Si
modificamos nuestra relación con los hechos y personas del pasado las vías
neuronales pueden cambiar, mucho más cuando, les inyectemos energía positiva,
de acuerdo a lo revelado por Jane Fonda, quien después de investigar y reflexionar sobre su vida
personal, ofrece al mundo sus conocimientos para lograr una transformación de
lo que ella denomina el tercer acto. He aquí parte de su planteamiento:
“Ha
habido muchas revoluciones en el último siglo, pero quizás ninguna tan
importante como la revolución de la longevidad. Estamos viviendo hoy en día un
promedio de treinta y cuatro años más que nuestros bisabuelos. Piensen en eso.
Eso es toda una existencia que ha sido añadida a nuestra vida adulta. Y, sin
embargo, en su mayor parte, nuestra cultura no ha llegado a un acuerdo en lo
que esto significa. Todavía estamos viviendo con el viejo paradigma de la edad
como un arco. Esta es la vieja metáfora: nacemos, llegamos a la cima a la mitad de la vida y
decrecemos en la decrepitud. La edad como una patología.
Sin
embargo, muchas personas hoy en día -filósofos, artistas, médicos, científicos-
están tomando una nueva mirada a lo que yo llamo el tercer acto, las tres últimas
décadas de la vida. Se han dado cuenta de que esta es en realidad una etapa en
el de desarrollo de nuestra vida, con su propio significado, tan diferente de
la mediana edad como la adolescencia difiere de la infancia. Y se preguntan lo
que todos deberíamos estar preguntando: ¿Cómo podemos utilizar este tiempo?
¿Cómo podemos vivir con éxito? ¿Cuál es la nueva metáfora apropiada para el
envejecimiento?
Me
he pasado el último año investigando y escribiendo sobre este tema. Y he
llegado a encontrar que una metáfora más apropiada para el envejecimiento es
una escalera, la ascensión del espíritu humano, que nos ha dado la sabiduría,
la integridad y la autenticidad. La edad ya no como una patología, la edad como
potencial. Y ¿adivinen qué? Este potencial no es para unos pocos afortunados.
Resulta que, la mayoría de las personas mayores de cincuenta años se sienten
mejor, tienen menos estrés, son menos hostiles, menos ansiosas. Tendemos a ver
puntos en común más que diferencias. Algunos de los estudios, incluso, dicen
que somos más felices.
Esto
no es lo que yo esperaba, créanme. Yo vengo de una larga línea de depresivos. A
medida que se acercaba a mis cuarenta años, cuando me despertaba en la mañana
mis primeros seis pensamientos eran
negativos. Me asusté. Pensé, ¡oh, Dios mío!, voy a convertirme en una vieja
amargada. Pero ahora que estoy justo a la mitad de mi tercer acto propio, me doy cuenta de que
nunca he sido más feliz. Tengo una fuerte sensación de bienestar. Y he
descubierto que cuando estás dentro de la vejez, contrariamente a verla desde
afuera, el miedo se desaparece. Nos damos cuenta de que seguimos siendo los
mismos tal vez aún más.
Picasso
dijo una vez: "Se necesita mucho tiempo para ser joven."
Ahora,
permítanme decir algo sobre la escalera, que puede parecer una extraña metáfora
para los adultos mayores, dado el hecho de que muchas personas mayores las
escaleras son un reto, en que me incluyo. Como ustedes saben, todo el mundo
funciona en una ley universal: la entropía, la segunda ley de la termodinámica.
La entropía significa que todo en el mundo, todo, está en un estado de
deterioro y la decadencia; el arco. Sólo hay una excepción a esta ley
universal, el espíritu humano, que puede
continuar ascendiendo -la escalera- hasta la plenitud, la autenticidad y la sabiduría.
Y
aquí está un ejemplo de lo que quiero decir. Esta ascensión puede ocurrir hasta
en los desafíos físicos más extremos. Hace unos tres años, leí un artículo en
el New York Times. Se trataba de un hombre llamado Neil Selinger -57 años,
abogado retirado- que se había unido al grupo de escritores de la Universidad
Sarah Lawrence donde encontró su vena creativa. Dos años más tarde, se le
diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica, o mal de Lou Gehrig. Es una enfermedad terrible,
mortal. Daña el cuerpo pero la mente permanece intacta. En este artículo, el
señor Selinger escribió lo siguiente para describir lo que le estaba pasando. Y
cito: "A medida que mis músculos se debilitan, mi escritura se hacía más
fuerte. A medida que iba perdiendo lentamente el habla, ganaba mi voz. A medida
que disminuía, crecía. A medida que perdía tanto, comencé finalmente a
encontrarme a mí mismo. Neil Selinger, para mí, es la encarnación del ascenso
por la escalera en su tercer acto.
Todos
nacemos con el espíritu, todos nosotros, pero a veces decae por los desafíos de
la vida, la violencia, el abuso, la negligencia. Tal vez nuestros padres
sufrieron de depresión. Tal vez ellos no fueron capaces de amarnos más allá de
nuestros éxitos o fracasos. Tal vez todavía padecemos de un dolor psíquico, una
herida. Tal vez pensamos que muchas de nuestras
relaciones no han concluido y tenemos la sensación de estar “inconclusos”. Tal vez la tarea del tercer acto es terminarnos
a nosotros mismos.
Ahora
bien, mientras yo estaba escribiendo acerca de esto, me encontré con un libro
llamado "El hombre en busca de sentido" de Viktor Frankl, psiquiatra
alemán que pasó cinco años en un campo de concentración nazi. Y escribió que,
mientras él estaba en el campamento, podía decir, si llegaba a ser liberado,
quiénes iban a salir adelante y quiénes no. Y escribió lo siguiente: "Nos
pueden quitar todo lo que tenemos en esta vida excepto una cosa: Todo lo que
tienes en la vida te lo pueden quitar, excepto una cosa, la libertad de elegir, de cómo reaccionar
ante determinada situación. Eso es lo que determina la calidad de vida que
hemos tenido, no se trata de si hemos sido ricos o pobres, famosos o
desconocidos, sanos o enfermos. Lo que determina la calidad de vida es cómo nos
relacionamos con nuestras realidades, qué significado les damos, qué tipo de
actitud adoptamos frente a ellas, qué estado de ánimo le permitimos activar”.
Tal
vez el propósito central del tercer acto es volver y tratar de, si es el caso,
para cambiar nuestra relación con el pasado. Resulta que la investigación
cognitiva demuestra que somos capaces de hacer esto, se manifiesta
neurológicamente, por vías nerviosas creadas en el cerebro. Con el tiempo
ustedes verán si reaccionaron negativamente a los acontecimientos y personas
del pasado se han establecido unas vías neuronales por medio de señales
químicas y eléctricas enviadas desde el cerebro. Y con el tiempo, estas vías neuronales se
fijan, y se convierten en la norma, aunque sean dañinas para nosotros, porque
nos causan estrés y ansiedad” (Notitarde, 26/05/2012, LECTURA TANGENTE).-
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