lunes, 29 de junio de 2020

Álvaro Gómez: todo artista es conductor social




La vida no la vemos corta con juventud. Desde ese espacio difuminado más bien la vida parece larga e intemporal. Cuando de la nada se llega, y con mucha suerte, a la edad intermedia, los cincuenta años, ya se sabe un poco más de la inclemente marcha del reloj. Vivir entonces se convierte en otra cosa, más sencilla o compleja, de acuerdo a la experiencia y la maleabilidad de la estructura mental.

Para los artistas plásticos es apenas etapa de maduración. Comienzan a ser ellos mismos después de más de toda una vida (treinta, cuarenta años) creando con todas las posibilidades que ofrecen técnicas e imaginación; aderezadas con la sed de conocimiento continuo,  con la que nacen impregnados.

Pero no todos logran crear un universo propio. Álvaro Gómez lo ha conseguido a través del dibujo que ha ido perfeccionando con trazos naturales hasta crear un conjunto de seres humanos muy personales que van narrando la dinámica cotidiana y desenvuelta con la que seduce en cada lienzo.

Además de artista plástico es poeta y copioso bailador de merengue dominicano y son cubano.  Nacer en Venezuela en el estado Zulia y vivir por años en el estado Lara, tierra de tamunangue y tambor,  llenaron de sabor y placer sus aficiones.

En sus cuadros, sus personajes son sociales. Observan, se juntan, se distorsionan en los múltiples espejos de las personalidades. Se sorprenden, comprenden su alrededor y lo interrogan. Alertas y en movimiento van creando una dinámica vivencial en el lienzo.

En plumilla con mucha sobriedad se desplaza con unas tonalidades elegantes que destellan algún color. En acrílico logra luces azules o terracotas que van combinando la belleza de un estilismo peculiar.

A la par de esta figuración personal y única, va enlazando universos poéticos propios y ajenos. Así surge la pajarera de Goya, obra levantada en plumilla con todos los símbolos estéticos y morales de este precursor de vanguardias.  Los pájaros también deambulan fuera de la jaula, juguetones ante la ruta laberíntica, epicentro humano de la libertad.




La maja desnuda con tapabocas en la clara eventualidad vivida en este 2020 la expresa Gómez en toda su sonora femineidad, un poco risueña y observada, como ha sido hasta ahora. Arraiga líneas y fondos geométricos que se integran a la perfección en estas obras que forman parte de un discreto homenaje al genio de la pintura española, un poco atado en sus magníficos retratos y libre cuando llegó a su periodo de Caprichos e Invención, curtido por los años de trabajo anteriores.

La continuidad de la línea también lleva a Gómez por mundos llenos de particulares colores en su pintura acrílica. La fuente de la luz proporciona el fino equilibrio de yuxtaposiciones.

Como hombre nacido frente al mar Caribe, en su acento primordial coloca azules y variantes con la calidez de otras fuerzas cromáticas capaces de mezclarse con las conchas y el oleaje sonoro de la orilla. Hay un ritmo musical en todas sus obras que lleva a una danza de pies descalzos en arenas firmes.

Las manos de sus músicos se vuelven partituras y también ramas de árboles expuestos al vaivén de sombra y luminiscencia.




Marisol Pradas Segarra: ¿Cómo fueron los inicios en el mundo del arte?

Ángel Gómez: El inicio en el arte, estuvo cargado de mucho color, calor y más calor humano,  por ser Maracaibo (estado Zulia, Venezuela), una ciudad con mucho colorido. Del sonar de gaitas y su peculiar bullicio cuando hablan los maracuchos, por supuesto, es  nuestra idiosincrasia. Además es muy peculiar el acento que distingue a un zuliano,  gama amplia de nuestra cultura. A lo mejor todo ello fue despertando las ganas de pintar y de escribir, porque tenemos el lago de Maracaibo, que siempre nos enamoramos de él, como también el puente majestuoso Rafael Urdaneta. Te explico, en mi niñez, oíamos gaitas las veinticuatro horas del día, en Navidad y en la fiesta de nuestra patrona la Virgen de la Chiquinquirá. Todo era  un gran derroche de alegría. Considero que todas esas manifestaciones tienen una carga de belleza, dejando en el alma el mundo mágico del arte.

MPS: ¿Después de cuántos años encontraste esas figuras humanas que son únicas y que te representan como artista en el infinito universo del arte?

ÁG: Fue un proceso muy largo e interesante. Observé a las  sociedades en su desarrollo humano. Encontré que crecían, y crecían, y lo más patético aún, en las capitales, con ríos de ciudadanos en las calles. Entonces, con esa visión de multitudes, comencé a pintar sobre la falta de espacio, a medida que pintaba, seguía observando a la humanidad y encontré  las debilidades que tenemos para vivir positivamente. La falta de unidad, fraternidad e integración. Entonces fui entrando en ese lugar misterioso que son los sentimientos, o mejor decirlo, lo intangible. Trabajando fuertemente, fui poco a poco, logrando expresar con el dibujo y el color lo que es la unidad, la fraternidad e integración. Toda una utopía, pero es mi sueño, que le doy al mundo, como un  homenaje  al amor y la vida.


Colección del doctor Fernando Grullón, República Dominicana.


MPS: En tu día a día ¿rutina para la pintura; sol y luna para la poesía?

ÁG: Yo te podría decir que uno va distribuyendo el tiempo, cada cosa en su lugar y cada lugar para cada cosa. Después al pasar los años, haces lo que más te agrada, te captura; absorbiendo toda tu  vida en ese faena, que llamamos rutina, que podríamos llamarle también la  constancia, convirtiendo un solo lugar para una cosa, en mi caso, el arte.

MPS: ¿Cómo has vivido la libertad creativa a lo largo de tus etapas en el arte?

ÁG: La libertad creativa en el arte tiene  alto riesgo, porque cuando el artista se plantea cambios en sus planteamientos estéticos, o de formas, te vas aislando de grandes grupos, compradores del arte, bien sean galeristas o coleccionistas, por la sencilla razón, que al ser humano no le gusta el cambio, sobre todo el pensar en nuevas propuestas estéticas.

A la sociedad les encanta  estar alineado y la mayoría de las galerías  venden obras muy bien decoradas, porque al comprador no lo pone a pensar. Los galeristas que son solo comerciantes,  siguen el jueguito, condicionándolos a escoger los cuadros que armonicen con las cortinas, de manera que tú cómo artista al conocer éstas estafas en el mercado del arte,  te haces libre; creando tu obra, con la mayor honestidad posible, para tu disfrute y, a su vez, agregar un aporte más al mundo del arte.

Por supuesto, hay maravillosas excepciones. Galeristas que valoran al artista y aportan el respeto a su obra y trayectoria. Además tienen excelente formación cultural que les da facultades para representar a extraordinarios creadores en todas las disciplinas del arte. Son pocos, pero lo hay, que es lo importante.

MPS: ¿Cómo seduce un artista de ahora al variado público del mundo?

ÁG: Considero que el artista es un conductor social, llámese pintor, escritor, músico o poeta. Debe convertirse en un espejo, donde el mundo se mire y encuentre en esas manifestaciones artísticas, algo que lo haga feliz, que lo haga soñar; que encuentre respuesta, para su dormida sensibilidad  o memoria. Que al tener una obra ante sus ojos, descubra que se siente feliz. Y que vale la pena convivir seducido por el arte.




MPS: ¿Qué te dejó tu experiencia en República Dominicana?

ÁG: Una marcada vivencia, porque llegué a ese bello país, como decimos en criollo, con un tiro en el ala. Fui a buscar a mi hijo de treinta y nueve años, que murió de infarto. Él había ido a Santiago de los Caballeros a trabajar, porque igual que todos los jóvenes en Venezuela, buscando en otros lugares, la posibilidad de trabajar y vivir decentemente. A raíz de eso fui haciendo amistades, logrando incorporarme en el arte. Hay en ese hermoso país, un gran sentido de la fraternidad, su gente dada a la amistad, al compartir, al calor humano, con su ritmo merenguero que los caracteriza, contagiando al que esté a su lado.

Allí expuse mis obras, como también leí mis poemas en espacios públicos. Aún sigo cultivando grandes amigos, como el general Gustavo Jorge García, el poeta  Guillermo Torres Corsino que yo les llamo hermanos y conservo la amistad. Como también  con mis obras a través de la Galería Juan Boden en Santo Domingo. Linda experiencia, comer arroz con habichuelas y su apetecido concón.

MPS: ¿El arte nos hace mejores? ¿Hace reflexionar? ¿Apunta a una espiritualidad?

ÁG: El pueblo dice siempre lo mismo, entonces se comprueba que es cierto, pero la lucha de las sociedades es por lograr que los gobiernos le cumplan al ciudadano en sus derechos humanos y uno de ellos es la educación. Que se hagan políticas eficientes de cultura dónde el arte sea tarea fundamental para el desarrollo de su gente, pero nuestros gobernantes nos tienen sumergidos en su politiquería barata, hasta cansarnos, asfixiándonos para que el arte no permita prepararnos y poder reflexionar adecuadamente.

Bailar para el artista Álvaro Gómez es muy importante porque el cuerpo al moverse  libera dolor y alinea chacras. Siente que danzar es cuando “dos cuerpos se visten de sonidos como si vinieran de altas fuentes. Con el espíritu danzando sobre los sueños. Desprovisto de su cuerpo libre. Cómo la mirada que va buscando la luz de la belleza. Bailar, bailar y enredarse en la noche, cómplice cuando dos almas se tocan… bailando”.

Ahora se encuentra viviendo en Galicia, España. El son del Caribe sigue en su corazón, sobre todo en los días grises que intentan cerrar respiro de luz. Pero pertenece a la raza indómita. Los sueños e ilusiones le sobran.


Imágenes de invierno, julio 2020





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