lunes, 30 de mayo de 2011

Oswaldo Vigas: “Uno de mis orgullos es no estar de moda”

El maestro Oswaldo Vigas (Valencia, estado Carabobo, Venezuela, 1926) esperaba sentado como un niño al aguardo de algo que va a suceder. Es decir, a duras penas, porque su espíritu siempre ha sido inquieto, entusiasta; demasiado energético y febril. Con la mirada todavía mas agudizada por los años quería responder con generosidad a las preguntas que sabía le formularían.

Estaba en su hogar que es un museo viviente. Rodeado de los mejores cuadros de sus amigos, producto del intercambio que siempre hacen entre si los artistas. Posee una colección personal y única, como solo puede tenerla un creador. A la par de ello ostenta una valiosa colección precolombina, otra de arte africano y una serie de estampas de arte japonés que sin duda brindan un sincretismo capaz de ir hacia los orillas de los ríos de la creatividad más asombrosa porque el valor de esas piezas posee también autonomía silente. Han sido parte de su motivación y hallazgo.

El pasado mes de abril inauguraron en Francia una gran retrospectiva de su obra, Oswaldo Vigas (1952 a 1993),  a la que asistió su compañera de vida, Jeanine, quien trajo el catalogo que es mas bien un libro, con las fotografías de las 170 pinturas, dibujos y grabados expuestos en el Centro de Arte Villa Tamaris, en Seyne-Sur-Mer, ubicado en la Costa Azul francesa, entre Toulon y Cannes.

Oswaldo Vigas. Mérida-París-Caracas. Pinturas, es una exposición retrospectiva que abarca su trabajo temprano en un período que va de 1941 a 1952, pasando por la creación de Vigas durante su estadía en París desde 1953 hasta 1964 -el punto central de la exposición-, hasta incluir las obras más recientes de 1970 a 2010.

Repasando el libro fue mostrando las obras. Sobre todas las de los primeros años, las mas desconocidas en Venezuela, que revelan un pintor de colores polvorosos, haciendo rugir los lienzos desde perspectivas aún novedosas.

MPS: Observando el catalogo de esta retrospectiva uno ve los distintos estilos que usted ha trabajado… pareciese que usted los dejó a un lado y siguió su propio camino: ¿qué movimiento se arraigó más en usted?

OV: Tuve la suerte de que en ninguna de las ciudades en las que viví había escuelas de arte. Eso fue una suerte porque no tenia a nadie que me dijera tienes que ir por aquí o tienes que ir por allá. Yo fui por donde quise. No seguí a los que estaban haciendo “paisajitos”. Yo pasé directamente por una pintura imaginada y mas nada. Fantástica en cierto modo, sin escuela. Obtuve mi propia evolución y no se puede decir que haya sido así porque no se puede decir que es mejor lo que hago ahora que lo que hice antes. Son cosas diferentes. Inclusive tengo obras anteriores que son mejores que las actuales y tengo nuevas que son muy buenas también. Cada obra tiene su propia razón de ser y cada época también.

MPS: Pero eso responde a un análisis en el tiempo

OV: Cuando uno es honesto. Eso es muy importante. Honestidad y autenticidad. Si uno se sigue a uno mismo lo que hizo antes influirá en lo que haces ahora. Lo de ahora se apoya en lo de antes. Cada época va marcando su paso.

Hay artistas que de un día para otro dan un gran salto buscando estar de moda. Yo nunca estuve de moda.

MPS: ¿La ruta traza al artista o viceversa?

OV: Uno no tiene razones porque no hay explicaciones, el arte va por su cuenta. Lo que si existe y corresponde es la maduración de uno como artista, a la madurez; que se va haciendo muy lentamente, sin miedo.  Porque si uno tiene miedo no hace tampoco, te quedas y de ahí no pasas.

MPS: Mucho se le pregunta sobre su amistad con Picasso…

OV: Nunca estuve pegado de Picasso. Estuve muy poco tiempo con él. Me pareció alguien sumamente cariñoso conmigo. Yo era un muchacho de “veinti” tantos años y el un hombre de setenta. Me vio como un hijo, seguramente. Tuvo una gran humildad conmigo que no la tenía con todo el mundo. Eso me conmovió a mí y seguramente me vio con cariño porque yo era como un hijo que se le presentaba. No tuve un seguimiento de su obra, la conozco como todo el mundo. Me interesé por su trabajo y me pareció genial. Pero hasta allí.
Picasso tenía una personalidad avasallante y había que apartarse porque sino uno se hubiese quedado en su órbita girando. Había que separarse. Lo mismo me pasó con Oswaldo Guayasamín.

MPS: ¿Cómo vincula su trabajo con los distintos materiales?

OV: Cada material requiere un tratamiento conveniente y apto para el. No puedo hacer en grabado lo que hago en pintura porque en grabado debo desarrollar una técnica y unas posibilidades distintas.

Mis últimos grabados son colografias, hay líneas hechas a base de polvo de herradura. Líneas cubiertas con material de cola y polvo de metal.  Para todo eso tengo ayudantes. Para eso no hay que ser pichirres, hay que quererlos, pagarles bien y regalarles cosas.

Yo no soy pichirre con el trabajo, creo que uno tiene que entregar todo lo que pueda. También hay que pagar a otros que lo ayudan a uno porque uno apenas tiene dos manos y a veces se necesitan diez. Esos brazos suplementarios me los suministran los ayudantes que tengo. Siempre he tenido entre dos y cuatro ayudantes para darme abasto. Actualmente tengo solo tres nada más.

MPS: Ese sentido de estar rodeado de un gran museo, ¿cómo lo ha hecho sentir a lo largo de los años?

OV: Considero incomprensible que los artistas no se interesen por la obra de los demás. Los hay así y son buenos. A mi me interesan todas las obras de todos los artistas, los de ahora y los de antes también. Colecciono todo lo que puedo, por curiosidad y por avaricia. Todo lo que puedo agarrar lo tomo y lo guardo, en la mente o en una gaveta. Libros, manuscritos, grabados, pinturas; de todo. Todo me interesa.

A veces me digo, todo esto tiene que estar en un Museo. Las cosas que tengo no solo me pertenecen a mí, pertenecen a la cultura en general.

MPS: ¿Cuál es la diferencia entre el creador de 1942 y el actual?

OV: Soy el mismo. Lo que tengo es más información. Soy el mismo de cuando tenía 16 años. La diferencia es que ahora tengo mucha más información. Eso es todo. En lo fundamental es lo mismo. Mi obra comenzó en 1942 haciendo cosas que nadie hacía en Venezuela.

El arquitecto Alejandro Otero, contaba como anécdota que fue una vez a Guacara porque le dijeron que había “un muchacho que pintaba”. Cuando llegó al lugar salió el muchacho y le dijo: “No me venga a decir lo que tengo que hacer, porque yo hago lo que yo quiera”. Alejandro se reía y me decía “ese eras tú”.

Veo, por ejemplo, la obra de Alejandro Otero, y digo que es el pintor que ha tenido la personalidad más avasallante y más condiciones de pintor. Estaba bien dotado. ¿Y qué pasó con él?: Se puso a hacer “pendejaditas”. Cosas que se mueven con motores. Se fascinó por la tecnología y esa mentira de la cosa tecnológica que no tiene ningún interés, que es puramente ornamental; es arte menor.

Otero que era un pintor mayor y hacia arte mayor de pronto se puso a hacer arte menor; porque creyó que si se movía era mejor. No tiene nada que ver. La tecnología es una mentira en los artistas. Todo lo que pasa por la tecnología se convierte en arte decorativo y el arte decorativo es menor. No es arte mayor. La obra de Alejandro Otero, de artista mayor pasó a arte menor. Lo mismo ha ocurrido con otros por la fantasía venezolana de querer ser modernos. Aquí todo el mundo quiere ser moderno. Comenzando por los gobernantes. Los presidentes quieren ser modernos y desprecian lo que es antiguo, lo que es autentico, porque creen que vale más y no es así.

MPS: ¿Cómo afecta eso a los nuevos artistas?

OV: He estado leyendo la revista Artefacto y veo que hay una nueva generación de artistas que hacen cosas buenas y bellas, que son tan buenas como las del pasado; y no buscan tonterías, que es lo importante. No se dejan fascinar por novedades pasajeras, por modas. Lo que se pone de moda siempre se  “demoda”. Uno de mis orgullos es no estar de moda. Nunca lo estuve y ahora tampoco. Le huyo a la moda. No me gusta.

MPS: ¿Cómo entonces vivió del arte en nuestra nación?

OV: Con cojones. A veces vendía un cuadro al año y seguía. A veces un cuadrito al mes. A veces dos o tres. Jamás he vendido un cuadro diario. Ni antes ni ahorita. Claro que hago muchas cosas. Si no vendo un cuadro vendo un grabado. Entre una cosa y otra uno va sobreviviendo.

MPS: ¿Cómo se siente cuando descubre las falsificaciones de obras suyas? Tiene como mas de cuarenta decomisadas y deben haber muchas mas…

OV: Eso es natural y normal. Me siento orgulloso de que me falsifiquen. Quiere decir que hay gente que quiere comprar cosas mías aunque sean falsas. Esa es la codicia. Se dice que la codicia rompe el saco. Gente que no puede comprar una obra mía y la consigue diez veces mas barata. Yo también he sido victima de comprar falsificaciones. Uno mismo se convence de que eso es autentico aunque sea falso. Entonces uno duda y termina cogiendo unos falsos, aun sabiendo.

Si a mí me falsifican tanto… ¿qué será de un Picasso?

MPS: ¿O un Dalí?

OV: Dalí no tanto. Porque está muy desprestigiado. Se falsifica lo que tiene valor. Dalí ha perdido valor precisamente por codicia, porque hacía grabados en millares de ejemplares, en planchas que reproducían industrialmente, para poderlas vender en el mundo entero.

MPS: ¿Se ha quedado con las ganas de ver culturalmente cosas en Venezuela?

OV: Venezuela ha dado un paso hacia atrás, en vez de hacia adelante. Más bien diría que ha dado varios pasos hacia atrás. Ya no hay museos. Se acabaron. Todo eso tiene que ver con la política del Estado. Una política educativa, una política cultural, una política económica. Son cosas separadas. Venezuela tiene ahora una muy mala política cultural porque las cosas se están viendo sólo con el interés político. Y político en el peor sentido de la palabra. Por eso no hay nada. Caracas que es lo más importante es un desierto. Hay dos otras galerías que se mantienen porque sus dueños las mantienen con sus trabajos.

MPS: ¿Brujas o curanderas?

OV: Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. La temática no es nada, la obra no tiene tema. Es la huella de mi mano. Puede ser una figura que sale, puede no ser nada; y sigue siendo mi obra. No es el tema lo que hace la obra, ni el tema abstracto o figurativo. La obra la hace la personalidad del artista. Su psique; su inconsciente colectivo, que sería todo el mundo. Si mi obra interesa más e porque hay más gene que la toca, y lo tocan por lo colectivo y eso es inconsciente. La gente dice “me gusta” pero no sabe por qué. 

Ochenta y cuatro años tiene el maestro  Vigas. Se sabe herido desde que sufrió un ACV hace seis años pero eso no lo ha conminado. Sigue dibujando. Sigue haciendo. Sigue disfrutando, riendo y llorando, porque los zarpazos hay que resistirlos con dignidad. Con la que le caracteriza, aunque por ser sincero en más de una oportunidad se ha buscado problemas o quizás ello le sacrificó oportunidades.

Pero ello no le borra la satisfacción porque ha hecho lo que ha querido y esa libertad lo ha convertido en un portento, el mismo que con mucha paciencia posa al fotógrafo y gusta de hacerlo; el mismo que mira con bastante ironía y complicidad; el mismo que muestra cada dibujo suyo con orgullo, aunque le falte color; porque este se lo dictará en su momento.

Y sus temas lo requieren siempre aunque sean distintos;  brujas,  desafiantes, temerarios. Siempre lo han necesitado para expresarse. Persistentemente Dios. Tercamente mortal (30/05/2011, Revista Artefacto).-


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