"Mi templo es la relación con el otro. Tengo mucho interés en el paisaje humano. El ser humano debería ser nuestra religión" fue la respuesta que dio Javier Téllez a la última pregunta de este encuentro tratando de indagar sobre su espiritualidad a su paso breve por la ciudad de Valencia donde se encuentra visitando familiares y amigos, acompañado de su esposa e hijo.
Residenciado en Nueva York es una especie de artista nómada que viaja por todas partes del mundo y en los últimos 10 años ha desarrollado una labor creativa que comenzó con "La extracción de la piedra de la locura", pieza que presentó en 1996 en el Museo de Bellas Artes de Caracas y el Ateneo de Valencia, sobre la situación de los hospitales psiquiátricos y donde por vez primera trabajó con la colaboración de los enfermos mentales.
En el caso de "La extracción de la piedra de la locura" trabajé con el maestro Pacheco, a quien visité hace un par de días en el psiquiátrico de Bárbula, paciente de larga data allí, encargado de realizar todas las piñatas del Hospital. Trabajé con él e hicimos un conjunto de piñatas con formas de los envases y los fármacos que les suministran.
-¿Qué añora de la niñez en una casa donde sus padres, dos psiquiatras, Pedro Téllez Carrasco y Teresa Pacheco Miranda, atendían a los pacientes?
-Para mí la enfermedad mental fue siempre familiar. Mi padre jamás hizo distinción entre el ámbito de trabajo y la experiencia de la familia. La casa está llena de 20 mil libros y el único espacio libre era donde jugábamos y era el lugar de consulta de mi padre. Crecimos en un contacto cotidiano con el enfermo mental.
Luego acompañábamos a mi padre al Psiquiátrico de Bárbula desde muy temprana edad y recuerdo una experiencia que ha sido muy importante para mi trabajo, mi memoria de esas visitas durante los carnavales. En algunas ocasiones algunos psiquiatras se colocaron las bragas de los pacientes y estos las batas de los doctores. Para mi eso fue una especie de modelo de cómo debería interpretarse la practica psiquiátrica.
-¿Cómo un performance?
-Como un intercambio de roles. Donde la imagen de autoridad de aquel que analiza y la falta de autoridad del analizado se confundan.
-¿Pero sigue plasmando en sus cuadros la mirada extraviada de la locura en los ojos de las personas o los gatos?
-Lo que pasa un poco con la "ciencia de la locura", entre comillas, es que la locura es la base de cualquier lenguaje, porque cuando pensamos racionalmente necesitamos ese lenguaje excluido que es la enfermedad mental. Necesitamos el lenguaje de la locura, de establecer un sentido, y delegar al margen el sin sentido. En mi práctica artística he tratado siempre de incluir ese otro lenguaje, de lo excluido, que es la enfermedad mental o la experiencia de la locura.
-¿Cuántas experiencias en los últimos años?
-He viajado mucho y de alguna forma mi práctica artística tiene que ver con la experiencia del viaje. Ha sido de alguna manera viajar de Bárbula para encontrar otras Bárbulas o encontrar otros hospitales psiquiátricos en lugares tan diferentes como Japón, Brasil, México. He ido viajando de un hospital psiquiátrico a otro. Se trata de un ejercicio de extraterritorialidad, yo me he quitado un poco el territorio. Ya no soy un artista venezolano, soy un artista que pertenece a una nueva república conformada por los habitantes de los diversos hospitales psiquiátricos del mundo.
-¿Qué pretende una vez instalado en esa nueva República?
-Trabajar en colaboración con el paciente. No se trata de mi visión sobre el Hospital psiquiátrico .Se trata de crear un dialogo entre mi experiencia y la experiencia de los pacientes porque yo soy un turista dentro de la institución; soy un paracaidista y justamente la obra se produce en ese intercambio.
-¿Edipo convertido en comisario del Oeste en un psiquiátrico de Colorado en el cortometraje Edipo Marshal?
-Es una película vaquera, una versión de Edipo Rey de Sófocles pero dentro del contexto del Oeste. Utilizamos máscaras del teatro nuevo japonés, los pacientes trabajaron el guión y también fueron actores. Interpretaron a Edipo no como un neurótico que es la lectura freudiana de la trama sino como un hombre que sufre esquizofrenia. Las voces del Coro Griego son las voces que él oye. En esta nueva versión Edipo toma control sobre su destino y las voces que dictan su vida.
-¿Y la idea de "Bala Perdida" realizada el 27 de agosto del 2006 en la línea divisoria entre Estados Unidos y México?
-Con la colaboración de pacientes del Centro de Salud Mental de Baja California, entre San Diego y Tijuana, un hombre cruzó la frontera, haciendo del personaje clásico del circo que sale disparado de un cañón. Contratamos al hombre bala principal, obtuvimos los permisos, para que realizara el acto.
-¿Cuál fue el sentido de este gran circo que se realizó, filmado y después presentado en diferentes museos, galerías y festivales alrededor del mundo?
-De alguna manera utilizar la frontera geopolítica entre Estados Unidos y México también como una metáfora de esa otra frontera, la que condena al paciente psiquiátrico. Siempre he dicho que el modo del sanatorio determina o aísla a aquellos que están dentro de la institución y también a los que estamos fuera. Mi intención como artista siempre ha sido disolver esa frontera.
-¿Arte comprometido con su alrededor?
-"Bala Perdida" es un dibujo en el espacio con implicaciones en el tejido social. Fue la noticia número 8 de Associate Press de ese día. Fue una obra que tuvo repercusiones a nivel local y globalmente. Para mi eso es un dibujo pero con el contexto porque el arte de los últimos 50 años tiene que ver con lo que hay a su alrededor. No se puede pensar el objeto artístico como una pintura que puedes descolgar de la pared sino las repercusiones que están en torno al objeto y la red de significaciones que crea en la sociedad.
-¿Cómo pasa de la realización de pinturas a la confección de cortos y películas?
-En mi formación en Valencia antes de irme de la ciudad siempre tuve más contacto con escritores que con artistas plásticos. Formé parte de los talleres de poesía de Reynaldo Pérez Só. Estuve en contacto con poetas como Sergio González Quitral y Carlos Osorio; me formé con poetas y también como cineasta recibí clases de Carlos Garrido. Aprendí muchas cosas de él de cine. Yo realmente nunca fui pintor siempre fui dibujante. El trabajo de los últimos 15 años es una continuación también de ese dibujo sobre el tejido social.
-¿Trabaja en algún nuevo proyecto?
-Estoy trabajando para un proyecto en Sydney en colaboración con un hospital geriátrico con pacientes de Alzheimer. Es difícil hablar de mis proyectos antes de que pasen porque para mí es importante crear una estructura flexible: Llego a un hospital que es como llegar a la casa de alguien a quien uno no conoce y uno debe llevar un regalo. Para mi el regalo es una idea que debe ser trabajada en colaboración con el otro. Este regalo funciona como un vínculo para crear la obra. Articulada en grupo.
-¿De haberte quedado en Venezuela hubieses podido hacer lo que estás haciendo?
Creo que sería diferente. Este exilio voluntario me ha permitido trabajar en un leguaje periférico que no se adapta al lenguaje del centro aun cuando yo viva en el centro. Pero es un lenguaje que tampoco podría construir desde la periferia. Es una especie de espacio "entre" con el cual puedes articular comunicaciones con diferentes países.
-¿Qué debería hacerse en Venezuela en materia cultural?
-El grave problema es que Venezuela es un país invertebrado. Hace falta una estructura. Asistimos al derrumbe de las ruinas de una modernidad que nunca se construyó y no hemos sido capaces de construir.
Desde que renunció a la participación de la Bienal de Venecia Javier Téllez, hace ya cuatro años, por razones éticas, no ha sido invitado a presentar su trabajo.
Las obras que realiza están compenetradas de ese encuentro con el otro, excluido del discurso público. Aquel que ha estado condenado a la invisibilidad. La posibilidad de hacerlo visible es la oportunidad que no deja escapar Téllez.
Con la inteligencia de un rebelde comprometido con esa riqueza creativa, hasta ahora inexplorada de los sanatorios, donde nació, por ejemplo, la idea de enarbolar una nueva bandera, con los colores de México y de Estados Unidos, conjugados, mientras la bala humana rompía lo divisible.
Nacido en 1969 en Valencia, en 1993 se trasladó a Nueva York. Entre sus trabajos El león de Caracas, sobre el uso de los espacios urbanos; Choreutics, sobre el Chorea de Huntington, enfermedad genética que produce una degeneración en las neuronas cerebrales; I am Happy Because Everyone Loves Me (Bedlam), sobre su experiencia en el hospital psiquiátrico Royal Bethlem Psychiatric Hospital de Londres. Entre las exposiciones individuales en las que ha participado destacan las organizadas en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Venezuela (1996); Gasworks Gallery de Londres (1999); Sala 7, Museo Rufino Tamayo, México D. F. (2001); Sala Mendoza, Caracas, Venezuela y White Box, Nueva York (2002). Sus trabajos han sido exhibidos en lugares como en el Centro Cultural de Arte Contemporáneo, México City (1997), en la Bienal MercoSur, Porto Alegre, Brasil (1997), en el P.S.1's International Studio Program (1994), la Bienal de Kwangju, en Corea (2000), en la 49 edición de la Bienal de Venecia (2001) y en la Bienal de Valencia (2003) (Notitarde, 27/01/2007, Confabulario).-
Residenciado en Nueva York es una especie de artista nómada que viaja por todas partes del mundo y en los últimos 10 años ha desarrollado una labor creativa que comenzó con "La extracción de la piedra de la locura", pieza que presentó en 1996 en el Museo de Bellas Artes de Caracas y el Ateneo de Valencia, sobre la situación de los hospitales psiquiátricos y donde por vez primera trabajó con la colaboración de los enfermos mentales.
En el caso de "La extracción de la piedra de la locura" trabajé con el maestro Pacheco, a quien visité hace un par de días en el psiquiátrico de Bárbula, paciente de larga data allí, encargado de realizar todas las piñatas del Hospital. Trabajé con él e hicimos un conjunto de piñatas con formas de los envases y los fármacos que les suministran.
-¿Qué añora de la niñez en una casa donde sus padres, dos psiquiatras, Pedro Téllez Carrasco y Teresa Pacheco Miranda, atendían a los pacientes?
-Para mí la enfermedad mental fue siempre familiar. Mi padre jamás hizo distinción entre el ámbito de trabajo y la experiencia de la familia. La casa está llena de 20 mil libros y el único espacio libre era donde jugábamos y era el lugar de consulta de mi padre. Crecimos en un contacto cotidiano con el enfermo mental.
Luego acompañábamos a mi padre al Psiquiátrico de Bárbula desde muy temprana edad y recuerdo una experiencia que ha sido muy importante para mi trabajo, mi memoria de esas visitas durante los carnavales. En algunas ocasiones algunos psiquiatras se colocaron las bragas de los pacientes y estos las batas de los doctores. Para mi eso fue una especie de modelo de cómo debería interpretarse la practica psiquiátrica.
-¿Cómo un performance?
-Como un intercambio de roles. Donde la imagen de autoridad de aquel que analiza y la falta de autoridad del analizado se confundan.
-¿Pero sigue plasmando en sus cuadros la mirada extraviada de la locura en los ojos de las personas o los gatos?
-Lo que pasa un poco con la "ciencia de la locura", entre comillas, es que la locura es la base de cualquier lenguaje, porque cuando pensamos racionalmente necesitamos ese lenguaje excluido que es la enfermedad mental. Necesitamos el lenguaje de la locura, de establecer un sentido, y delegar al margen el sin sentido. En mi práctica artística he tratado siempre de incluir ese otro lenguaje, de lo excluido, que es la enfermedad mental o la experiencia de la locura.
-¿Cuántas experiencias en los últimos años?
-He viajado mucho y de alguna forma mi práctica artística tiene que ver con la experiencia del viaje. Ha sido de alguna manera viajar de Bárbula para encontrar otras Bárbulas o encontrar otros hospitales psiquiátricos en lugares tan diferentes como Japón, Brasil, México. He ido viajando de un hospital psiquiátrico a otro. Se trata de un ejercicio de extraterritorialidad, yo me he quitado un poco el territorio. Ya no soy un artista venezolano, soy un artista que pertenece a una nueva república conformada por los habitantes de los diversos hospitales psiquiátricos del mundo.
-¿Qué pretende una vez instalado en esa nueva República?
-Trabajar en colaboración con el paciente. No se trata de mi visión sobre el Hospital psiquiátrico .Se trata de crear un dialogo entre mi experiencia y la experiencia de los pacientes porque yo soy un turista dentro de la institución; soy un paracaidista y justamente la obra se produce en ese intercambio.
-¿Edipo convertido en comisario del Oeste en un psiquiátrico de Colorado en el cortometraje Edipo Marshal?
-Es una película vaquera, una versión de Edipo Rey de Sófocles pero dentro del contexto del Oeste. Utilizamos máscaras del teatro nuevo japonés, los pacientes trabajaron el guión y también fueron actores. Interpretaron a Edipo no como un neurótico que es la lectura freudiana de la trama sino como un hombre que sufre esquizofrenia. Las voces del Coro Griego son las voces que él oye. En esta nueva versión Edipo toma control sobre su destino y las voces que dictan su vida.
-¿Y la idea de "Bala Perdida" realizada el 27 de agosto del 2006 en la línea divisoria entre Estados Unidos y México?
-Con la colaboración de pacientes del Centro de Salud Mental de Baja California, entre San Diego y Tijuana, un hombre cruzó la frontera, haciendo del personaje clásico del circo que sale disparado de un cañón. Contratamos al hombre bala principal, obtuvimos los permisos, para que realizara el acto.
-¿Cuál fue el sentido de este gran circo que se realizó, filmado y después presentado en diferentes museos, galerías y festivales alrededor del mundo?
-De alguna manera utilizar la frontera geopolítica entre Estados Unidos y México también como una metáfora de esa otra frontera, la que condena al paciente psiquiátrico. Siempre he dicho que el modo del sanatorio determina o aísla a aquellos que están dentro de la institución y también a los que estamos fuera. Mi intención como artista siempre ha sido disolver esa frontera.
-¿Arte comprometido con su alrededor?
-"Bala Perdida" es un dibujo en el espacio con implicaciones en el tejido social. Fue la noticia número 8 de Associate Press de ese día. Fue una obra que tuvo repercusiones a nivel local y globalmente. Para mi eso es un dibujo pero con el contexto porque el arte de los últimos 50 años tiene que ver con lo que hay a su alrededor. No se puede pensar el objeto artístico como una pintura que puedes descolgar de la pared sino las repercusiones que están en torno al objeto y la red de significaciones que crea en la sociedad.
-¿Cómo pasa de la realización de pinturas a la confección de cortos y películas?
-En mi formación en Valencia antes de irme de la ciudad siempre tuve más contacto con escritores que con artistas plásticos. Formé parte de los talleres de poesía de Reynaldo Pérez Só. Estuve en contacto con poetas como Sergio González Quitral y Carlos Osorio; me formé con poetas y también como cineasta recibí clases de Carlos Garrido. Aprendí muchas cosas de él de cine. Yo realmente nunca fui pintor siempre fui dibujante. El trabajo de los últimos 15 años es una continuación también de ese dibujo sobre el tejido social.
-¿Trabaja en algún nuevo proyecto?
-Estoy trabajando para un proyecto en Sydney en colaboración con un hospital geriátrico con pacientes de Alzheimer. Es difícil hablar de mis proyectos antes de que pasen porque para mí es importante crear una estructura flexible: Llego a un hospital que es como llegar a la casa de alguien a quien uno no conoce y uno debe llevar un regalo. Para mi el regalo es una idea que debe ser trabajada en colaboración con el otro. Este regalo funciona como un vínculo para crear la obra. Articulada en grupo.
-¿De haberte quedado en Venezuela hubieses podido hacer lo que estás haciendo?
Creo que sería diferente. Este exilio voluntario me ha permitido trabajar en un leguaje periférico que no se adapta al lenguaje del centro aun cuando yo viva en el centro. Pero es un lenguaje que tampoco podría construir desde la periferia. Es una especie de espacio "entre" con el cual puedes articular comunicaciones con diferentes países.
-¿Qué debería hacerse en Venezuela en materia cultural?
-El grave problema es que Venezuela es un país invertebrado. Hace falta una estructura. Asistimos al derrumbe de las ruinas de una modernidad que nunca se construyó y no hemos sido capaces de construir.
Desde que renunció a la participación de la Bienal de Venecia Javier Téllez, hace ya cuatro años, por razones éticas, no ha sido invitado a presentar su trabajo.
Las obras que realiza están compenetradas de ese encuentro con el otro, excluido del discurso público. Aquel que ha estado condenado a la invisibilidad. La posibilidad de hacerlo visible es la oportunidad que no deja escapar Téllez.
Con la inteligencia de un rebelde comprometido con esa riqueza creativa, hasta ahora inexplorada de los sanatorios, donde nació, por ejemplo, la idea de enarbolar una nueva bandera, con los colores de México y de Estados Unidos, conjugados, mientras la bala humana rompía lo divisible.
Nacido en 1969 en Valencia, en 1993 se trasladó a Nueva York. Entre sus trabajos El león de Caracas, sobre el uso de los espacios urbanos; Choreutics, sobre el Chorea de Huntington, enfermedad genética que produce una degeneración en las neuronas cerebrales; I am Happy Because Everyone Loves Me (Bedlam), sobre su experiencia en el hospital psiquiátrico Royal Bethlem Psychiatric Hospital de Londres. Entre las exposiciones individuales en las que ha participado destacan las organizadas en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Venezuela (1996); Gasworks Gallery de Londres (1999); Sala 7, Museo Rufino Tamayo, México D. F. (2001); Sala Mendoza, Caracas, Venezuela y White Box, Nueva York (2002). Sus trabajos han sido exhibidos en lugares como en el Centro Cultural de Arte Contemporáneo, México City (1997), en la Bienal MercoSur, Porto Alegre, Brasil (1997), en el P.S.1's International Studio Program (1994), la Bienal de Kwangju, en Corea (2000), en la 49 edición de la Bienal de Venecia (2001) y en la Bienal de Valencia (2003) (Notitarde, 27/01/2007, Confabulario).-