jueves, 30 de abril de 2020

Amor (cartas de apoyo a pacientes Covid)

El beso, Gustav Klimt



Todos conocemos un tipo de amor, pero del que más nos han hablado los maestros espirituales es el prodigioso amor incondicional, desconocido y anhelado en la sociedad moderna.


En muchas culturas dominantes el amor pareciese eso que es y no es: el amor romántico por antonomasia, capaz de arrancar las más bellas expresiones cuando comienza, las peores cuando termina.

Como  en los sistemas educativos acostumbran a clasificar para intentar que los conceptos entren por rutas establecidas, el sentimentalismo amoroso,  para los estudiantes, es ese estado divino-confuso que lleva por episodios  sutiles, necesitados de ser explorados, sin ningún tipo de preparación emocional.

El amor incondicional poco se entiende, aunque lo han sentido y expresado muchas personas, no sólo eruditos sino padres, madres, hermanos, maestros y crecidos en conciencia. Misioneros, personas con vocación de servicio.

Pero en esta doblez de hechos que nos han dicho es la vida, la familia ama a cada uno de sus miembros. Más allá de ella, impera el egoísmo, lo dogmático.

¿Cómo pedir amor incondicional cuando la sociedad empuja a velar solo por los nuestros, por marcar cada vez más las fronteras y ver  enemigos en los otros?

Culturas religiosas amplias que permiten más de un Dios o que en todo caso no obligan a creer solo en ellas, son más eficaces a la hora de enseñar qué es el amor incondicional.

Poderosa fuerza capaz de trasmutar todo alrededor como lo han demostrado seres humanos cuando han sido llamados a defender esa luz.

Comprender al otro, independiente de lo que haya hecho, observar con compasión a todos los seres humanos sea cual sea su proyección personal,  son claves a la hora de saber que el amor incondicional es transformación  de la realidad, por más amarga que sea.

Cuando toda esta cuarentena haya avanzado a lo que tenga que ser, contribuirá a la nueva experiencia de vida que nos espera afuera, esa proyección de amor incondicional hacia todo lo que veamos y realicemos, aunque desde el rincón más pequeñito se puede llenar el espacio del mundo,  de esta fuerza ilimitada.

Soy Marisol. Mi gato duerme y está sereno. Oigo la canción La Llorona que  un vecino escucha. Hemos sabido cantarle tanto  al amor pasajero que hasta nos hemos creído que es el duradero.

El amor incondicional nace en el corazón, que es más que un músculo. Sana y transforma. Tu recuperación espero se inunde de esta energía  capaz de  llevar a esta amada tierra a la evolución más necesitada: la nuestra.  




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miércoles, 29 de abril de 2020

Naves (cartas de apoyo a pacientes Covid)




¿Qué día es hoy? No sabíamos. ¿Martes? ¿Miércoles? La pregunta la hicimos ayer y habíamos tres despistados en una misma casa con el paso de este tiempo.

La realidad es que vivimos circunstancia global desdibujada y  no quiero ni pensar qué pasaría  si se confirmarse lo que acaba de revelar la reconocida y polémica astróloga venezolana, Adriana Azzi. Asegura, estamos confinados porque no quieren que veamos una nave nodriza, con su harén de vehículos espaciales más pequeños, muy cerca de la tierra.

¡Cuánto miedo existe en el ser humano! ¿Seremos capaces de creer que hay gente peor, preparados para hacernos muchas más maldades?

¡Pero si ya las hemos inventado todas!

No quiero imaginar cómo estarán de incendiadas las redes ante la revelación de esta mujer. Creo que abrió la enorme boca de un dragón. Y también las alas de las hadas de la imaginación.

No sé qué temerán los todopoderosos del mundo. Peor plaga imposible. ¿Seremos útiles para alguna otra galaxia? Sin duda que sí. ¿Nos tomarán como esclavos? ¡Pero si ya lo somos!, de trabajos, de inestabilidades emocionales, de vicios, de empresas y mejor…, paremos de enumerar.

Por supuesto, debemos ser todo un campo de estudio. Unos confinados, otras saltándoselo. Unos trajeados tomando decisiones en nombre de la mayoría, que está por casa en paños menores, intentado conciliar pasado, presente y futuro, al filo de enemigos invisibles.

¡Todo un espectáculo!

Mientras unos piensan regresar a la normalidad dentro de muy poco y repetir las mismas cosas sin haber aprendido nada y otros después de cambiar un poco su conciencia,  emprender las transformaciones necesarias para ser una mejor sociedad humana, sin proponérnoslo, seguiremos sin estar de acuerdo, en la división que ha hecho de nosotros unos seres tan frágiles.

En clave de profundidad, entendiendo lo que somos y en la medida del temo, dada la responsabilidad de cada quien, no saber quiénes son esos seres que podrían estar viéndonos desde el espacio, con tecnologías capaces de inhibir nuestras poderosas armas, debe ser un buen dolor de cabeza.

¿Quién nos manda a ir buscando en Marte lo que no hemos sido capaces de resolver en la tierra?

Soy Marisol. Si con los días tenemos problemas ni se diga de este tiempo frío y nublado de abril. Recupérate, con las ganas enormes de vivir una mejor vida. Mi gato duerme.


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https://www.geoenciclopedia.com/marte/

martes, 28 de abril de 2020

Estados (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Matías muestra su talento a la ventana del mundo 


Me ha dado por revisar los estados de whatsapp de las personas que conozco. Sonriendo para mis adentros me quedo después de ver de lo que mis amistades son capaces de compartir.

La primera es una amiga con nieto. Se ve a Matías con un dibujo realizado con todos los objetos imprescindibles para librarse del coronavirus: mascarilla de color verde, un frasco de alcohol, otro de antibacterial, guantes, jabón, un vaso de agua y  unas jeringuillas, vaya a saber por qué.

Otra chica presenta un grupo de  imágenes de le ha dado por exhibir: una colección de licras deportivas ajustadas a cuerpos. Se encargó muy bien de escoger imágenes de modelos que se asemejan al suyo, sin que se les vea el rostro ni tono de piel, para parecer ella. Por lo visto, esta presentación la hace muy feliz porque la ha puesto en reiteradas ocasiones. Debe ser que se ha fanatizado por comprar a los gigantes de envíos on line.

Un artista exhibe los nuevos cuadros que acaba de hacer, reunidos, con toda la fuerza pictórica que le caracteriza.

Otros colocan chistes o recomendaciones tranquilizadoras.

Una entrañable paisana de alma y corazón pone una imagen de su precioso gato Firusef II, angora gris con ojos anaranjados.

Una muchacha exhibe partes de su cuerpo donde tiene tatuajes y un mensaje de amor en pareja.

El esposo de una amiga felicita al hermano por su cumpleaños en la distancia.

Como plataforma de venta de sus múltiples proyectos son también los estados para otra de ellas.

Mensajes elocuentes que son amenazantes de tanta sabiduría que arrastran, son los que pone Julio Andrés.

La foto de un balneario californiano, lleno de personas aunque con una distancia relativa, del fin de semana pasado,  realza otra chica desde Italia. A pesar de la belleza, cero ganas de permanecer allí.

Para esperanzadora, mi prima Leonor, que siempre enlaza imágenes llenas de mensajes positivos, con pájaros, animalillos hermosos, paisajes para entrar en la razón del amor incondicional, ahora que podemos darnos el gusto de descansar un poco de toda la rutina.

Un día gris más que soleado, la recuperación es desde la luz interna, llena de coraje y los deseos enormes por continuar con pasión, por la vida. Mi gato duerme. Eso sí, orejas atentas.


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lunes, 27 de abril de 2020

Música (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Partitura, Oscar Villamizar 



Tengo una compañera de piso que toca guitarra y canta muy bien, con afinación, por sobre todas las destrezas que ha cultivado a lo largo del tiempo, desde que supo el llamado de la música en su piel y alma.

Generalmente cuando estoy escribiendo estas cartas viene a “visitarme”, nos llamamos vecinas, aunque nos separa nada más que un pasillo. Guitarra en mano comienza sus ensayos, después de haber realizado los ejercicios de entonación.

Tiene un repertorio y va escogiendo las canciones. El compartir obligado por esta cuarentena, ha merecido una adaptación. Le voy hablando de canciones que ella jamás ha oído, y voy aprendiendo de ella, ese repertorio joven de cantantes de los que bastante poco sé.

Sus diarias visitas son muy divertidas porque lo más bonito de los ensayos es observar la tenacidad de quien quiere alcanzar la perfección. Una y otra vez practica los acordes, las melodías facilitadas por Internet y con una jovialidad imparable va dominando el responsable proceso que exige una clara concentración.

Nacida en este siglo, da gusto saber que admira a músicos de todas las épocas. Eso pasa con la música: es maestra del respeto. Apenas se distingue la calidad nace la maravilla innata  y creativa, por quienes la han compartido, con sus pálpitos y emociones.

En el mundo existen muchos intérpretes, ejecutantes, compositores; artistas. No hay otra fórmula más clara que ensayar con tesón. Casi todos quieren el éxito, desbordado en las redes sociales, capaces de convertir en dioses a perfectos desconocidos. Pero lo que es más importante, como en todo en la vida, es la producción de felicidad que conlleva, hacer lo que se siente predestinado.

Canciones de Natalia Jiménez, Selena, Rozalen, Jesse & Joy, La Oreja de Van Gogh, Laura Pausini, Mecano, Lady Gaga y  de otras cantantes como Aitana, Anitta, Becky G.,  y Greeicy van entreteniendo algunas tardes, mucho más alegres en esta cuarentena, desde que ella toca la puerta y entra, guitarra y apuntes, en mano.

Mi gato Cachito cuando llega la observa, espera que le hagan cariños, que lo toquen y demás carantoñas. Después, disimuladamente, se va hacia la pequeña terraza, escapando de las risas, de la voz que se alza para enfatizar un tema.

Él es más de estar solo. Antes de la cuarentena, esperaba hasta más de diez horas que llegara del trabajo.  Como tantas otras mascotas.


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domingo, 26 de abril de 2020

Aplausos (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Nos observan, Rolando Quero



Todos los días desde hace alrededor de cuarenta, a las ocho de la noche, salen muchos vecinos a aplaudir. Unos los hacen con las palmas de las manos, pitos y hasta escucho el sonido de una vuvuzela africana, afortunadamente lejos, porque ya estaríamos más sordos, con este ruidosa corneta, con que animan en ese continente los partidos de futbol.

Actualmente, en los medios de comunicación y las redes sociales han empezado a emitir opiniones de lo que en su primer día fue un acto de solidaridad sentido, hacia el personal sanitario.

El extenderlo todos los días, a la misma hora, ha generado el principal debate: ¿tenemos algo que celebrar?

Los aplausos son eso, gratificación, reconocimiento. Gloria efímera que llena almas en compañía de un público, desencadenante  de mejores o peores emociones en soledad, cuando la tiranía de la mente campea a sus anchas. Tienen esa paradoja.

No es que dejando de aplaudir no se siga valorando el esfuerzo que se realiza desde los hospitales y centros sanitarios, es que el silencio es un refugio seguro ante todo lo que debemos resolver diariamente. También respeto por todas y cada una de las familias que han perdido un ser querido. Que son muchas y en todo el mundo.

Entiendo la mejor de las intenciones al ir a aplaudir en los balcones. He visto como una chica con guitarra, acompaña la canción hermosísima de Lucía Gil, “Volveremos a brindar”, mientras mujeres medio bailan, sacan a su bebé para ver el panorama e intercambian palabras y gestos amables con los vecinos.  Un nuevo compartir cuando antes ni se saludaban. Lo común era meterse al ver al vecino y asomarse, después de husmear que no había nadie a la vista.

Pero el homenaje ha pasado a celebración. Eso no es ni que esté mal ni que esté bien. Es que hay que dinamizar al sentido común y la lógica. Una cosa es valorar el esfuerzo y otra bien distinta intentar distraer lo que no ha comenzado siquiera a ser olvido. Porque no hemos podido procesarlo. Esta es una situación inédita y requiere, sin drama, mucha reflexión e introspección.

Soy Marisol. Mi gato duerme. Ha hecho de las suyas como todos los días. Día gris, frío y con viento. Tu recuperación es tu acto de heroísmo íntimo.

Aplauso interior: el más gratificante.


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sábado, 25 de abril de 2020

Meditar (carta de apoyo a pacientes Covid)




Hace algunos años vi una fotografía de una escuela pública de Nueva York con un grupo de niños meditando. La foto era de por sí muy poderosa, no sé por qué la recuerdo en blanco y negro: un primer plano de uno de los chicos con ojos cerrados y su rostro muy plácido.

Las ventajas de esta práctica fueron notables durante el corto tiempo que llevaban aplicándolas: mayor concentración en los estudios, menos peleas en el recreo, mayor empatía hacia los compañeros y otras muchas cosas más que no recuerdo, pero que cualquier persona que la realice lo puede corroborar.

Las personas espiritualmente inquietas saben desde siempre que cerrar los ojos, intentar calmar la mente, concentrándose en la respiración, es un proceso que hace aumentar las conexiones energéticas y vibracionales con la inteligencia amorosa universal.  

Si desde pequeños, en el llamado mundo occidental, enseñaran desde la colegios a meditar, como lo hacen en algunos países de tradiciones orientales, la curva armónica traduciría mayor felicidad y no la desatinada búsqueda de consumir para estar todos los días más insatisfechos, en una primera ventaja que se me ocurre.

Recuerdo a una maestra singular que conocí dentro de la búsqueda espiritual. Se llamaba Rosa María Wynn, puertorriqueña, traductora al español del libro Un curso de Milagros, fallecida en el año 2017.

En su lecho de muerte Wynn dijo a quienes la fueron a visitar: "No soy un cuerpo, soy libre. Sigo siendo tal como Dios me creó", dando un ejemplo claro de todo cuanto practicó en la vida, con optimismo y mucho amor.

Un curso de Milagros es un libro/manual que contiene dos partes: teórica y práctica, con muchos seguidores alrededor del mundo. Su principio es bastante sencillo: todo cuanto ocurre en el mundo responde a dos energías: el amor o el miedo. Lo que no es amor corresponde a todo lo demás. Por supuesto, lo anterior no pretende ni siquiera ser un resumen, apenas una pincelada de una información importante, dada para todos los seres humanos que desean despertar.

Rosa María Wynn era una mujer suave, determinante, pícara, llena de alegría interior y con la clara meta de contribuir al crecimiento de quiénes conoció a lo largo del camino. Como buena puertorriqueña se sentía venezolana. Olga Tañón también lo dice cada vez que puede.

Soy Marisol. La prueba que estamos superando día a día también tiene mucho que ver con la firme determinación que tienes al recuperarte. Mi gato no puede dormir aunque trata: pero están tocando guitarra a su lado.


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viernes, 24 de abril de 2020

Bruno (cartas de apoyo a pacientes Convid)

Foto testigo del hacer de Bruno



Bruno es un niño de cuatro años. A tan corta edad y por el pasadizo secreto de estos días de confinamiento, se ha internado en enormes experiencias, que sin duda le servirán para explorar nuevos terrenos y salir con la más amplia de sus sonrisas.

De ojos grandes y marrones, siempre en alegría constante, de la mano de sus padres, descubrió que una vez tapizadas las paredes con papel periódico o telas blancas, se podía pintar sobre ellas. A ese día le llamaron  Oda al bachurro. Manchones por doquier,  las huellas de sus manos en rojo, amarillo, verde y azul  estaban por todas partes, al igual que rayas e intentos de peces comiéndose unos barcos y un sol naranja derritiéndose cerca de la entrada a la cocina. Picos de pájaros y muchas figuras redondas, que hacían de pelotas, rostros y hasta ojos curiosos, rellenaron esos muros destinados a su libertad de expresión.

Al día siguiente no quedaba casi rastro en las paredes de aquel genio. En algunas se coló alguna mancha, algún color, pero  todo se disimulaba bien entre la decoración del apartamento. Bruno ni preguntó ni supo qué había ocurrido con toda su creación. El plan de ese día era mucho más interesante: hacer pompas de jabón y soplar hasta quedar sin aliento, como casi se queda, porque no había forma, a las ocho de la tarde,  dejara a las burbujas desvanecerse, entre los desquicios de la humedad.

Otro día cualquiera fue llamado por la operación Fumanchú. Disfrazados, organizaron un gran teatro y a Bruno le colocaron por sombrero, un barco de papel al revés. Ya habían pasado por la experiencia Trucutú, el altiplano de los aviones, los bomberos de a pie, la marina de los barcos anclados de papas y tomates (versión peligrosa de la tomatina), los fantasmas de la primavera, los títeres llorones, el mago al revés, el chef desalado.

De tanto hacer, Bruno domina más letras y números, porque también han dedicado días especiales: la faena de la gata loca llamada ABC y D, el dolor de muelas de los números pares, las formas de los árboles trompos, el coro de las flores y las calabazas.

Bruno está feliz y no hay más que verlo en los vídeos que envían a los abuelos,  testimonio objetivo de la alegría de tener la total y concentrada atención de sus padres.

Pero ese día que ya decretaron pueda salir a dar un paseo, no habrá aplicación que pueda controlar ni limitar, el inconmensurable deseo de ir corriendo a visitar a la Yaya, a quien ha puesto, más de una vez,  a gatear por toda la casa,  para buscarle, mientras él disfrutaba el placer de estar bien escondido.

Soy Marisol. Tu recuperación es de vital importancia, para poder abrazar al sol y la vida que permite valorar lo que es importante para nosotros, desde el amor. Mi gato duerme. Un día hermoso el de hoy.


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jueves, 23 de abril de 2020

Libros (cartas de apoyo a pacientes Covid)



Los días de confinamiento abren un apetito feroz. Ya no por asaltar la nevera o escaparse con la excusa de que se acabaron los yogurts o los dulces de la despensa sino también por consumir dosis de videos, películas, series, escritos de toda índole y libros.

También por participar  en cosas que nunca hubiésemos hecho antes, de forma on line: meditación con un grupo de religiosas mexicanas, escuchar al gurú de India que está más de moda, en charla de la pareja ideal con posibilidad de contactos (más adelante), y hasta ponerse a cocinar con el chef que más grita en los programas de televisión.

Dentro de todas estas distracciones mata tedio están los artículos, investigaciones, relatos, cuentos, poesía y ensayos que están despilfarrados por esa autopista de  (des) conocimiento de las redes, que a veces dejamos que invada nuestra vida.

Con las  bibliotecas y librerías cerradas, leídos todos los que  tenemos a la manos hasta un par de veces, no queda sino plantearse la posibilidad de adquirir un libro electrónico.

Pero lo sabemos: nunca será igual. Si bien el siglo pasado ya vaticinaron la muerte del libro de papel y quizás la naturaleza lo vaya implorando, todavía es sensorial nuestra conexión con el libro.

Caminar por los espacios de una biblioteca es sentir condensación de almas. Allí hay un depósito seguro de nuestra experiencia humana, un respeto por lo que sucedió o imaginaron que así fue otros muchos congéneres. Una continuidad de nuestros tránsitos de la existencia.

Al entrar a una librería, el olor a papel y tinta envuelve y carameliza nuestra sensibilidad. El universo se amplía. Se dilatan los horizontes y nacen interconexiones nuevas y palpitantes.

En las cavernas, imaginamos, fueron ideando impregnarse las manos para dejar la impronta hasta crear utensilios certeros. Sospechamos la  satisfacción del primer escritor o dibujante al dejar en la sencilla hoja de papel vegetal su mensaje. La complacencia de sus manos, el desnudo aroma de la mezcla. Saber que en su muñeca tenía el poder de comunicar, debió ser exaltación sublime.

Por eso hoy, Día del Libro, cuando no hemos podido recorrer los espacios habituales y estamos intentado hacerle llegar a nuestra madre uno porque ya lleva más de un mes sin poder leer alguna buena obra de ficción, que son las que le gustan, tendremos que plantearnos otros contextos.

Lo sensorial pasará a lo electrónico o coexistirán ambos sin problemas, como hasta ahora. Si declina el papel entenderemos que es por el bien de los árboles. Viéndolo sin emoción, lo que vale del libro es su fondo, su contenido, no su tacto, aunque sea placentero.

Soy Marisol. El día estuvo frio y gris y bastante tarde levanta con un sol potente. El mismo que te la fuerza en tu recuperación y salida a tus espacios sagrados. Mi gato duerme. Ya se volvió a apagar la luz. 





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miércoles, 22 de abril de 2020

Vecina (cartas de apoyo a pacientes Covid)




La cuarentena, confinamiento o como quiera llamarse es repaso de todo cuanto hemos vivido. Por más ejercicios translucidos que realicemos con el tiempo, ahora que pareciese que contamos con más, aunque sin saber muy bien la razón de este regalo,  tenemos una sensación de calma apremiante.

Dudas, preguntas, angustias, dolor y crispación también pueden presentarse en esta puesta en escena que muchos autores ya han bautizado de fantasmal, de acuerdo a la ausencia de seres humanos en las más grandes urbes del globo terráqueo.

Cuando en el mes de enero mostraban imágenes de ciudades chinas, sin personas en sus calles, eso que se veía tan lejos, se precipitó sin que nada pudiéramos hacer los ciudadanos del mundo.

La vulnerabilidad e indefensión es cronometrada y contabilizada a diario en los medios. Se interpretan y analizan datos,  se relatan vivencias por doquier. Opinar es un derecho.

Pero yo me quedó con saber que mi vecina se llama Francisca. Lo supe hace un par de días cuando escuché que alguien la llamaba y reconocí su voz, al responder.

Nunca había hablado con ella hasta que un día de esta encerrona, asomada por la ventana la saludé al verle. Además de regalarme una amplia sonrisa, me preguntó si estábamos bien. Respondí afirmativamente y nos despedimos, con complicidad.

Vivo desde hace poco tiempo en este lugar y a pesar de ver que la casita de Francisca es muy módica, ubicada en una especie de angostillo, entrometiéndose nuestros balcones en sus espacios; está arreglada con mimo, pintada con gusto, azul, blanco y verde.

La simplicidad de los colores tan bien combinados hablan del lujo que es llevar por dentro el orden, el gusto por cuidar el alrededor;  guiarse por una soledad que se reconoce sensata, productiva.

Soledad que no registra aislamiento.  

La he visto barrer muy temprano, casi a diario, y por sobre todo, regar sus plantas. Tiene muchas macetas a lo largo del callejón sin salida y un balcón distinguido por geranios, pensamientos y calas en flor.

Los ejercicios translucidos son ambarinos: luces y sombras por doquier. Dejemos que la sencillez vaya filtrando lo que somos.

Los aspavientos regresan por el mismo camino transitado.

Soy Marisol. Día y tarde de sol de mediados de abril. Mi gato duerme. Tu pronta recuperación es salida hacia el repaso de ser.



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martes, 21 de abril de 2020

Libertad (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Libertad, Rolando Quero


Hace un rato vi, desde la ventana, a una mujer que caminaba muy pausada. Tenía guantes azules en las manos y del cuello colgaba un tapabocas, mientras fumaba en esa especie de ola lenta que la rodeaba, visto de donde me encontraba. No había percibido a nadie ir tan despacito en mi vida.

Estaría ella repasando sus pensamientos, como hacemos todos, cuando nos escapamos del trabajo o ya vamos de regreso a casa. Su voz interior, sin duda, con paso más ligero. Segura estoy que esa mujer tiene las riendas sujetas, de su trinar mental;  al igual, como lo demostraba,  de su cuerpo.

También ella iba así,  viva cámara lenta o cámara lenta en vivo,  para restarle horas al llamado confinamiento, a esta cuarentena sin más. Sacándole provecho a los instantes de libertad, como hacemos todos, más o menos, cuando vamos a la farmacia, banco o por la compra.

Porque es cierto que la libertad es algo inherente al globo terráqueo, al ser humano y los elementos naturales. Libertad y movimiento. No hay agua quieta, por más apacible que luzca un lago; ni viento detenido, ni fuego sin efervecer. La tierra también lo hace constante; y no solo cuando gruñe en terremotos o temblores, sino en el casi imperceptible crecimiento de todas las cosas, señal inequívoca de su rotación y traslación.

La sutileza de esta mujer me pareció superlativa. Sacarle a la cuarentena, libertad. Venía de trabajar, llevaba uniforme. En condiciones normales hubiese sido un bólido caminando, convincente atleta de maratón,  para llegar a casa, a resolver todos los asuntos pospuestos por falta de tiempo.

Pero ella de esta manera, sin saberlo, entregaba un mensaje al mundo: la libertad de ir caminando y fumando sin apremios, en este momento.

No pasaba por la calle nadie más que ella. Podía de esta manera imprimir su tumbao.

Soy Marisol. Mi gato duerme después de estar inquieto y travieso como adolescente que es. Los días pasan para que mejores y tu pronto regreso a casa sea renovada fuerza de libertad.


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lunes, 20 de abril de 2020

Perdón (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Guernica, Pablo Picasso


El guardia del museo me ofreció su silla  y un poco avergonzada me senté, intentando calmarme.

Fue durante la primera visita al Reina Sofía. Cuando me detuve en la obra que sabía estaba allí y solo había observado en libros, desde niña, no pude contenerme.

No sabía que era tan grande. Al ver el Guernica, casi un mural en la pared, no pude evitar sumergirme en la energía del  cuadro, presto a desentrañar el alma de la guerra, con sus cuerpos-pedazos-cúbicos de animales y de seres humanos.

Al principio, afloraron las lágrimas sin más, y en silencio. Luego, en la medida que mis ojos iban encontrando multiplicidad de escenas, en el mismo lienzo,  salió un grito de mí, corto y profundo. Pasé después a un llanto desconsolado, que hizo que todos los que me acompañaban escaparan, dando a entender aquello de “no la conozco… ni tengo nada que ver con ella”.

En ese trance me interrumpió el vigilante, presto a evitar cualquier escándalo o foco desestabilizador en el controlado espacio de exposiciones.

Aunque lo intentaba, no podía del todo dominarme. Una de las tantas veces que tomé aire y semi abrí los ojos, me vi rodeada por personas, cual pintura artística.

Una señora me estiró el brazo con un pañuelo de tela, con la letra F bordada en azul claro.  Un veinteañero intentaba grabarme desde el móvil desafiando la vigilancia, una mujer me miraba con cara de qué te ha hecho el guardia; pero el rostro que me terminó de ubicar sobre la situación vivida fue el de mi hijo: desconsuelo con vergüenza. Mezcla capaz de secar al más tenaz riachuelo cantarín.

Intenté levantarme con disimulo mientras pedía disculpas y como pude me escapé del suceso.

Al salir, del grupo me despedí en un café cercano al museo. Era temprano. Regresé sola y me coloqué de nuevo frente al Guernica. El vigilante era ahora una mujer. ¡Menos mal! Me había prometido no llorar, vencer la fuerza desatada en la obra.

Utilicé el truco más sencillo: llevé mi respiración diafragma abajo y descubrí la luz central que revitaliza el lienzo: un gran triangulo blanco, que incluso se convierte en bandera de paz.

El perdón redime todo horror.

Soy Marisol. Hoy ha brillado un día espléndido. Escenario perfecto para la recuperación, renovar nuestras fuerzas internas y corpóreas. Mi gato acaba de venir a dormir, el sol le hizo jugar más de la cuenta.



Enlace:

https://www.museoreinasEofia.es/

domingo, 19 de abril de 2020

Árboles (cartas de apoyo a pacientes Covid)

Eucalipto arcoiris 



Las imágenes escritas son poderosas como irrebatible es que una fotografía vale más que mil palabras. Sin embargo la sinergia resultante dentro de cualquier escrito  (información, poesía o narrativa) lleva a crear la virtualidad paralela al mundo real, seductora e inaplazable, en nuestra mente.   

Quizás por esta razón, en la continuidad de los días, vamos devorando todo cuanto llega escrito al igual que vamos relacionándolo con imágenes que se inflan en la imaginación.. Y viceversa: imágenes con palabras.  

Pero no son solo las lecturas y las imágenes las que tienen este dominio. También todo lo sensorial: basta saborear, tocar o escuchar, para igualmente despertar la metáfora que llevamos impresa en las emociones, capaz de sensibilizarse, como un cuerpo hambriento de fe.

Me acaba de escribir una amiga, deprimida y temerosa de todo cuanto ocurre, y lo hizo después que le hubiese enviado un mensaje de estos que buscan todo lo contrario; levantar el ánimo.

El corto vídeo tenía al comienzo la palabra buenos días y una secuencia de fotografías de los árboles más hermosos que hay por el planeta: los baobab, flamboyán, eucalipto arcoíris, cerezos, haya y arce japonés, entre otros. La música que conducía el sencillo mensaje era relajante, con matices asiáticos.

El deseo de acompañar el inicio del día con un bello despertar no es que fallara. Es que llegó cuando las emociones están revueltas y no pueden distinguir claridad. Justo es por ello que les llaman perturbadoras porque se almacenan con esa gran cantidad de sentimientos que se despiertan (o se duermen dentro del sueño) que afloran como tristeza en procesos como el que vivimos: la impotencia de no poder transformar la realidad, que igual llevan a la ira, la frustración, el nerviosismo; esa candela a la que solemos someternos, sin reconocer el océano de serenidad que somos y llevamos dentro.

Es decir, que el árbol anaranjado del flamboyán no hizo que  mi conocida encontrara en sus manos la sonora línea del hacer; tampoco le sirvieron de mucho los cerezos elegantes, ni la corteza del eucalipto arcoíris que solo con mirarle vibra hacia la conducción del sol por la tierra.

Y todo ello entusiasma.

Por lo menos otra de ellas, me preguntó que si esos árboles estaban en Asia, a lo que le respondí, que alrededor de todo el mundo. Por suerte la naturaleza es así de espléndida, libre y justa.

Soy Marisol. Mi gato duerme. El sol anima a recuperarnos a cualquier hora. Alimento tan solo con verle, sentirle e imaginarle.


Enlace siguiente carta:

https://azulfortaleza.blogspot.com/2020/04/arboles-cartas-de-apoyo-pacientes-covid.html


Foto: