tía: Como la mujer de energías sutiles que fuiste. De manos creadoras, capaces de elaborar los más finos vestidos de novia. Trabajadora. Tenaz. Elegante. Menuda, jovial; de pensar antes de hablar, por lo que cuando lo hacía, todos la escuchábamos con interés y silencio.

Una mujer que heredó de mi abuelo la sabiduría de saber vivir. Que no cometió excesos y supo acompañar a todos en las buenas o en las circunstancias más adversas.

Pese a que mi primo no puede venir a despedirse de ella, pese a las vicisitudes que está enfrentando mi prima que vivía junto a ella hasta ayer viernes 27 de marzo, sé que Rocío fluye en la luz de su vida y de sus actos.

Tía Rocío: gracias por cuidar a mi padre y cuidarme cuando niña. Gracias por formar parte de mi familia. Gracias por conversar con mi madre todas las semanas, tras estar ambas de vuelta, a España.

Con su enorme sonrisa, con ese niño en los brazos, foto en blanco y negro,  te deseo  tu pronta recuperación para que puedas disfrutar de todas esas maravillas que ofrece la vida, aun en cuarentena. Aceptando nuestro presente, que al final se convierte en experiencia y fortaleza.

Soy Marisol. Mi gato Chachito duerme. Hoy hay mucho sol, también mucho frío. Fuerte es el contraste. Un abrazo, virtual.


Carta anterior:



viernes, 27 de marzo de 2020

Confianza (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Confianza, Rolando Quero 



Mi rutina empieza temprano en estos días que nos ha tocado vivir distinto. Me levanto y lo primero es ir a darle de comer a Chachito, gato, sin sentido de paciencia. Ellos se las ingenian para ser los primeros en ser atendidos.

Después preparo agua con limón. Dejo que se caliente en la hornilla y me lo tomo lentamente.

Arreglo el cuarto donde vivo alquilada. Hago la cama, lo limpio, sacudo.

Me pongo a hacer unos ejercicios, rutina espiritual y física. Me baño.

Desayuno un poco y tomo café en una especie de culto que es oler su aroma, saborearlo y compartirlo con Chachito, que comienza su aseo personal y se acomoda para seguir durmiendo, aunque lo haya hecho toda la noche. Pero hoy se entiende, amaneció el día muy frio. Con aguanieve.

Si lo pienso bien, mucho antes que empezar esta cuarentena, ya la vivía. Desde que me mudé a una habitación vivo en las limitaciones del espacio y del tiempo. Claro está, tenía la libertad de salir e ir a donde quisiera, pero esta experiencia ya suponía claustro. En estas cuatro paredes escribo, leo, medito; veo videos en el ordenador o móvil. Veo la vida desde la ventana. En las tardes, algo del atardecer; a veces ilumina mi cama la poderosa luz de la luna.

Quizás por eso no me ha sorprendido tanto este parada del tiempo. Estoy informada de todo pero no veo televisión y poco menos leo los periódicos, sólo algunos artículos que en vez de vaciarme, me llenan.

Mi mamá me lo venía diciendo desde hace tiempo: cada vez  nos hacemos más selectivas.

Distinguir lo que entran en estas cuatro paredes es tarea mía. Así como vigilar muy bien los pensamientos. Su constante viaje del pasado al futuro, agota.

Decidir confiar en la vida es más sencillo de lo que parece. Dentro de mí despierto el conocimiento dormido de saber que es más sabia, más amorosa y perfecta de lo que sostenemos en los momentos bajos.

Ánimo. Vencerás este instante. Soy Marisol. Te acompaño y doy abrazo virtual.


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https://azulfortaleza.blogspot.com/2020/04/sorolla-y-reveron.html





jueves, 26 de marzo de 2020

Sorolla y Reverón (cartas de apoyo a pacientes Covid)

El barco blanco, Joaquín Sorolla



Entre los muchos museos que permanecen cerrados y solo podemos visitar de forma virtual está Casa Sorolla, donde además de las pinturas de  Joaquín Sorolla se descubre la forma cómo vivió y los objetos  de los que estuvo rodeado.

Sentir la paz y la tranquilidad en plena ciudad, en sus jardines, la fuente y sus pasadizos es también saber que nos podemos esconder  a pocos metros del sinvivir que muchas veces es Madrid

Sorolla estaba fascinado por el mar. Iba siempre que podía y allí pintó sus mejores obras. Las vaporosas telas que eran sacudidas por el aire marino, los cuerpos de los niños jugando en la orilla, las barcas y los pescadores llenaron sus lienzos. La fuerza con que empuñó el pincel  dejó revelado que era un genio.


Otro genio que vivía en un palacete, pero a trescientos metros del mar, fue el pintor venezolano Armando Reverón, no tan conocido en  España, país que visitó al igual que Francia.

Su morada era sencilla, con muñecas de trapo y hamacas colgadas en la precariedad que fue su vida. Fascinado por el mar  se convirtió en el “maestro de la luz” como fue encumbrado una vez que sus obras empezaron a alcanzar altos precios en el mercado del arte.

Él llegó a pintar un playón casi blanco, porque a las horas de mayor luminosidad el sol hace tanto daño a los ojos, cuando se intenta mirar el mar tropical, que ciega y justo como él lo plasmó, es como se ve.


Playón, Armando Reverón


Sorolla y Reverón expusieron en mismos escenarios a nivel mundial. Fueron halagados por sus coterráneos.

El mismo mar, Mediterráneo o Caribe, los unió aún más.

Allí encontraron una forma de desembarazarse del formalismo y ser auténticos.
Emocionar con sus cuadros, lo más difícil de conseguir.

Y esas emociones al ver a los chicos desnudos disfrutando del mar o encontrar que una playa puede ser tan blanca como la enceguecedora luz del sol, son parte de todo este mundo que ahora podemos atraer con nuestra mente, para llenarnos de fuerza, de amor, de admiración; porque todos trabajamos, de un modo u otro, por compenetrarnos con la grandeza.

También existen los abrazos virtuales. Espero recibas el mío. Mejórate. Soy Marisol, mi gato hoy está buscando aventuras, porque  ha sido día de sol.




Imágenes: 




miércoles, 25 de marzo de 2020

Playa (cartas de apoyo a pacientes Covid)




Era muy pequeña cuando la llevaron al mar. Tenía poco más de un año, ya caminaba. Era una niña inquieta y muy vital, también obediente.

Al ver el mar la madre tuvo que correr tras ella porque su primer impulso fue atravesar la arena y echarse al agua, con una alegría contagiosa.

Los ojos claros le cambiaron de color y todo el tiempo en esa playa estuvo jugando con la arena, sin miedo a las olas; dejándose bañar por su mamá, que ese día, más que ningún otro, estuvo pendiente de su hija, mojada de salitre y sol.

Desde esa vez, ir a la playa se hizo frecuente hasta que se mudaron muy cerca de ese océano azul. Apenas unos metros más debajo de la casa podían disfrutar de toda la inspiración tan maravillosa que produce esa gran masa de agua.

Porque el mar transforma tan solo con contemplarlo. Su grandeza y majestuosidad, sus colores y  constante movimiento son fuente de sabernos parte de una sapiencia que forma parte de todos nosotros y que por alguna razón no reconocemos sin meditar.

El mar habita dentro de todos y cada uno de nosotros así como también las orquídeas de la selva, las tierras fértiles que esperan nuestra semilla y las rocas de los acantilados, vigilantes y serenas.

Somos parte de un todo.

El reencuentro de la niña con el mar fue motivo de gozo.

La dimensión del mar trasciende nuestra alma, estemos donde residamos.

Aguas turquesa, azules, mezclas de colores de infinitos tonos; claras en la orilla, oscuras en la profundidad; llenan de encanto los recuerdos que la mayoría de veces  saltan al placer de vivir.

Las experiencias de vida nos hacen más fuertes y aguardan la sonrisa de tu pronta recuperación.

Soy Marisol, te escribo porque me gusta saber que cada día te encuentras mejor. Tengo el oficio de escribir y mi gato hoy está dormido con un ojo abierto. ¡Vaya control sobre mí!


Carta anterior:

https://azulfortaleza.blogspot.com/2020/03/brote-cartas-de-apoyo-pacientes-covid.html

martes, 24 de marzo de 2020

Brote (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Origen, Rolando Quero 


Cuando se ha podido observar cómo nace de la tierra un brote de agua, se entiende que la vida es de una singularidad avasallante.

El chorro continuo, fuerte, transparente (nacido de la nada) siempre va a formar una laguna o río, grande o pequeño, que corre libre para luego juntarse, o no, con otros afluentes, y de esta manera componer lo que será una orquesta de luz líquida por nuestro globo terráqueo.

Quien haya viajado a Brasil en avión, cruzando por su dimensión selvática, sabe que el trayecto dura de tres a seis horas, en las que se observan solo selva, destacando todo tipo de formas de ríos, ensortijados y caprichosos en sus recorridos. Grandes, cortos, anchos u estrechos, desafían todo  lo imaginado.

Tocar el agua justo en la cabecera de su nacimiento, donde germina, es extraordinario. Tiene en su textura y pureza tal liviandad que  hace sentir respeto por esa forma tan espontánea de brindarse, miscelánea de amor y regocijo.

El agua nos da alegría. Nutre. Tiene un sinfín de usos y tanto dulce como salada proporcionan vitalidad.

Para los que tenemos confianza en la vida y su infinita sabiduría sabemos que el agua es de una dimensión espiritual que nosotros aún no hemos descubierto.

Vigoriza, acompaña; permite todo ese sentido global de ser nuestra madre, la que impregnó todo nuestro ser antes de nacer; fuente dentro y fuera de nuestro cuerpo.

Regresaremos como el brote de agua, con alegría, con entusiasmo,  sin recordar siquiera la valentía de enfrentarnos a lo recién vivido.

Te esperamos afuera. Te necesitamos. Confiamos en tu pronto restablecimiento.

Soy Marisol, te acompaño, contigo estoy. Mi gato Chachito duerme, cuando no lo haga te lo diré.


Próxima carta: 

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lunes, 23 de marzo de 2020

Ánimo (cartas de apoyo a pacientes Covid)




A lo largo de la vida, olvidamos el impacto de las palabras sobre nosotros. Cuando estamos más pequeños captamos con mucha más fuerza la energía,  sentidos y desaciertos de muchas de ellas. Las que engolosinan, las que nos infunden miedo o, simplemente, no  gustan.


Pero hay palabras que tienen movimiento dentro de sí y una de ellas es  ánimo.
Cuando la pronuncias o la escribes ya contiene la fuerza de lo que desea manifestar. No todas están directamente correlacionadas con el significado, aun cuando las entendamos.

Por ejemplo, con Apolo,  no vislumbro muy bien de qué se trata. Sé que hubo un Dios griego que se llamaba así, que hubo una nave espacial también y en mi país de origen, en plena carrera astronáutica entre Estados Unidos y Rusia, sacaron un rico helado, contenido en un cono plástico, con forma del módulo espacial. Una panadería que quedaba muy cerca de la escuela se llamaba Apolo 8.

Y no es solo porque se trate de un nombre propio. Para mi Apolo es multiplicidad y quizás más adelante, habrá una correlación nueva, que le puedan inventar.

En cambio ánimo tiene el animus del latín y el soplo que le da la definición griega. Es una combinación exacta.

No hace falta decir ánimo arriba, porque la palabra contiene el subidón. Y si bien no es una sustancia inyectable, te invito a que tu ser la recuerde y como ya está inventada, te abraces a ella con entusiasmo.

Animus dejará dentro de ti esa vibración profunda que se necesita,  para saber que la luz de nuestro interior palpita con las palabras adecuadas: luz, fuerza, fe, amor, salud, protección; armonía y equilibrio maravilloso de la existencia.

Ánimo, acabo de darme cuenta, viaja además propulsado por un apolo de posibilidades. Desde siempre.

El helado apolo venezolano evolucionó al  bati bati, con rica crema sabor a uva, color violeta, y la sorpresa de un chicle bolibomba en el fondo. Con este grato recuerdo me despido por hoy de ti con esta carta.

Soy Marisol. Hoy llovió. Salió el sol. Mi gato Chachito duerme, aunque ya hizo de las suyas.


Enlace de siguiente carta:

https://azulfortaleza.blogspot.com/2020/03/nos-observan-rolando-quero-en-la-ciudad.html



Fotografía:


http://www.cuandoerachamo.com/helados-de-los-70s-y-80s-cual-fue-tu-helado-preferido-cuando-eras-chamo