lunes, 15 de agosto de 2022

… pero ya estoy free

 

Sanfermines 2022

A principios del pasado mes de julio al llegar a una cafetería encontré a todas las personas ensimismadas viendo al televisor. Creí por un momento que algún suceso trascendental había ocurrido, porque hasta el chico que pone los desayunos y prepara café, observaba sin atender a la clientela. Era el primer día de los Encierros de San Fermín y durante los breves minutos que duró la transmisión nadie apartó los ojos de la pantalla, mientras hablaban, comentaban a veces,  y/o exclaman reacciones al paso de las bestias y los chicos vestidos de blanco con  pañuelos rojos en el cuello y la cintura.

A las ocho en punto el chupinazo, un cohete de fuego desde el ayuntamiento de Pamplona,  da comienzo al espectáculo que se narra desde las emisoras de radio y se proyecta en la tele, de lo que son los delirantes dos minutos, que no llegan a tres, donde poderosos toros corren y a veces caen en las calles estrechas -sin perseguir- a jóvenes que corren delante, a un lado y detrás de ellos en un desafío que se termina en una plaza de toros, donde todavía puede acechar el peligro, pues algunos pueden allí ser corneados, como ocurrió este año. 

Las 875 metros de carrera por las calles empedradas quedan abochornadas de sudores, miedo, sangre y chavales heridos, atendidos por los sanitarios, prestos a socorrerles.

Durante siete días esa fue la festividad que mantuvo a España unida a las ocho en punto de la mañana.

El primer día de esa experiencia, como no la  había experimentado, por un momento pensé que en el mundo había ocurrido algo así parecido al 11 de septiembre de 2001, cuando todos los seres humanos quedamos anclados a las imágenes de esos sucesos que bien todos sabemos y de los que ya se suman casi veintiún años.

Observar en aquel momento un avión enterrarse a un rascacielos era algo inimaginado, mucho menos un segundo avión que igualmente se incrustaba, mientras la constante reproducción televisada y supuestamente en vivo, nada decía del horror que ya se estaba sintiendo y todo lo que conllevaría después.

Ver que España celebra la fiesta de los Sanfermines con tanta devoción, siguiéndola por los medios de comunicación, invita a repensar este país, a diario resquebrajado por las ideas de izquierdas y derechas, aventadas por extremistas que a ambas tendencias políticas amenazan.

En los actuales momentos sabemos que estamos viviendo un gobierno de izquierda tan atípico como sui géneris están siendo los muchos acontecimientos que generan los diversos mandamases en el mundo, lo que no supondría novedad alguna.

El presidente español Pedro Sánchez a ojos de muchos expertos gobierna sin predicar ejemplo y como administra a través de una coalición, raras son las oportunidades que se le nota coherencia entre el decir y el hacer, para decirlo de otra manera.

Hacer frente a la inflación requiere mucho más que ideas populistas impuestas sin diálogo y aunque ellas justamente buscan crear la sensación de que está trabajando por las mayorías, ello no se percibe porque se toman a destiempo o por lo menos es lo que pareciese.

Es muy cierto que en estos momentos gobernar con las muy hegemónicas redes sociales no debe ser asunto sencillo,  pero la realidad de Sánchez parece ser la del perenne candidato que busca ser reelecto nuevamente a la presidencia, aunque quede año y medio, con la interfaz de que dentro de diez meses se realizaran elecciones municipales y las encuestas hablan de un declive progresivo del  partido socialista y mucho más de sus socios, Podemos.

Pero él gobierna en eterna campaña.

La realidad no solo en España sino en otros países es observar que los hombres que alcanzan tales investiduras entran en cruzada electoral al día siguiente de tomar el poder,  para perpetuarse y santificarse en él. Si la ley se lo permite bien,   si le es adversa comienzan la batalla para cambiarla y buscar  continuas reelecciones.

Chávez fue un ejemplo aunque fue guiado por Castro, quien ni siquiera se tomó la molestia de simular lo que fue.

El poder aquí y en todas partes en seducción pura.

Los venezolanos que tuvimos que irnos de nuestro país somos testigos de lo mucho que se parecen los políticos españoles a los de nuestra tierra, en cuanto a las negociaciones geopolíticas, estrategias y tácticas de guerras soterradas, que se libran en muchos terrenos cotidianos y sociales, sin que apenas se perciban.

También vemos, ya sin asombro, que muchas de nuestras debilidades políticas, sociales y morales a la hora de gestionar los poderes fueron heredados de esta España, cuyos hombres fueron los primeros maestros de nuestros coterráneos a la hora de corromper sistemas creados con principios para hacer mejores a nuestros países.

Entre el calor de este verano, las fiestas de cumpleaños que se celebran en los parques, extraños días nublados a 38 grados, polvo del desierto de Sahara en pleno Madrid,  y un sinfín de fenómenos atmosféricos que mantienen a la población bien entretenida, unida al fuego devastador de miles de hectáreas en pueblos del norte y del sur, se van diluyendo temas trascendentales.

Sigue muriendo gente por Covid a diario. Las variantes de Omicron dan una nueva batalla, pero ni siquiera la desinformación es noticia. De ser primer plano diario casi por un año, ha pasado a casi ser un tema no tratado en los horarios estelares de la televisión, aunque los demás medios, sobre todo los impresos, por lo menos revelan estadísticas que van contando parte de la realidad que a nivel político se ha decidido dejar en espera.

Igual la guerra. Aparte de algunos bombardeos de Rusia a algunas zonas de Ucrania y algún que otro reportaje sin continuidad, sin labor de investigación por parte de corresponsales, poco más se sabe y hay que escudriñar otros medios para conocer realidades sobre todo de periódicos internacionales sobre batallas que ni siquiera aquí se cuentan.

Estamos de verano. España se paraliza. Para el puente de la Virgen se movilizaron 7 millones de personas. En los espacios laborales falta gente, se duplica el trabajo para los que aún no han salido de vacaciones y los que apenas regresan.

En la televisión una vez acabada una fiesta comienza otra. Aquí nunca faltará una reseña de quien hace el mejor postre de pueblo, la mejor mariscada, dónde se siembra la mejor papa y se toma la mejor copa de vino.

La guerra y el Covid ya generan fatiga e indudablemente tienen que irse a veranear, a bailar por las playas donde se celebran los muchos festivales con la llegada de artistas nacionales e internacionales.

Las cifras de la guerra son devastadoras: aparte de las muertes y de la destrucción, de las habituales y desencadenantes lesiones físicas y psicológicas, que está dejando, la inversión en la guerra es apabullante. Se dice que Rusia invierte más de 700 millones de euros diarios en ella, y Estados Unidos, por solo mencionar una parte de esta gran torta de destrucción, invirtió hasta el mes pasado 54 mil millones de dólares en asistencia.

Pero como dice la interprete Karol G., en Provenza, canción que España eligió como una de las más sonadas este verano: “… taba con alguien, pero ya estoy free… puesta pa’ revivir viejos tiempo… no salgo hace tiempo…”. Los ritmos tropicales, afrobeat y reguetón son la mejor fusión de dejar pasar, de mejor pensar cuando regresemos del bochinche, del relax.  

Entonces, veremos.  

Seguro seguiremos tan dementes como locos, curtidos de sol y de renovadas borrascas justicieras.

Las sociedades antiguas y modernas han sido testigos de que los que se benefician de la guerra no se detienen. Los gastos para la supuesta defensa y seguridad de las naciones es indigna y los despilfarros imparables. Por allí circula un avión que reconocen costó mil millones de dólares, capaz de cegar el universo virtual de veinte países a la vez. Poca imaginación puede quedarnos una vez admitamos que el mundo del espionaje y la cibernética escapa a cualquier ser humano que tiene que subsistir a diario para satisfacer necesidades y precarios sueños

Lo curioso de los sanfermines es que cinco cabestros orientan y en cierta forma dirigen a los toros bravos hasta llegar a la plaza de toros de Pamplona.

Sin duda, no es la primera vez que los mansos guían a los feroces hasta sus centros y por lo tanto no deberemos quejarnos de futuros desenlaces.


Foto: https://elpais.com/cultura/2022-07-07/el-primer-encierro-de-san-fermin-2022-en-imagenes.html