Cuando una pared blanca muestra el arte de la censura |
A casi un mes de la cita
hay que precisar que Arco Madrid 2018 fue un baño de hiperrealismo. Afloraron
los malabarismos propios de las ferias y las vísceras que tanto buscan ocultar
los empresarios y sus representantes; es decir, los entrenados a comportarse
políticamente correctos, sin brindar mayor esencia.
Los balances posteriores,
según los organizadores, positivos. Aumentan, año tras año, las ventas, en ese
arte de prestidigitación que brinda el espectáculo. Bajo el manto de las
generalizaciones y la prisa que no permite más que ofrecer vagos resultados, se
escabullen las viejas serpientes de la exactitud.
Mientras el director habló,
apenas concluida la feria, de un aumento de las comercializaciones, entre 10 y
20 por ciento, las cifras globales de
ventas de arte en España brindan otros números, en declive, por cierto, desde
hace años.
Dos asuntos clave: la
polémica sobre la censura y la defensa que todos hicieron del “verdadero”
espíritu de Arcomadrid: lo que importa es vender. Ambos temas hartos conocidos
por la sociedad española y el mundo entero.
A todo evento le sirve la
polémica y si esta cuenta con el respaldo de los mismos medios de comunicación
que hasta la patrocinan, el interés
noticioso y las visitas quedan garantizados. Y aunque, con los años, muchos
sostienen que este encuentro ha perdido público, así como días de exposición,
número de pabellones y la calidad de su catálogo; etiquetarlo con la censura, encendía las hasta entonces grises
primeras páginas de la promoción de Arcomadrid 2018.
Los colores y la maravilla
pertenecen a los artistas.
La censura no es algo
nuevo para nadie en cualquier parte del mundo. Mientras miramos al otro ser
humano que está frente a nosotros, siempre vamos e iremos más allá: hacia la
sospecha. Justo que haya habido el retiro de una obra, las decisiones y
las excusas oficiales que no
convencieron a nadie, indican que fue más que acertado el circense disparo del
hombre bala. Arco-flecha al centro de la diana.
Tres palabras brote de
éxito: censura asombro reacción.
Para
bien de los marchantes del arte quienes se felicitan más que los propios
artistas. Estos últimos, con su onírica inquietud e insatisfacción bien
permiten la continua rueda de las nuevas búsquedas y creatividad. Llenando los
bolsillos de tantos.
La obra de veinticuatro fotografías pixeladas Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago
Sierra, fue retirada con bastante frescura y facilidad por la galerista, Helga
de Alvear.
Ocupó una importante pared
que además permaneció vacía horas, y en vez de dejarla, como prueba digna, la rellenaron lo más rápido que pudieron,
dejando instantes para que el vacío jugara con la imaginación.
¿Qué hubiese pasado si
hubiesen entregado un pequeño pincel y pinturas para que todos expresaran lo
que pensaban? ¿Muy progresivo, todavía en esta época, ¿sempiterna?, de lobos
tras ovejitas?
Lo cierto es que para
entonces ya había aflorado el segundo asunto mucho más pertinente y
decepcionante, por recordárnoslo: Arcomadrid está para vender.
¡Cómo sino lo supiéramos!
La galerista involucrada,
Helga de Alvear, una de las fundadoras además de esa cita que ya llegó a su 37
edición, lo expresó con claridad al obedecer y descolgar las
fotografías. También al aclarar que quiere regresar el próximo año al negocio
de las artes.
Perspectiva de
subsistencia que puede servir de ejemplo para quien quiera ser muy exitoso en
el mundo real.
Todos quieren vender:
Galeristas, inversores, coleccionistas y hasta los que se asoman por la ventana
de esta posibilidad.
Los artistas también.
De hecho esta convocatoria
ofrece ventas casi aseguradas por parte de ayuntamientos y museos que
anualmente adquieren buenas obras por cifras nada desdeñables. Sumando el apoyo
e intercambios que se ofrecen, entre ellos, galeristas y coleccionistas de todo
el mundo. Arcomadrid cumple su función a cabalidad.
De todos los participantes
solo uno se retiró: Pere Llobera.
Si partimos de la base que
estamos hablando de 211 galerías que por la medida pequeña representan -cada una- entre cuatro y una
veintena de artistas, quiere decir que el grueso de los que callaron,
reafirmaron la esencia del evento.
¡Touché!
Lo decepcionante de
analizar todo esto es que, al parecer, no les sirve a los convocados allí, para
hacer negocio, el primer día que destinan a ello. Lo delusorio es saber que
algunos galeristas hasta dieron a entender en notas de prensa que el público
les estorba.
¡Pues háganlo a puertas
cerradas! Repartan sus obras como chorizos y guárdenlas en sus (solitarios) valiosos depósitos.
En Arcomadrid 2017 se
vendió una creación de Calder, por más de 2 millones de euros y este 2018, a
modo de ejemplo, podemos decir que del maestro venezolano Jesús Soto se vendió otro de sus frutos, por 800 mil euros.
Y aunque el Picasso Nature morte no haya sido vendido, todos
saben que es apuesta segura.
¡Cuánto más añejo, menos
pendejo!
¿Consejo?: Saquen máscaras y láncense
del trapecio sin protección, y dejen a un lado la necesidad humana y espiritual
de admirar al arte por amor y placer. Nieguen la capacidad de sentir la llamarada
de fuego que se establece entre la obra del artista y quien la observa. Que
alienta a vivir, salva y otorga fe hacia el mismo ser humano del que se sospecha.
Es un riesgo. Un paso más
allá del hiperrealismo que exhibieron.
Helga de Alvear además le
salió muy bien el descuelgue: vendió casi inmediatamente la polémica obra que
anda viajando por museos españoles e incluso hizo muy buenas inversiones que, sin
duda, repercutirán en un público mayor. Adquirió la obra Pavilion for showing rock, de Dan Graham, por 500 mil dólares, que
será depositada en los jardínes de la Fundación Centro de Artes Visuales que
lleva su nombre, en Cáceres.
El arte es tan magnánimo
que hasta en los asuntos menos afortunados, crece: los estigmas, los pistilos,
los estambres, los filamentos con anteras; la luz de los colores tenues,
confluyen para que finalmente nazca el loto. Sobre agua enlodada y casi
encharcada.
Las fotos de Sierra están
pixeladas. Ellas ya parten de censura y autocensura. El bumerán, arma tribal, regresó al no cumplir con su objetivo.
No son sus fotos la de rostros airosos de cualquiera de las contiendas que les está tocando librar; al rapero, los catalanistas o los jóvenes de Navarra. El recurso utilizado está allí para abrir y cerrar los ojos. Dice y esconde. Juega con la ambivalencia de la sociedad y los medios de comunicación. Debate íntimo de mostrar lo que somos o disimulamos.
¿Es una obra para tenerla
en casa?
Tiene carácter público. Ocupará
sin duda ese lugar donde la enarbolaron así. Es de colección. Quizás de un
museo que se ocupe sobre lo que no debemos hacer. Anécdota de hombres breves.
Un gran favor hacia las
mismas artes.
Las fotografías del alemán
Thomas Ruff que sustituyeron las de Sierra sufrieron la turbulencia de la
comparación. El público en este tipo de asuntos es implacable. No olvidamos que
hemos observado, como humanidad, las peores de las atrocidades. La mayoría de
veces impávidos y presos de miedo.
¿A Thomas Ruff, le
hicieron un débil honroso-deshonroso favor?
¿Lo más gratificante de la
Arcomadrid 2018?: El que suceda y acontezca
ya de por sí lo es. Estar de cerca con la pujante creatividad aunque sea en un
mercado, alimenta mucho más que cualquier caldo de cocina.
Es necesario reseñar que
en las primeras horas de la apertura de Arcomadrid al público, las mujeres
artistas se “hicieron visibles como obra”, como lo dijo el artista plástico
José Coronel, quien desde Venezuela, envió el video, repartido en las redes
sociales, mientras se realizaba.
Un grupo de mujeres se colocaron sobre sus
cabezas un símbolo de geolocalización para reclamar su presencia dentro del firmamento
cultural.
El hiperrealismo es muchas veces un golpe tan serio a los
sentidos que puede ensordecer la luz.
Arcomadrid 2018 se ha
mostrado tal cual. ¿Se revisará? ¿Dejará la inmediatez para captar profundidad?
Deshacerse de los artistas críticos, ¿lo más conveniente?
Los artistas están llamados
a vencer con su inteligencia y creatividad,
constancia y trabajo, las carpas feriantes.
Ser políticamente
correctos es enfermedad con riesgo de metástasis.
Simplemente, hay que dejar
al vuelo, ser.
Fuentes consultadas:
http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-arco-2018-madrid-conjuga-futuro-imperfecto-201802230155_noticia.html
Fotos:
https://www.elespanol.com/cultura/arte/20180221/director-arco-nunca-retirado-obra-santiago-sierra/286721984_0.html
http://www.europapress.es/madrid/ifema-00444/noticia-cierra-arcomadrid-2018-edicion-eclipsada-polemica-retirada-obra-presos-politicos-20180225190956.html
Fotos:
https://www.elespanol.com/cultura/arte/20180221/director-arco-nunca-retirado-obra-santiago-sierra/286721984_0.html
http://www.europapress.es/madrid/ifema-00444/noticia-cierra-arcomadrid-2018-edicion-eclipsada-polemica-retirada-obra-presos-politicos-20180225190956.html
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