Sanfermines 2022 |
A principios del pasado
mes de julio al llegar a una cafetería encontré a todas las personas ensimismadas
viendo al televisor. Creí por un momento que algún suceso trascendental había
ocurrido, porque hasta el chico que pone los desayunos y prepara café,
observaba sin atender a la clientela. Era el primer día de los Encierros de San
Fermín y durante los breves minutos que duró la transmisión nadie apartó los
ojos de la pantalla, mientras hablaban, comentaban a veces, y/o exclaman reacciones al paso de las bestias
y los chicos vestidos de blanco con
pañuelos rojos en el cuello y la cintura.
A las ocho en punto el
chupinazo, un cohete de fuego desde el ayuntamiento de Pamplona, da comienzo al espectáculo que se narra desde
las emisoras de radio y se proyecta en la tele, de lo que son los delirantes
dos minutos, que no llegan a tres, donde poderosos toros corren y a veces caen
en las calles estrechas -sin perseguir- a jóvenes que corren delante, a un lado
y detrás de ellos en un desafío que se termina en una plaza de toros, donde
todavía puede acechar el peligro, pues algunos pueden allí ser corneados, como
ocurrió este año.
Las 875 metros de carrera
por las calles empedradas quedan abochornadas de sudores, miedo, sangre y
chavales heridos, atendidos por los sanitarios, prestos a socorrerles.
Durante siete días esa fue
la festividad que mantuvo a España unida a las ocho en punto de la mañana.
El primer día de esa
experiencia, como no la había experimentado,
por un momento pensé que en el mundo había ocurrido algo así parecido al 11 de
septiembre de 2001, cuando todos los seres humanos quedamos anclados a las imágenes
de esos sucesos que bien todos sabemos y de los que ya se suman casi veintiún
años.
Observar en aquel momento
un avión enterrarse a un rascacielos era algo inimaginado, mucho menos un
segundo avión que igualmente se incrustaba, mientras la constante reproducción
televisada y supuestamente en vivo, nada decía del horror que ya se estaba sintiendo
y todo lo que conllevaría después.
Ver que España celebra la
fiesta de los Sanfermines con tanta devoción, siguiéndola por los medios de
comunicación, invita a repensar este país, a diario resquebrajado por las ideas
de izquierdas y derechas, aventadas por extremistas que a ambas tendencias
políticas amenazan.
En los actuales momentos
sabemos que estamos viviendo un gobierno de izquierda tan atípico como sui géneris
están siendo los muchos acontecimientos que generan los diversos mandamases en
el mundo, lo que no supondría novedad alguna.
El presidente español
Pedro Sánchez a ojos de muchos expertos gobierna sin predicar ejemplo y como administra
a través de una coalición, raras son las oportunidades que se le nota
coherencia entre el decir y el hacer, para decirlo de otra manera.
Hacer frente a la
inflación requiere mucho más que ideas populistas impuestas sin diálogo y
aunque ellas justamente buscan crear la sensación de que está trabajando por
las mayorías, ello no se percibe porque se toman a destiempo o por lo menos es
lo que pareciese.
Es muy cierto que en estos
momentos gobernar con las muy hegemónicas redes sociales no debe ser asunto
sencillo, pero la realidad de Sánchez
parece ser la del perenne candidato que busca ser reelecto nuevamente a la
presidencia, aunque quede año y medio, con la interfaz de que dentro de diez
meses se realizaran elecciones municipales y las encuestas hablan de un declive
progresivo del partido socialista y
mucho más de sus socios, Podemos.
Pero él gobierna en eterna
campaña.
La realidad no solo en
España sino en otros países es observar que los hombres que alcanzan tales
investiduras entran en cruzada electoral al día siguiente de tomar el poder, para perpetuarse y santificarse en él. Si la
ley se lo permite bien, si le es adversa comienzan la batalla para
cambiarla y buscar continuas reelecciones.
Chávez fue un ejemplo aunque
fue guiado por Castro, quien ni siquiera se tomó la molestia de simular lo que
fue.
El poder aquí y en todas
partes en seducción pura.
Los venezolanos que tuvimos
que irnos de nuestro país somos testigos de lo mucho que se parecen los
políticos españoles a los de nuestra tierra, en cuanto a las negociaciones geopolíticas,
estrategias y tácticas de guerras soterradas, que se libran en muchos terrenos
cotidianos y sociales, sin que apenas se perciban.
También vemos, ya sin
asombro, que muchas de nuestras debilidades políticas, sociales y morales a la
hora de gestionar los poderes fueron heredados de esta España, cuyos hombres
fueron los primeros maestros de nuestros coterráneos a la hora de corromper
sistemas creados con principios para hacer mejores a nuestros países.
Entre el calor de este
verano, las fiestas de cumpleaños que se celebran en los parques, extraños días
nublados a 38 grados, polvo del desierto de Sahara en pleno Madrid, y un sinfín de fenómenos atmosféricos que
mantienen a la población bien entretenida, unida al fuego devastador de miles
de hectáreas en pueblos del norte y del sur, se van diluyendo temas
trascendentales.
Sigue muriendo gente por
Covid a diario. Las variantes de Omicron dan una nueva batalla, pero ni siquiera
la desinformación es noticia. De ser primer plano diario casi por un año, ha
pasado a casi ser un tema no tratado en los horarios estelares de la televisión,
aunque los demás medios, sobre todo los impresos, por lo menos revelan
estadísticas que van contando parte de la realidad que a nivel político se ha
decidido dejar en espera.
Igual la guerra. Aparte de
algunos bombardeos de Rusia a algunas zonas de Ucrania y algún que otro reportaje
sin continuidad, sin labor de investigación por parte de corresponsales, poco más
se sabe y hay que escudriñar otros medios para conocer realidades sobre todo de
periódicos internacionales sobre batallas que ni siquiera aquí se cuentan.
Estamos de verano. España
se paraliza. Para el puente de la Virgen se movilizaron 7 millones de personas.
En los espacios laborales falta gente, se duplica el trabajo para los que aún
no han salido de vacaciones y los que apenas regresan.
En la televisión una vez
acabada una fiesta comienza otra. Aquí nunca faltará una reseña de quien hace
el mejor postre de pueblo, la mejor mariscada, dónde se siembra la mejor papa y
se toma la mejor copa de vino.
La guerra y el Covid ya
generan fatiga e indudablemente tienen que irse a veranear, a bailar por las
playas donde se celebran los muchos festivales con la llegada de artistas
nacionales e internacionales.
Las cifras de la guerra
son devastadoras: aparte de las muertes y de la destrucción, de las habituales
y desencadenantes lesiones físicas y psicológicas, que está dejando, la inversión
en la guerra es apabullante. Se dice que Rusia invierte más de 700 millones de
euros diarios en ella, y Estados Unidos, por solo mencionar una parte de esta
gran torta de destrucción, invirtió hasta el mes pasado 54 mil millones de
dólares en asistencia.
Pero como dice la
interprete Karol G., en Provenza, canción que España eligió como una de las más
sonadas este verano: “… taba con alguien, pero ya estoy free… puesta pa’
revivir viejos tiempo… no salgo hace tiempo…”. Los ritmos tropicales, afrobeat
y reguetón son la mejor fusión de dejar pasar, de mejor pensar cuando
regresemos del bochinche, del relax.
Entonces, veremos.
Seguro seguiremos tan
dementes como locos, curtidos de sol y de renovadas borrascas justicieras.
Las sociedades antiguas y modernas
han sido testigos de que los que se benefician de la guerra no se detienen. Los
gastos para la supuesta defensa y seguridad de las naciones es indigna y los
despilfarros imparables. Por allí circula un avión que reconocen costó mil millones
de dólares, capaz de cegar el universo virtual de veinte países a la vez. Poca
imaginación puede quedarnos una vez admitamos que el mundo del espionaje y la cibernética
escapa a cualquier ser humano que tiene que subsistir a diario para satisfacer
necesidades y precarios sueños
Lo curioso de los
sanfermines es que cinco cabestros orientan y en cierta forma dirigen a los
toros bravos hasta llegar a la plaza de toros de Pamplona.
Sin duda, no es la primera
vez que los mansos guían a los feroces hasta sus centros y por lo tanto no
deberemos quejarnos de futuros desenlaces.
Foto: https://elpais.com/cultura/2022-07-07/el-primer-encierro-de-san-fermin-2022-en-imagenes.html