domingo, 27 de diciembre de 2020

Distracción lumínica

 

Rotonda de Atocha 

En este mes de diciembre amanecemos en una Madrid fría y con tapabocas. Las temperaturas han descendido, lluvia fina y gruesa han caído; las borrascas campeado por el cielo, la ciclogénesis amenazante por todos los rincones y la nieve muestra tímida brillantez en las puntas de la sierra.

En todo este desvivir que estamos protagonizando, la temporada gris es fuente de acechos y añoranzas.

La deslucida realidad la intentan convertir en festejo, por ahora de luces, en las esquinas más populares. Los elementos hipnóticos llaman a la belleza y la distracción. Por alguna parte tendemos a escabullirnos.

Somos luz y por lo tanto nos atrae todo lo que resuena sobre nosotros mismos.

La plaza Colon fue vestida de rojo y amarillo patrios y una crecida menina, de diez metros de altura y 7,5 metros de anchura, ataviada con 37 mil 720 bombillas led, bien podría significar un canto a la vida; pero en este 2020 luce como el terco resplandor de lo que no queremos dejar ir.


Al fondo la Menina, Colon y la obra de Jaume Plensa 

Los buenos deseos que siempre se camuflan por estas fechas de reencuentros familiares luchan con las delimitaciones de una pandemia que no da tregua a nadie, mal comunicadas las restricciones también por parte de los gobiernos locales.

Los políticos con tapabocas en el rostro parecen cubrir sus deslucidas actuaciones con mucha mayor naturalidad.

Por insólito que parezca pareciese muy difícil cumplir unas medidas bastante lógicas si se observa que después del llamado puente de la Almudena (cuatro días continuos) las cifras de ingresados en hospitales se duplicaron.

Nada cambiará entonces.  La tercera ola dejó de ser vecina anunciada e incómoda para entrar por la puerta grande a enero, desde las Navidades y celebración de Fin de Año.  

Difícil es sin duda aumentar la conciencia que parece no haber despertado porque los medios no son hacedores de milagros y mucho menos tienen la intención de hacer mejor a los ciudadanos.

La desinformación constante a fuerza de banalidades y no llegar a los verdaderos fondos de cualquier asunto por importante o insignificante que sea, los ha convertido en ese mal necesario que tenemos que aguantar, al parecer, cada vez menos.

Dentro de poco la televisión dejará de ser el amigo inútil que tuvimos en casa. La trasformación tecnológica es avasallante y la sed por la claridad en los hechos y acontecimientos universales la ofrecerán múltiples canales que ahora se llevan el trago de conspirativos.


Botero, meninas, Colon y Plensa, luces a las seis

Mientras nos sometemos a esta especie de letargo mundial, a veces nos dejamos acompañar por miniseries y películas de Netflix, la plataforma que por ahora podemos ver.

Hemos visto una vez más que las mayorías se equivocan y terminan apoyando lo que tiene más bien escaso valor.

El caso de  Rached. Una gran decepción. Dijeron que era la historia de la enfermera de One Flew Over the Cuckoo's Nest, novela publicada en 1962 de Ken Kesey que originó la película Atrapado sin salida. Mejor que no lo hubiesen contado. La reminiscencia no mejoró la ficción. Desde hace tiempo se sabe que por más artilugios escénicos,  decorados, vestimenta  elegantísima y colores exactos de acierto estético apenas contribuyen a elevar la historia, mucho más en medio de una trama débil y decadente en sí misma, salvada por los actores y la dirección fotográfica.

Otra miniserie, para el común de los mortales inverosímil, que disfrutamos fue Unorthodox (Nada ortodoxa) coproducida por Alemania y Estados unidos que cuenta la vida de Esty, quien se libró de la comunidad religiosa judía ultra dogmática de la comunidad Satmar, Nueva York; y comenzó una nueva vida en Berlín.

Basada en la autobiografía de Deborah Feldman, titulada Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots (Poco ortodoxa: El escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas).

Un trabajo contundente y de impecable acabado.

Hace poco vimos la también miniserie The Queen's Gambit (Gambito de dama) una ficción que atrapó por la forma cómo fue ejecutada la narración de una chica destinada a brillar en el mundo del ajedrez, ambientada en la época donde eran los hombres, monarcas de este juego que tuvo también sus episodios en la guerra fría.

Dentro del lugar común sobre el bien y el mal  vimos la trilogía del rio Baztlan de Dolores Redondo. Sus libros  El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta son también películas españolas muy bien realizadas.

Un áspero pero también buen sabor nos dejó la cinta Hillbilly Elegy basada en otra narración autobiográfica de mismo nombre, de J. D. Vance.

La sociedad norteamericana que pocas veces muestran, en este filme está retratada, con el fino cursor del amor convirtiendo en belleza el desencanto.

Las producciones independientes y el cine de países como India, Corea del Sur, Alemania, Francia y Sudáfrica salvan la parrilla del formato streaming sobrecargado de lo mucho que ya estamos cansados de ver.

La repetidísima fórmula del éxito violencia-venganza, sexo y acción aburre, satura y genera aversión. Tenemos que salir del ciclo que tanto ha contaminado nuestra conciencia infectando de miedo las posibilidades inimaginables de la vida misma.

La infección contagiosa universal explicada en el libro Las nueve cartas de Cristo.

Muchos habitantes de Madrid buscan la forma de evadir la pandemia. Viajan, se juntan, celebran. Otros se cuidan, otros trabajan el doble por los inconscientes. Muchos evitan salidas y se adaptan a la vida que ha tocado vivir sin negarla y oponerse.


Plaza Elíptica


Las luces se encienden a las seis de la tarde y se apagan a las ocho de la mañana del día siguiente. Invitan a encandilarnos y fugarnos un poco, pero la mascarilla respira, recordando que el cambio vivido nos superó y negados están muchos a captar la lección.

Nada es como antes y afortunadamente podemos decir que eso sí lo hemos aprendido. 

 

Julia medita en la necesaria paz

 

 

 

 

domingo, 20 de diciembre de 2020

Deslave

 




Veintiún años se cumplieron en este 2020 de la llamada tragedia de Vargas. Desde entonces las Navidades cambiaron, movieron sus piezas de ajedrez mágico para convertirse en tablero blanco y negro.


Cuando la masa de  agua, tierra roja y marrón,  troncos y ramas de árboles arrastró la sala de la casa donde se encontraba Andrea, de alguna forma, consiguió no separarse de su hijo de siete años, Vangelis.

A su lado estaba su esposo Oscar y también cerca, aunque un poco más alejada, la yaya Rusé, quien al ser sorprendida por la avalancha de lodo que se le venía encima no pudo más que dejarse arrastrar, empujada con fuerza, hacia la puerta del pequeño baño que tenía, a unos pasos.   

Hundida, revuelta en el fango, ahogada en el horror de palpar su tumba, sintió una salida: la misma furia del deslave, hizo que el techo, que ya comprimía su cabeza, se rompiera; abriendo un hueco por donde fue escapando el lodazal, empujando también su cuerpo hacia la abertura.

Los maderos de la montaña que había sido arrastrada por la profusión de lluvia la hicieron flotar hacia esa inesperada fuga y mientras subía como un corcho, fue agarrándose de los pedazos de paredes que le permitían sostenerse.

Como pudo lo logró. Sin agilidad y tanteando, golpeada y herida, subió al destrozado techo de su casa y pudo alcanzar el de la vivienda de atrás, hasta ese momento entera, porque justo era en la suya donde se formaba un remolino espeso y turbio que bajaba con rapidez y violencia, sin saber muy bien de dónde venía,  pues su mente había perdido el discernimiento.  

Seguía lloviendo. Desde hacía dos semanas no había cesado. La construcción del techo del segundo piso de la vivienda adoleció de materiales, no era tan sólido. En cada aguacero aparecían manchas de filtración interna. Pero lo ocurrido en las últimas semanas había sido más que preocupante. Techo y paredes destilaban agua de lluvia. Ya no tenía trapos, sábanas ni toallas secas que pudieran contener la humedad.

Habían tenido muchas señales para emprender la huida a tiempo. La planta baja de la casa ya estaba inundada por lo que su hijo Oscar,  su nuera Andrea y su nieto Vangelis se encontraban arriba, justo cuando ocurrió todo. Ella tratando de convencerles de salir, de abandonar la vivienda.

Era muy temprano en la mañana, entre las seis y las siete. El matrimonio estaba negado. Decían que allí dentro nada les podía ocurrir, por lo menos estaban resguardados de la lluvia.

Rusé no daba crédito ante el relámpago de su intuición. Les notaba una calma extraña.

Veía a su nieto, pequeño y frágil, con esos ojos achinados y oscuros  que parecían siempre sonreír, y tuvo la intención de llevárselo con ella, pero al verlo tan cerca de su mamá, cogido de su mano, rechazó rápidamente la idea.

“Quien soy yo para arrebatárselo a su madre”, caviló.

Inexplicablemente llegó la ola de tierra, palos de montaña y pedazos de casas y familias que ya habían sido arrasados más arriba. Una parte del pueblo ya había desparecido.

Desde el techo veía lo incomprensible. La furia de las aguas desencadenadas justo estaba a un paso de dónde se encontraba, donde había quedado su familia. Hijo, nuera y nieto. Y no podía hacer nada. Su cuerpo se le había puesto pesado. La lluvia le limpiaba lentamente el barro adherido a su piel y ropa. Debía permanecer de pie, no  se planteó siquiera sentarse sobre el cemento mojado; pensaba que si lo hacía, no podría levantarse.

Desde donde estaba no veía ningún vecino. Solo el embudo de la naturaleza  desbordada, sin control.

Escuchó una voz cercana entre el ruido descomunal de las aguas, aunado a su sordera que la hizo ponerse alerta.  No supo al principio muy bien de dónde venía hasta que puso mayor atención y descubrió que venía de su casa, de un despedazado rincón que permanecía indemne.

Distinguió la voz de su nieto, Vangelis. Estaba aprisionado contra la tapia. Ella observó apenas los movimientos de los dedos de sus manos mientras decía: “despierta mamá, despierta… ayúdame, ayúdame,  empújame… ”.

Rusé se sentía impedida. No podía encaramarse hasta donde él se encontraba. Le empezaban a salir los dolores de todos los golpes recibidos. Las rodillas se le resistían. Llevaba mucho tiempo de pie. Perdía la temporalidad.   Sabía que no lograría reventar los bloques que inmovilizaban al nieto. Intentándolo, podía agravar la situación.

Su mente, diluida cadena de peticiones al universo entremezcladas con  la expiración que sentía tan cerca. Vangelis no le escuchaba y se había cansado de hablarle. El niño repetía lo mismo, aunque había largos periodos de silencio. Le aliviaba cuando volvía a escucharle.

No entendía qué pasaba con el tiempo. Era incapaz de pronosticar la hora. Se le escabullía en la furia de las aguas. El reloj había desaparecido de la muñeca. Tampoco lo hubiese podido leer, sin anteojos.

Esperó. Miles de especulaciones vaciaban sus preguntas y respuestas. ¿Oscar y Andrea estarían muertos o habrían sido arrastrados más abajo, logrando escapar?

Las pequeñas gotas la mojaban, constantes. Permaneció así sin saber muy bien cómo era capaz de resistir.

Cuando divisó a un joven ataviado con uniforme llamativo, le hizo señas. Él rescatista al acercársele, inquiría: ¿pero está vivo, señora, está vivo…? ¿Segura?

Llegó y vio al nieto atrapado. Confirmó que respiraba, despertándolo un poco. Buscó entre los escombros apilados un palo fuerte que le sirviera de palangana para desaprisionar el cuerpo contraído. Al halarlo hacia afuera le hacía daño y Vangelis se quejaba. El hombre entonces se percató que las botas del niño impedían su salida. Empezó desde su posición incómoda a desatarlas para liberar uno de los pies y poder subirle con mayor facilidad. Poco a poco lo fue logrando hasta que lo levantó con sus brazos y lo colocó firme, muy cerca de Rusé, que lo arrimaba a su cuerpo, sin presionarlo.

Había tardado alrededor de una hora en liberarlo.

-    -        ¿Cómo iba vestida su madre?, preguntó el socorrista a la abuela.

-    -         Con un poncho amarillo.

-   -        Entonces era quien estaba debajo de él. Fue lo último que hizo en vida. Alzar a este muchachito. Sentido pésame, dijo mientras lo cargó y junto a la abuela empezaron a descender  por una parte del pueblo, menos despedazado. 

    Unos vecinos los ayudaron a subir al techo de la escuela que quedaba medio intacta, a un lado del pueblo,  sin ser arrasada por las aguas.

Rusé pudo sentarse en un pupitre que le facilitó un hombre, unido a un trago de licor que ella apuró sin preguntar. Le calentó todo el cuerpo. A su nieto lo pusieron a su lado, acostado.

Miró hacia las montañas y descubrió la desaparición de la que se le había venido encima. Lo que quedaba eran montículos, como si una mano gigante la hubiese arañado.  Vaciaba lodo como un río.

Mientras trataba de poner orden al caos, vio los árboles que tenía cerca, a la altura de sus ojos. No le decían nada, pero algo raro veía en ellos.

Alguien se le acercó para ver si se encontraba bien y al verla ensimismada dijo:

-  -   Hasta los árboles están tristes, lloran desconsolados, por lo que hoy nos ha sucedido.

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 2 de noviembre de 2020

Roraima grita en la plaza Mayor

 

Menina Grito de Roraima, en una solitaria Plaza Mayor 


Madrid ha empezado a mudar hojas. Llueve, escampa y empieza a mostrarse con los tonos otoñales que tanto gustan a los que saben que en toda transformación hay alegría y en toda muerte un renacer.

No obstante, los días de contenciones y desaciertos de esta pandemia, visto desde el lado de quienes no tenemos nada que ver con las decisiones políticas, pasa factura en la salud emocional de las personas.

Angustia que puede trasladarse a los hogares, a los trabajos in situ y los que operan desde sus casas en esa suerte de tele trabajo que se ha impuesto, para poder continuar con la vida que muchos intentan se parezca lo más posible a la de antes, cosa que por el momento, tiene viento adverso.

La mascarilla ya es un buen contrincante a la hora de entrar en los hábitos del día a día. Un amigo deja unas cuantas metidas en un sobre, en la casilla de su buzón de correos porque no ha sido la primera vez, como ha pasado a buena mayoría, que después de bajar los cinco pisos hay que subirlos porque se ha quedado el bendito tapabocas, colgado del perchero. 

Vivir de esta manera ya marca una diferencia. El aire no se respira igual y vemos a los demás de otra manera. Las sonrisas ahora sólo se perciben en los ojos y a favor se podría decir que interesa toda esta situación, mal denominada nueva normalidad, para dejar de embaucarnos por la apariencia e ir un poco más al fondo de cada quien y del dispendioso momento que atravesamos.

La normalidad es rancia, no atrae novedad alguna. Juntar los dos vocablos es otra inexactitud sumada a las muchas que con pleno conocimiento hay ido trajinando por los medios de comunicación en todo esta vivencia.

Si buena mayoría de veces observamos en la gente ocultándose en la consabida inercia de dedicarse a leer en el móvil el cúmulo de sin razones que pululan por la red, podríamos traducir que el tapabocas contribuye a aumentar esta indiferencia con que asumimos nuestro alrededor y nuestra realidad, saturada como está de tanta incomprensión.

Por lo demás, encubrir boca y nariz es un verdadero fastidio, una carátula equívoca y errada, de los que ahora intentan combine con el color de calcetines, zapatos o bufanda; comienzo de un nuevo negocio que irremediablemente sólo perdurará  en el tiempo que se conserven las estrategias e indefiniciones que por ahora se mantienen para provecho, una vez más, de pocos; en detrimento de muchos.

La mascarilla quirúrgica, la más barata, es la que lleva buena parte de la ciudadanía y el rey, la reina y las infantas. Se observan vendedores ambulantes de esta prenda y las tiendas exhiben todo tipo de diseños. Vemos en la televisión como los periodistas y sus entrevistados hacen gala de ello. Hasta los museos se han reinventado colocando grandísimas obras en esa mínima tela  que recuerda todo el tiempo la nueva anormalidad, como debieron denominarla si tuviesen los gobiernos, alguna vez, asesores sinceros y verdadero interés colectivo.

Los chicos y chicas que no llegan a veinte años usan unas negras que tienen la más universal de las groserías gringas para mandar al virus, que les ha alterado el deseado presente, al lugar aquel del que no sabemos muy bien retornar.

Las mascarillas huelen. Molestan. Sudan. Nos hacen más sordos. A los que llevamos gafas, ciegos. Las hay burlonas, con lengua y labios carnosos. De toros bravíos,  de rojo y negro. Con los sellos patrióticos de las banderas.

Es que somos los mismos. Mucho escaparate para tan poca vitrina.


Los colores del otoño en plazas y parques

El mundo dominado por un conjunto de amos no quiere cambiar, su resistencia está siendo muy visible. Las sacudidas de Goliat serán enormes porque hasta ahora nadie ha demostrado que desea ceder desde sus habitáculos de poder.

La verdad una vez más secuestrada. De lo que está ocurriendo sabemos que cada día muere gente a causa de un virus del que no conocemos su verdadero origen. Se había anunciado una segunda ola y ni siquiera para este advenimiento los gobiernos europeos se prepararon.

La secuencia rota e inusitada de aquel video de Pink Floyd de la canción Another brick in the wall, incluida en el album The Wall de 1979, en la los niños van caminando neutra y ciegamente a una gran máquina que los convierte en carne picada (en Venezuela, molida) viene como esa premonición innecesaria que siempre tuvimos ante la fragilidad de estar siendo llevados por la inconciencia, a la nada.

Para los venezolanos que nos ha tocado emigrar, cualquiera hayan sido las condiciones, aunque por supuesto hay casos que merecen nuestro más profundo abrazo solidario, hemos visto que si bien veníamos de una nación incoherente, una cuasi tragedia sin explicación, los gobiernos de casi el mundo entero andan igual de descarrilados.

La tragedia entonces no es regional sino mundial. Lo asertivo, lo sabemos todos, ni se compra ni se vende, como diría el famoso pasodoble de Genaro Monreal, cantada por estas latitudes por Manolo Escobar y en Venezuela por la Orquesta Billo’s Caracas Boys, con  la voz del gitano maracucho, Memo Morales.

En esa vinculación musical entre España y Venezuela, que vemos desde nuestra nueva perspectiva de vida, observamos que vamos siempre más unidos por las manos de los artistas.

El garbo de Manolo Escobar unido al de Memo Morales revela que la vida va acoplada a la creatividad humana, nunca a su miseria. Cuando es lo segundo, todo en nosotros se empieza a secar y aparecen circunstancias innecesarias que debemos ir venciendo y hacen la vida más compleja.

En Madrid, seguimos escuchando el acento venezolano. Con mucha fuerza en muchos lugares percibimos buena parte de trabajadores haciendo su labor. Subsistiendo en duras condiciones que, a pesar de todo se agradecen, porque permiten una sobrevivencia más digna que la de allá.

Vemos con asombro como los españoles han sufrido férreas leyes ajustadas a un sistema que busca sostenerse con el gran sacrificio de grandes masas de personas que tienen que aguantar lo que podría denominarse una nueva explotación. Todo ello se traslada a los trabajadores extranjeros.

Las manos de muchas mujeres y hombres agotadas y enrojecidas después de realizar intensas horas de trabajo, rechazados por la mayoría, y que solo se cumplen por el más estricto sentido de sacrificio y necesidad.

Reparamos sobre la mascarilla cansancio, hastío y rabia. Gente que por momentos también ha sido rechazada por sus rasgos físicos, por su piel.

Escuchamos también por el metro el idioma quechua que une a los pueblos andinos: peruanos, ecuatorianos y bolivianos lo hablan cuando entre ellos intercambian experiencias o circunstancias personales. Igualmente guaraní, una lengua muy cantarina que  hablan en Paraguay y habitantes de países vecinos.

Todo ello pareciera significar que somos muchos los latinoamericanos aportando al desarrollo de este continente porque además sabemos que en otros países esta situación se repite, aunque se concentran más en España por tener familiares y el idioma castellano en común.

Nos entendemos, pero hablamos diferente. Nos expresamos también de manera distinta. La forma varía y al que llega le toca adaptarse al país, por lo que la travesía puede impregnarse de mucha incertidumbre, sorpresa y dolor, pese al espíritu emprendedor que habita dentro de cada uno de los seres humanos, heredado en todas las razas.

En España lo que nosotros denominábamos “viveza criolla” campea a sus anchas y en muchas ocasiones el mal trato, la sequedad, la indiferencia y el abuso se encuentran en cualquiera de los lugares donde se trabaje: cafeterías, casas de familia, bares, calls centers, supermercados, almacenes o tiendas.

Con desconcierto vemos que actos fraternales no son comunes. No solo hace falta ser educados y estrictamente correctos. A los niños latinoamericanos siempre se les enseña las tres palabras-llaves que abren muchas puertas: disculpe, por favor y gracias. Poner en práctica  estos principios de amabilidad embellece todo espacio.

Las generaciones de postguerra tuvieron que lidiar con mucho sufrimiento, pero cuesta para un latinoamericano entender que la segunda nación del mundo con más número de iglesias católicas no practique las enseñanzas de amor incondicional del maestro Jesús.

Menos artistas viajan en metro. Tampoco se ven en las calles. Suben más los que piden dinero mientras que en los grandes almacenes y loterías las ventas siguen su ritmo.

El gremio de los hosteleros protagonizó una marcha para reivindicar derechos y lo cierto es que la industria turística ha sido la más golpeada en todo el mundo, solo que en España esta maquinaria está bastante bien engranada.

Los confinamientos antipáticos se imponen con lentitud mientras aumentan de forma inevitable el número de ingresados en hospitales españoles a causa de esta pandemia.

Manifestaciones, violencia y saqueos se han sentido en ciudades españolas y los encargados del orden señalan que nada tiene de espontáneo, dada la cantidad de artilugios pertrechados para desencadenar los disturbios.

La política  sigue tejiendo hilos escalofriantes, nada humanos; antiartísticos.


Los niños juegan con la menina de Valentina Giuffrida


Meninas

Hace un par de semanas fueron colocadas por toda la ciudad las meninas que desde el año 2018 se presentan por unos meses y se han hecho notorias por la cantidad de selfies que se toman las personas cuando las encuentran a su paso por Madrid.

MeninasArtGallery en su tercera edición se pasea por la ciudad en una suerte de exhibición que sabe que no tendrá tantos espectadores. Esta exposición que cerrará el 15 de diciembre, especie de museo al aire libre, creación del venezolano Antonio Azzato, autodenominado ciudadano del mundo. Después de estudiar a fondo la obra de Velásquez las reinventó de metro ochenta, en formato de escultura acrílica, benefactoras de causas humanitarias. El año 2018 en una subasta recaudaron más de 100 mil euros.

En este año atípico ellas buscan reivindicar el paisaje cotidiano, confinados como estamos, huyendo de las multitudes y concentraciones.

En la plaza Mayor se encuentran dos de ellas, separadas con la distancia prudencial de estos tiempos. Luces tituló la firma de moda masculina Oteyza (conformada por Carlos García de Oteyza y Caterina Pañeda) su menina de elegantes tonos blanco, amarillo y negro.

Grito de Roraima de Valentina Giuffrida de rojo matizado con algo de amarillo y negro, con la visión de una lechuza simbolizando la sabiduría, es la menina de poderosa concepción que llama la atención sin miedo, sobre las muchas injusticias que viven las niñas aborígenes del planeta.

En esta edición participan también otros venezolanos como Negia Esmeralda Vivas Yapur, Keka Martínez y Manuel Rodríguez.

En la plaza Mayor que hasta ahora ha sido el único lugar que hemos podido asistir para no romper con las normas de seguridad impuestas por el bien de todos, más que el grito de Roraima sentimos la necesidad de tener en nuestra alma y corazón, su consciencia.

La conciencia de Roraima, Auyantepuy vigoroso, maestro ancentral, meditador profundo de la selva amazónica; cueva de tierra, vida, raíz del origen, verde y agua; se necesita más que nunca en el mundo, para elevar nuestro destino.

Empeñados como estamos en ser peores, todavía no somos capaces de vislumbrar la grandeza a la que pertenecemos.


Luces, de la firma Oteyza


 

Enlaces:

https://meninasmadridgallery.com/proyecto/

https://gossipvzla.com/manuel-rodriguez-hola-soy-lilian-tiene-su-propia-menina-en-madrid-imagen/

https://www.durangallery.com/antonio-azzato.html

https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=3396868597057387&id=704607376283536&substory_index=1

https://www.ongrescate.org/una-menina-llego-a-madrid-para-buscar-refugio

https://www.facebook.com/Valentina-Giuffrida-2277593389152260/

 

 

 

domingo, 11 de octubre de 2020

Chela Palacios: el poder de reinventarse cada día

Chela Palacios desborda energía. Creo recordar que así la intuí apenas la conocí, años atrás. Si sacáramos con la barita de Merlín los rasgos distintivos de esta mujer, se cumplirían en su totalidad, a vuelo de pájaro, los diez atributos de la personalidad creativa, estudiada desde hace más de treinta años por el profesor Mihály Csíkszentmihályi, maestro de la psicología positiva y creador del concepto de Flujo (Flow) sobre la relación entre la felicidad y la creatividad.

Además de cumplir con casi todos los ítems señalados por el investigador consuma la idea más aceptada porque trasciende lo conceptual y aclara la experiencia: un ser creativo en vez de ser un “individuo”, es “multitud efervescente”.

En ella habitan, desde siempre, esas burbujas de luz. Escribe poemas, reflexiones, obras teatrales y puede leerlas con su voz dulce y clara. Da vida y actúa con sus muñecos de trapo y con los fogonazos de Claudia, personaje de una mujer que ha sabido fondear su pasado.

Es capaz de hipnotizar a los niños con papeles de seda recortados de lluvia e igualmente irse después a preparar una sencilla y redonda arepa rellena de queso, para continuar hechizando a sus hijos y nietos.

Su ser creativo jamás se detendrá porque ella nació con ese don y desde siempre supo que había de repartirlo por el mundo.

Como venezolana, ahora emigrante, ya jubilada, le ha tocado vivir duras pruebas, pero saca lo mejor de sí porque no es una maga de chistera. Ella es de las que encontró hace tiempo el tesoro que reverbera al final del arcoíris y regresó para expandirlo entre quienes han tenido la oportunidad de disfrutar su amplia sonrisa, su hermoso color de piel, orgullo de mezclas de tres razas, indígena, negra y blanca. Su continua agitación creativa, trajina; se derrama, y busca impregnar los corazones, de amor incondicional.

La entrevista fue realizada a través de preguntas y respuestas por correo electrónico. En muchas de las respuestas Palacios colocó “ja ja ja ja ja ja”. Incluso en las más serias, como su vida en pareja.

Su risa en código de béisbol, batea para hacer sonoros doble play.

El País de las monedas

MPS: ¿Cómo te sientes en estos momentos de tu vida: madre,  bisabuela, mujer creativa en el mundo?

CHP: En estos momentos de mi vida,  me siento en mi plenitud. Siento que he cumplido  y he representado estos papeles bien, a pesar de que en algunas oportunidades, quizás haya fallado;  seguramente, no tuve un buen director o el guion no estaba bien escrito. Como madre, traté dentro de mis posibilidades,  de hacerlo lo mejor posible, al igual que de abuela. La presencia de estos roles me dieron la fuerza, que comenzó como hija. Tuve unos padres ejemplares, un papá que siempre vivía echándonos cuentos  y de allí nació mi amor por la escritura. Creo haber heredado de mi madre y de mi padre, mi amor al arte. Y hoy me siento con el poder creador a plenitud. Ya no tengo las preocupaciones. Ahora,  en esta edad grande los desafíos son otros.

MPS: ¿Cuántos retos has tenido que enfrentar al emigrar de Venezuela a Perú?

CHP: Muchos. El primero, el miedo a lo desconocido y a mí misma. El miedo a no cumplir mis sueños. Los que tenía al ser jubilada, que eran tener calidad de vida, viajar, vivir en un sitio tranquila y dedicarme a lo que me gusta: escribir, seguir dirigiendo teatro y mis etcéteras.  En segundo lugar,  miedo  a la inestabilidad económica. El no tener un lugar estable dónde estar. Quizás estos sean mis miedos más profundos, no lo sé. Vivo mirándome y estudiándome,  a ver de qué manera podemos salir mi familia y yo, de este laberinto en el que nos encontramos. Es un caos mundial. Y debemos tomarlo como aprendizaje para seguir adelante. Estoy en la edad en que aparentemente todo debería ser tranquilo, pero no lo es. Así que debemos adaptarnos al mundo que nos ha tocado.

MPS: ¿Cómo te has sentido más cómoda, con el teatro, con la poesía, con las narraciones?

CHP: ¡Qué te puedo decir! El teatro ha sido parte de mi vida, allí aprendí a ver la vida de manera distinta.  Allí comencé a hacer mis primeros intentos de plasmar en escritura lo que sentía. Recuerdo mi primera obra escrita, El País de las monedas, este título nació de un mal título que vi en un periódico local, cuando empezó una devaluación y desaparecieron las monedas e hizo que sacarán unos billetitos como para jugar monopolio.

La representé, con mis niños de mi grupo Arcoiris Mágico de la Universidad de Carabobo. Allí comenzó  mi trabajo dramatúrgico. A mi vez, escribía cuentos infantiles, que me recordaban mi infancia. Tuve una niñez de cuentos y de encantos, tuve el privilegio de tener nuestros propios cuentacuentos y conocer los grandes clásicos infantiles. Claro está, eso lo supe después que comencé a ser lectora. Me gusta mucho escribir cuentos, aunque ahorita lo tengo abandonado.

La poesía la respeto pero no me considero poeta. Tengo ligeros intentos, ligeros ejercicios escriturales, que creo comenzaron, con poetas como Andrés Eloy Blanco y Pablo Neruda. Comencé copiándolos, tendría como quince años, a nadie se los mostré nunca. Con mudanzas se perdieron. Tuve la dicha de estar al lado de un poeta, que me leía todas las noches. Pero no me atrevía a escribir. ¡Leí tan buenos poetas en mi vida!, qué sentía pena por lo que yo podía escribir. Quizás soy más prosista que poeta y cuentista. Sin embargo, incursiono, ya que ando en la búsqueda de voz. Mientras llegué, disfruto lo que hago.

MPS: ¿Qué recuerdos te ha dejado el continuo escenario por el que has vivido?

CHP: Mis aprendizajes y los distintos escenarios que he vivido han dejado huellas indelebles en mi vida. De todos he aprendido. Ésta universidad de la vida, me ha hecho crecer, me ha enseñado a ver la vida de manera distinta, me ha hecho más humana, más sensible; a ver a mi hermano humano de la misma manera que me veo a mí. Sé que ese ser que es mi hermano, es mi espejo, es mi reflejo, que a diario me enseña. Hoy le agradezco a Dios ésta oportunidad de vida que me ha dado, ya que siento que si no hubiera pasado por cada altibajo que me ha tocado, hoy no sería este ser que soy hoy.  Simplemente agradezco todo lo que he vivido y vivo.

Amor de dos

MPS: ¿Cómo es la niña que habita en ti?

CHP: La niña que hay en mí no ha cambiado mucho o casi nada. Desde niña fui inquieta, curiosa, terca; de ideas fijas, juguetona, alegre y confiada. Siempre viendo lo bonito de las personas que han estado y están en mi vida. Por eso tengo tan excelentes personas a mí alrededor.

Sigo siendo a pesar de las adversidades esa niña que ríe por todo. Que tiene fe y que ama.

MPS: ¿Cómo es la chamana que te aconseja vivir con arrojo?

CHP: En la humildad, en lo cotidiano de la vida y la simpleza,  en irte descubriendo minuto a minuto, en la observación constante. Amo y respeto la libertad mía y la de las personas que están a mí alrededor.  Con el tiempo aprendí a valorar, a amar todo lo que Dios me dio y sobre todo agradecer por mí, por mi familia;  por lo que logré con mi esfuerzo.

MPS: De tu vida en pareja: ¿fue difícil vivir con un poeta? 

CHP: Según mi criterio, la vida en pareja es difícil, sea con quién sea, tienes que ceder, aceptar muchas cosas para poder llegar a una vida juntos. La pareja tiene que aprender a crecer junta. Es de dos. La carga y la flexibilidad no puede estar de un solo lado, por eso la cuerda  se va desgastando hasta que se rompe. Te puedo decir que mi vida al lado de Gustavo Montiel, se tornó difícil los últimos años, al principio hicimos una excelente pareja, luego las cosas fueron cambiando, tuvo mucho que ver su carácter, es muy inflexible, no cede nunca. La comunicación se fue enfriando. De él aprendí muchas cosas sobre la literatura,  es un excelente lector y muy buen escritor, a pesar de que siempre se negó a pertenecer a círculos.  

Él ha salido de mi vida, más nunca lo voy a olvidar, ya que nuestro hijo es muy parecido. Además las personas que pasan por nuestras vidas pasan por algo y siempre te dejan un aprendizaje. Nadie llega a tu vida por casualidad.  En cuanto a tu pregunta, para mí no fue tan difícil vivir con un poeta, porque yo lo comprendía, aunque a veces se tornaba insoportable.

MPS: ¿Cuál es el mayor aprendizaje que te dejó  el amor en pareja?

CHP: Creo no recordar el aprendizaje.  Aunque sí. Te puedo decir, que me pulió en lo que venía estudiando. Era lectora de filosofía esotérica. Aunque en aquel entonces no entendía muchas cosas sobre el aprendizaje de evolución del ser humano. Aprendí a valorarme como mujer, a amarme, a no depender de nadie. Entendí que el amor tiene que ser de dos, para poder llegar a un final feliz. Qué los esfuerzos que se haga no puede ser individual, no da los resultados esperados.

Reverón

MPS: Háblame de tu familia.

CHP: Tengo tres hermosos hijos, maravillosos y amados hijos. Ana Abigail mi primogénita, María Fernanda, mi segunda hija y Gustavo Augusto, mi tercer hijo. Me siento súper agradecida con Dios por haberme no solo dado la vida, sino por haberme otorgado el milagro de la maternidad, a su vez potenciada y premiada con nietos bellos, sanos y hasta una bisnieta. Mis nietos por orden de edad: Julio, Stephani,  José Daniel, Diego Andrés, Marcelo Andrés y cierro con otra nieta bella de apenas dos años, Anapaula; y la bisnieta Verónica de los Ángeles. Así que la vida me ha premiado.

MPS: ¿Volverías a nacer mujer?

CHP: Si, creo que sí. Amo ser mujer. Y bueno,  como me tocó ser mujer de este lado del mundo, y en la época que me tocó, ya otras habían luchado por nuestra liberación. Así que solo me ha tocado agradecer a tan grandes mujeres que nacieron antes que yo.

MPS: ¿Cuánto de Reverón hay en ti?

CHP: De  Reverón  están mis hermosas muñecas de trapo.   Ellas nacieron un día que conocí a Zobeida, la muñequera de Píritu.  Ese día me atreví a hacer  mi primera muñeca y  desde ese día me enamoré de ellas y hasta talleres di. Inclusive hice hasta un proyecto que llamé "Rescate   y elaboración de la muñeca tradicional venezolana”. Logré hacer varias exposiciones y ellas con orgullo llegaron un día España, a Santiago de Compostela,  donde fui invitada por mi amiga-hermana,  Judith Rodríguez. Allí fuimos invitados a presentar la obra La patria es una mujer sobre tres mujeres, monólogos separados: La India, Judibana, la negra Juana Ramírez, la Avanzadora, y la blanca Josefa Camejo, la heroína de Paraguaná.  La obra fue dirigida por Obel Hidalgo y por mí. Así que el Taller de Formación Teatral de la Universidad de Carabobo y Andarín Cósmico viajaron a Santiago de Compostela.  Muy bellas presentaciones, con las actrices,  Geraudi González Olivares, María Fernanda García Palacios y como el tercer personaje la propia Judit Rodríguez. La experiencia fue maravillosa.

MPS: Siempre que se te recuerda se siente tu sonrisa: ¿cómo la has logrado mantener en el tiempo?

CHP: Tomando la vida no tan en serio.  Esto tiene que ver mucho con lo que he aprendido. Hay un dicho que dice que hay que ser económico. Según tengo entendido. Para estar serio pones a trabajar, según recuerdo, setenta y dos músculos de la cara. Mientras que para sonreír solo tienes que utilizar catorce. Así es que preferí la economía. Ya  que está no me cuesta nada. Es en lo único que he hecho economía

MPS: ¿Cómo es tu vida, con tus fantasías y tus luchas?

CHP: La vida para Chela Palacios es un reinventarse diariamente.  Siempre estoy pensando en algo. Algunas veces mus hijos me dicen: Mamá ya estás vieja, no puedes hacer tal o cual cosa. Rio por dentro, callo y lo hago. Así soy. Y no lo llamo lucha, lo llamo vida, en cada respiración, está la energía y chispa divina que me impulsa  a seguir.  Algo me dice continúa, algo queda. Sigue regando. Alguna semilla crecerá.

Claudia Cienfuegos

MPS: De los personajes que has creado, ¿con cuál te quedas?

CHP: Con Claudia Cienfuegos, mi personaje de la Historia para ser cantada. Ella a pesar de las adversidades, canta, cuenta, baila, ríe, llora. Y sigue su vida como si nada.

MPS: ¿Cómo nació?

CHP: Nació después que me jubilé de la Universidad, ya no había más niños. No más grupo de teatro de niños. Un día reunida con mi amiga Geraudi González Olivares, le digo por qué no hacemos un grupo de teatro. ¿Te atreverías  a hacerlo, “amichiiii”?, le pregunté. Ella aceptó  y así nació el grupo de teatro "Andarín Cósmico".

La pregunta obligada en ese entonces fue: ¿qué monto? Nos pusimos a leer, para ver si conseguíamos unos monólogos. Muy tímidamente me puse a escribir y nacieron dos monólogos.  Mi visión del mundo, la historia de una mujer que dedicó su vida a su esposo e hijos, olvidándose de ella. Cuando queda sola que los hijos crecen, se da cuenta que su esposo la engaña.  Comienza a buscar dentro de ella. Busca algo que le gusta y descubre que puede escribir, la  Historia para ser cantada.

Es un personaje muy simple, Claudia va por la vida contando y cantando su historia, sus recuerdos, sus anécdotas, sus alegrías. De esa manera ella no deja que el caos del mundo la absorba.

MPS: ¿Qué significó para ti tu paso por la Universidad de Carabobo?

CHP: La experiencia, el saber; allí conocí, gente, personas maravillosas. Mi  paso por la Universidad,  es lo más hermoso que me ha pasado, aparte de mis hijos. Allí aprendí a valorar las cosas bellas de la vida. Es realmente inolvidable.  

MPS: ¿Tienes añoranza por Venezuela?

CHP: No.  Estoy aprendiendo a despegarme de las cosas. Estoy trabajando mis apegos. Con esto no te quiero decir, que no la añore, alguna que otra vez, los olores, los sabores; su gente, mi familia, los sabores de los quesos.

MPS: ¿Qué proyectos tienes?

CHP: Mi proyecto futuro es viajar a España. Vivir en una Villa con mis comodidades para seguir escribiendo. Montar un hostal y hacer funciones de teatro, exposiciones de pintura, hacer tertulias literarias a los viajeros.

Un mundo sin caos

MPS: ¿Cuántos libros e ideas tuyas se mantienen inéditas?

CHP: La clase para ser contada, un libro dedicado a los docentes, para  que los alumnos aprendan las clases como un cuento y disfruten. Les guste el lenguaje, la historia. Un libro de cuentos infantiles Sueño al amanecer, recuerdos de mi infancia.  Un libro de poesía, Todo Pasa  que  al principio lo llamé, Mis ejercicios escriturales. Un libro de teatro llamado El libro de todos los cuentos. Aquí están las obras infantiles escritas en mi tiempo como directora del grupo de teatro Arcoíris Mágico de la Universidad de Carabobo. Un texto que llamo de poesía, especie de experimento, donde están escritos parte de mis logros como estudiante de la vida aún sin graduar, intitulado Soy nueva para la  vida.

Sigo siendo nueva para la vida y aún digo, siendo nueva para la vida.

Y finalmente en preparación un libro de reflexiones, Chela Palacios, mi día a día. Aquí expreso al igual que en mi libro de poesía, mis pequeños aprendizajes de cómo veo la vida y mi acercamiento a Dios.

MPS: ¿Con qué sueña Chela Palacios?

CHP: Sueño con un mundo sin caos. Donde todos seamos iguales. Donde aprendamos a amarnos, que no haya división de razas. Sueño a que seamos verdaderamente libres.

MPS: ¿Bailas sola?

CHP: Si. Me gusta bailar, reír, veo la vida de otra manera cuando puedo hacerlo.

MPS: ¿Cuál ha sido el mayor milagro de tu vida?

CHP: El mayor milagro de mi vida ha sido la vida misma. El haber recibido el permiso de venir a este planeta laboratorio llamado tierra y poder seguir creciendo espiritualmente y poder cumplir con los preceptos de la divinidad.


Escritos de mi aprendizaje (Chela Palacios)

1 de enero de 2015

Expectativas, cambios

Experimentación

De pensamientos

De trabajos… de búsqueda

De encuentros, de estallidos

Romper con tabúes, tradiciones

Volver  al origen

Llenarnos  de luz

Eliminar  todo pensamiento  negativo

Para alcanzar  la  evolución esperada.

Un nuevo año  de esperanzas  para  el mundo

Para  la humanidad.


Despertar consciencia

Recordar  

Quiénes  somos en realidad

Salir de nuestro encierro

del encierro  de nuestra casa  tapada 

Estudiando, existiendo

Viviendo un periodo de cambio,

Cambio  necesario para nuestra  transformación

Y poder  convertirnos de  oruga a mariposas

Liberarnos, movernos

Convertir la tela gruesa, densa que nos cubre

en  suave, ligera, transparente  

y volar,  volar, volar hacia la luz.    

Es un  cambio  fuerte.  

Como  todo cambio.

Nadie   dijo que era fácil. 

Es un  cambio   de  Alfa  a Beta.

De  Beta  a Omega

 
Repetir constante

Oración  constante

Elevación constante

Revisión diaria, de cada pensamiento

De cada sentimiento

para limpiar

para crecer

Para borrar todo sucio del corazón.

Cada mañana, segundo a segundo


El día y la noche  se unen cómplices en el acuerdo

Para ayudar

Para vernos crecer

Para vernos madurar

Minuto a minuto

La tierra purificada, limpia

Espera por nosotros

Un aleluya para este nuevo ser humano que ha nacido

Un aleluya para la humanidad hermanada en el amor.


7 de enero 2015

Cada  día sigo siendo nueva 

me levanto 

me siento viva

Viva para mirar

Para  comprender 

Para ver como la noche  se transforma en día

 como la claridad envuelve a la oscuridad…

y el milagro… el gran milagro

maravilloso misterio  que nos envuelve día a día

misterio lleno de amor  de la naturaleza

maravilloso fenómeno 

debe ser nuestro primer aprendizaje diario.

Integrarlo en nuestro ser,

Así  como la oscuridad  es alejada 

por el sol resplandeciente 

necesario para la vida

así nuestro  corazón debe ir eliminando  toda negatividad

ir  llenando de luz nuestros pensamientos, nuestro corazón

 avivar la llama    para el cambio total

Para  que renazca  ese nuevo ser   evolucionado.

Ese nuevo ser  esperado por siglos.

La vida es un ir y venir

Necesario para nuestra  evolución

Nuestro  cuerpo debe ser cuidado 

Para poder cumplir nuestra  misión en la tierra

Es un ir descubriendo  día a día

A qué  vinimos

Por qué  estamos aquí…

Es ver, es  mirar, es investigar,  es aclarar dudas

Para seguir, seguir,  seguir, 

De esa manera  descubrir la verdad


Duda

Búsqueda

Investigación

Nos  empuja  hacia el futuro

Para poder comprender

Los cambios que se avecinan

Y  no caer en el caos  del mundo

Los seres humanoides

Asumen  la negatividad  como positiva,

El  engaño  está latente,  

Orión se  ha encargado  de ello

Es nuestro  deber no dejarnos  llevar por este engaño

Buscar la verdad,  la verdad que encontramos  en la sabiduría Ra.


Enlaces:  

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