Dos años tiene Sarita y su mamá dice que es muy hábil con el celular. Estábamos en una reunión de esas en que las mujeres empiezan a hablar de travesuras y cosas insignificantes que se magnifican porque se trata de sus hijos. Apartada un poco del encuentro se encontraba Nirvana, una mujer con aire señorial, muy bien arreglada, abuela de tres nietas, de las que trataba de mantenerse alejada, porque esa idea de cuidar niños a su edad, nunca le había simpatizado.
Dentro de su cabeza, ya un poco más apartada el grupo de madres con inútiles conversaciones, se puso a pensar: “…muy hábil con el celular… pero estas mujeres están más locas que nunca, ¿será que las prótesis mamarias les seca alguna parte del cerebro? ¿Quién a los dos años no es hábil no digo con un celular, con todo lo que se le presente… mas ahora cuando los muchachitos nacen con un Wi-Fi en la sangre…? Que espere… que espere… cuando descubra que su hija puede hacer usos inimaginables de la cámara del celular y publicarlos hasta en China, en segundos…”.
Ella estaba, mientras pensaba, buscando un lugar fresco en la enorme sala llena de de árboles y matas ornamentales cuidadas con enorme gusto, alrededor de incómodos muebles de antaño en los que no podía sentarse, a menos que recibiera la ayuda de un fuerte caballero, que nunca había en el lugar, a esa hora, cuando ella se escapaba un poco de la aburrida tarea de hacer casi nada más que cuidarse muy bien a si misma.
Pero se dio cuenta que su fuga había sido en vano. Las parlanchinas la seguían seguramente para estar cerca de ella que tenía fama de equilibrada y tranquila.
“No me conocen… yo por dentro soy un volcán”, se decía ella para si misma.
Sentadas y reunidas de nuevo, Nirvana tuvo que sonreír, alrededor de las conversaciones que giraban en torno a recetas de cocina, decoraciones, nuevos trucos de belleza y los últimos lugares para celebrar; los hijos, las hijas…y los maridos, aunque con cierto enmascaramiento, que no podía encubrirse.
Con su mente Nirvana iba tejiendo una novela. Como le era muy fácil ponerse a conversar consigo internamente, escuchaba a todas y cual Agatha Christie, reconstruía una historia con las mujeres que tenía delante, alimentando su aguda inteligencia, para no decaer en el aburrimiento.
Estaba pensando en el lápiz labial del que estaban hablando y cómo convertirlo en una inocente arma asesina, viéndole la boca hinchada por la ultima operación a una de las mujeres del grupo, y estaba a punto ya de esconder en el bolso el veneno con que untar la barra de color más usada en todo el mundo cuando le interrumpió una pregunta, formulada por segunda vez:
- ¿A ti te pusieran Nirvana por el grupo de rock?
Todas se rieron. Ella las miró. Se acomodó en el asiento. Supo que era la única pregunta clarividente de la tarde y se estructuró para responder, con toda la gracia que la rodeaba.
- Cuando me pusieron ese nombre, mis padres jamás soñaron que un grupo tan desastrosamente ruidoso, compuesto por hombres melenudos y feos, iban a tomar esa palabra sánscrita para autodenominarse.
Pero mis padres, mis libres, culturales, hippies, tampoco conmigo lo acertaron, aunque en cierta forma yo he tratado de darle mucha distinción a mi nombre. Mi tercer marido siempre me dijo que del Nirvana lo único que yo tenía era su traducción más literal; el enfriamiento, cosa que sucedió muy pronto en esa relación que tuvimos. Bonita pero corta. Así han sido todas muy cosas.
- ¿Y qué significa Nirvana?
- El nirvana es la estación transcendente libre de sufrimiento y de la subsistencia fenoménica individual; es la práctica religiosa más identificada con el budismo. La palabra procede de un verbo que significa enfriarse o apagarse, como el final de una vela. La evocación es que sólo en el nirvana están extinguidas las llamas de la lujuria, el odio, la codicia y la ignorancia. También significa calma, quietud. Un estado del que yo no gozo. Siempre he sido muy inquieta. Nada me ha podido controlar.
- ¿Y tu eres budista?
- No, pero lo respeto mucho. Medito. Lo intento. Me encanta. Más nada. Prefiero estar sola que con mis nietas, ese es mi estado de verdad y de libertad.
Sintió un cierto desencanto en el ambiente. No era la típica abuelita. Les veía los rostros y se decía dentro de sí: “No lo soy… no lo soy, créanme, no lo soy.”
- También hay un insecto que se llama así…
Todas rieron. Tenía que bajar el color profundo del ambiente.
- La verdad es que yo veo al Nirvana como algo muy lejos de alcanzar, comentó la más pequeña, de tamaño, del grupo.
- Y no estás equivocada. ¿Cuántos siglos llevamos anclando en el mismo punto? Mejor ni siquiera nos ponemos a hablar de ello. Dramatizaríamos en este lugar tan perfecto para jugar…
- ¿Por qué no nos enseñas a meditar?
- Porque eso lo tiene que enseñar alguien mas concentrado que yo, alguien más Nirvana.
- ¿Y las personas que meditan se les acaban aplastando los glúteos?, preguntó la que ella más temía, por ignorante.
Todas celebraron la pregunta, voltearon para mirarla y exigir respuesta.
En ese momento se convirtió en la Nirvana insecto. Mentalmente sacó el labial envenenado y la estaba pintarrajeando cuando se escuchó diciéndole: “Si quieres comienzas por allí… inyéctatelos y después meditamos…”.