lunes, 12 de marzo de 2018

Arco Madrid 2018: hiperrealismo

Cuando una pared blanca  muestra el arte de la censura


A casi un mes de la cita hay que precisar que Arco Madrid 2018 fue un baño de hiperrealismo. Afloraron los malabarismos propios de las ferias y las vísceras que tanto buscan ocultar los empresarios y sus representantes; es decir, los entrenados a comportarse políticamente correctos, sin brindar mayor esencia.

Los balances posteriores, según los organizadores, positivos. Aumentan, año tras año, las ventas, en ese arte de prestidigitación que brinda el espectáculo. Bajo el manto de las generalizaciones y la prisa que no permite más que ofrecer vagos resultados, se escabullen las viejas serpientes de la exactitud. 

Mientras el director habló, apenas concluida la feria, de un aumento de las comercializaciones, entre 10 y 20 por ciento, las cifras  globales de ventas de arte en España brindan otros números, en declive, por cierto, desde hace años.

Dos asuntos clave: la polémica sobre la censura y la defensa que todos hicieron del “verdadero” espíritu de Arcomadrid: lo que importa es vender. Ambos temas hartos conocidos por la sociedad española y el mundo entero.

A todo evento le sirve la polémica y si esta cuenta con el respaldo de los mismos medios de comunicación que hasta  la patrocinan, el interés noticioso y las visitas quedan garantizados. Y aunque, con los años, muchos sostienen que este encuentro ha perdido público, así como días de exposición, número de pabellones y la calidad de su catálogo; etiquetarlo con la  censura, encendía las hasta entonces grises primeras páginas de la promoción de Arcomadrid 2018.

Los colores y la maravilla pertenecen a los artistas.

La censura no es algo nuevo para nadie en cualquier parte del mundo. Mientras miramos al otro ser humano que está frente a nosotros, siempre vamos e iremos más allá: hacia la sospecha. Justo que haya habido el retiro de una obra, las decisiones y las  excusas oficiales que no convencieron a nadie, indican que fue más que acertado el circense disparo del hombre bala. Arco-flecha al centro de la diana.

Tres palabras brote de éxito: censura asombro reacción.

Para bien de los marchantes del arte quienes se felicitan más que los propios artistas. Estos últimos, con su onírica inquietud e insatisfacción bien permiten la continua rueda de las nuevas búsquedas y creatividad. Llenando los bolsillos de tantos.

La obra  de veinticuatro fotografías pixeladas Presos políticos  en la España contemporánea, de Santiago Sierra, fue retirada con bastante frescura y facilidad por la galerista, Helga de Alvear.

Ocupó una importante pared que además permaneció vacía horas, y en vez de dejarla, como prueba digna,  la rellenaron lo más rápido que pudieron, dejando instantes para que el vacío jugara con la imaginación.

¿Qué hubiese pasado si hubiesen entregado un pequeño pincel y pinturas para que todos expresaran lo que pensaban? ¿Muy progresivo, todavía en esta época, ¿sempiterna?, de lobos tras ovejitas?

Lo cierto es que para entonces ya había aflorado el segundo asunto mucho más pertinente y decepcionante, por recordárnoslo: Arcomadrid está para vender.

¡Cómo sino lo supiéramos!

La galerista involucrada, Helga de Alvear, una de las fundadoras además de esa cita que ya llegó a su 37 edición, lo expresó con claridad al obedecer y descolgar las fotografías. También al aclarar que quiere regresar el próximo año al negocio de las artes.

Perspectiva de subsistencia que puede servir de ejemplo para quien quiera ser muy exitoso en el mundo real. 

Todos quieren vender: Galeristas, inversores, coleccionistas y hasta los que se asoman por la ventana de esta posibilidad.

Los artistas también.

De hecho esta convocatoria ofrece ventas casi aseguradas por parte de ayuntamientos y museos que anualmente adquieren buenas obras por cifras nada desdeñables. Sumando el apoyo e intercambios que se ofrecen, entre ellos, galeristas y coleccionistas de todo el mundo. Arcomadrid cumple su función a cabalidad.

De todos los participantes solo uno se retiró: Pere Llobera.

Si partimos de la base que estamos hablando de 211 galerías que por la medida pequeña  representan -cada una- entre cuatro y una veintena de artistas, quiere decir que el grueso de los que callaron, reafirmaron la esencia del evento.

¡Touché!

Lo decepcionante de analizar todo esto es que, al parecer, no les sirve a los convocados allí, para hacer negocio, el primer día que destinan a ello. Lo delusorio es saber que algunos galeristas hasta dieron a entender en notas de prensa que el público les estorba.

¡Pues háganlo a puertas cerradas! Repartan sus obras como chorizos y guárdenlas en sus  (solitarios) valiosos depósitos.

En Arcomadrid 2017 se vendió una creación de Calder, por más de 2 millones de euros y este 2018, a modo de ejemplo, podemos decir que del maestro venezolano Jesús Soto se vendió otro de sus frutos, por 800 mil euros.

Y aunque el Picasso Nature morte no haya sido vendido, todos saben que es apuesta segura.

¡Cuánto más añejo, menos pendejo!

¿Consejo?: Saquen máscaras y láncense del trapecio sin protección, y dejen a un lado la necesidad humana y espiritual de admirar al arte por amor y placer. Nieguen la capacidad de sentir la llamarada de fuego que se establece entre la obra del artista y quien la observa. Que alienta a vivir, salva y otorga fe hacia el mismo ser humano del que se sospecha.

Es un riesgo. Un paso más allá del hiperrealismo que exhibieron.

Helga de Alvear además le salió muy bien el descuelgue: vendió casi inmediatamente la polémica obra que anda viajando por museos españoles e incluso hizo muy buenas inversiones que, sin duda, repercutirán en un público mayor. Adquirió la obra Pavilion for showing rock, de Dan Graham, por 500 mil dólares, que será depositada en los jardínes de la Fundación Centro de Artes Visuales que lleva su nombre,  en Cáceres.

El arte es tan magnánimo que hasta en los asuntos menos afortunados, crece: los estigmas, los pistilos, los estambres, los filamentos con anteras; la luz de los colores tenues, confluyen para que finalmente nazca el loto. Sobre agua enlodada y casi encharcada.

Las fotos de Sierra están pixeladas. Ellas ya parten de censura y autocensura. El bumerán, arma tribal, regresó al no cumplir con su objetivo. 






No son sus fotos la de rostros airosos de cualquiera de las contiendas que les está tocando librar; al rapero, los catalanistas o los jóvenes de Navarra. El recurso utilizado está allí para abrir y cerrar los ojos. Dice y esconde. Juega con la ambivalencia de la sociedad y los medios de comunicación. Debate íntimo de mostrar lo que somos o disimulamos.

¿Es una obra para tenerla en casa?

Tiene carácter público. Ocupará sin duda ese lugar donde la enarbolaron así. Es de colección. Quizás de un museo que se ocupe sobre lo que no debemos hacer. Anécdota de hombres breves.

Un gran favor hacia las mismas artes.

Las fotografías del alemán Thomas Ruff que sustituyeron las de Sierra sufrieron la turbulencia de la comparación. El público en este tipo de asuntos es implacable. No olvidamos que hemos observado, como humanidad, las peores de las atrocidades. La mayoría de veces impávidos y presos de miedo.

¿A Thomas Ruff, le hicieron un débil honroso-deshonroso favor?

¿Lo más gratificante de la Arcomadrid 2018?: El que suceda y acontezca ya de por sí lo es. Estar de cerca con la pujante creatividad aunque sea en un mercado, alimenta mucho más que cualquier caldo de cocina.

Es necesario reseñar que en las primeras horas de la apertura de Arcomadrid al público, las mujeres artistas se “hicieron visibles como obra”, como lo dijo el artista plástico José Coronel, quien desde Venezuela, envió el video, repartido en las redes sociales, mientras se realizaba.

Un  grupo de mujeres se colocaron sobre sus cabezas un símbolo de geolocalización para reclamar su presencia dentro del firmamento cultural.

El hiperrealismo es  muchas veces un golpe tan serio a los sentidos que puede ensordecer la luz.

Arcomadrid 2018 se ha mostrado tal cual. ¿Se revisará? ¿Dejará la inmediatez para captar profundidad? Deshacerse de los artistas críticos, ¿lo más conveniente?

Los artistas están llamados a  vencer con su inteligencia y creatividad, constancia y trabajo, las carpas feriantes.

Ser políticamente correctos es enfermedad con riesgo de metástasis.

Simplemente, hay que dejar al vuelo, ser.


Fuentes consultadas:










http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-arco-2018-madrid-conjuga-futuro-imperfecto-201802230155_noticia.html

Fotos:

https://www.elespanol.com/cultura/arte/20180221/director-arco-nunca-retirado-obra-santiago-sierra/286721984_0.html

http://www.europapress.es/madrid/ifema-00444/noticia-cierra-arcomadrid-2018-edicion-eclipsada-polemica-retirada-obra-presos-politicos-20180225190956.html





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