El poeta Carlos Ochoa sobre Libardo Espinel Cantillo escribió: "... se ha propuesto reconstruir "el nosotros" como única manera de recuperar "el frágil yo" de nuestros tiempos postmodernos, mostrándonos a través de una galería familiar, casi íntima, la mirada de unos ojos que ya enfrentaron la enceguecedora luz del trópico, un rasgo familiar que permite el reconocimiento del gen compartido, del gen maternal, del gen ancestral".
Las palabras sumergen al mundo de este artista plástico entregado desde hace más de diez años a la creatividad de sus manos que dictan moldes, figuras humanas y reminiscencias de su niñez, la etapa más feliz de su vida.
Algunas de sus pinturas contienen relieves, sus esculturas tardan en amoldarse a los ojos porque parecen figuras con masas de otros tiempos y en su trabajo se encuentra afectos contenidos, anclados en las figuras que resguardaron su infancia.
¿Pasa con mucha facilidad de la escultura a la pintura?
Lo que sucede es que yo era dibujante y cuando egresé de la Escuela de Artes Plásticas fue cuando empecé a experimentar con la escultura y la pintura. Después que dominé las técnicas se me hizo fácil entrar de lo bidimensional a lo tridimensional.
¿Nunca trabajó con abstractos?
Nunca. Mi punto de partida es la figura humana. Esa fue mi excusa para empezar mi discurso.
¿Por qué sus figuras, tanto en dibujo como en escultura, remiten al pasado?
Porque son recuerdos de mi infancia. En mi familia predominan las hembras, somos muy pocos varones. Por lo general ellas son gordas y morenas. Lo que hago es como dibujar un collage, el ojo que predomina en ellas y la abundancia de sus carnes, sus protuberancias. Trabajo de esta manera y así he logrado como una característica de lo que hago.
¿Por qué despertar todo el tiempo la infancia, las mujeres que estuvieron en ella, el caballo?
No sé si sufro del mal de Peter Pan o algo así porque yo fui demasiado feliz cuando fui niño. Eso me llevó a descubrir todas esas imágenes que guardaba en la memoria. Por ello es que mis trabajos son muy cálidos. Los animales que hago también son simbólicos, tuve un caballo de niño; aparecen salamandras, un reptil que tengo en mis recuerdos porque mi madre les tenía miedo. Son una especie de códigos o símbolos que yo le voy poniendo a mi trabajo.
Usted me puede decir que esas son cosas que sólo entiendo yo, pero yo, inicialmente, trato de hacer mi trabajo para mi. Si le gusta después a los demás, chévere.
Entonces se trata de creación egoísta...
Soy completamente egoísta en cuanto a eso.
¿Cómo trabaja un artista plástico en Venezuela?
Aquí me ha ido bien. No me puedo quejar, pero es difícil trabajar las artes plásticas en Venezuela. Y sobre todo aquí en Valencia. Anteriormente había muchos vacíos. Cambió el gobierno y están los mismos vacíos. Cambió la gente pero está la carencia de organización; de políticas eficaces para ayudar a los artistas nóveles.
De hecho ya tu ves todos los problemas que hay, el asunto del Ateneo de Valencia, las escuelas de arte, que no hayan qué hacer. Todo se politiza. El problema del Ateneo de Valencia no estoy de acuerdo que se haya politizado.
¿Cómo fue su experiencia trabajando con Vladimir Zabaleta?
Fue como una pasantía. Al año de salir de la Escuela de Artes Plásticas comencé a trabajar en su taller y aprendí mucho de su labor. Es un artista rico en cuanto a conocimientos. Es un gran pintor. Al sentir que ya había cumplido una etapa a su lado me fui.
¿Qué otros maestros admira?
He tenido la fortuna de conocer a maestros como el poeta Carlos Ochoa, Alejandro Oliveros, Mérida Ochoa. La época cuando estudié en la Escuela de Artes Plásticas fue afortunada porque había magia y mística en el estudiantado. Ahora uno entra allí y se siente una tristeza; no existe esa calidez que existía cuando estudiábamos.
¿Cómo fue su experiencia de trabajar junto a Zabaleta en la imagen de la madre María de San José de 15 metros de altura?
Primero me asusté por la magnitud del trabajo. Nunca había manejado una pieza completa que tuvimos que dividir en cuatro partes, diseñar una maqueta de 1 metro 50 cm. para llevarlo a escala. Es una obra de Vladimir Zabaleta pero fui el coordinador de toda la parte artística y durante un año y dos meses trabajamos arduamente en el proyecto. Nos acompañaron un herrero, ingenieros, arquitectos y obreros. Alrededor de 15 personas estuvimos involucradas.
¿Cuándo va a ser colocada en el cementerio Jardines del recuerdo de Maracay?
Todavía no tenemos fecha porque hubo un problema con el terreno que estaba cediendo por efectos del lago de Valencia.
¿Tiene prevista alguna muestra para este año?
En noviembre tengo una exposición en los jardines de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Estudio allí y como entré por mérito cultural hice una propuesta al aire libre junto a otros dos compañeros, Richard Camacho y Oscar Marvez.
¿Qué tipo de obras presentarán al aire libre?
Dibujos en formato de cuadros que estarán recubiertos con un plástico transparente que también va a ser intervenido. A su vez van a haber unas lámparas hechas también con esta tela y vamos a realizar un performance. Va a ser una instalación que permanecerá allí por espacio de quince días.
¿Qué proyecto tiene para el 2008?
Me voy en el mes de marzo a Santiago de Compostela, España, atendiendo una invitación de exponer mis pinturas allá.
¿Por qué algunas de sus figuras se expresan con formas retorcidas?
La mayoría de las veces es buscando la sensualidad. Pero no es la sensualidad erótica... es la sensualidad ingenua... más infantil.
¿A sus ojos las mujeres venezolanas somos ingenuas e infantiles?
Sí. Puede ser. Estoy haciendo una investigación sobre la identidad de la mujer venezolana. Me gusta mucho eso, la parte folclórica; meterme por algún pueblo; meterme por allá y por aquí, para descubrir qué son nuestras mujeres, independientemente de su color de piel. Buscar esas características que las unen.
¿Tiene fe en quién?
En Jehová Dios, como único Dios. Soy cristiano, creo en Jesús como nuestro hermano mayor.
Libardo Espinel Cantillo egresó de la Escuela de Artes Plásticas "Arturo Michelena" en 1997. Ha obtenido el primer premio en el V Salón "Enriqueta Salazar" (1997); segundo premio del Salón del Instituto Municipal del Ambiente de la Alcaldía de Valencia (1998): segundo premio del III Concurso de Pintura y Dibujo Faber Castell (1999); premio especial "Rosita Salazar" del XXVI Salón Anual de Pintura y Dibujo, Premio Casa de la Cultura de Güigüe; (1999); mención especial Calendario del X Salón Cabriales (2000): mejor trabajo de dibujo en la II confrontación de dibujo y pintura de la UC (2003); cuarto lugar en el Salón "Federico Núñez Corona" (2006).
En 1998 fundó junto con otros artistas jóvenes de la región central venezolana el proyecto artístico Fusión, que adelantaban una investigación multimedia en las áreas de artes plásticas, performance, danza y música. Por ello su arte como artista integral se dio a conocer en Madrid, San Francisco y Caracas en eventos colectivos realizados desde 1998 hasta el 2000.
De forma individual también ha presentado trabajos tanto en Aragua como en Carabobo.
"Espinel busca la afinidad figurativa y la resolución del fondo y la figura a partir de un vínculo de los elementos informativos y sígnicos con las armonías texturizadas que en manejo del color convierte en su propuesta plástica" coloca Carlos Ochoa en una presentación de este artista valenciano con raíces maracuchas, con la que iniciamos este trabajo. También es un asunto de correspondencia y sudor. De amor y espiritualidad (Notitarde, 15/09/2007, Confabulario).-
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