Cuando conocimos la obra
de María Esther Barbieri, hace unos años atrás, supimos que estábamos ante un
trabajo creativo al que había dedicado muchas horas de entrega y conexiones
ancestrales que escapan de lo intelectual, aunque jamás ajeno al intelecto.
¿Cómo
empezaron a tejer el cielo nuestras mujeres indias con las palmas que
previamente curaron sin que libro alguno se los enseñara?
La tradición oral es
en el mundo la dueña de muchos secretos y esa es la forma y el fondo que
utiliza esta artista para desglosar esa perfección de líneas, de formas; de
vértices acoplados en el espacio, siguiendo una estética natural y genuina.
Ella lo desmadeja así: “Esta
muestra se denomina Naturaleza
entrelazada: de su nombre se pueden derivar muchas cosas, ya que los símbolos
y las líneas que dejan como estela los indígenas al realizar sus tejidos yo los
tomo como parte de una geometría ancestral; los modifico.
Lo que realizo lo
interpreto como si yo los tradujera para
mí y los plasmo, bien sea en gráficas impresas en papel utilizando técnicas
innovadoras que se estilan desde hace mucho tiempo en el campo industrial. Mis
investigaciones me han permitido utilizar estas técnicas y aplicarlas, bien sea
al realizar mis planchas de grabado para el caso de la impronta sobre papel, o
para las impresiones con máquinas especializadas en estampar sobre diferentes
sustratos.
Queriendo conservar en todo
momento lo puro y lo limpio realizo impresiones sobre acrílico transparente y
los solapo en parte del diseño, creando así ese efecto óptico que es el que en
el fondo siempre he querido lograr con la mayoría de mis obras: no estoy
haciendo nada nuevo pero sí estoy utilizando para mis gráficas los símbolos
étnicos de nuestros indígenas para construir cinetismo, sin color; solo con el
negro, el blanco en esta muestra me lo aporta la pared.
También en esta exposición
en el Centro Cultural Eladio Alemán Sucre (CCEAS) incluí obras de grandes formatos,
esta vez troquelando o perforando el acrílico, en este caso, de color negro y
utilizando de igual forma no sólo los diseños que realizan entrelazando sus
cestas sino las figuras geométricas con las que ellos suelen adornar sus
cuerpos a manera de tatuaje efímero para sus rituales.
En el caso de la cerámica
escultórica exhibida si utilizo el blanco que me proporciona la porcelana.
Cinco maracas chamánicas a escala natural tornadas y modeladas a mano en barro
fino, blancas y a la que se le resaltaron las incisiones en negro y una de
ellas en rojo, color presente en mis muestras hasta los momentos, al igual que
el cúmulo de alpargatas mostradas que en este caso represento con la obra “Lo
que quedó” donde también podemos observar una sola alpargata de ese tono, hundida
y pisada por el resto de las blancas.
Quiero acotar que también
suelo incluir en mis exposiciones, algo que me permita expresar mi presente, lo
que siento por mi país en ese momento en que se realiza cada muestra. En este
caso es una pequeña crítica al caos y desorden en que vivimos actualmente. Cómo
veo a mi Venezuela hoy, consciente de que ese punto rojo esta cada vez más
hundido y que lo puro, lo blanco, triunfará”.
Quizás algunos maestros ya
lo habían advertido. Pero en el fondo de las cestas, de las hamacas, de los
porta flechas como quieran que se llamen, de las tinturas y las señas en los
rostros de acuerdo de los rituales estaba palpitando el arte cinético y
geométrico que después fue desplegado con notoria elegancia tras años de
investigación y aporte macro al color.
Tal vez lo observaron y
fue un proceso tan natural como el de Picasso frente a las máscaras africanas y
la descomposición cubista que sufrieron sus rostros. Los filósofos enarbolados
dirían que estamos ante una obra en una faceta de desconstrucción.
Todo lo anterior es
posible. Pero no puede obviarse el trabajo cinético que ha ido descubriendo y
ampulando María Esther Barbieri a partir del descubrimiento ilimitado del
tiempo y del espacio que descansa cuando se teje sabiendo exactamente de qué
está formado el universo sin que libro o telescopio alguno lo haya dictado.
Allí están los trazos,
finos, gruesos. La boca de la dicha y también del fuego. La provocación y la
mesura. Unas maracas que tienen el canto de útero y la música del espasmo.
La timidez del rojo porque
aquí los conscientes estamos abrumados.
http://www.notitarde.com/Lectura-Tangente/Barbieri-musica-del-espasmo-2233823/2014/09/14/353052
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