domingo, 21 de abril de 2013

Destreza de estrellas


Demasiados campos de nostalgia. Por fin lo entendió Marairé aquella tarde que veía el Océano más azul que jamás hubiese visto. Estaba a muchos kilómetros de donde ella era. El Caribe tiene tonalidades suaves, rara vez  tan profundas. Miró por la ventana y se inundó de toda su fuerza pero ella estaba atada a lo desconocido. Le gustó no obstante experimentar de lleno en sus ojos y en su boca ese sabor que jamás había pronunciado nuevos verbos, los que estaba destinada a inventar junto al universo.

La tarea estaba encomendada. Alcanzar era lo que seguía. Miró a su madre, reconoció esas mareas inusitadas que se despertaban de la nada, Las lanchas pequeñas se hundían, desaparecían y no pudo sino acercarse a ese coro de siete guitarras que estaban allí dándole un triunfo frente a la adversidad.

La distancia era corta. Le recorrió un leve escalofrió y se supo entonces afectada. ¿Cómo no estarlo?

Decidió aquella noche quedarse sola y a la intemperie. Varios ancestros la acompañaron no obstante mirando junto a ella la destreza de las estrellas. Pero ella los percibía lejos y cerca pero poco importaba.

Reconoció que era lo que no quería ser. Tanto tiempo para verse en el  sonido del caracol. Duro. Rosado. De formas secreta ante el tiempo.

Descubrió que su verbo no había cambiado lo suficiente. Pidió perdón y lloró con la brisa que ese momento estaba furiosa contra su rostro. Después entendió que le estaba dando a su piel el masaje de una nueva dimensión energética.

Alcanzarlo todo. Primero en el cambio. Después en la continuidad de ello para nuevamente ir hacia la transformación  y jamás separarse de la transmutación que hace posible todos los sueños.

Si dejaba la pasión por la nostalgia repetida por desconocimiento, por insensatez, por abuso de poder dentro de su ser, su cuerpo tendría la posibilidad de difuminarse con el espacio e ir un poco más allá.



Los ruidos de la noche se hicieron terribles. El viento llamaba hojas, palmeras y ronquidos. La legión de los muertos estaba tan atenta que hacían crujir sus huesos. Las flores masticaban y hasta las luces misteriosas de las aguas hicieron un juego con el pasado, con la nostalgia, a la que no había que regresar.

¿Era entonces más seguro ir hacia la oscuridad?

La respuesta fue rápida.

Miró Marairé al cielo y descubrió la guía.

¿Cuánto se alcanza en un día?

¿Tendrá que traducirse la vida entera? ¿Y leerla al final de los tiempos?

Lo que si era seguro era el cambio.

Dormía ella mientras le anunciaban las razones para continuar pero ella iba bastante a la deriva. Se había refugiado en la lancha que la había llevado hacia la isla y el mar estaba irreconocible. Parecía jugar, advertir y también dimensionarse en su fuerza.

La cobija entonces que cubría su cuerpo se convirtió en una piel elástica que advertía todas las sensaciones de peligro pero no era más que una tela caliente que le aportaba el calor que supo de su madre desde niña.

Fue allí cuando perdonó el techo de sus limitaciones.

Miró la palmera cercana que pretendía ser una sombrilla en esa noche pero supo que era apenas una pestaña que intentaba ampliar, en el abrir y cerrar del viento, toda la magnitud que no quería aun entender a sus ojos.

Aroma salvaje. Salitre profundo.

Se echó al mar. Noche azul profunda.

La debilidad del cuerpo erizado, desnudo, abierto de nuevo a la nostalgia le hizo nadar con fuerza y ritmo hacia adentro.

Sintió el alerta de su corazón. Hizo caso y se regresó.

¿Qué más noche que esta para no regresar nunca más a los recuerdos?

La yema de los dedos se le durmió tocando la arena. Junto a ella entendió el llanto. Entendió el dolor. También la salida que todo ello permite.

Le dolían mucho los ojos cuando empezó a amanecer.

Buscó la ropa con que cubrirse.

Por un breve instante los vio a todos y les agradeció que la cuidaran sin haberse involucrado.

Alcanzar es un verbo que se renueva como la efervescencia de cualquier cosa liquida que contenga burbujas.

El que más le había gustado, hasta ahora, a Marairé, flotando en el azul de las Antillas Menores. Empujada por todo el sortilegio de luz propia (Notitarde, 21/04/2013, Lectura Tangente).- 

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