sábado, 17 de julio de 2021

Carlos Márquez: Pintar me lleva a una vida plena y feliz

 


Mientras redactábamos esta entrevista llegó la feliz noticia de que Carlos Márquez ha sido seleccionado con su obra Yo soy luz, a participar en la edición 56 del Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura, de la Asociación Española de Pintores y Escultores, escogido entre los setenta y dos, (48 pinturas y 24 esculturas), de los cuatrocientos participantes.

Días atrás, en los espacios de la Fundación Carlos Amberes, en pleno desarrollo de la exposición de la III Feria de Arte Contemporáneo Artist Experience, en Madrid,  conocí a este artista venezolano Carlos Márquez y su esposa Manela, residenciados en España, presentados por el director del Centro de Diversidad Cultural, Santana Art Gallery, Miguel Ángel Santana.

A pesar del espacio limitador, repleto de artistas, visitantes y mucho arte, traducido en obras, performances y efervescencia creativa, pude palpar a un hombre inquieto, que todos los días tiene que estar creando, haciendo lo mejor que sabe hacer: ilustrar, pintar, pensar, imaginar y trabajar en función de su proceso de vida, alimentado por y con arte. Amor arraigado a la esencia de la vida.

Mostró grandes piezas, obras en buena mayoría de mujeres, que expresan ritos traducidos en emociones y también un conjunto de lienzos de diversos formatos y papeles, con toda la brillantez y exquisitez de un genio que se sabe capaz de dominar múltiples técnicas y conceptos, con el acompañamiento del ser, del alma; del impulso primigenio de la creación.

Egresado, entre otros estudios, de la Escuela Politécnica de Diseño SPD y del Instituto Europeo de Diseño, ambos en Milán, también fundó el Instituto de Diseño de Caracas, donde formó a generaciones de jóvenes diseñadores.

Ahora, Carlos, esposa e hijo, son parte de aquellos que pudieron y tuvieron que marcharse de Venezuela, hacia múltiples destinos, enfermos de la miseria brevemente implantada.

MPS: Las pregunta de siempre... ¿cuándo sentiste la llamada del arte?, ¿qué edad tenías?, ¿cómo fue?, ¿qué te sedujo o maravilló?

CM: Desde pequeño tuve la facilidad para el dibujo, pero era algo que no se tomaba en serio, al menos en mi familia. Así que no fue hasta comienzos de los años 70´, que a través de la música, no por serlo, sino porque soy melómano y me encantaban las carátulas de los elepés, de la banda inglesa de rock progresivo, YES; cuyas portadas eran ilustradas por un artista inglés, Roger Dean. Desde entonces, me enamoré de la ilustración y el arte.

MPS: Si bien tus personajes femeninos parten del negro hacia la luz... el resto de tu obra es al revés... parte del blanco hacia sus dimensiones y colores... ¿sabes por qué?

CM: Está muy ligado a la técnica que esté usando. Hay materiales que imponen ciertos criterios en cuanto al comportamiento del pigmento y del soporte a usar. También depende del lenguaje que maneje, si es figurativo o abstracto.

MPS: ¿Hay personajes mujeres que has tratado con mayor rudeza que otras en tus obras? ¿Las vas elaborando conforme sientes lo que ellas te van revelando?

CM: Cuando pinto los retratos femeninos trato de transmitir lo que la mujer representa para mí, y cómo cualquier obra está sujeta a un proceso de evolución y madurez. Noté que para representar la delicadeza femenina no tenía que tener un trazo suave, ni un color rebajado, ya que la mujer también representa la fuerza creadora; así que concientizar este aspecto, me ha liberado hacia un discurso más expresivo y contrastado cromáticamente. Y si, muchas veces están en mi cabeza y no puedo parar hasta que las dejo descansar sobre la tela.




MPS: Esa inquietante búsqueda que te hace pintar, diseñar, siempre estar creando, ¿es lo que te hace feliz?, ¿qué te ha pasado cuando has dejado de hacerlo?

CM: Es mi vida, no puedo concebirla de otra manera.  Si no estoy pintando, estoy pensando en lo que quiero pintar, es un mantra y gracias a ello, puedo llevar una vida plena y feliz, más allá de las circunstancias.

Si bien la docencia ha sido una actividad importante en mi vida; de hecho, sigo ligado a ella después de más treinta años, nunca he dejado de hacer cosas que me permitan expresarme artísticamente. Yo estoy formado en la escuela analógica, cuando todo era hecho a mano. Una vez egresado (de la Escuela Politécnica de Diseño SPD y del Instituto Europeo de Diseño, ambos en Milán), al poco tiempo de regresar a Venezuela, fundamos el Instituto de Diseño de Caracas y esto consumió casi la totalidad de mi tiempo. Seguía haciendo cosas, pero de manera esporádica.  A comienzos de los 90´ llegó la era digital y eso me permitió retomar con más frecuencia mi trabajo creativo, ya que los tiempos de preparación eran nulos: era sentarme y trabajar directamente en un lienzo que estaba siempre disponible.

Desde entonces he sido consecuente más allá de los compromisos académicos.

De hecho, para mediados de los 90´ realicé la primera exposición de arte digital, quizás la primera que se cometió en Venezuela. Seguí con el arte digital y es a partir de los 2000 que retomo la materia. Desde entonces no he dejado de trabajar con la mezcla de ambos, la analógica y la digital.

MPS: Me encantó cuando me dijiste que tú seguías el camino del agua… cuando hacías una obra en acuarela, ¿cómo se diferencia este proceso de los otros?

CM: Tradicionalmente cuando haces una acuarela, previamente hay un dibujo a lápiz que sirve como guía para aplicar  el color. También puedes generar manchas que van cobrando forma hasta que se define algo, figurativo o abstracto.

En mi caso, voy dibujando con el pincel con agua las formas, debo ser rápido porque se secan y ya no veo donde están, una vez que defino el recorrido con agua, descargo la tinta y ésta sigue su camino. Los dos hacemos nuestra parte del trabajo y el resultado da mucha vitalidad al color.

MPS: Después que terminas una obra, ¿qué te deja?

CM: Disfruto mucho todo el proceso de ejecución, desde que estoy parado viendo el formato blanco, las primeras líneas, ese apartarse y ver cómo va, esa conversación con la obra que te dice que quiere, hasta que finalmente no pide más. Pero luego pierdo interés en ella, y un nuevo amor empieza y así… sucesivamente… Otro aspecto interesante es cuando vuelvo a mirar una obra:  no recuerdo cómo la hice, como si estuviera viendo la faena de otro pintor y quisiera descubrir su técnica.

MPS: ¿Qué les hizo emigrar como familia de Venezuela?

CM: Sin lugar a dudas, la difícil situación política del país, más que un problema económico era un problema de calidad de vida, la falta de seguridad, la decadencia de la sociedad, el desmoronamiento de la infraestructura; el temor, la incertidumbre, la falta de libertad de expresión. Participé en todas las convocatorias que se hacían para denunciar la situación del país. En realidad aprovechaba cualquier momento para denunciarla. Recuerdo la cara del cónsul de Reino Unido al ver y escuchar la explicación de mi obra en una convocatoria sobre Shakespeare.

En algún momento perdí esa Venezuela en la que crecí y que fue maravillosa.

Necesitaba un ambiente diferente para poder dedicarme al arte, ya había vivido en Europa y ese contraste entre la historia y la modernidad, era mi lugar en esta etapa de mi vida. Tengo un hijo de veintitrés años músico, y quería darle la oportunidad de otra experiencia, otra forma de vida.

Sé que todo esto es muy egoísta, pero no tuve el coraje de calármela más.


Carlos Márquez con Miguel Ángel Santana 


 MPS: ¿Hay diferencia entre lo creado allá y lo que ahora haces aquí?

 CM: En realidad si, como te dije antes, la obra evoluciona, se desarrolla. He logrado buenas relaciones con gente muy interesante y muy culta que sigue alimentando mi curiosidad y aportando retos e ideas.

 MPS: ¿Qué sientes sobre el mundo del arte en los actuales momentos, tanto en Madrid, España y el mundo?

 CM: Tiempos particulares, la globalización ha permitido que mucha gente se muestre, estamos expuestos a  muchísimo arte, hay gente muy buena; las referencias han cambiado, el arte es global. Sin embargo sigue sometido a las mismas dinámicas de las galerías, los críticos de arte y, por supuesto, las buenas relaciones que tengas.

En España y en particular Madrid se puede respirar arte, se siente una movida fantástica, sin embargo por las distintas crisis que atraviesa el país hace que lamentablemente, el arte sea el último de la fila.

Se está desarrollando todo un movimiento muy interesante de cryptoarte, que ofrece una posibilidad más democrática y factible de monetizar la obra digital. Yo he estado entre los primeros veintisiete artistas a nivel mundial que ha vendido cryptoarte en el mundo, en 2017, desde la plataforma www.dada.nyc.  

Hay una nueva tendencia, un nuevo tipo de artista más público, que trabaja en las redes, que pinta en las redes, que crea comunidad, que vende conceptos, que debe desnudarse en su propósito y que está en algunos casos obligado a explicarlo todo. Soy más como Picasso, si quisiera hablar, escribiría un libro.

 MPS: ¿Cómo fue la experiencia de participar en los eventos culturales de galerías de Madrid,  de las Ferias de Arte, Artist Experience y   Artist 360º?

CM: Participar en Artist Experience fue necesario para mostrar un poco lo que hago, no podía seguir acumulando trabajo en casa. Fue interesante  conocer otros artistas, intercambiar opiniones, sentir que mi situación con el arte es similar a la de mis vecinos artistas de stand. Conocí a  Miguel Ángel Santana, director del Centro de Diversidad Cultural Santana Art Gallery que se mostró interesado en mi obra y eso bien valió la pena. De hecho, nos convocó a participar en la exposición Artist 360 como parte de sus artistas. Creo que estos eventos están diseñados para mostrar más que para vender. El coleccionista o quien esté interesado en adquirir una obra de arte, posiblemente escogerá otro momento y otro ambiente. Pero como promoción es perfecta. Es un gigantesco aviso publicitario.

La 56 edición del Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura, variada confrontación de propuestas y estilos de autores jóvenes y veteranos, con una calidad artística y una profundidad de ideas, se expondrá del 2 al 26 de septiembre de este año 2021, en la Casa de Vacas del Parque del Retiro de Madrid.

 

 

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